domingo, 29 de noviembre de 2020

6 DE DICIEMBRE: SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO B

 


“Llega detrás de mí el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para agacharme y desatarle la correa de las sandalias. Yo os he bautizado en agua,

 él os bautizará con Espíritu Santo”.

6 DE DICIEMBRE

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO B

Primera Lectura: Isaías 40,1.5.9-22

Preparen el camino del Señor

Salmo 84

Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos al Salvador.

Segunda Lectura: De la Segunda Carta del Apóstol San Pedro: 3,8-14

Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva.

ENVANGELIO DEL DÍA

Marcos: 1,1-8

“Orígenes de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.

Como estaba escrito en el profeta Isaías:

“Mira, envío mi mensajero delante de ti; él preparará tu camino”                                                                   

“una voz grita desde el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”                                                

se presentó Juan Bautista en el desierto proclamando un bautismo en señal de enmienda, para el perdón de los pecados.

Fue saliendo hacia él todo el país judío, incluidos todos los vecinos de Jerusalén, y él los bautizaba en el río Jordán, a medida que confesaban sus pecados.

Juan iba vestido de pelo de camello, con una correa de cuero a la cintura, y comía saltamontes y miel silvestre.

Y proclamaba:

- Llega detrás de mí el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para agacharme y desatarle la correa de las sandalias. Yo os he bautizado en agua, él os bautizará con Espíritu Santo”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.

Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino.

Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos,

así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.

Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.

Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:

"Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.

Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".

REFLEXIÓN

La primera lectura es un canto de esperanza, aunque habla como si ya hubiera sucedido lo que tanto anhelan. Dios, que había abandonado a su pueblo, vuelve para darle la salvación. El profeta Isaías intenta animar al pueblo con el anuncio del final de la dolorosa separación de su tierra.

Decíamos el domingo pasado que todo el AT está escrito en clave de Adviento. No debemos extrañarnos de encontrar tantos y tan expresivos textos para este tiempo litúrgico.

Lo que Isaías anuncia es un evangelio (buena noticia). El destierro había acabado con toda una teología triunfalista que invitaba a dormirse en los laureles de sentirse elegidos, sin aceptar ninguna responsabilidad para con Dios ni para con los demás. La denuncia de todos los profetas advertía de que no se puede confiar en Dios mientras se practica toda clase de atropellos e injusticias.

El comienzo del evangelio de Marcos quiere decir que lo que dijo Jesús es una buena noticia. Al final de su evangelio, terminará afirmando que el mismo Jesús es "la buena noticia". Jesús predica el Reino de Dios y la comunidad cristiana predica a Jesús como encarnación de ese Reino.

El texto con que comienza este evangelio es solemne y programático. Se debería traducir: “Éste es el origen de la alegre noticia de Jesús el Ungido (Mesías, titulo judío), el Hijo de Dios” (título universal que le dio la primera comunidad).

Tened muy en cuenta que este evangelio, no sabe nada de la infancia de Jesús. Esto es muy interesante a la hora de interpretar los textos de Lucas y Mateo, que vamos a leer en todo el tiempo de Navidad.

Marcos pasa directamente a hablarnos de Juan Bautista como último representante del profetismo. El Bautista es uno de los personajes claves en el tiempo de Adviento, porque representa el último de los profetas del AT. Debemos recordar que hacía casi trescientos años que no se había conocido un verdadero profeta. Todos los evangelistas lo consideran el heraldo de Jesús, lo anuncia, lo propone al pueblo y es protagonista de su nacimiento en el Espíritu (bautismo).

Aquí empieza Jesús a manifestar lo que es. Antes, nadie se había dado cuenta de lo que Jesús significaba. No podemos asegurar que esta consideración responda a una situación histórica. Es muy poco lo que sabemos sobre Juan Bautista y no nos permite ninguna conclusión sólida sobre la relación de Jesús con Juan. De todos modos, es cierto que los primeros cristianos le dieron un papel relevante en la aparición del cristianismo; seguramente mayor del que hoy le reconocemos. La prueba está en que vieron la necesidad de marcar distancias entre Jesús y Juan para que nadie se equivocara.

“Preparadle el camino al Señor”. Este grito es el mejor resume del espíritu de Adviento. Si Dios no llega a nosotros es porque se lo impedimos con nuestra actitud vital, que orienta su preocupación en otras direcciones. Él viene, pero nosotros nos vamos.

“Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Esta es la clave del relato y marca la diferencia abismal que existía, para aquellos cristianos, entre Jesús y el Bautista. Las primeras comunidades tenían muy clara la originalidad de Jesús con relación a cualquier otro personaje del pasado o del futuro.

