“…María ha escogido
la parte mejor, y no se la quitarán.”
17 DE JULIO
XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: Génesis 18,1-10ª
“Señor, si he alcanzado tu favor; no pases de largo junto
a tu siervo”.
Salmo 14
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
2ª Lectura: Colosenses 1,24-28
“…Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria”.
PALABRA DEL DÍA
Lucas 10,38-42
“En aquel tiempo, entró Jesús en
una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una
hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y
dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el
servicio? Dile que me eche una mano”. Pero el Señor le contestó: “Marta, Marta,
andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha
escogido la parte mejor, y no se la quitarán”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del
Pueblo de Dios.
“Jesús entró en un pueblo, y una
mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
Tenía una hermana llamada María,
que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con
los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi
hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude".
Pero el Señor le respondió:
"Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas,
y sin embargo, pocas cosas, o más
bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será
quitada".
REFLEXIÓN
Los textos evangélicos de
este domingo y de los siguientes tienen como eje la siguiente idea central:
Si por Jesús hemos
recibido el don precioso de la vida nueva, es justo que empleemos todos los
medios para conservar y aumentar ese don.
La vida es un tesoro, pero
frágil, y muchos son los peligros que la acechan.
El cristiano debe
mantenerse en constante vigilancia interior para que su vida, su vida interior,
no sucumba, sobre todo, bajo las preocupaciones diarias y el afán de lucro y
riquezas.
Hoy se nos presenta la
figura de dos hermanas: Marta y María, cuyo hermano, Lázaro, anticiparía en su
muerte y resurrección el gran misterio de Jesús.
Lucas, a menudo, nos
presenta casos aparentemente contradictorios y absurdos, pero que esconden en su
profundidad una tremenda verdad.
El de hoy es uno de ellos.
En efecto, a primera vista parece que Marta tiene razón en sus exigencias ya
que su hermana la dejó sola para el trabajo y lo único que hace es estar
sentada a los pies de Jesús, pasando el rato en amena charla. Sin embargo,
alaba la actitud de María y reprocha, aunque cariñosamente, la de Marta. ¿por
qué?
Marta es una típica ama de
casa: siempre haciendo algo, no se detiene un instante. Esclava de su trabajo
no le alcanza el tiempo para nada.... Y a veces ese nada es importante.
Llega un amigo a su casa y
no descubre que lo importante es sentarse, dejar la limpieza de la casa, y
atender al amigo.
Se olvida de que es una
persona, alguien que tiene derecho y obligación de pensar un poco, de
reflexionar sobre quién es y para qué vive, para qué trabaja o qué sentido tiene
que darle a su existencia.
No. Ella es una maquinita
de hacer cosas, como tantos hombres y mujeres de nuestra sociedad: viven para
hacer cosas, pero no saben para qué viven ni para qué hacen cosas.
Y antes que hacer, hay que
ser.
Con su habitual destreza,
Lucas nos dice que María, en cambio, estaba sentada a los pies del Señor, de lo
más importante de su vida, de lo absoluto: del Señor de la vida.
Marta aún no lo ha
descubierto y en el reproche que le hace a Jesús se esconde su ceguera.
Desde la perspectiva de
Lucas, Marta representa a esos cristianos de buena voluntad, sí, pero que viven
con una fe superficial. Todavía no han descubierto quién es Jesús en la vida de
una persona, quién es y qué representa.
En todo caso es un amigo
más, pero no el Señor, el de la resurrección y la vida. El que ha venido para
que tengamos vida y la tengamos en abundancia.
El que nos dijo que no por
mucho agobiarnos podemos añadir un día a nuestra vida o un centímetro a nuestra
estatura.
El que nos dijo vigilad y orad
para no caer en tentación.
El que nos dijo que su
Madre y sus hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.
Pensando en nosotros
mismos, nos olvidamos de los otros, de atender al otro, de escuchar al otro, de
ayudar al otro.
Todos podemos tener
experiencias de esto.
Si le preguntamos a
alguien cómo está, la mayoría de las veces nos dirá que tirando.
Si queremos desahogarnos
abriéndole nuestro corazón a un amigo, porque necesitamos imperiosamente que
nos escuche, muchas veces, en lugar de escucharnos, nos dirá: qué me vas a contar
tu a mí que tengo este problema, esta enfermedad, este sufrimiento.
Hemos perdido el sentido
de la escucha.
El pasado domingo en la
primera lectura que proclamábamos del libro del Deuteronomio, le decía Moisés
al Pueblo: “Escucha al Señor tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos...”
Necesitamos escuchar,
sentarnos a escuchar, hacer silencio en nosotros, para escuchar al otro, porque
sólo así podremos hacer nuestras sus ilusiones y esperanzas, sus sufrimientos y
trabajos.
María, en cambio, es la
otra cara de la moneda: es la que eligió la mejor parte.
En cuanto llegó el Señor a
su casa, dejó todo a un lado, se sentó a sus pies y abrió su corazón a su
palabra.
