” Estad preparados, porque a la hora que menos
penséis viene el Hijo del hombre”.
7 DE
AGOSTO
XIX
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª
Lectura: Sabiduría 18,6-9
Todos los
santos eran solidarios en los peligros y en los bienes.
Salmo 32
Dichoso
el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
2ª
Lectura: Hebreos 11,1-2.8-19
La fe es
seguridad de lo que espera, y prueba de lo que no se ve.
PALABRA
DEL DÍA
Lucas:
12,35-40
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: [No temas, pequeño rebaño: porque vuestro Padre ha
tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes, y dad limosnas; haceos
talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, donde no
se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro,
allí estará también vuestro corazón.] Tened
ceñida la cintura y encendida las lámparas. Vosotros estad como los que
aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar los encuentre en vela; os
aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si
llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le
dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora
que menos penséis viene el Hijo del hombre. [Pedro
le preguntó: -Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos? El Señor
le respondió: - ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quién el amo ha
puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
Dichoso el criado a quién su amo al llegar lo encuentro portándose así. Os
aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado
piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las
muchachas, a comer y a beber y emborracharse; llegará el amo de ese criado el
día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de
los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está
dispuesto a ponerlo por obra, recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero
hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le
exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.”]
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha
querido darles el Reino.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que
no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca
el ladrón ni destruye la polilla.
Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su
corazón.
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas.
Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que
fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando
a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la
mesa y se pondrá a servirlo.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del
alba y los encuentra así!"
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va
llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre
llegará a la hora menos pensada".
Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices
para nosotros o para todos?".
El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y
previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la
ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado
en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y
se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a
beber y a emborracharse,
su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará
y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo
las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá
un castigo severo.
Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será
castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al
que se le confió mucho, se le reclamará mucho más."
REFLEXIÓN
A medida que avanza el Evangelio de Lucas, también avanza el camino de
Jesús, ese largo camino que ha de terminar en Jerusalén,
Jesús es el gran caminante que va abriendo una brecha en
la historia, confiado en la palabra del Padre. Es el nuevo Abrahán que camina
hacia una tierra desconocida sin poder fijar su tienda en ninguna parte, como
nos lo recuerda la segunda lectura:
“Por fe obedeció
Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad.
Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra
prometida, habitando en tiendas mientras esperaba la ciudad de sólidos
cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios”.
Jesús le dijo a uno que quería seguirle: “Las zorras
tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre no tiene
dónde reclinar la cabeza”.
Y esa es la situación, también, del hombre, peregrino en
el desierto de la vida: caminar.
Y ese caminar es la necesaria travesía para llegar a la
vida, a la plenitud de la vida. Y es, también, un servicio que prestamos a
quienes caminan con nosotros.
Y caminar sin detenerse: hoy, mañana, siempre, hasta que
la muerte sobrevenga para rubricar que, efectivamente, somos “huéspedes y peregrinos
de la tierra”.
Por eso Jesús vuelve hoy a insistir en el tema de la
vigilancia cristina, que se va entrelazando con el tema del juicio divino.
Sobre estas ideas esenciales se desarrolla el mensaje
bíblico de este domingo.
Dos breves comparaciones de Jesús aluden a la necesidad
de vigilar constantemente, sobre todo en los momentos más críticos de la vida.
Cuando el joven dueño de la finca vuelva, avanzada la
noche, después de haber celebrado su boda, los criados han de estar atentos
para recibirlo con los honores que se merece. La misma vigilancia ha de
mantener toda persona que sospeche que puede ser asaltada de noche por un
ladrón.
De la misma manera sucederá con el Hijo del Hombre:
llegará como el novio o el ladrón en cualquier momento, en el más crítico,
cuando uno menos se lo imagine. Entonces, no queda más remedio que estar
preparados. Feliz el hombre que nunca baja su guardia.
Estar preparados porque Dios va a venir en cualquier
momento.
Este es, pues, el mejor resumen del evangelio de hoy.
En cualquier momento puede venir el dueño de la finca a
tomarnos cuenta. No somos dueños de nada, sólo somos administradores de todo,
incluida la vida.
Dios nos lo ha dado todo para que seamos administradores
fieles y prudentes. A quienes caiga en la tentación del administrador necio del
evangelio, puede ocurrirle lo que a él.
El secreto está en vivir con la sensatez de quien tiene
en cuenta los valores del Reino. Como veíamos el domingo pasado, el peligro más
grande que ve Jesús que puede hacer peligrar esos valores del Reino es el mal
uno del dinero, el afán de la riqueza.
Sólo quien ha descubierto la fraternidad, el amor a Dios,
la paz interior, la alegría de saberse amado por Dios, sólo ése antepondrá el
Reino de Dios al reino de este mundo.
Hay muchos pobres, tan terriblemente pobres, que solo
tienen dinero, nada más, ni amor, ni alegría, ni paz interior, solo dinero.
Estos que anteponen el Reino de Dios al reino de este
mundo, son pocos, por eso Jesús se refiere a ellos como “pequeño rebaño”.
Quien no ha tenido un encuentro personal con Dios, sino
que vive la fe sociológica que heredó de sus padres, no puede descubrir el
Reino.
La razón de esta afirmación es que el Reino es algo nuevo
que trajo Jesús y está, como él dijo, dentro de nosotros porque es la
experiencia de un encuentro personal con Jesús a quien experimentamos como
nuestro salvador.