ENTRA EN TU INTERIOR

CONFESAR NUESTROS PECADOS



«Comienza la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de Dios». Éste es el inicio solemne y gozoso del evangelio de Marcos. Pero, a continuación, de manera abrupta y sin advertencia alguna, comienza a hablar de la urgente conversión que necesita vivir todo el pueblo para acoger a su Mesías y Señor.

En el desierto aparece un profeta diferente. Viene a «preparar el camino del Señor» Éste es su gran servicio a Jesús. Su llamada no se dirige sólo a la conciencia individual de cada uno. Lo que busca Juan va más allá de la conversión moral de cada persona. Se trata de «preparar el camino del Señor», un camino concreto y bien definido, el camino que va a seguir Jesús defraudando las expectativas convencionales de muchos.

La reacción del pueblo es conmovedora. Según el evangelista, dejan Judea y Jerusalén y marchan al «desierto» para escuchar la voz que los llama. El desierto les recuerda su antigua fidelidad a Dios, su amigo y aliado, pero, sobre todo, es el mejor lugar para escuchar la llamada a la conversión.

Allí el pueblo toma conciencia de la situación en que viven; experimentan la necesidad de cambiar; reconocen sus pecados sin echarse las culpas unos a otros; sienten necesidad de salvación. Según Marcos, «confesaban sus pecados» y Juan «los bautizaba».

La conversión que necesita nuestro modo de vivir el cristianismo no se puede improvisar. Requiere un tiempo largo de recogimiento y trabajo interior. Pasarán años hasta que hagamos más verdad en la Iglesia y reconozcamos la conversión que necesitamos para acoger más fielmente a Jesucristo en el centro de nuestro cristianismo.

Ésta puede ser hoy nuestra tentación. No ir al «desierto». Eludir la necesidad de conversión. No escuchar ninguna voz que nos invite a cambiar. Distraernos con cualquier cosa, para olvidar nuestros miedos y disimular nuestra falta de coraje para acoger la verdad de Jesucristo.

La imagen del pueblo judío «confesando sus pecados» es admirable. ¿No necesitamos los cristianos de hoy hacer un examen de conciencia colectivo, a todos los niveles, para reconocer nuestros errores y pecados? Sin este reconocimiento, ¿es posible «preparar el camino del Señor»?

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Muéstrame, Señor tu amor, los secretos de tu corazón y la fuente de gracia que me salva, la fuerza que sostenga mi debilidad, y la meta que anhelo.

Mira, Señor, mi pobreza, los deseos intensos de buscarte, de acercarme a ti, aunque la mayoría de ellos fracasen por mi culpa, dejo de buscarte demasiado pronto, mientras que tú no te cansarías hasta encontrarme.

ORACIÓN FINAL

Yo sé, Señor, Salvador mío, que vas a venir. Sé que vienes siempre. Quiero fijarme en los obstáculos que podrían impedir tu llegada. Una voz poderosa, la del Bautista, me alerta y me invita, a allanarte el camino. Sé que se refiere a la actitud que debo tener para recibirte. Tú quieres venir a mí, y yo quiero propiciar tu venida cambiando lo que tenga que cambiar en mi vida, para lograrlo, ayúdame con tu gracia y con la fuerza de tu Espíritu. Amén.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO

Imagen para colorear.



 

domingo, 22 de noviembre de 2020

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO B

 


“Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa.”

29 DE NOVIEMBRE

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

COMENZAMOS EL AÑO LITÚRGICO B

PRIMERA LECTURA: Isaías 63,16-17; 64,1-8

El contexto de esta oración intensa y confiada es de un gran sufrimiento. A la esclavitud del destierro se añade la vergüenza y la impureza del pecado: “Todos éramos impuros…” Pero la oración es sincera: “Tú, Señor, eres nuestro Padre”.

Hoy, en este primer domingo de Adviento hacemos nuestra esta petición: “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!”.

SALMO: 79 “¡Oh Dios, que brille tu rostro y nos salve!”.

En el salmo 79 se eleva el clamor de Israel; el pueblo se arrepiente de su mala conducta. ¡Que vuelva Dios y le sostenga en adelante! Esta es la oración que hoy eleva el cristiano cuando requiere la presencia de Cristo en su vida.

“Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre”

SEGUNDA LECTURA: 1 Corintios 1,3-9

Aquí hay todo un contraste con el texto anterior, un ambiente de bendición y acción de gracias, porque ya el cielo se rasgó y “Dios, nuestro Padre” nos dio a Jesucristo. Ya no se habla de ira, castigos, impurezas y extravíos. “Ya habéis sido enriquecidos en todo”, en Jesucristo; “no carecéis de ningún don”, por Jesucristo; llegáis a “participar en la vida de su Hijo”, en Jesucristo, y seguís esperando nuevas gracias y nuevas manifestaciones, en Jesucristo.