María es el típico ejemplo
de la persona de fe, del discípulo que sigue a Jesús sin volver la mirada hacia
atrás.
Ha aprendido a dar valor a
lo que tiene valor, a eso que no le será arrebatado porque está dentro, en el
interior, formando parte de su mismo ser.
María es la que, aun
inmersa en el dinamismo de toda vida, tiene tiempo y lugar para preguntarse:
¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde camino? ¿Qué es lo trascendente en mi
vida? ¿Qué tiene realmente un valor imperecedero?
Está en situación de
búsqueda en el gran desierto de la vida; sin dejarse cubrir por las arenas que
agita el viento, se siente insatisfecha de sí misma y, consciente de su pobreza
y de sus limitaciones.
Dirige sus ojos al Señor
en búsqueda de una respuesta total, como aquel letrado que preguntó: ¿Qué tengo
que hacer para conseguir la vida?
Marta y María son el caso
concreto de muchas palabras que Jesús dijo sobre la importancia del Reino y su
justicia, sobre la actitud ante la palabra de Dios y sobre la constante vigilancia
del hombre en la vida.
En María, prototipo del
discípulo, se manifiestan perfectamente los sentimientos del Salmo 130:
“Desde lo más profundo
grito hacia ti, Señor. Estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.... Yo
espero en Dios, mi corazón espera y estoy pendiente de su palabra. Mi corazón
está pendiente del señor más que el centinela de la aurora, porque con Dios
está el Amor y junto a él hay abundante salvación”
El hombre de fe está
alerta. Sabe que en cualquier momento y de cualquier forma Dios le puede
hablar.
Cuando llegue ese momento,
hay que escucharlo, porque viene como un amigo de paso y no se puede
desperdiciar esa oportunidad.
El hombre vive en medio
del ruido, de proyectos, de preocupaciones. Si no podemos aislarnos, al menos
que estemos vigilantes.... ¡Cuidado, dice el Señor, una sola cosa es
necesaria...!
Así podemos ir
comprendiendo también lo que significa orar: es descubrir el rostro y la obra
de Dios en la misma vida. No podemos rezar apartándonos de la vida; eso es
pereza. Pero de nada vale pretender vivir sin el alimento del espíritu.
ENTRA EN TU INTERIOR
NECESARIO Y URGENTE
Mientras el grupo de discípulos sigue su
camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a
dos hermanas a las que quiere mucho. La presencia de su amigo Jesús va a
provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes.
María, seguramente la hermana más joven,
lo deja todo y se queda «sentada a los pies del Señor». Su única preocupación
es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al
verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra
y alimentándose de su enseñanza.
La reacción de Marta es diferente. Desde
que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo
debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada
por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: «Señor, ¿no
te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche
una mano».
Jesús no pierde la paz. Responde a Marta
con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que
también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan
esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra
«Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es
necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán».
Jesús no critica el servicio de Marta.
¿Cómo lo va a hacer si él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir
acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás? Lo que critica es su modo de
trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.
Jesús no contrapone la vida activa y la
contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir
prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de
vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente,
apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz
y amor.
Apremiados por la disminución de
fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos más generosos toda
clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les
ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y
alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Igatrzpado.lesia
la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. Nos podemos
encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por
testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
En Dios está la vida, el amor y la
salvación. Rezar es abrirse a la vida y al amor “más que el centinela a la
aurora”. Cuando llegue la aurora con la luz definitiva, ya no hará falta
vigilar… Pero ahora vivimos la condición del hombre peregrino que aún no conoce
el descanso. Si no vigila, morirá atrapado.
Desde esta perspectiva,
que nada tiene que ver con cierta espiritualidad evasiva, podemos hoy hacer un
alto como María para preguntarnos por nosotros mismos, no por lo que hacemos
sino por lo que somos y cómo nos sentimos. Si la fe no nos devuelve el sentido
y el gusto de vivir, ¿para qué sirve esa fe?
Sólo una cosa es
necesaria: gozar la vida, con poco o con mucho. Es la única que tenemos; no hay
segunda oportunidad. Ese es el lenguaje de este evangelio y para eso llega de
improviso el Señor a nuestra casa: para que no estemos desprevenidos.
Con gran claridad lo dice
Jesús en el Evangelio de Lucas un poco más adelante: “No andéis preocupados por
la comida o el vestido; no os obsesionéis tanto por eso… Buscad, más bien, el
Reino, y todas las demás cosas se os darán por añadidura. No temáis, pequeño
rebaño, porque al Padre le ha parecido bien daros el Reino” (Lc 12,29-32).
ORACIÓN
Sé propicio, Señor, con tus siervos y
multiplica, bondadoso, sobre ellos los dones de tu gracia, para que, fervorosos
en la fe, la esperanza y la caridad, perseveren siempre fieles en el
cumplimiento de tus mandatos.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.
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“La mejor parte… que en ti resuene el Evangelio”
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