A Cristo tenemos que descubrirlo cada uno, como se descubre
a la persona que se ama.
No se puede servir a dos amos. No se puede encender dos
velas una a Dios y otra al mundo. No se puede compaginar dos formas de vida, la
cristiana y la que el mundo nos ofrece, representada por ese materialismo que
confunde el ser con el tener.
Jesús nos dice: “Vosotros no sois del mundo, si fuerais
del mundo el mundo amaría lo suyo”.
¿Hasta cuándo vamos a andar compaginando la doble vida:
por un lado, el crucifijo en el pecho, la estampita en la cartera, la vela a
este o a aquel santo y, por otro una vida al margen de la voluntad de Dios,
expresada solo en Palabras?
Lo primero es muy fácil, basta dejarse llevar por la
sociedad, por el mundo. Vivir conforme a Dios es mucho más difícil y exige una
vigilancia, que es la que nos recomienda el evangelio de hoy.
Es cosa de pocos, A esos pocos, que libremente, se han
decidido, el Padre les ha dado el Reino: “No temas pequeño rebaño, porque al
Padre le ha parecido bien daros el reino”, eso es lo que esperamos.
La Eucaristía que celebramos nos ayudará a vivir este
estilo cristiano. Cuando el sacerdote dice: Este es el Sacramento de nuestra
fe.... Quiere decir: de este sacramento podemos sacar la fe porque en él, si
creemos, se nos da el pan del peregrino que nos ayuda en nuestro caminar.
Hay dos formas de vivir, con la esperanza puesta en dios
y con la esperanza puesta en las cosas de aquí abajo. El que adopta la forma de
vivir que el evangelio le sugiere, ése vivirá feliz en la tierra y, después,
vivirá otra vida en el cielo. “Ven bendito de mi Padre...”.
ENTRA EN
TU INTERIOR
LOS
NECESITAMOS MÁS QUE NUNCA
Las primeras generaciones cristianas se vieron muy pronto obligadas a
plantearse una cuestión decisiva. La venida de Cristo resucitado se retrasaba
más de lo que habían pensado en un comienzo. La espera se les hacía larga.
¿Cómo mantener viva la esperanza? ¿Cómo no caer en la frustración, el cansancio
o el desaliento?
En los evangelios encontramos diversas exhortaciones, parábolas y
llamadas que sólo tienen un objetivo: mantener viva la responsabilidad de las
comunidades cristianas. Una de las llamadas más conocidas dice así: «Tened
ceñida la cintura y encendidas las lámparas». ¿Qué sentido pueden tener estas
palabras para nosotros, después de veinte siglos de cristianismo?
Las dos imágenes son muy expresivas. Indican la actitud que han de tener
los criados que están esperando de noche a que regrese su señor, para abrirle
el portón de la casa en cuanto llame. Han de estar con «la cintura ceñida», es
decir, con la túnica arremangada para poder moverse y actuar con agilidad. Han
de estar con «las lámparas encendidas» para tener la casa iluminada y
mantenerse despiertos.
Estas palabras de Jesús son también hoy una llamada a vivir con lucidez y
responsabilidad, sin caer en la pasividad o el letargo. En la historia de la
Iglesia hay momentos en que se hace de noche. Sin embargo, no es la hora de
apagar las luces y echarnos a dormir. Es la hora de reaccionar, despertar
nuestra fe y seguir caminando hacia el futuro, incluso en una Iglesia vieja y
cansada.
Uno de los obstáculos más importantes para impulsar la transformación que
necesita hoy la Iglesia es la pasividad generalizada de los cristianos.
Desgraciadamente, durante muchos siglos los hemos educado, sobre todo, para la
sumisión y la pasividad. Todavía hoy, a veces parece que no los necesitamos
para pensar, proyectar y promover caminos nuevos de fidelidad hacia Jesucristo.
Por eso, hemos de valorar, cuidar y agradecer el despertar de una nueva
conciencia en muchos laicos y laicas que viven hoy su adhesión a Cristo y su
pertenencia a la Iglesia de un modo lúcido y responsable. Es, sin duda, uno de
los frutos más valiosos del Vaticano II, primer concilio que se ha ocupado directa
y explícitamente de ellos.
Estos creyentes pueden ser hoy el fermento de unas parroquias y
comunidades renovadas en torno al seguimiento fiel a Jesús. Son el mayor
potencial del cristianismo. Los necesitamos más que nunca para construir una
Iglesia abierta a los problemas del mundo actual, y cercana a los hombres y
mujeres de hoy.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
La eucaristía como sacramento, hace presente una realidad que está
siempre en nosotros, aunque oculta: la presencia de Dios como don total que me
capacita para darme totalmente y alcanzar de ese modo mi plenitud.
Está viniendo siempre, porque está en lo más íntimo de mí mismo, y puedo
ir descubriéndolo en cada instante. Cada instante que pasa sin descubrirlo es
tiempo perdido.
La eucaristía es el sacramento del amor y la unidad que son la base de
todas las posibilidades de ser plenamente humano. El signo que realizamos no
añade nada a mi ser, pero lo necesito para descubrir lo que hay en mí.
ORACIÓN
Señor, que nos has puesto como administradores de nuestra vida, danos
fortaleza y prudencia necesarias para que, sirviéndote a ti, seamos miembros
útiles de la comunidad.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
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