EVANGELIO

Marcos 13,33-37

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento.

Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.

Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana.

No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.

Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".

REFLEXIÓN

Velad. Así estaréis siempre preparados. El que duerme pierde muchas oportunidades. El que vive adormilado de nada se entera.

Velad. Las cosas más importantes suceden sin previo aviso. Los encuentros más provechos a veces son imprevistos y las visitas más gratificantes suelen ser inesperadas. Es la magia de la sorpresa, de la intuición, de la gratuidad. Y Cristo siempre es gracia y sorpresa. Nos visita en cualquier momento. Nos visita a la hora prima o undécima, en la primera vigilia o en la tercera  o al canto del gallo. Nos quiere visitar siempre.

De ahí la vigilancia. Pero no una vigilancia cualquiera, se nos ha entregado una tarea, se nos ha dado unos talentos, unos carismas, unos dones. Podemos hacer dos cosas, pensar que el dueño de la casa no vendrá nunca y que por tanto no tengo que rendir cuentas, o pensar que puede llegar en cualquier momento.

Nos solemos preparar para todo. No hay un acontecimiento que no preparemos, y no es que eso esté mal, al contrario, pero me pregunto, si son los más importantes, si son los más prioritarios.

Cuando alguien al que quiero me avisa de que viene a casa, ya sea un hijo que estudia fuera, el esposo o la esposa que tuvieron que salir de viaje y no vemos la hora de que lleguen, ese amigo de mi infancia, que después de tanto tiempo he vuelto a saber de él. Estamos ansiosos, estamos oteando siempre ese horizonte urbano para ver si  están cerca. Pues mira, sí, alguien viene, pero desafortunadamente, no sabemos ni el día ni la hora, pero sí sabemos lo que siente por nosotros, un amor de predilección, un amor hasta el punto de la entrega total y generosa. ¿Estás vigilante, esperando esta visita, esta venida?



ENTRA EN TU INTERIOR

UNA IGLESIA DESPIERTA

Las primeras generaciones cristianas vivieron obsesionadas por la pronta venida de Jesús. El resucitado no podía tardar. Vivían tan atraídos por él que querían encontrarse de nuevo cuanto antes. Los problemas empezaron cuando vieron que el tiempo pasaba y la venida del Señor se demoraba.

Pronto se dieron cuenta de que esta tardanza encerraba un peligro mortal. Se podía apagar el primer ardor. Con el tiempo, aquellas pequeñas comunidades podían caer poco a poco en la indiferencia y el olvido. Les preocupaba una cosa: «Que, al llegar, Cristo no nos encuentre dormidos».

La vigilancia se convirtió en la palabra clave. Los evangelios la repiten constantemente: «vigilad», «estad alerta», «vivid despiertos». Según Marcos, la orden de Jesús no es sólo para los discípulos que le están escuchando. «Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: Velad». No es una llamada más. La orden es para todos sus seguidores de todos los tiempos.

Han pasado veinte siglos de cristianismo. ¿Qué ha sido de esta orden de Jesús? ¿Cómo vivimos los cristianos de hoy? ¿Seguimos despiertos? ¿Se mantiene viva nuestra fe o se ha ido apagando en la indiferencia y la mediocridad.

¿No vemos que la Iglesia necesita un corazón nuevo? ¿No sentimos la necesidad de sacudirnos la apatía y el autoengaño? ¿No vamos a despertar lo mejor que hay en la Iglesia? ¿No vamos a reavivar esa fe humilde y limpia de tantos creyentes sencillos?

¿No hemos de recuperar el rostro vivo de Jesús, que atrae, llama, interpela y despierta? ¿Cómo podemos seguir hablando, escribiendo y discutiendo tanto de Cristo, sin que su persona nos enamore y trasforme un poco más? ¿No nos damos cuenta de que una Iglesia «dormida» a la que Jesucristo no seduce ni toca el corazón, es una Iglesia sin futuro, que se irá apagando y envejeciendo por falta de vida?

¿No sentimos la necesidad de despertar e intensificar nuestra relación con él? ¿Quién como él puede despertar nuestro cristianismo de la inmovilidad, de la inercia, del peso del pasado, de la falta de creatividad? ¿Quién podrá contagiarnos su alegría? ¿Quién nos dará su fuerza creadora y su vitalidad?

