domingo, 27 de junio de 2021

4 DE JULIO: XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO b.



 

“No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.”

4 DE JULIO

DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

1ª Lectura: Ezequiel 2,2-5

Esta raza rebelde sabrá qua hay un profeta en medio de ellos.

Salmo: 122

“Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.

2ª Lectura: 2ª Corintios 12,7-10

Me glorío de mis debilidades, para que se manifieste en mí el poder de Cristo.

PALABRA DEL DÍA

MARCOS 6.1-6

“En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: -¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí? Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: -No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa. No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?

¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.

Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa".

Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.

Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.”

REFLEXIÓN

Son impresionantes los relatos bíblicos de la vocación de los profetas, y en este domingo 14 Ordinario, tenemos, en la primera lectura, la llamada a Ezequiel. El profeta recibe directamente de Dios un mensaje a través del Espíritu que le invade. Esta presencia del Espíritu en el texto se debe probablemente a que en Ezequiel está especialmente vivo el aspecto de la trascendencia divina. A Dios nadie le puede ver el rostro (Ex 33,20) y se comunica con los hombres y mujeres a través de diferentes medios como, por ejemplo, su Espíritu. Es una teología propia de Ezequiel, que a pesar de separar de la esfera humana de algún modo a Dios, tiene una virtud: al subrayar la distancia que existe entre la esperanza y posibilidades humanas, y la voluntad y el poder de Dios, suscita confianza.

Al contrario que Jeremías e Isaías, Ezequiel no opone resistencia, lo mismo que Pablo en esta segunda parte de la segunda Corintios, una fuerte crisis azota a la comunidad. La autoridad de Pablo es fuertemente cuestionada por unos adversarios del apóstol, y esto amenaza la fe de los corintios y su modo de vida según el evangelio que les había predicado. Pablo, se defiende reconociendo justo aquello que pone de manifiesto su debilidad, pero hay unas maravillosas palabras, que sirven para tu vida y la mía, cuando no puedes con los problemas y las dificultades que la vida te da a diario: -TE BASTA MI GRACIA; LA FUERZA SE REALIZA EN LA DEBILIDAD-. Estas palabras, deberían animarnos a testificar a Cristo como “el Verbo que existía desde el principio”.

Los seguidores y las seguidoras de Jesús de Nazaret somos unos afortunados, mejor, unos agraciados por habernos encontrado con Él, haber escuchado su llamada y haber dispuesto de muchas oportunidades para seguirlo, continuando su misión sanadora en el mundo.

Esta misión no es otra que conseguir que todas las mujeres y todos los hombres seamos cada día un poco más libres y, en consecuencia, más felices. Esto no fue sencillo ni fácil para Jesús y por eso tampoco lo es para nosotros.

 Los profetas son personas, hombres y mujeres que, escuchando lo que sucede a su alrededor y cómo eso está afectando no solo a la vida individual sino también a la vida colectiva, la de todas las personas, reflexionan, deciden y actúan con otros de cara a lo que puede ser mejor para todos.

Jesús “se extrañó de su falta de fe” en su tierra, en aquellos que Él tan bien conocía desde siempre, por eso, denuncia lo que hay, lo que está sucediendo a su alrededor (las personas que más lo están sufriendo) y anuncia –sana- que esto se puede cambiar.



ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

NO DESPRECIAR AL PROFETA

El relato no deja de ser sorprendente. Jesús fue rechazado precisamente en su propio pueblo, entre aquellos que creían conocerlo mejor que nadie. Llega a Nazaret, acompañado de sus discípulos, y nadie sale a su encuentro, como sucede a veces en otros lugares. Tampoco le presentan a los enfermos de la aldea para que los cure.

Su presencia  solo despierta en ellos asombro. No saben quién le ha podido enseñar un mensaje tan lleno de sabiduría. Tampoco se explican de dónde proviene la fuerza curadora de sus manos. Lo único que saben es que Jesús era un trabajador nacido en una familia de su aldea. Todo lo demás «les resulta escandaloso».

Jesús  se siente «despreciado»: los suyos no le aceptan como portador del mensaje y de la salvación de Dios. Se han hecho una idea de su vecino Jesús y se resisten a abrirse al misterio que se encierra en su persona. Jesús les recuerda un refrán que, probablemente, conocen todos: «No desprecian a un profeta mas que en su tierra, entre sus parientes y  en su casa».

