domingo, 25 de junio de 2023

2 DE JULIO: XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“…el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.”

2 DE JULIO

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: segundo libro de los Reyes 4,8-11.14-16

Este hombre es un hombre de Dios.

Salmo 88

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

2ª Lectura: Romanos 6,3-4,8-11

El bautismo nos sepultó con Cristo para que llevemos una vida nueva.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo 10,37-42

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.

El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.

El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.

El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.

El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.

Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa".

REFLEXIÓN

Nos concreta el Evangelio la participación en la recompensa, que se establece entre los enviados y los que le ofrecen hospitalidad. La profunda intimidad entre Jesús y su Padre hace que la recepción del primero sea acogida a Dios mismo. Y esta ley se transfiere a los discípulos de Jesús, de modo que éste es recibido en la persona de aquéllos.

Mateo insiste sobre la opción por Jesús en el horizonte de rechazo, que encontrarán a cada paso los mensajeros y advierte sobre la necesidad de colocar los valores del Reino por encima de cualquier otro. Jesús señala que el seguimiento debe colocarse por encima de otra fidelidad, incluso de la que brota de los lazos naturales de parentesco. Su mensaje pone en cuestión el orden establecido. De ahí que la paz de Jesús deba definirse muchas veces en contra de las relaciones familiares al producir un profundo cuestionamiento de las relaciones humanas.

Porque la sociedad, en la que se proclama el mensaje, está impregnada de violencia, el mensaje como deslealtad al ordenamiento existente y como subversión a lo que ese ordenamiento llama valores.

De ahí la necesidad de una decisión que puede acarrear la división en la propia familia. De esta forma se indica que la principal lealtad del discípulo de Jesús tiene que comprobarse en su relación con el mismo Jesús, ya que su lealtad al mensaje de Jesús debe estar por encima de toda otra lealtad, incluida la familiar.

En el v.39 contrapone Mateo el perder y el encontrar la vida en una aparente contradicción. El intento de encontrar, hacer suya, reservar para sí la propia vida, producirá la pérdida de la misma.

Desentenderse de las exigencias del mensaje buscando la comodidad o encubriendo los conflictos conduce a la ruina personal. Por el contrario, quien es capaz de arriesgar la vida por Jesús encontrará su realización plena.

El mensaje del Evangelio coloca al discípulo en conflicto irreducible con aquellos, que han construido las relaciones sociales sobre el fundamento del poder, del prestigio y de las riquezas. Este conflicto puede presentarse igualmente en el entorno familiar y en la propia intimidad personal. La fidelidad a Jesús exigirá constantemente una proclamación, que desenmascare el egoísmo, raíz de las injusticia.



ENTRA EN TU INTERIOR

DISPUESTOS A SUFRIR

El que no toma su cruz.

Jesús no quería ver sufrir a nadie. El sufrimiento es malo. Jesús nunca lo buscó ni para sí mismo ni para los demás. Al contrario, toda su vida consistió en luchar contra el sufrimiento y el mal que tanto daño hacen a las personas.

Las fuentes lo presentan siempre combatiendo el sufrimiento que se esconde en la enfermedad, las injusticias, la soledad, la desesperanza o la culpabilidad. Así fue Jesús: un hombre dedicado a eliminar el sufrimiento, suprimir injusticias y contagiar fuerza para vivir.

Pero buscar el bien y la felicidad para todos trae muchos problemas. Jesús lo sabía por experiencia. No se puede estar con los que sufren y buscar el bien de los últimos, sin provocar el rechazo y la hostilidad de aquellos a los que no interesa cambio alguno. Es imposible estar con los crucificados y no verse un día «crucificado».

Jesús no lo ocultó nunca a sus seguidores. Empleó en varias ocasiones una metáfora inquietante que Mateo ha resumido así: «El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí». No podía haber elegido un lenguaje más gráfico. Todos conocían la imagen terrible del condenado que, desnudo e indefenso, era obligado a llevar sobre sus espaldas el madero horizontal de la cruz hasta el lugar de la ejecución donde esperaba el madero vertical fijado en tierra.