 José Antonio Pagola

 

ORA EN TU INTERIOR

Señor, si supiera rezar, sabría que soy hijo tuyo. Si supiera rezar, entendería que mi oración es más tuya que mía. Si supiera rezar, sabría que tú eres el que me levantas si caigo, el que me curas si enfermo, me enriqueces si empobrezco, me acompañas en los caminos de la vida. “Pastor de Israel escucha, tú que te sientas sobre querubines, resplandece. Despierta tu poder y ven a salvarnos”

ORACIÓN FINAL

Dios Todopoderoso, aviva en mí al comenzar el Adviento, el deseo de salir a tu encuentro, que vaya acompañado de obras buenas, para que colocado un día a tu derecha, merezca, por tu gracia, poseer el reino eterno.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)

Imagen para colorear.




domingo, 15 de noviembre de 2020

22 DE NOVIEMBRE: XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO.


”Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos,

mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.”

22 DE NOVIEMBRE

XXXIV DOMINGO ORDINARIO

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

1ª Lectura: Ezequiel 34,11-12.15-17

Salmo 22

El Señor es mi pastor, nada me falta.

2ª Lectura: 1 Corintios 15,20-26ª.28

Devolverá a Dios Padre su reino y así Dios lo será todo para todos.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 25,31-46

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá al rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.” Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos  con hambre y te alimentamos, o con sed y de dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” y el rey les dirá. “”Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.” Y entonces dirá a los de su izquierda: “apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.” Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Jesús dijo a sus discípulos:

"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.

Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,

y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,

porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;

desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.

Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?

¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?

¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.

Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.

Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,

porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;

estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.

Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.

Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.

Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".

REFLEXIÓN

La escena del juicio final, en que Cristo aparece como rey, pastor y juez, es la cumbre de la perspectiva escatológica del Reino de Dios. Cristo Jesús, que nos ha liberado del pecado y de la muerte, es la primicia de la nueva humanidad de los resucitados. Él es el pastor que guía al Pueblo de Dios y hace justicia siguiendo el código del amor a los hermanos más humildes con quienes Él se identifica.

Esta parábola del juicio final, es exclusiva de Mateo y se aplican a Jesús títulos cristológicos tales como Hijo del hombre, Rey, y Señor. Es la descripción de un grandioso cuadro apocalíptico.

El criterio de examen para el juicio no será otro que el amor al hermano. Se cumple aquello de san Juan de la Cruz: “En el atardecer de la vida seremos examinados de amor”. El hecho de que Cristo se identifique con los pobres, los marginados y los que sufren, y además les llame sus hermanos menores, nos descubre cuán lejos está de la doctrina y conducta de Jesús toda idea triunfalista. Lo que él dijo fue:

“Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Pues no será así entre vosotros. El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, que se haga vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos” (Mc 10,42-44; Mt 20,25-28).

Las enumeraciones de obras de caridad, o esas seis maneras de manifestar el amor al prójimo, no tienen carácter de elenco exhaustivo y menos aún exclusivo. No se excluyen, sino que se dan por supuestos, otros puntos básicos de la enseñanza de Jesús y las realidades que dimanan de la vivencia del misterio de Cristo y de la condición cristiana: la fe, la conversión, las bienaventuranzas, los mandamientos, la filiación divina, la gracia y amistad de Dios, las actitudes interiores, la conducta moral, el culto religioso. Al hacer gravitar el juicio sobre el amor al hermano necesitado, se produce una concentración en la realidad cristiana fundamental que lo engloba todo; el amor. “Amar es cumplir la ley entera”, le dice Pablo a los cristianos de Roma.

No, no es el amor al prójimo, exclusivo del cristiano, aunque sea lo que definitivamente nos salve. El heredero del Reino y de la vida eterna es cualquier hombre o mujer que ama al prójimo, hace el bien y practica la justicia; como lo es todo el que vive las bienaventuranzas.  Aunque no sea cristiano ni conozca a Cristo expresamente, lo que pasa, que el cristiano que conoce el mensaje de Jesús, no tiene excusa.

En la sentencia del juicio final Cristo rompe una vez más –como lo hizo en el Sermón de la Montaña- el círculo cerrado del prójimo tal como lo entendía la antigua ley mosaica. Todo hombre es mi prójimo, mi hermano; y no sólo el pariente o el connacional. Y cuanto más necesitado, es más prójimo y más hermano, porque en su rostro brilla más claramente la imagen de Jesús. En el Discurso evangélico del Monte la motivación para el amor, incluso al enemigo, era la santidad y perfección de Dios Padre; aquí es la identificación del prójimo necesitado con Cristo Jesús, Hijo del Padre.