Al mismo tiempo, Jesús «se extraña de su falta de fe». Es la primera vez que experimenta un rechazo colectivo, no de los dirigentes religiosos, sino de todo su pueblo. No se esperaba esto de los suyos. Su incredulidad llega incluso a bloquear su capacidad de curar: «no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos».

Marcos no narra este episodio para satisfacer la curiosidad de sus lectores, sino para advertir a las comunidades cristianas que Jesús puede ser rechazado precisamente por quienes creen conocerlo mejor: los que se encierran en sus ideas preconcebidas sin abrirse ni a la novedad de su mensaje ni al misterio de su persona.

¿Cómo estamos acogiendo a Jesús los que nos creemos «suyos»? En medio de un mundo que se ha hecho adulto, ¿no es nuestra fe demasiado infantil y superficial? ¿no vivimos demasiado indiferentes a la novedad revolucionaria de su mensaje? ¿no es extraña nuestra falta de fe en su fuerza transformadora? ¿no tenemos el riesgo de apagar su Espíritu y despreciar su Profecía?

Ésta la preocupación de Pablo de Tarso: «No apaguéis el Espíritu, no despreciéis el don de Profecía. Revisadlo todo y quedaos sólo con lo bueno» (1 tesalonicenses 5, 19-21). ¿No necesitamos algo de esto los cristianos de nuestros días?

José Antonio Pagola

ORACIÓN FINAL

Al tocar la luz del día de mis ojos, Señor, mi corazón se levanta hacia ti en busca de tu mirada.

Escucha las palabras de quien siente la vida de nuevo, y estate atento, Señor: sé cercano a mi mano abierta.

Da respuesta a mi pregunta, ayúdame en mi inquietud.

Tú que eres mi Señor, y mi Dios en quien yo confío.

A ti abro mi ser, mis ganas de vivir; de mañana, en tus manos pongo mis miedos; de mañana, en tus ojos pongo la pureza y sinceridad de mi búsqueda; de mañana, en tu camino quiero dirigir mis pasos.

Oye mi voz, Señor, tú que eres bueno, y alienta mi vida que busca en ti luz y calor. (Página central hoja dominical “Eucaristía”).

xpliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO.

 


domingo, 20 de junio de 2021

27 DE JUNIO: XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B

                                        



   “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud"

27 DE JUNIO

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

1ª Lectura: Sabiduría 1,13-15; 2,23-24

La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo.

Salmo 29

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

2ª Lectura: 2ª Corintios 8,7.9.13-15

Vuestra abundancia remedia la falta que tienen los hermanos pobres.

EVANGELIO

Marcos 5,21-43

“En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se le acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: -Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacia doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: -¿Quién me ha tocado el manto? Los discípulos le contestaron: -Ves como te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”. Él seguía mirando alrededor, para ver quien había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: -Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud. Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: -Tu hija se la muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: -No temas; basta que tengas fe. No permitió que le acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: -¿Qué estrépitos y qué lloros son estos? La niña no está muerta está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: -Talitha qumi”(que significa: “contigo hablo, niña, levántate”). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar, tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.

Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,

rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva".

Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.

Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.

Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.

Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,

porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".

Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.

Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".

Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".

Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.

Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.

Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".

Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?".

Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas".

Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,

fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.

Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme".

Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.

La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate".

En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,

y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.”

REFLEXIÓN

Goethe decía: “El milagro, es el niño preferido de la fe”. Por eso Jesús no hacía milagros por puro lucimiento, por fama, por poder o prestigio y mucho menos donde faltaba la fe. La coletilla que acompañaba siempre al milagro era como las del evangelio de hoy, a la mujer que padecía flujos de sangre: “Hija, tu fe te ha salvado”. A Jairo, el jefe de la sinagoga: “No temas; basta que tengas fe”.

La fama de Jesús no tardó en extenderse. Sus palabras sorprendían. Sus prodigios eran comentados. Su perdón no dejaba a nadie indiferente. Su mirada sorprendía, porque miraba amando.  Muy pronto se convirtió en alguien especial que era buscado, esperado y requerido para sanar y cambiar la realidad de sufrimiento que vivían muchas personas: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”. Quien le tocaba quedaba curado. Quien le escuchaba quedaba transformado. Quien le seguía descubría un horizonte nuevo de vida.

