miércoles, 27 de junio de 2018

1 DE JULIO: XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.


"¿Que estrépito y que lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida"

1 DE JULIO

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

1ª Lectura: Sabiduría 1,13-15; 2,23-24

La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo.

Salmo 29

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

2ª Lectura: 2ª Corintios 8,7.9.13-15

Vuestra abundancia remedia la falta que tienen los hermanos pobres.

EVANGELIO

Marcos 5,21-43

“En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se le acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: -Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: -¿Quién me ha tocado el manto? Los discípulos le contestaron: -Ves como te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”. Él seguía mirando alrededor, para ver quien había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: -Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud. Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: -Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: -No temas; basta que tengas fe. No permitió que le acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: -¿Qué estrépitos y qué lloros son estos? La niña no está muerta está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: -Talitha qumi”(que significa: “contigo hablo, niña, levántate”). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar, tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,
rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva".
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,
porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?".
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas".
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme".
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate”!
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.”

REFLEXIÓN

            Goethe decía: “El milagro, es el niño preferido de la fe”. Por eso Jesús no hacía milagros por puro lucimiento, por fama, por poder o prestigio y mucho menos donde faltaba la fe. La coletilla que acompañaba siempre al milagro era como las del evangelio de hoy, a la mujer que padecía flujos de sangre: “Hija, tu fe te ha salvado”. A Jairo, el jefe de la sinagoga: “No temas; basta que tengas fe”.

            La fama de Jesús no tardó en extenderse. Sus palabras sorprendían. Sus prodigios eran comentados. Su perdón no dejaba a nadie indiferente. Su mirada sorprendía, porque miraba amando.  Muy pronto se convirtió en alguien especial que era buscado, esperado y requerido para sanar y cambiar la realidad de sufrimiento que vivían muchas personas: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”. Quien le tocaba quedaba curado. Quien le escuchaba quedaba transformado. Quien le seguía descubría un horizonte nuevo de vida.

            El Evangelio nos enseña a “tocar la realidad” a entrar en contacto con las personas y las situaciones que viven. Tocar la realidad es sentir que el otro me pertenece, que su vida forma parte de la mía, que su dolor me duele. Un mensaje que supera la solidaridad para convertirse en auténtica experiencia fraterna. Tocar la realidad nos transforma y nos salva.


         La voluntad de Dios es la vida de las personas: “Yo he venido para que tengáis vida y la tengáis en plenitud”. Su alegría es nuestro bien. Dios apuesta ilimitadamente por nosotros, por nuestro bien y por el bien de todo el mundo. Su proyecto de amor lo vemos en la actividad sanadora de Jesús y en su entrega apasionada y absoluta por cada persona. La alegría y la voluntad de Dios es la felicidad de todos y cada uno de sus hijos.


ENTRA EN TU INTERIOR.

HERIDAS SECRETAS 
           
No conocemos su nombre. Es una mujer insignificante, perdida en medio del gentío que sigue a Jesús. No se atreve a hablar con él como Jairo, el jefe de la sinagoga, que ha conseguido que Jesús se dirija hacia su casa. Ella no podrá tener nunca esa suerte.

Nadie sabe que es una mujer marcada por una enfermedad secreta. Los maestros de la Ley le han enseñado a mirarse como una mujer «impura», mientras tenga pérdidas de sangre. Se ha pasado muchos años buscando un curador, pero nadie ha logrado sanarla. ¿Dónde podrá encontrar la salud que necesita para vivir con dignidad?

Muchas personas viven entre nosotros experiencias parecidas. Humilladas por heridas secretas que nadie conoce, sin fuerzas para confiar a alguien su «enfermedad», buscan ayuda, paz y consuelo sin saber dónde encontrarlos. Se sienten culpables cuando muchas veces sólo son víctimas.

Personas buenas que se sienten indignas de  acercarse a recibir a Cristo en la comunión; cristianos piadosos que han vivido sufriendo de manera insana porque se les enseñó a ver como sucio, humillante y pecaminoso todo lo relacionado con el sexo; creyentes que, al final de su vida, no saben cómo romper la cadena de confesiones y comuniones supuestamente sacrílegas... ¿No podrán conocer nunca la paz?