«Llevar la cruz» era parte del ritual de la crucifixión. Su objetivo era que el condenado apareciera ante la sociedad como culpable, un hombre indigno de seguir viviendo entre los suyos. Todos descansarían viéndolo muerto.

Los discípulos trataban de entenderle. Jesús les venía a decir más o menos lo siguiente: «Si me seguís, tenéis que estar dispuestos a ser rechazados. Os pasará lo mismo que a mí. A los ojos de muchos, pareceréis culpables. Os condenarán. Buscarán que no molestéis. Tendréis que llevar vuestra cruz. Entonces os pareceréis más a mí. Seréis dignos seguidores míos. Compartiréis la suerte de los crucificados. Con ellos entraréis un día en el reino de Dios». Llevar la cruz no es buscar «cruces», sino aceptar la «crucifixión» que nos llegará si seguimos los pasos de Jesús. Así de claro.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

El amor puramente teórico no tiene ninguna consistencia.

Un vaso de agua puede ser la manifestación del amor más auténtico.

No tiene importancia ninguna lo que hagas.

Lo que vale de veras es la actitud de entrega en lo que hagas.

No debo darme a los demás por Dios, ni siquiera por los demás, ni por mí mismo.

Mientras lo que hago tenga un motivo, no he alcanzado la esencia del mensaje de Jesús.

Mientras no hayas comprendido el mensaje, tendrás que seguir haciendo "el bien" por programación.

Cuando te identifiques con la fuente, el agua manará de ti espontáneamente.

ORACIÓN

Señor Dios, que mediante la gracia de la adopción filial quisiste que fuéramos hijos de la luz, concédenos que no nos dejemos envolver en las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre vigilantes en el esplendor de la verdad.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)


 

Imagen para colorear.




domingo, 18 de junio de 2023

25 DE JUNIO: XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue

a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.”

25 DE JUNIO

XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Jeremías 20,10-13

El Señor ha salvado la vida de su pobre de la mano de los malvados.

Salmo 68

Escúchame, Señor, porque eres bueno

2ª Lectura: Romanos 5,12-15

El don de Dios supera con mucho al delito.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo 10,26-33

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.

Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.

Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.

No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.

¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.

Ustedes tienen contados todos sus cabellos.

No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.

Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.

Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres."

REFLEXIÓN

El “no tengáis miedo”, que hoy escucharemos una y otra vez en el evangelio, está encuadrado en el contexto de la misión. Jesús acaba de decir a sus seguidores que les perseguirán y les encarcelarán.

Sin embargo, está claro que la advertencia podemos aplicarla a todas las situaciones de miedo paralizante que podemos encontrar en la vida. No sólo porque Jesús dice lo mismo en otros contextos, sino porque así lo insinúan las bellísimas imágenes de los gorriones y los cabellos.

El miedo es un sentimiento que surge en el hombre ante un estímulo que interpreta como peligroso para su subsistencia. Es un logro de la evolución y por lo tanto bueno. Su objeto primero es defendernos; sea huyendo, sea dando energía para enfrentarse a la amenaza.

Pero el ser humano puede ser presa de un miedo aprendido racionalmente, que le impide desplegar su humanidad. Este miedo artificial, en lugar de defender, aniquila. Este miedo es lo más contrario que podamos imaginar a la fe-confianza.

¿Por qué tenemos miedo? Anhelamos lo que no podemos conseguir y surge en nosotros el miedo de no alcanzarlo. No estamos seguros de poder conservar lo bueno que creemos tener y surge el temor. El miedo racional es la consecuencia de nuestros apegos.

Creemos ser lo que no somos y quedamos enganchados a ese falso “yo”. No hemos descubierto lo que realmente somos y por eso nos apegamos a una quimera inconsistente.