El Evangelio nos enseña a “tocar la realidad” a entrar en contacto con las personas y las situaciones que viven. Tocar la realidad es sentir que el otro me pertenece, que su vida forma parte de la mía, que su dolor me duele. Un mensaje que supera la solidaridad para convertirse en auténtica experiencia fraterna. Tocar la realidad nos transforma y nos salva.

La voluntad de Dios es la vida de las personas: “Yo he venido para que tengáis vida y la tengáis en plenitud”. Su alegría es nuestro bien. Dios apuesta ilimitadamente por nosotros, por nuestro bien y por el bien de todo el mundo. Su proyecto de amor lo vemos en la actividad sanadora de Jesús y en su entrega apasionada y absoluta por cada persona. La alegría y la voluntad de Dios es la felicidad de todos y cada uno de sus hijos.

 


ENTRA EN TU INTERIOR.

HERIDAS SECRETAS            

No conocemos su nombre. Es una mujer insignificante, perdida en medio del gentío que sigue a Jesús. No se atreve a hablar con él como Jairo, el jefe de la sinagoga, que ha conseguido que Jesús se dirija hacia su casa. Ella no podrá tener nunca esa suerte.

Nadie sabe que es una mujer marcada por una enfermedad secreta. Los maestros de la Ley le han enseñado a mirarse como una mujer «impura», mientras tenga pérdidas de sangre. Se ha pasado muchos años buscando un curador, pero nadie ha logrado sanarla. ¿Dónde podrá encontrar la salud que necesita para vivir con dignidad?

Muchas personas viven entre nosotros experiencias parecidas. Humilladas por heridas secretas que nadie conoce, sin fuerzas para confiar a alguien su «enfermedad», buscan ayuda, paz y consuelo sin saber dónde encontrarlos. Se sienten culpables cuando muchas veces sólo son víctimas.

Personas buenas que se sienten indignas de  acercarse a recibir a Cristo en la comunión; cristianos piadosos que han vivido sufriendo de manera insana porque se les enseñó a ver como sucio, humillante y pecaminoso todo lo relacionado con el sexo; creyentes que, al final de su vida, no saben cómo romper la cadena de confesiones y comuniones supuestamente sacrílegas... ¿No podrán conocer nunca la paz?

Según el relato, la mujer enferma «oye hablar de Jesús» e intuye que está ante alguien que puede arrancar la «impureza» de su cuerpo y de su vida entera. Jesús no habla de dignidad o indignidad. Su mensaje habla de amor. Su persona irradia fuerza curadora.

La mujer busca su propio camino para encontrarse con Jesús. No se siente con fuerzas para mirarle a los ojos: se acercará por detrás. Le da vergüenza hablarle de su enfermedad: actuará calladamente. No puede tocarlo físicamente: le tocará solo el manto. No importa. No importa nada. Para sentirse limpia basta esa confianza grande en Jesús.

Lo dice él mismo. Esta mujer no se ha de avergonzar ante nadie. Lo que ha hecho no es malo. Es un gesto de fe. Jesús tiene sus caminos para curar heridas secretas, y decir a quienes lo buscan: «Hija, hijo, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud».

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

La generosidad es la distinción del creyente. Es la actitud de aquel que ha sentido el amor y la entrega de Jesucristo. Es la actividad de toda la comunidad cristiana, la Iglesia, que se desvive por los favoritos del Evangelio: los necesitados. La generosidad, la solidaridad y el trabajo por la justicia es participación del plan salvador de Dios que sigue actuando hoy. La Iglesia es sacramento de Dios, testimonio de vida, y apuesta por todos. Trabajar por la vida de las personas y hacer presente hoy, con todos, la salvación de Dios. Igualar la realidad para que nadie quede postrado. Compartir los recursos y ayudar a levantar a quien la historia, la vida o el entorno ha dejado por los suelos. En definitiva, repetir lo que hizo Jesucristo.