Según el relato, la mujer enferma «oye hablar de Jesús» e intuye que está ante alguien que puede arrancar la «impureza» de su cuerpo y de su vida entera. Jesús no habla de dignidad o indignidad. Su mensaje habla de amor. Su persona irradia fuerza curadora.

La mujer busca su propio camino para encontrarse con Jesús. No se siente con fuerzas para mirarle a los ojos: se acercará por detrás. Le da vergüenza hablarle de su enfermedad: actuará calladamente. No puede tocarlo físicamente: le tocará solo el manto. No importa. No importa nada. Para sentirse limpia basta esa confianza grande en Jesús.

Lo dice él mismo. Esta mujer no se ha de avergonzar ante nadie. Lo que ha hecho no es malo. Es un gesto de fe. Jesús tiene sus caminos para curar heridas secretas, y decir a quienes lo buscan: «Hija, hijo, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud».

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

            La generosidad es la distinción del creyente. Es la actitud de aquel que ha sentido el amor y la entrega de Jesucristo. Es la actividad de toda la comunidad cristiana, la Iglesia, que se desvive por los favoritos del Evangelio: los necesitados. La generosidad, la solidaridad y el trabajo por la justicia es participación del plan salvador de Dios que sigue actuando hoy. La Iglesia es sacramento de Dios, testimonio de vida, y apuesta por todos. Trabajar por la vida de las personas y hacer presente hoy, con todos, la salvación de Dios. Igualar la realidad para que nadie quede postrado. Compartir los recursos y ayudar a levantar a quien la historia, la vida o el entorno ha dejado por los suelos. En definitiva, repetir lo que hizo Jesucristo.

Dios transforma todo lo que toca. Él quiere la vida y la felicidad de sus Hijos. Nosotros sentimos que nos ama y nos desea. Nuestra respuesta es una vida que piensa en el prójimo y que apuesta por un mundo donde nadie pase necesidad. Aún queda mucho por hacer, pero juntos podemos hacerlo posible.

ORACIÓN FINAL

            Oh Padre, reconocemos que tú has creado todo para la vida: has puesto en nosotros el germen divino de tu creación fecunda. A los esposos, has concedido experimentarlo en el engendramiento de los hijos; a quienes se consagran a tu amor les has entregado la bendición para los pobres de la tierra; a los sacerdotes, el poder del cuerpo roto y de la sangre derramada de tu Hijo. Te pedimos hoy, Señor, que nos hagas una sola cosa en el amor, para que podamos alimentar en la mesa de la eucaristía todo lo que somos: nuestra mente, con el recuerdo de tu vida entregada en la cruz; nuestro corazón, dilatado por tu amor por cada mujer y cada hombre; nuestro cuerpo, consumido por la impaciencia de la caridad activa.

            Y, transformados de este modo, día tras día, a la medida de tu Hijo sacrificado, podremos saborear la bondad infinita de la vida.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imagen de Paxi Velasco FANO



Imagen para colorear.




domingo, 17 de junio de 2018

DOMINGO 24 DE JUNIO: SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA.



“El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto

hasta que se presentó a Israel”.

DOMINGO 24 DE JUNIO

LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

SOLEMNIDAD

1ª Lectura: Isaías 49,1-6

Te convertiré en luz de las naciones.

Salmo 138
“Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente”.

2ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 13,22-26

Antes de que Jesús llegara, Juan predicó a todo Israel.

Un bautismo de penitencia.