Jesús dijo: “La verdad os hará libres”. Todos los miedos son causa de la ignorancia. Si conociéramos nuestro verdadero ser, no habría lugar para el miedo que nos impide ser nosotros mismos. Si no experimentamos por nosotros mismos la realidad que nos fundamenta, estaremos siempre intranquilos y surgirán los miedos.

Si Jesús nos invita a no tener miedo, no es porque nos prometa un camino de rosas. No se trata de confiar en que no me pasará nada desagradable, o de que si algo malo sucede, alguien me sacará del apuro.

Se trata de una seguridad que permanece intacta en medio de las dificultades, sabiendo que los contratiempos no pueden anular tu ser. Dios no es la garantía de que todo va a ir bien, sino la seguridad de que Él estará ahí en todo caso.

La confianza no surge de un voluntarismo a toda prueba, sino de un conocimiento cabal de lo que Dios es para nosotros. Aceptar nuestras limitaciones y descubrir nuestras verdaderas posibilidades, es el único camino para llegar a la total confianza.

La confianza es la primera consecuencia de salir de uno mismo y descubrir que mi fundamento no depende de mí. El hecho de que mi ser no dependa de mí, no es una pérdida, sino una ganancia, porque depende de lo que es mucho más seguro que yo mismo. Mi pasado es Dios mismo, mi futuro es también Dios; mi presente está en manos de Dios y no tengo nada que temer.

Hablar de una verdadera confianza en Dios es meternos en un terreno muy peligroso, porque nos obliga a salir de las falsas imágenes que tenemos de Dios.

Confiar en Dios es confiar en nuestro propio ser, en la vida, en lo que somos de verdad. No se trata de confiar en un ser que está fuera de nosotros y que puede darnos, desde fuera, aquello que nosotros anhelamos. Se trata de descubrir que Dios es el fundamento de mi propio ser y que puedo estar tan seguro de mí mismo como Dios está seguro de sí.

Por grande que sea el motivo para temer, siempre será mayor el motivo para confiar. Confiar en Dios es aceptar la realidad que Él quiso, tal como la quiso. Confiar en Dios no es esperar su intervención desde fuera para que rectifique la creación. Es entrar en la dinámica de la creación y no violentarla.

Es dejarse llevar por la energía de la vida que sabe perfectamente a donde tiene que llevarme. Es dejar que la vida fluya por los cauces que le ha preparado su creador, y no por los que una criatura, que se cree la reina de la creación, quiere llevarle.

Hay que tener mucho cuidado, porque a veces los hombres están en contra nuestra, no porque seguimos a Jesús, sino por habernos apartado del evangelio.

Por eso mismo, tenemos que confiar totalmente en él, porque nada puede cambiar de su amor y compromiso con los hombres. La causa de Dios es la causa del hombre.

No nos engañemos, ponerse de parte de Jesús es ponerse de parte del hombre, sobre todo del marginado. Dios no está desde fuera manejando a capricho su creación. Está implicado en ella. Su voluntad es eterna e inmutable, pero no es algo añadido a la creación, sino la misma creación.

Jesús nos invita a no tener miedo de nada ni de nadie. Ni de las cosas, ni de Dios, ni siquiera de ti mismo. El miedo a no ser suficientemente bueno, es la tortura de los más religiosos.

Todos los miedos se resumen en el miedo a la muerte. Si fuésemos capaces de perder el miedo a la muerte, seríamos capaces de vivir en plenitud. Todo lo que tememos perder con la muerte, es lo que teníamos que aprender a abandonar durante la vida.

La muerte sólo nos arrebata lo que hay en nosotros de contingente, de individual, de terreno, de egoísmo. Temer la muerte es temer perder todo eso. Es un contrasentido intentar alcanzar la plenitud y seguir temiendo la muerte.

En el evangelio está hoy muy claro. Aunque te quiten la vida, ¿qué te quitan en realidad? Lo que te arrebatan es lo que no eres.