Dios transforma todo lo que toca. Él quiere la vida y la felicidad de sus Hijos. Nosotros sentimos que nos ama y nos desea. Nuestra respuesta es una vida que piensa en el prójimo y que apuesta por un mundo donde nadie pase necesidad. Aún queda mucho por hacer, pero juntos podemos hacerlo posible.

ORACIÓN FINAL

Oh Padre, reconocemos que tú has creado todo para la vida: has puesto en nosotros el germen divino de tu creación fecunda. A los esposos, has concedido experimentarlo en el engendramiento de los hijos; a quienes se consagran a tu amor les has entregado la bendición para los pobres de la tierra; a los sacerdotes, el poder del cuerpo roto y de la sangre derramada de tu Hijo. Te pedimos hoy, Señor, que nos hagas una sola cosa en el amor, para que podamos alimentar en la mesa de la eucaristía todo lo que somos: nuestra mente, con el recuerdo de tu vida entregada en la cruz; nuestro corazón, dilatado por tu amor por cada mujer y cada hombre; nuestro cuerpo, consumido por la impaciencia de la caridad activa.

Y, transformados de este modo, día tras día, a la medida de tu Hijo sacrificado, podremos saborear la bondad infinita de la vida.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO



Imagen para colorear.



 


domingo, 13 de junio de 2021

20 DE JUNIO: XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 




“¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?”

20 DE JUNIO

XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Job 38,1-11

Aquí se romperá la arrogancia de tus olas.

Salmo 106

Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

2ª Lectura: 2 Corintios 5,14-17

Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.

EVANGELIO

Marcos 4,35-40

“Aquel mismo día, al caer la tarde, les dijo: -Pasemos a la otra orilla. Ellos dejaron a la gente y le llevaron en la barca, tal como estaba. Otras barcas le acompañaban. Se levantó entonces una fuerte borrasca y las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a punto de hundirse. Jesús estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, y le despertaron, diciéndole: -Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Él se levantó, increpó al viento y dijo al lago: -¡Cállate! ¡Enmudece! El viento amainó y sobrevino una gran calma. Y a Ellos les dijo: -¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no tenéis fe? Ellos se llenaron de un gran temor y se decían unos a otros: -¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?”

Versión para América Latina, extraída de la biblia del pueblo de Dios

“Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".

Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.

Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.

Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".

Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".

REFLEXIÓN

No podemos quedarnos en la lectura “milagrosa” de esa escena insólita: una borrasca tornada súbitamente en bonanza, olvidando que los evangelios fueron escritos desde la fe y la experiencia pascual de los apóstoles y primeros cristianos. En el dato hemos de ver también una auto-manifestación de Jesús como Dios. Y desde aquí pasar a una lectura eclesial del episodio. Desde siempre la tradición patrística y eclesial vio en el grupo de los discípulos que reman desesperadamente dentro de la barca zarandeada por la tempestad, una imagen de la Iglesia. Si no zozobra en las borrascas es porque Jesús va con ella en la travesía, aunque a ratos no captemos los signos de su presencia por el Espíritu y creamos que duerme dejándonos solos ante los peligros.

Jesús dormía en la barca, pero más dormida estaba la fe de sus discípulos. Como con un calco, podemos trasladar la escena a la situación de la Iglesia, tanto la de los orígenes que pronto conoció la persecución, como la Iglesia de hoy y de todos los tiempos que camina entre cansancios y esperanzas hacia Dios. Debido a nuestra poca fe a veces nos ponemos nerviosos, pero Jesús no falla. El guía siempre a su Iglesia, lo mismo en tiempo de calma que de crisis y adversidad. Él lo prometió y lo cumple. Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos. Por eso el poder del infierno y del mal no hundirá su Iglesia.

Hay momentos de prueba para nuestra fe similares a los de la tormenta en el lago, para los discípulos. Cuando la tempestad nos azota despiadada, cuando la Iglesia de Cristo es perseguida, cuando como a Job nos visita insistentemente el dolor, cuando el mal triunfa y se oscurecen los valores del bien y de la virtud, cuando sufrimos injustamente, cuando la pobreza, la enfermedad o la muerte hacen altaneramente acto de presencia en nuestra vida, cuando en una palabra nos duele el silencio de Dios que parece estar “durmiendo tranquilo” como Jesús en la barca, surge espontánea la queja en nuestros labios: Señor, ¿no te importa que nos hundamos?