LECTURA DEL DÍA

Lucas 1,57-66.80

“A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: -¡No! Se va a llamar Juan. Le replicaron. –Ninguno de tus parientes se llama así. Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo:
- ¿Qué va a ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.
Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;
pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".
Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".
Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.
Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.
Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.
Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.”
REFLEXIÓN

      “Los evangelistas, según la explicación de Jesús, ven cumplida la función de Elías en la persona y actividad de Juan el Bautista, cuyo nacimiento, circuncisión e imposición del nombre relata el texto evangélico de hoy. Juan significa en hebreo “favor de Dios”. En la mentalidad bíblica los nombres adquieren mucha importancia porque revelan la misión de una persona, lo que esa persona está llamada a ser. El Bautista fue el último de los profetas del antiguo Testamento, y en su persona vino a resumirse la serie ininterrumpida de favores de Dios al pueblo elegido, orientados a la persona de Cristo el mesías. Juan tuvo la misión y el privilegio de ser el precursor inmediato, y tanto que entró en contacto personal con él.

         Dios cumple las promesas que había hecho a su pueblo. El nombre de Isabel, la madre del Bautista significa “Dios-ha-jurado”, es decir, recuerda fielmente la alianza; el nombre de su padre Zacarías, significa “Dios-se-ha-acordado”. Los tres protagonistas del evangelio de hoy constituyen toda una familia al servicio del plan salvador de Dios y sus nombres proclaman que el Señor ha sido fiel a sus promesas. 

      La historia de san Juan también nos remite a nuestra propia historia. “Le pondrás por nombre Juan”, le dice el ángel a Zacarías. ¡Qué importante es caer en la cuenta de esta verdad de la fe! Dios nos ha llamado a la vida y Él la sostiene a lo largo de los años. San Pablo nos lo dirá con toda rotundidad: “En Dios vivimos, nos movemos y existimos. Somos descendientes de Dios” (Hch. 17,28).

      Todos hemos sido llamados por Dios. Él nos ha llamado a la vida. Fue él quien pronunció nuestro nombre, el de cada uno, y en ese acto de amor nos regaló la vida. El profeta Isaías, consciente de ello, nos lo dice: “El Señor me llamó desde antes que yo naciera, pronunció mi nombre cuando aún estaba yo en el seno de mi madre” (Is. 49,1).

ENTRA EN TU INTERIOR

SIN INSTALARSE NI MIRAR ATRÁS  

      Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana. Lo esencial. Nada hay más importante o decisivo. Precisamente por eso, Lucas describe tres pequeñas escenas para que las comunidades que lean su evangelio tomen conciencia de que, a los ojos de Jesús, nada puede haber más urgente e inaplazable.

      Jesús emplea imágenes duras y escandalosas. Se ve que quiere sacudir las conciencias. No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le sigan sin reservas, renunciando a falsas seguridades y asumiendo las rupturas necesarias. Sus palabras plantean en el fondo una sola cuestión: ¿qué relación queremos establecer con él quienes nos decimos seguidores suyos?

      Primera escena. Uno de los que le acompañan se siente tan atraído por Jesús que, antes de que lo llame, él mismo toma la iniciativa: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le hace tomar conciencia de lo que está diciendo: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros nido», pero él «no tiene dónde reclinar su cabeza».

      Seguir a Jesús es toda una aventura. Él no ofrece a los suyos seguridad o bienestar. No ayuda a ganar dinero o adquirir poder. Seguir a Jesús es “vivir de camino”, sin instalarnos en el bienestar y sin buscar un falso refugio en la religión. Una Iglesia menos poderosa y más vulnerable no es una desgracia. Es lo mejor que nos puede suceder para purificar nuestra fe y confiar más en Jesús.

    Segunda escena. Otro está dispuesto a seguirle, pero le pide cumplir primero con la obligación sagrada de «enterrar a su padre». A ningún judío puede extrañar, pues se trata de una de las obligaciones religiosas más importantes. La respuesta de Jesús es desconcertante: «Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios».

     Abrir caminos al reino de Dios trabajando por una vida más humana es siempre la tarea más urgente. Nada ha de retrasar nuestra decisión. Nadie nos ha de retener o frenar. Los “muertos”, que no viven al servicio del reino de la vida, ya se dedicarán a otras obligaciones religiosas menos apremiantes que el reino de Dios y su justicia.