Se diría que en la sentencia del juicio y en la razón que la motiva oímos en labios de Jesús un eco de las bienaventuranzas: Venid, benditos de mi Padre…”, o de las malaventuranzas: “Apartaos de mí, malditos”.

El Reino de Dios, aun siendo escatológico, está presente en nuestro mundo desde la venida de Jesús, si bien todavía no se ha manifestado en toda su plenitud. Así también el juicio escatológico de Cristo está ya realizándose en el presente de nuestra vida. El dictamen final no será más que hacer pública la sentencia que día a día vamos pronunciando nosotros mismos con nuestra vida de amor o desamor, que anticipa el desenlace.

Herederos del Reino de Dios son los que aman al hermano, especialmente al que sufre por una u otra causa. No es la ideología ni las palabras lo que salva o condena, sino las obras. Jesús lo advierte: “No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21). “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros” (Jn 13,35).

Abundando en lo mismo, he aquí la razón que hoy nos da Jesús: lo que hacéis a los demás, conmigo lo hacéis. Dios está presente en nuestros hermanos. El prójimo es el camino para conocer y amar a Dios, aunque  de primeras, muchas veces, quizá la mayoría, la cara del hermano no parezca reflejar la imagen de Dios. Pero no puede cabernos duda.

El tema es tan vital para nuestra vida cristiana que he querido detenerme un poco más en la reflexión, porque hoy se nos pide realizar una conversión a lo esencial del cristianismo: el amor, para no perdernos en lo periférico, en lo devocional, ni siquiera en lo cultual solamente. Amar al prójimo dándole de comer y de beber, hospedándolo y vistiéndolo, visitando al enfermo o al encarcelado, es lo que Dios nos pide, lo que nos identifica como discípulos de Jesús. Amar es el mandamiento que condensa toda la ley de Cristo. De tanto oírlo y saberlo de memoria puede ser que nos resbale o que lo olvidemos, perdidos en una maraña de normas y prohibiciones, preceptos y devociones.

domingo, 8 de noviembre de 2020

15 DE NOVIEMBRE: XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 

“Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco

te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”

15 DE NOVIEMBRE

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Proverbios 31,10-13.19-20.30-31

Trabaja con la destreza de sus manos.

Salmo 127

Dichoso el que teme al Señor.

2ª Lectura: 1 Tesalonicenses 5,1-6

Que el día del Señor no os sorprenda como un ladrón.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 25,14-30

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. [El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.] Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: -Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco. Su señor le dijo: -Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor. Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y le dijo: -Señor, dos talentos me dejaste, mira, he ganado otros dos. Su señor le dijo: -Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento, y dijo: -Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo. El señor le respondió: -Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y la desesperación.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.

A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida,

el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco.

De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos,

pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.

Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores.

El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'.

'Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.

Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'.

'Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.

Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.

Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'.

Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido,

tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.

Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,

porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.

Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'.”

REFLEXIÓN

Una vez más el Reino de Dios nos es presentado bajo el ropaje de una parábola. Esta vez se trata de un rico propietario que debía viajar al extranjero, por lo que decidió dejar parte de su dinero a varios de sus empleados con el objeto de que lo hicieran fructificar, depositándolo en el banco, en negocios, ect.

Al volver, comenzó a recoger lo sembrado: dos empleados le hicieron rendir el cien por cien, duplicando el capital. Mas el tercero prefirió enterrar su único talento, por lo que fue expulsado en forma humillante.

El significado de la parábola parece bastante claro, hasta el punto de que Jesús no necesitó dar mayores explicaciones, si bien hay algunos elementos un tanto curiosos.

Cada empleado recibió algunos talentos según su capacidad… Esto podemos traducirlo: cada hombre tiene una cierta capacidad con la que debe desenvolverse en la vida, aumentando su caudal de experiencia, sabiduría, virtud, etc. Poco importa en el relato qué cantidad recibió cada uno, sino qué esfuerzo puso en sacar ganancias del capital inicial. Por lo tanto, no tenemos aquí una teología de la desigualdad humana. Simplemente se parte de un hecho por demás conocido: los hombres no tienen las mismas capacidades ni oportunidades; varía nuestro caudal de inteligencia, de capacidad física, de emotividad. Unos tienen muy desarrollado el instinto de la vida y del amor, otros el de la creatividad; hay quienes son buenos negociantes y hay quienes prefieren el estudio de las letras, etcétera.

Nacemos con un caudal de energía vital que debe crecer.