Solamente desde la fe tienen respuestas estos problemas y nuestros interrogantes interiores, esos que nos hacemos tantas veces ante las desgracias y los males que vemos a nuestro alrededor.

Pero solo en la fe está la respuesta. Con Job nos preguntamos a veces si Dios “se entera” de lo que pasa en este mundo nuestro. Y Dios habla a Job desde la tempestad, le revela la trascendencia de su ser y de sus designios, que el hombre ha de acatar con fe sumisa y obediente.

La fe y la esperanza cristianas no defraudan, porque si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? En todo venceremos por Aquel que nos ha amado, y nada podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (Rm 8,31-39)

Por eso dice san Pablo en la segunda lectura: “Nos apremia el amor de Cristo… El murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí sino para el que murió y resucitó por ellos… El que vive con Cristo es creatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo”.

En el amor de Dios manifestado en Cristo radica la urgencia cristiana de lo nuevo, la base más sólida de una respuesta de fe y de amor a otro amor que nos ha precedido y nos acompaña en todo momento y situación por delicada e incluso desesperada que pueda parecernos.



ENTRA EN TU INTERIOR

¿POR QUÉ SOMOS TAN COBARDES?

«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» Estas dos preguntas que Jesús dirige a sus discípulos no son, para el evangelista Marcos, una anécdota del pasado. Son las preguntas que han de escuchar los seguidores de Jesús en medio de sus crisis. Las preguntas que nos hemos de hacer también hoy: ¿Dónde está la raíz de nuestra cobardía? ¿Por qué tenemos miedo ante el futuro? ¿Es porque nos falta fe en Jesucristo?

El relato es breve. Todo comienza con una orden de Jesús: «Vamos a la otra orilla». Los discípulos saben que en la otra orilla del lago Tiberíades está el territorio pagano de la Decápolis. Un país diferente y extraño. Una cultura hostil a su religión y creencias.

De pronto se levanta una fuerte tempestad, metáfora gráfica de lo que sucede en el grupo de discípulos. El viento huracanado, las olas que rompen contra la barca, el agua que comienza a invadirlo todo, expresan bien la situación: ¿Qué podrán los seguidores de  Jesús ante la hostilidad del mundo pagano? No sólo está en peligro su misión, sino incluso la supervivencia misma del grupo.

Despertado por sus discípulos, Jesús interviene, el viento cesa y sobre el lago viene una gran calma. Lo sorprendente es que los discípulos «se quedan espantados».

Antes tenían miedo a la tempestad. Ahora parecen temer a Jesús. Sin embargo, algo decisivo se ha producido en ellos: han recurrido a Jesús; han podido experimentar en él una fuerza salvadora que no conocían; comienzan a preguntarse por su identidad. Comienzan a intuir que con él todo es posible.

El cristianismo se encuentra hoy en medio de una «fuerte tempestad» y el miedo comienza a apoderarse de nosotros. No nos atrevemos a pasar a «la otra orilla».

La cultura moderna nos resulta un país extraño y hostil. El futuro nos da miedo. La creatividad parece prohibida. Algunos creen más seguro mirar hacia atrás para mejor ir adelante.

Jesús nos puede sorprender a todos. El Resucitado tiene fuerza para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Sólo se nos pide fe. Una fe que nos libere de tanto miedo y cobardía, y nos comprometa a caminar tras las huellas de Jesús.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Estamos sometidos, pues, a las tempestades desencadenadas por el espíritu del mal, pero, como bravos marineros vigilantes, llamamos al piloto adormecido. Ahora bien, también los pilotos se encuentran normalmente en peligro. ¿A qué piloto deberemos dirigirnos entonces? A aquel a quien no superan los vientos, sino que los manda, a aquel de quien está escrito: “Él se despertó, increpó al viento y a las olas”. ¿Qué quiere decir que “se despertó”? Quiere decir que descansaba, pero descansaba con su cuerpo, mientras que su espíritu estaba inmerso en el misterio de la divinidad.