      Tercera escena. A un tercero que quiere despedir a su familia antes de seguirlo, Jesús le dice: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios». No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. No es posible abrir caminos al reino de Dios quedándonos en el pasado. Trabajar en el proyecto del Padre pide dedicación total, confianza en el futuro de Dios y audacia para caminar tras los pasos de Jesús.

       El nombre de “Juan” indica ya su misión. Su misión será la de preparar el camino al Dios de la misericordia que llega a su pueblo. Anunciar que “el que viene y al que no soy digno de desatarle las sandalias” (Lc 3,16) es la presencia de la misericordia de Dios en medio de su pueblo. Juan nos dirá que el rostro más auténtico de Dios lo contemplaremos en Jesús: “¡Mirad, ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!” (Jn 1,29).

      Hemos sido llamados para vivir y transmitir su miserricordia. Ser cristiano, ser discípulo de Jesús, es pasar por la vida como Él, que pasó haciendo el bien (Hch 10,38). Hemos sido llamados para ser transparencia de su amor, sacramento de su amor. Hemos sido llamados para ser profetas suyos y de su Reino.

José Antonio Pagola

TESTIMONIO

¿QUIÉNES SON LOS PROFETAS?

            Los que madrugan cada mañana para ganarse el pan honradamente; los abuelos que, con su exigua pensión, siguen ayudando a sus hijos en paro; los que nunca se cansaron de trabajar gratuitamente por las cuestiones de todos, en el colegio, en el barrio, en la parroquia…y permanecen ahí, sin esperar a que nadie les dé las gracias; tantas y tantos voluntarios en ONG y asociaciones solidarias que comparten su tiempo y su vida con los más desfavorecidos…

            Las esperanzas que ponemos en los grandes personajes que deslumbran nos impiden ver a las grandes personas que conviven con nosotros. Algo así sucedió con los grandes profetas de Israel. Algo así sucedió cuando los evangelios nos dicen que “en aquel tiempo…” Dios siempre parece actuar de otro modo.

Javier García
Portada Hoja Dominical “Eucaristía”

ORACIÓN

Padre eterno, el mensaje de salvación ha sido enviado también para nosotros, y de igual manera somos invitados a la conversión que el mismo Juan alentó en su tiempo; por eso, que la gracia de tu Espíritu nos ayude a reconocer en aquel que Juan anunció que habría de venir al autor de la salvación.

Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Paxi Velasco FANO



Imagen para colorear.



jueves, 7 de junio de 2018

17 DE JUNIO: XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



“El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra.”

17 DE JUNIO

DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

1ª Lectura: Ezequiel 17,22-24

Elevaré los árboles pequeños.

Salmo 91

 Es bueno dar gracias al Señor.

2ª Lectura: 2ª Corintios 5,6-10

En el destierro o en la patria, nos esforzamos por agradar al Señor.

PALABRA DEL DÍA

Marcos: 4,26-34

“En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: -El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega. Dijo también: -¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas. Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:
sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,
pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.
No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.”

REFLEXIÓN

            El núcleo fundamental de la predicación de Jesús es el anuncio del Reino de Dios. Jesús solía hablar del Reino de Dios con parábolas porque, más que un concepto teórico, el Reino de Dios es una realidad en su propia persona. Jesús comenzó a hacerlo tangible en su tierra y entre los suyos. Una de las imágenes habituales que empleaba para referirse a ello es la del grano que se planta con ilusión en la tierra, que se espera desde lo profundo de ella a que crezca, porque tiene vida encerrada en su interior.

            El creyente, el que ha vivido la experiencia del encuentro con la Vida, es quien conoce bien la potencia de la semilla. Un pequeño grano, seco, contiene la posibilidad de reverdecer y generar lo imposible. Por eso la semilla se planta, con el cuidado del que sabe que se encuentra ante un misterio: roturando la tierra, abonando su suelo, sembrando con cariño el grano inerte y cubriéndolo en silencio. Y a esperar, a esperar que la vida que hay encerrada en esa semilla se vaya abriendo camino.