ENTRA EN TU INTERIOR

SIN MIEDO

El recuerdo de la ejecución de Jesús estaba todavía muy reciente. Por las comunidades cristianas circulaban diversas versiones de su Pasión. Todos sabían que era peligroso seguir a alguien que había terminado tan mal. Se recordaba una frase de Jesús: «El discípulo no está por encima de su maestro». Si a él le han llamado Belcebú, ¿qué no dirán de sus seguidores?

Jesús no quería que sus discípulos se hicieran falsas ilusiones. Nadie puede pretender seguirle de verdad, sin compartir de alguna manera su suerte. En algún momento, alguien lo rechazará, maltratará, insultará o condenará. ¿Qué hay que hacer?

La respuesta le sale a Jesús desde dentro: «No les tengáis miedo». El miedo es malo. No ha de paralizar nunca a sus discípulos. No han de callarse. No han de cesar de propagar el mensaje de Jesús por ningún motivo.

Jesús les va a explicar cómo han de situarse ante la persecución. Con él ha comenzado ya la revelación de la Buena Noticia de Dios. Deben confiar. Lo que todavía está «encubierto» y «escondido» a muchos, un día quedará patente: se conocerá el Misterio de Dios, su amor al ser humano y su proyecto de una vida más feliz para todos.

Los seguidores de Jesús están llamados a tomar parte activa desde ahora en ese proceso de revelación: «Lo que yo os digo de noche, decidlo en pleno día». Lo que les explica al anochecer, antes de retirarse a descansar, lo tienen que comunicar sin miedo «en pleno día». «Lo que yo os digo al oído, pregonadlo desde los tejados». Lo que les susurra al oído para que penetre bien en su corazón, lo tienen que hacer público.

Jesús insiste en que no tengan miedo. «Quien se pone de mi parte», nada ha de temer. El último juicio será para él una sorpresa gozosa. El juez será «mi Padre del cielo», el que os ama sin fin. El defensor seré yo mismo, que «me pondré de su parte». ¿Quién puede infundirnos más esperanza en medio de las pruebas?

Jesús imaginaba a sus seguidores como un grupo de creyentes que saben «ponerse de su parte» sin miedo. ¿Por qué somos tan poco libres para abrir nuevos caminos más fieles a Jesús? ¿Por qué no nos atrevemos a plantear de manera sencilla, clara y concreta lo esencial del evangelio?

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

¡No tengas miedo!

Si analizas detenidamente tus miedos, descubrirás dos cosas: que no has hecho tuya la salvación que Jesús te ofrece y que sigues buscando la salvación donde no está.

Si has conseguido no temer a los hombres, pero sigues temiendo a Dios, en vez de avanzar en tu liberación, te has metido por un callejón oscuro y sin salida.

Jesús deja muy claro en el evangelio que no debes temer a nada ni a nadie. Esto último es lo más difícil, porque supone desapego total.

No sigas pensando que tienes que ser bueno para alcanzar la salvación.

Tienes que sentirte ya salvado para ser mejor. 

ORACIÓN

Renovados, Señor, por el alimento del sagrado Cuerpo y la preciosa Sangre de tu Hijo, concédenos que lo que realizamos con asidua devoción, lo recibamos convertido en certeza de redención.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)

 


Imagen para colorear.




domingo, 11 de junio de 2023

18 DE JUNIO. XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“La cosecha es abundante y los trabajadores pocos. Rueguen,

por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”

18 DE JUNIO

XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Primera lectura: Éxodo 19,2-6

Serán para mí un reino de sacerdotes y una nación consagrada.

Salmo: 99

El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo.

Segunda lectura: Romanos 5,6-11

Si la muerte de Cristo nos reconcilia con Dios,

mucho más nos reconciliará su vida.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo: 9,36-10,8

Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha". Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: "No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.”

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies".

Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar sus espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: "No vayan a tierra de gentiles, ni entren en las ciudades de Samaria, sino vayan a las ovejas descarriadas de Israel. Vayan y proclamen que el Reino de los cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Lo que han recibido gratis, denlo gratis".