Jesús había pasado la noche en oración: ¿de qué modo podía dormir ahora durante la tempestad? Este sueño revela la conciencia de su poder: todos tenían miedo, mientras que sólo él descansaba sin temor. Pero aunque duerme su cuerpo, su divinidad vigila y actúa la fe. Por eso dice: “¿Por qué habéis dudado, hombres de poca fe?”. “Se merecen el reproche, por haber tenido miedo aun estando junto a Cristo, siendo que nadie puede perecer si está unido a él. De este modo corrobora la fe y vuelve a hacer reinar la calma.”

ORACIÓN

Padre, fuente de la vida y fin último de toda criatura, manifiéstanos tu rostro de bondad y libéranos de nuestros miedos. Concédenos una fe sin fisuras incluso en los momentos de tempestad, a fin de que seamos capaces de poner nuestra confianza no en nuestras propias fuerzas, sino en ti, que estás presente junto a nosotros.

Haznos verdaderos discípulos de Jesucristo, que nos ha revelado tu rostro de padre, y haz que estemos atentos a los signos de su camino continuo en nuestra historia. Haz que sepamos reconocerle en el amor y en el testimonio de muchos hermanos. Envíanos tu Espíritu para que nos asista en la tarea de discernir tu proyecto sobre nosotros, nos ayude a cumplir tu voluntad, a fin de construir con confianza y paciencia ese mundo nuevo que tú nos dejas entrever en la resurrección de Jesús.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO.


 



domingo, 6 de junio de 2021

13 DE JUNIO: XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra.”

13 DE JUNIO

DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

1ª Lectura: Ezequiel 17,22-24

Elevaré los árboles pequeños.

Salmo 91

Es bueno dar gracias al Señor.

2ª Lectura: 2ª Corintios 5,6-10

En el destierro o en la patria, nos esforzamos por agradar al Señor.

PALABRA DEL DÍA

Marcos: 4,26-34

“En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: -El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega. Dijo también: -¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas. Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:

sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.

La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.

Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".

También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?

Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,

pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".

Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.

No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.”

REFLEXIÓN

El núcleo fundamental de la predicación de Jesús es el anuncio del Reino de Dios. Jesús solía hablar del Reino de Dios con parábolas porque, más que un concepto teórico, el Reino de Dios es una realidad en su propia persona. Jesús comenzó a hacerlo tangible en su tierra y entre los suyos. Una de las imágenes habituales que empleaba para referirse a ello es la del grano que se planta con ilusión en la tierra, que se espera desde lo profundo de ella a que crezca, porque tiene vida encerrada en su interior.

El creyente, el que ha vivido la experiencia del encuentro con la Vida, es quien conoce bien la potencia de la semilla. Un pequeño grano, seco, contiene la posibilidad de reverdecer y generar lo imposible. Por eso la semilla se planta, con el cuidado del que sabe que se encuentra ante un misterio: roturando la tierra, abonando su suelo, sembrando con cariño el grano inerte y cubriéndolo en silencio. Y a esperar, a esperar que la vida que hay encerrada en esa semilla se vaya abriendo camino.

Nosotros, en nuestras acciones diarias reproducimos, como Jesús hacía, estos gestos. Las frases y las acciones del cristiano no están nunca vacías, pero tampoco se busca conscientemente darles contenido o creer en ellas; ya tienen de por sí su sentido, desde el momento en que se plantan.

Nuestra impaciencia es la señal de nuestro barro seco y duro, y de una tierra cansada de explotadores que persiguen beneficios. Todos quieren rendimientos fáciles, que las acciones tengan sus éxitos; también en las intervenciones generosas y altruistas. En la Iglesia adolecemos de esta misma falta autocomplaciente de paciencia en la construcción del Reino, que nos desasosiega y empuja a creer en nuestras propias fuerzas o a dar por imposible la empresa.

Sin embargo, como dice la Palabra de hoy, el grano germina y crece sin que se sepa cómo. La espera creyente ha de volverse a lo profundo de nuestra tierra, a la potencia de la simiente, a la sorpresa que llega, abonada y regada cada día por el único Dueño de la mies.