            Nosotros, en nuestras acciones diarias reproducimos, como Jesús hacía, estos gestos. Las frases y las acciones del cristiano no están nunca vacías, pero tampoco se busca conscientemente darles contenido o creer en ellas; ya tienen de por sí su sentido, desde el momento en que se plantan.

            Nuestra impaciencia es la señal de nuestro barro seco y duro, y de una tierra cansada de explotadores que persiguen beneficios. Todos quieren rendimientos fáciles, que las acciones tengan sus éxitos; también en las intervenciones generosas y altruistas. En la Iglesia adolecemos de esta misma falta autocomplaciente de paciencia en la construcción del Reino, que nos desasosiega y empuja a creer en nuestras propias fuerzas o a dar por imposible la empresa.

         Sin embargo, como dice la Palabra de hoy, el grano germina y crece sin que se sepa cómo. La espera creyente ha de volverse a lo profundo de nuestra tierra, a la potencia de la simiente, a la sorpresa que llega, abonada y regada cada día por el único Dueño de la mies.

            Hermanas y hermanos, únicamente una mirada profunda, interior a los acontecimientos en los que participamos nos los descubren como signos del Reino de Dios actualmente real y en formación progresiva en el mundo. Tenemos, como nos recomendó el Concilio Vaticano II en la Constitución Gaudium et Spes, saber leer los signos de los tiempos y saber dejarnos guiar por las mociones del Espíritu.

            A la Iglesia, por el contrario, corresponde interpretarlos desde la sorpresa y la maravilla de unos creyentes que observan el grano seco de trigo convertido en dorada espiga de primavera dispuesta para la siega, o la semilla insignificante de mostaza transformada en expresión exuberante de la vida. Desde el fondo de la tierra, cuando la semilla emerge en tallo de vida, emerge lo sorprendente: un mundo bueno y nuevo, donde el Dios de la Vida reina.

ENTRA EN TU INTERIOR

PEQUEÑAS SEMILLAS

Vivimos ahogados por las malas noticias. Emisoras de radio y televisión, noticiarios y reportajes descargan sobre nosotros una avalancha de noticias de odios, guerras, hambres y violencias, escándalos grandes y pequeños. Los «vendedores de sensacionalismo» no parecen encontrar otra cosa más notable en nuestro planeta.

La increíble velocidad con que se difunden las noticias nos deja aturdidos y desconcertados. ¿Qué puede hacer uno ante tanto sufrimiento? Cada vez estamos mejor informados del mal que asola a la humanidad entera, y cada vez nos sentimos más impotentes para afrontarlo.

La ciencia nos ha querido convencer de que los problemas se pueden resolver con más poder tecnológico, y nos ha lanzado a todos a una gigantesca organización y racionalización de la vida. Pero este poder organizado no está ya en manos de las personas sino en las estructuras. Se ha convertido en «un poder invisible» que se sitúa más allá del alcance de cada individuo.

Entonces, la tentación de inhibirnos es grande. ¿Qué puedo hacer yo para mejorar esta sociedad? ¿No son los dirigentes políticos y religiosos quienes han de promover los cambios que se necesitan para avanzar hacia una convivencia más digna, más humana y dichosa?

No es así. Hay en el evangelio una llamada dirigida a todos, y que consiste en sembrar pequeñas semillas de una nueva humanidad. Jesús no habla de cosas grandes. El reino de Dios es algo muy humilde y modesto en sus orígenes. Algo que puede pasar tan desapercibido como la semilla más pequeña, pero que está llamado a crecer y fructificar de manera insospechada.