Muchas veces la fe cristiana fue acusada de empobrecer el espíritu humano, fijándolo en cosas y tradiciones que le impedían buscar nuevos horizontes. Suponemos que eso habrá sucedido en más de una oportunidad, prueba de ello es la actitud del tercer empleado de la empresa: recibió un talento y lo escondió bajo tierra, dedicándose a una espera pasiva de su señor. No solamente obró así sino que trató de justificar su conducta: “Sabía que eras exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”

Según se desprende de sus palabras, su capacidad quedó bloqueada por el temor al propietario, mas sólo era una excusa en realidad, su conducta era miedo a vivir, pues lo que el propietario hacía con él no era sino hacerle descubrir que podía llegar a ser dueño de algo, cortando sus vínculos de dependencia si era capaz de producir algo con el propio esfuerzo. Por eso fue tratado de negligente y holgazán.

 La religión no es un concepto estático sobre la vida, no es la justificación de una perezosa resignación, no es miedo a asumir las propias responsabilidades. El Reino de Dios debe crecer a través de nuestro propio crecimiento, de la misma forma que la semilla sembrada debe llegar a ser un árbol gigantesco.



ENTRA EN TU INTERIOR

NO ENTERRAR NUESTRA RESPONSABILIDAD

La parábola de los talentos es un relato abierto que se presta a lecturas diversas. De hecho, comentaristas y predicadores la han interpretado con frecuencia en un sentido alegórico orientado en diferentes direcciones. Es importante que nos centremos en la actuación del tercer siervo, pues ocupa la mayor atención y espacio en la parábola.

Su conducta es extraña. Mientras los otros siervos se dedican a hacer fructificar los bienes que les ha confiado su señor, al tercero no se le ocurre otra cosa que «esconder bajo tierra» el talento recibido para conservarlo seguro. Cuando el señor llega, lo condena como siervo «negligente y holgazán» que no ha entendido nada. ¿Cómo se explica su comportamiento?

Este siervo no se siente identificado con su señor ni con sus intereses. En ningún momento actúa movido por el amor. No ama a su señor, le tiene miedo. Y es precisamente ese miedo el que lo lleva a actuar buscando su propia seguridad. Él mismo lo explica todo: «Tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra».

Este siervo no entiende en qué consiste su verdadera responsabilidad. Piensa que está respondiendo a las expectativas de su señor, conservando su talento seguro, aunque improductivo. No conoce lo que es una fidelidad activa y creativa. No se implica en los proyectos de su señor. Cuando éste llega, se lo dice claramente: «Aquí tienes lo tuyo».

Cuando se piensa que el cristianismo ha llegado a un punto en el que lo único o lo primordial es «conservar» y, no tanto, buscar con coraje y confianza en el Señor, caminos nuevos para acoger, vivir, y anunciar su proyecto del reino de Dios, estamos olvidando cuál es nuestra verdadera responsabilidad.

Si nunca nos sentimos llamados a seguir las exigencias de Cristo más allá de lo enseñado y mandado siempre; si no arriesgamos nada por hacer una Iglesia más fiel a Jesús; si nos mantenemos ajenos a cualquier conversión que nos pueda complicar la vida; si no asumimos la responsabilidad del reino como lo hizo Jesús, buscando «vino nuevo en odres nuevos», es que necesitamos aprender la fidelidad activa, creativa y arriesgada a la que nos invita su parábola.

 José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

El Evangelio de hoy nos obliga a revisar toda nuestra vida, la privada, la social y la religiosa y comunitaria. Es mucho lo que hemos recibido de los siglos anteriores. Pero nuestro cometido no es solamente recibir: es hacer crecer y fructificar lo recibido.

Si el Reino es lo único esencial, desde la perspectiva del Reino eliminemos el miedo y la fijación infantil a conductas anteriores para lanzarnos por los nuevos caminos que hoy corresponden al grado de madurez del hombre y de la sociedad moderna.

No es cierto que todo lo antiguo es malo; pero tampoco es cierto que sólo lo antiguo es suficiente. Es exigencia del Reino duplicar su valor: con coraje, con dedicación, con responsabilidad, con compromiso, con oración.

La advertencia final de Jesús es digna de tenerse en cuenta: “Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene…” O crecemos con la historia, o nos hundimos cada vez más, transformando lo que hay en vida en una pieza de museo.

No podemos ser testigos pasivos del alborear del Reino de Dios en el aquí y ahora de nuestra historia.

ORACIÓN

Señor, ya que nos has dado el don de la existencia y de la fe, haz que crezcan para beneficio de toda la comunidad.

Haznos solidarios y generosos, que sintamos la Iglesia como nuestra casa, en la que nos alimentamos de pan y de palabra y gozamos con los hermanos de la alegría de la fe.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)

Imagen para colorear.