Hermanas y hermanos, únicamente una mirada profunda, interior a los acontecimientos en los que participamos nos los descubren como signos del Reino de Dios actualmente real y en formación progresiva en el mundo. Tenemos, como nos recomendó el Concilio Vaticano II en la Constitución Gaudium et Spes, saber leer los signos de los tiempos y saber dejarnos guiar por las mociones del Espíritu.

A la Iglesia, por el contrario, corresponde interpretarlos desde la sorpresa y la maravilla de unos creyentes que observan el grano seco de trigo convertido en dorada espiga de primavera dispuesta para la siega, o la semilla insignificante de mostaza transformada en expresión exuberante de la vida. Desde el fondo de la tierra, cuando la semilla emerge en tallo de vida, emerge lo sorprendente: un mundo bueno y nuevo, donde el Dios de la Vida reina.



ENTRA EN TU INTERIOR

PEQUEÑAS SEMILLAS

Vivimos ahogados por las malas noticias. Emisoras de radio y televisión, noticiarios y reportajes descargan sobre nosotros una avalancha de noticias de odios, guerras, hambres y violencias, escándalos grandes y pequeños. Los «vendedores de sensacionalismo» no parecen encontrar otra cosa más notable en nuestro planeta.

La increíble velocidad con que se difunden las noticias nos deja aturdidos y desconcertados. ¿Qué puede hacer uno ante tanto sufrimiento? Cada vez estamos mejor informados del mal que asola a la humanidad entera, y cada vez nos sentimos más impotentes para afrontarlo.

La ciencia nos ha querido convencer de que los problemas se pueden resolver con más poder tecnológico, y nos ha lanzado a todos a una gigantesca organización y racionalización de la vida. Pero este poder organizado no está ya en manos de las personas sino en las estructuras. Se ha convertido en «un poder invisible» que se sitúa más allá del alcance de cada individuo.

Entonces, la tentación de inhibirnos es grande. ¿Qué puedo hacer yo para mejorar esta sociedad? ¿No son los dirigentes políticos y religiosos quienes han de promover los cambios que se necesitan para avanzar hacia una convivencia más digna, más humana y dichosa?

No es así. Hay en el evangelio una llamada dirigida a todos, y que consiste en sembrar pequeñas semillas de una nueva humanidad. Jesús no habla de cosas grandes. El reino de Dios es algo muy humilde y modesto en sus orígenes. Algo que puede pasar tan desapercibido como la semilla más pequeña, pero que está llamado a crecer y fructificar de manera insospechada.

Quizás necesitamos aprender de nuevo a valorar las cosas pequeñas y los pequeños gestos. No nos sentimos llamados a ser héroes ni mártires cada día, pero a todos se nos invita a vivir poniendo un poco de dignidad en cada rincón de nuestro pequeño mundo. Un gesto amistoso al que vive desconcertado, una sonrisa acogedora a quien está solo, una señal de cercanía a quien comienza a desesperar, un rayo de pequeña alegría en un corazón agobiado… no son cosas grandes. Son pequeñas semillas del reino de Dios que todos podemos sembrar en una sociedad complicada y triste, que ha olvidado el encanto de las cosas sencillas y buenas.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

La verdad es, que las acciones de Dios no coinciden con nuestras ideas acerca de la divinidad. Según la concepción general de la historia de las religiones, los dioses son seres caprichosos y poderosos que gustan de manifestar su poder, imponiendo su voluntad ostentosa y terrible sobre los seres humanos. En las palabras de hoy, sin embargo, el Dios de Israel y Padre de Jesús se muestra como un amante de su creación, que desea vivificarla desde su interior, como hace un buen jardinero o labrador con sus plantas. Su reino no es el del miedo sino el de la vida en abundancia, que germina desde la insignificancia, la ternura, la paciencia y la serenidad constante del sincero amor.

ORACIÓN FINAL: (Salmo 91,23.13-16)

Es bueno darte gracias, Señor.

Es bueno dar gracias al Señor

y tocar para tu nombre, oh Altísimo,

proclamar por la mañana tu misericordia

y de noche tu fidelidad.

El justo crecerá como una palmera,

se alzará como un cedro del Líbano;

plantado en los atrios de nuestro Dios.

En la vejez seguirá dando frutos

y estará lozano y frondoso,

para proclamar que el Señor es justo,

que en mi Roca no existe la maldad.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO