lunes, 11 de julio de 2016

17 DE JULIO: XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.


“…María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.”

17 DE JULIO

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Génesis 18,1-10ª

“Señor, si he alcanzado tu favor; no pases de largo junto a tu siervo”.

Salmo 14

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?

2ª Lectura: Colosenses 1,24-28

“…Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria”.

PALABRA DEL DÍA

Lucas 10,38-42

“En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”. Pero el Señor le contestó: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude".
Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas,
y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".
REFLEXIÓN
            Los textos evangélicos de este domingo y de los siguientes tienen como eje la siguiente idea central:
            Si por Jesús hemos recibido el don precioso de la vida nueva, es justo que empleemos todos los medios para conservar y aumentar ese don.
            La vida es un tesoro, pero frágil, y muchos son los peligros que la acechan.
            El cristiano debe mantenerse en constante vigilancia interior para que su vida, su vida interior, no sucumba, sobre todo, bajo las preocupaciones diarias y el afán de lucro y riquezas.
            Hoy se nos presenta la figura de dos hermanas: Marta y María, cuyo hermano, Lázaro, anticiparía en su muerte y resurrección el gran misterio de Jesús.
            Lucas, a menudo, nos presenta casos aparentemente contradictorios y absurdos, pero que esconden en su profundidad una tremenda verdad.
            El de hoy es uno de ellos. En efecto, a primera vista parece que Marta tiene razón en sus exigencias ya que su hermana la dejó sola para el trabajo y lo único que hace es estar sentada a los pies de Jesús, pasando el rato en amena charla. Sin embargo, alaba la actitud de María y reprocha, aunque cariñosamente, la de Marta. ¿por qué?
            Marta es una típica ama de casa: siempre haciendo algo, no se detiene un instante. Esclava de su trabajo no le alcanza el tiempo para nada.... Y a veces ese nada es importante.
            Llega un amigo a su casa y no descubre que lo importante es sentarse, dejar la limpieza de la casa, y atender al amigo.
            Se olvida de que es una persona, alguien que tiene derecho y obligación de pensar un poco, de reflexionar sobre quién es y para qué vive, para qué trabaja o qué sentido tiene que darle a su existencia.
            No. Ella es una maquinita de hacer cosas, como tantos hombres y mujeres de nuestra sociedad: viven para hacer cosas, pero no saben para qué viven ni para qué hacen cosas.
            Y antes que hacer, hay que ser.
            Con su habitual destreza, Lucas nos dice que María, en cambio, estaba sentada a los pies del Señor, de lo más importante de su vida, de lo absoluto: del Señor de la vida.
            Marta aún no lo ha descubierto y en el reproche que le hace a Jesús se esconde su ceguera.
            Desde la perspectiva de Lucas, Marta representa a esos cristianos de buena voluntad, sí, pero que viven con una fe superficial. Todavía no han descubierto quién es Jesús en la vida de una persona, quién es y qué representa.
            En todo caso es un amigo más, pero no el Señor, el de la resurrección y la vida. El que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.
            El que nos dijo que no por mucho agobiarnos podemos añadir un día a nuestra vida o un centímetro a nuestra estatura.
            El que nos dijo vigilad y orad para no caer en tentación.
            El que nos dijo que su Madre y sus hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.
            Pensando en nosotros mismos, nos olvidamos de los otros, de atender al otro, de escuchar al otro, de ayudar al otro.
            Todos podemos tener experiencias de esto.
            Si le preguntamos a alguien cómo está, la mayoría de las veces nos dirá que tirando.
            Si queremos desahogarnos abriéndole nuestro corazón a un amigo, porque necesitamos imperiosamente que nos escuche, muchas veces, en lugar de escucharnos, nos dirá: qué me vas a contar tu a mí que tengo este problema, esta enfermedad, este sufrimiento.
            Hemos perdido el sentido de la escucha.
            El pasado domingo en la primera lectura que proclamábamos del libro del Deuteronomio, le decía Moisés al Pueblo: “Escucha al Señor tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos...”
            Necesitamos escuchar, sentarnos a escuchar, hacer silencio en nosotros, para escuchar al otro, porque sólo así podremos hacer nuestras sus ilusiones y esperanzas, sus sufrimientos y trabajos.
            María, en cambio, es la otra cara de la moneda: es la que eligió la mejor parte.
            En cuanto llegó el Señor a su casa, dejó todo a un lado, se sentó a sus pies y abrió su corazón a su palabra.
            María es el típico ejemplo de la persona de fe, del discípulo que sigue a Jesús sin volver la mirada hacia atrás.
            Ha aprendido a dar valor a lo que tiene valor, a eso que no le será arrebatado porque está dentro, en el interior, formando parte de su mismo ser.
            María es la que, aun inmersa en el dinamismo de toda vida, tiene tiempo y lugar para preguntarse: ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde camino? ¿Qué es lo trascendente en mi vida? ¿Qué tiene realmente un valor imperecedero?
            Está en situación de búsqueda en el gran desierto de la vida; sin dejarse cubrir por las arenas que agita el viento, se siente insatisfecha de sí misma y, consciente de su pobreza y de sus limitaciones.
            Dirige sus ojos al Señor en búsqueda de una respuesta total, como aquel letrado que preguntó: ¿Qué tengo que hacer para conseguir la vida?
            Marta y María son el caso concreto de muchas palabras que Jesús dijo sobre la importancia del Reino y su justicia, sobre la actitud ante la palabra de Dios y sobre la constante vigilancia del hombre en la vida.
            En María, prototipo del discípulo, se manifiestan perfectamente los sentimientos del Salmo 130:
            “Desde lo más profundo grito hacia ti, Señor. Estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.... Yo espero en Dios, mi corazón espera y estoy pendiente de su palabra. Mi corazón está pendiente del señor más que el centinela de la aurora, porque con Dios está el Amor y junto a él hay abundante salvación”
            El hombre de fe está alerta. Sabe que en cualquier momento y de cualquier forma Dios le puede hablar.
            Cuando llegue ese momento, hay que escucharlo, porque viene como un amigo de paso y no se puede desperdiciar esa oportunidad.
            El hombre vive en medio del ruido, de proyectos, de preocupaciones. Si no podemos aislarnos, al menos que estemos vigilantes.... ¡Cuidado, dice el Señor, una sola cosa es necesaria...!
            Así podemos ir comprendiendo también lo que significa orar: es descubrir el rostro y la obra de Dios en la misma vida. No podemos rezar apartándonos de la vida; eso es pereza. Pero de nada vale pretender vivir sin el alimento del espíritu.
ENTRA EN TU INTERIOR
NECESARIO Y URGENTE
Mientras el grupo de discípulos sigue su camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a dos hermanas a las que quiere mucho. La presencia de su amigo Jesús va a provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes.
María, seguramente la hermana más joven, lo deja todo y se queda «sentada a los pies del Señor». Su única preocupación es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra y alimentándose de su enseñanza.
La reacción de Marta es diferente. Desde que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».
Jesús no pierde la paz. Responde a Marta con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán».
Jesús no critica el servicio de Marta. ¿Cómo lo va a hacer si él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás? Lo que critica es su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.
Jesús no contrapone la vida activa y la contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor.
Apremiados por la disminución de fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos más generosos toda clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Igatrzpado.lesia la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. Nos podemos encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.       
José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR
            En Dios está la vida, el amor y la salvación. Rezar es abrirse a la vida y al amor “más que el centinela a la aurora”. Cuando llegue la aurora con la luz definitiva, ya no hará falta vigilar… Pero ahora vivimos la condición del hombre peregrino que aún no conoce el descanso. Si no vigila, morirá atrapado.
            Desde esta perspectiva, que nada tiene que ver con cierta espiritualidad evasiva, podemos hoy hacer un alto como María para preguntarnos por nosotros mismos, no por lo que hacemos sino por lo que somos y cómo nos sentimos. Si la fe no nos devuelve el sentido y el gusto de vivir, ¿para qué sirve esa fe?
            Sólo una cosa es necesaria: gozar la vida, con poco o con mucho. Es la única que tenemos; no hay segunda oportunidad. Ese es el lenguaje de este evangelio y para eso llega de improviso el Señor a nuestra casa: para que no estemos desprevenidos.
            Con gran claridad lo dice Jesús en el Evangelio de Lucas un poco más adelante: “No andéis preocupados por la comida o el vestido; no os obsesionéis tanto por eso… Buscad, más bien, el Reino, y todas las demás cosas se os darán por añadidura. No temáis, pequeño rebaño, porque al Padre le ha parecido bien daros el Reino” (Lc 12,29-32).
ORACIÓN
Sé propicio, Señor, con tus siervos y multiplica, bondadoso, sobre ellos los dones de tu gracia, para que, fervorosos en la fe, la esperanza y la caridad, perseveren siempre fieles en el cumplimiento de tus mandatos.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.


Imagen para colorear
“La mejor parte… que en ti resuene el Evangelio”









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