 


domingo, 1 de noviembre de 2020

8 DE NOVIEMBRE: XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“Por tanto, manteneos despiertos, que no sabéis el día ni la hora.”

8 DE NOVIEMBRE

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Primera Lectura: Sabiduría 6,12-16

Encuentran la sabiduría aquellos que lo buscan.

Salmo 62

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Segunda Lectura: 1 Tesalonicenses 4,13-18

A los que mueren en Jesús, Dios los llevará con él.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo 25,1-13

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: Entonces se parecerá el reino de Dios a diez muchachas que cogieron sus candiles y salieron a recibir al novio. Cinco eran necias y cinco sensatas.

Las necias, al coger los candiles, se dejaron el aceite; las sensatas, en cambio, llevaron alcuzas de aceite además de los candiles.

Como el novio tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

A medianoche se oyó gritar:

- ¡Que llega el novio, salid a recibirlo!

Se despertaron todas y se pusieron a despabilar los candiles. Las necias dijeron a las sensatas:

- Dadnos de vuestro aceite, que los candiles se nos apagan.

Pero las sensatas contestaron:

- Por si acaso no hay bastante para todas, mejor es que vayáis a la tienda a comprarlo.

Mientras iban a comprarlo llegó el novio: las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.

Cuando por fin llegaron las otras muchachas, se pusieron a llamar:

- Señor, señor, ábrenos.

Pero él respondió:

- Os aseguro que no sé quiénes sois.

Por tanto, manteneos despiertos, que no sabéis el día ni la hora.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.

Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.

Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,

mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.

Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.

Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'.

Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.

Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'.

Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'.

Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.

Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos',

pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'.

Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.”

REFLEXIÓN

La tendencia de la primera comunidad a alegorizar la parábola, nos ha privado de su sentido más profundo. El punto de inflexión de la parábola está en la falta de aceite para que las lámparas puedan estar encendidas. Comparar a Cristo con el esposo y a la Iglesia con la esposa, que ni siquiera se menciona, no tiene apoyo ninguno exegético.

El relato está tomado de la vida cotidiana. Después de un año o más de desposorios, se celebraba la boda, que consistía en conducir a la novia a la casa del novio, donde se celebraba el banquete. Esta ceremonia no tenía ningún carácter religioso. El novio, acompañado de sus amigos y parientes iba a casa de la novia para conducirla a su propia casa. En la casa de la novia le esperaban las amigas de la novia, que la acompañarían en el trayecto. Todos estos rituales empezaban a la puesta del sol y tenían lugar de noche, de ahí la necesidad de las lámparas para poder caminar.

La importancia del relato no la tiene el novio ni la novia, ni siquiera los acompañantes. Lo que el relato destaca es la luz. La luz es más importante que las mismas muchachas, porque lo que determina que entren o no entren en el banquete es que tengan o no tengan el candil encendido. Una acompañante sin luz no pintaba nada en el cortejo. Ahora bien, para que dé luz una lámpara, tiene que tener aceite. Aquí está la madre del cordero. Lo importante es la luz, pero lo que hay que procurar es el aceite.

Jesús había dicho: “Yo soy la luz del mundo”. Y también: “vosotros sois la luz del mundo”. El ser humano es luz cuando ha desplegado su verdadero ser; es decir, cuando trasciende y va más allá de lo que le pide su simple animalidad. No es que nuestra condición de animales sea algo malo, al contrario, es la base para alcanzar nuestra plenitud, pero si no vamos más allá, cercenamos nuestras posibilidades de humanidad.

La primera lectura nos puede ayudar a encontrar el sentido de la parábola.

Sab 6, 13-16: “Ven la sabiduría los que la aman, la encuentran los que la buscan.

La verdadera Sabiduría es encontrar la manera de dar un sentido a la vida. Dar sentido a la vida es más importante que la vida misma. Ese sentido no viene dado, tenemos que buscarlo. Esa es la tarea más específicamente humana. Nuestra vida puede quedar malograda como tal vida humana.

Esa es la advertencia de la parábola. Hay que estar alerta, porque el tiempo pasa. Si estamos dormidos, hay que despertar, porque de lo contrario, perderemos la oportunidad de descubrir esa Sabiduría.

¿Cuál es el aceite que hace arder la lámpara? Si acertamos con la respuesta a esta pregunta, tenemos resuelto el significado de la parábola.

En Mt 7,24-27, se dice: “Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Y todo aquel que escucha estas palabras mías y no las pone por obra, se parece al necio...”

La luz que tiene que arder es la práctica del mensaje de Jesús. El aceite que tiene que alimentar esa llama, es el amor manifestado. El ser necio o sensato no depende de un conocimiento mayor o menor, sino de una práctica.