Quizás necesitamos aprender de nuevo a valorar las cosas pequeñas y los pequeños gestos. No nos sentimos llamados a ser héroes ni mártires cada día, pero a todos se nos invita a vivir poniendo un poco de dignidad en cada rincón de nuestro pequeño mundo. Un gesto amistoso al que vive desconcertado, una sonrisa acogedora a quien está solo, una señal de cercanía a quien comienza a desesperar, un rayo de pequeña alegría en un corazón agobiado… no son cosas grandes. Son pequeñas semillas del reino de Dios que todos podemos sembrar en una sociedad complicada y triste, que ha olvidado el encanto de las cosas sencillas y buenas.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

            La verdad es, que las acciones de Dios no coinciden con nuestras ideas acerca de la divinidad. Según la concepción general de la historia de las religiones, los dioses son seres caprichosos y poderosos que gustan de manifestar su poder, imponiendo su voluntad ostentosa y terrible sobre los seres humanos. En las palabras de hoy, sin embargo, el Dios de Israel y Padre de Jesús se muestra como un amante de su creación, que desea vivificarla desde su interior, como hace un buen jardinero o labrador con sus plantas. Su reino no es el del miedo sino el de la vida en abundancia, que germina desde la insignificancia, la ternura, la paciencia y la serenidad constante del sincero amor.

ORACIÓN FINAL: (Salmo 91,23.13-16)

            Es bueno darte gracias, Señor.
Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad.

El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano;
plantado en los atrios de nuestro Dios.

En la vejez seguirá dando frutos
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Paxi Velasco FANO


Imagen para colorear.



miércoles, 6 de junio de 2018

10 DE JUNIO: X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

”10 DE JUNIO

X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Primera Lectura: Génesis 3,9-15

Enemistad entre la serpiente y la mujer.

Salmo 129

Perdónanos, Señor, y viviremos.

Segunda Lectura: 2 Corintios 4,13-5,1

Creemos y por eso hablamos.

EVANGELIO DEL DÍA

Marcos 3,20-35

“En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer.
Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.
También los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
—«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas:
—«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Llegaron su madre y sus hermanos y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo:
—«Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan».
Les contestó:
—«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y, paseando la mirada por el corro, dijo:
—«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer.
Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: "Es un exaltado".
Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: "Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios".
Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: "¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás?
Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir.
Y una familia dividida tampoco puede subsistir.
Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin.
Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.
Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran.
Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre".
Jesús dijo esto porque ellos decían: "Está poseído por un espíritu impuro".
Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar.
La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: "Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera".
El les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?".
Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos.
Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre".

REFLEXIÓN

El misterio de la libertad para aceptar o rechazar el plan de Dios viene hoy profundamente propuesto por la página sagrada en la escena clave de la “caída de los primeros padres”: a la opción contraria a la vida seguirá en consecuencia un destino marcado con el sufrimiento y la muerte (1ª. Lectura).

En la plenitud de los tiempos, la misma decisión libre excluirá de la posible salvación a los adversarios de Jesús de Nazareth, el Mesías rechazado… aquellos que sin embargo, aceptando el plan de Dios en su destino y en su historia escuchan al Hijo de Dios, harán parte de su familia nueva: donde la fraternidad y la filiación vienen de la imitación de Jesucristo (Evangelio). La auto-presentación como hombre de fe realista ante las propias limitaciones completa este domingo la “defensa” paulina, referida en todo momento al misterio del Crucificado, en quien San Pablo sigue poniendo su esperanza (2ª. Lectura).

Decían: “Este actúa por el poder de Belcebú”. En esta nueva escena de controversia entre Jesús y sus adversarios, prácticamente se contienen los mismos personajes y situaciones que en la página fundamental de Génesis 3.

Ante la presencia del Reino que se ha hecho cercano en Cristo la humanidad reacciona de muy diversas formas:

a) Con escepticismo y con “lógica a la medida del mundo”: los parientes físicos del Señor.

b) Con renovada cerrazón y violencia, e incluso con razonamientos que bloquean el reconocimiento de la acción de Dios aquí y ahora: los escribas.

c) Con apertura y disponibilidad para entrar al Reino que se ofrece en Jesús: la muchedumbre que le escucha atenta y que constituirá una “nueva familia” vinculada por la imitación de Cristo, modelo de “filiación perfecta en la obediencia al plan de Dios” y por lo tanto Hombre Nuevo a diferencia de Adán.