Así se entiende que las sensatas no compartan el aceite con las necias. No se trata de egoísmo: es que resulta imposible amar en nombre de otra persona o considerar propia la entrega que otro ha realizado. Nuestra lámpara no puede arder con el aceite de otro. La llama a la que se refiere la parábola no puede ser encendida con aceite comprado o prestado. El sentido de toda una vida no se puede improvisar en un instante.

Sólo con lo que hay de Dios en nosotros, descubierto, reconocido y desplegado, puede considerarse encendido nuestro ser.

Ese despliegue constituye la Sabiduría de la que nos hablaba la primera lectura. Sin esa llama, seremos irreconocibles incluso para el mismo Dios. Para entrar a formar parte de una orquesta, no basta con adquirir un buen violín; hay que aprender a tocarlo y armonizar tu música con los demás.

Interpretar esta parábola en el sentido de que debemos estar preparados para el día de la muerte, es tergiversar el evangelio. El esperar una venida futura es una perspectiva inútil, porque Jesús ya dijo a sus discípulos: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

La parábola no hace especial hincapié en el fin, sino en la inutilidad de una espera que no va acompañada de una actitud de amor y de servicio. Las lámparas deben estar encendidas siempre; si esperamos a prepararlas en el último momento perderemos la oportunidad de entrar con el novio.



ENTRA EN TU INTERIOR

ENCENDER LAS LÁMPARAS

Entre los primeros cristianos había, sin duda, discípulos «buenos» y discípulos «malos» Sin embargo, al escribir su evangelio, Mateo se preocupa sobre todo de recordar que, dentro de la comunidad cristiana, hay discípulos «sensatos» que están actuando de manera responsable e inteligente, y hay discípulos «necios» que actúan de manera frívola y descuidada. ¿Qué quiere decir esto?

Mateo lo explica al recoger dos parábolas de Jesús. La primera es muy clara. Hay algunos que «escuchan las palabras de Jesús», y «las ponen en práctica» Toman en serio el Evangelio y lo traducen en vida. Son como el «hombre sensato» que construye su casa sobre roca. Es el sector más responsable: los que van construyendo su vida y la de la Iglesia sobre la autenticidad y la verdad de Jesús.

Pero hay también quienes escuchan las palabras de Jesús, y «no las ponen en práctica». Son tan «necios» como el hombre que «edifica su casa sobre arena» Su vida es un disparate. Construyen sobre el vacío. Si fuera sólo por ellos, el cristianismo sería pura fachada, sin fundamento real en Jesús.

Esta parábola nos ayuda a captar el mensaje fundamental de otro relato en el que un grupo de jóvenes salen, llenas de alegría, a esperar al esposo, para acompañarlo a la fiesta de su boda. Desde el comienzo se nos advierte que unas son «sensatas» y otras «necias».

Las «sensatas» llevan consigo aceite para mantener encendidas sus lámparas; las «necias» no piensan en nada de esto. El esposo tarda, pero llega a medianoche. Las «sensatas» salen con sus lámparas a iluminar el camino, acompañan al esposo y «entran con él» en la fiesta. Las «necias», por su parte, no saben cómo resolver su problema: «se les apagan las lámparas». Así no pueden acompañar al esposo. Cuando llegan es tarde. La puerta está cerrada.

El mensaje es claro y urgente Es una insensatez seguir escuchando el Evangelio, sin hacer un esfuerzo mayor para convertirlo en vida: es construir un cristianismo sobre arena. Y es una necedad confesar a Jesucristo con una vida apagada, vacía de su espíritu y su verdad: es esperar a Jesús con las «lámparas apagadas». Jesús puede tardar, pero no podemos retrasar más nuestra conversión.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

“Yo soy la luz del mundo”.

Esto no lo decía Jesús como Dios, sino como ser humano.

Su experiencia de Dios como “Abba”, fue su lámpara encendida.

Esa misma luz está también en cada uno de nosotros.

………………

Dentro de ti debes descubrir el aceite.

Si prende, dará luz que alumbrará tus pasos.

Esa llama, si es auténtica, no se puede ocultar,

sino que alumbrará también a todos los demás

………………

Tienes que descubrir tu propio aceite.

Nadie te lo puede prestar, porque es su propia vida.

Toda vida se mueve de dentro a fuera.

Si se mueve desde fuera, será sólo un mecanismo muerto.

Fray Marcos

ORACIÓN

Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos con libertad de espíritu cumplir lo que es de tu agrado.

Expliquemos el Evangelio a los niños

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)

Imagen para colorear.