Todas estas clases de respuesta a Dios presente en Cristo perfilan el drama constante en el que se juega el destino de vida o muerte para el hombre. En un análisis más profundo y desde otra perspectiva, acá se repite la conquista o la pérdida de la libertad verdadera como en la escena del Génesis:

a) El grupo de la familia de Jesús se mueve por temor ante las acciones provocativas y comprometedoras de su pariente. Buscan “declarar la enfermedad” ocultando más bien la vergüenza que les hace prisioneros de la situación social.

b) El grupo fariseo encarna la oposición total y satánica: aquella que cometen “con el único pecado que no será perdonado”, contra el Espíritu Santo que actúa en la potencia del Cristo. Ante ellos sin embargo, Jesús también presenta un argumento una razón ilustrativa (el doble ejemplo del reino dividido y de la casa tomada por asalto).

Más que una defensa, su intención es liberar a este grupo, prisionero de sus intereses y temores.
c) Una actitud que manifiesta la libertad verdaderamente deseada caracteriza al tercer grupo que inicia con el primer paso de la escucha una nueva relación de vida con Dios a través de su Cristo.

 “El que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca”. Benditos aquellos que son llamados Hijos de Dios. Pero lo mejor de todo es que cada uno de nosotros, católicos bautizados, también somos hijos predilectos de Dios. Basta con cumplir su voluntad en todo momento.

ENTRA EN TU INTERIOR

EL QUE BLASFEME CONTRA EL ESPÍRITU SANTO

El hombre contemporáneo se está acostumbrando a vivir sin responder a la cuestión más vital de su vida: por qué y para qué vivir. Lo grave es que, cuando la persona pierde todo contacto con su propia interioridad y misterio, la vida cae en la trivialidad y el sinsentido.

Se vive entonces de impresiones, en la superficie de las cosas y de los acontecimientos, desarrollando sólo la apariencia de la vida. Probablemente, esta banalización de la vida es la raíz más importante de la increencia de no pocos.

Cuando el ser humano vive sin interioridad, pierde el respeto por la vida, por las personas y las cosas. Pero, sobre todo, se incapacita para «escuchar» el misterio que se encierra en lo más hondo de la existencia.

El hombre de hoy se resiste a la profundidad. No está dispuesto a cuidar su vida interior. Pero comienza a sentirse insatisfecho: intuye que necesita algo que la vida de cada día no le proporciona. En esa insatisfacción puede estar el comienzo de su salvación.

El gran teólogo Paul Tillich decía que sólo el Espíritu nos puede ayudar a descubrir de nuevo «el camino de lo profundo». Por el contrario, pecar contra ese Espíritu Santo sería «cargar con nuestro pecado para siempre».

El Espíritu puede despertar en nosotros el deseo de luchar por algo más noble y mejor que lo trivial de cada día. Puede darnos la audacia necesaria para iniciar un trabajo interior en nosotros.

El Espíritu puede hacer brotar una alegría diferente en nuestro corazón; puede vivificar nuestra vida envejecida; puede encender en nosotros el amor incluso hacia aquellos por los que no sentimos hoy el menor interés.

El Espíritu es «una fuerza que actúa en nosotros y que no es nuestra». Es el mismo Dios inspirando y transformando nuestras vidas. Nadie puede decir que no está habitado por ese Espíritu. Lo importante es no apagarlo, avivar su fuego, hacer que arda purificando y renovando nuestra vida. Tal vez, hemos de comenzar por invocar a Dios con el salmista: «No apartes de mí tu Espíritu».

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Padre misericordioso, reconocemos que muchas veces nos hemos apartado de tu amor, pero también conocemos la prontitud de tu perdón y la generosidad de tu gracia, y eso nos hace esperar tu misericordia con un deseo que nos brota de lo más profundo de nuestro ser, para que nos devuelvas la alegría de tu Salvación.

ORACIÓN

Señor Dios, de quien procede todo bien, escucha nuestras súplicas y concédenos que comprendiendo, por inspiración tuya, lo que es recto, eso mismo, bajo tu guía, lo hagamos realidad.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Paxi Velasco FANO

Imagen para colorear.