REFLEXIÓN

El misterio de la vocación es un misterio que enriquece a la comunidad cristiana y, sobre todo, a las familias. Es significativo que Jesús no llama en masa, sino personalmente y a cada uno por su nombre. Los envía a una misión concreta, con objetivos y metas. Nos hace ver que todo es gracia, todo es don, todo lo recibimos y todo lo debemos dar.

1. Rueguen al dueño de la mies

La vocación es un don de Dios, y Cristo mismo ha pedido que debemos pedir por las vocaciones. Es, por lo tanto, una necesidad vital el dedicar tiempos para pedirle a Dios por el aumento de las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. La Iglesia dedica los jueves para tener la hora eucarística (también conocida como hora santa), y es un momento privilegiado para pedir por las vocaciones. Ahora bien, también es una vocación la vida matrimonial, y también hay un llamado a la vida cristiana desde el bautismo. El llamado de Dios es muy amplio y también muy concreto. Pidamos, pues, a Dios que siga enviando operarios a su mies para que todos, según la vocación que hemos recibido, trabajemos juntos por construir una Iglesia santa bajo la guía del Papa.

2. Llamó a los suyos por su nombre

El nombre indica al individuo y generalmente indica también una misión. La rica variedad de nombres que tenemos en el calendario cristiano suele responder al santoral, donde para cada día del año hay la posibilidad de conocer la vida de un santo. Cristo nos enseña que el nombre es importante y nos relaciona con la misión que debemos realizar en esta vida. No nos llama por apodos, nos llama por nuestro nombre. Reconozcamos esta dignidad y sepamos llevarla a cabo también en nuestra vida cristiana.

3. Los envió Jesús con instrucciones

A lo anterior se suma, entonces, que el nombre suele indicar la misión del cristiano. Las instrucciones que dio Jesús a sus apóstoles son muy concretas para sus sucesores los obispos. Sin embargo, también las podemos aplicar a nosotros en su justa medida. Proclamar el Evangelio, curar enfermos, resucitar muertos… ¿Cuántas personas vemos por la calle que quizá tengan muerta su esperanza, o incluso su fe? Nosotros estamos llamados a resucitarlas. ¿Cuántas personas enfermas por la sociedad relativista? Nosotros estamos llamados a curarlas. Proclamar el Evangelio, esa es nuestra misión. Llevemos, pues, a muchas personas al conocimiento de Cristo. Acerquémoslas a la Iglesia, a un encuentro personal y profundo con Cristo en la Eucaristía, a hacer un encuentro real y concreto de su amor.



ENTRA EN TU INTRERIOR

UNA MIRADA DIFERENTE

Se compadecía.

Jesús le daba una importancia grande a la manera de mirar a las personas. De ello depende, en buena parte nuestra manera de actuar. Una de las fuentes más antiguas recoge esta observación de Jesús: «La lámpara de tu cuerpo son tus ojos. Si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo estará iluminado. Pero si tus ojos están enfermos, tu cuerpo entero estará a oscuras». Una mirada clara permite que la luz entre dentro de nosotros y podamos actuar con lucidez.

¿Cómo era la mirada de Jesús?, ¿cómo veía a la gente? Los evangelistas repiten una y otra vez que su mirada era diferente. No era como la de los fariseos radicales que sólo veían impiedad, ignorancia de la ley e indiferencia religiosa. Tampoco miraba como el Bautista que veía en el pueblo pecado, corrupción e inconsciencia ante la llegada inminente de Dios.

La mirada de Jesús estaba llena de cariño, respeto y amor. «Al ver a las gentes, se compadecía de ellas porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas sin pastor». Sufría al ver tanta gente perdida y sin orientación. Le dolía el abandono en que se encontraban tantas personas solas, cansadas y maltratadas por la vida.

Aquellas gentes eran víctimas más que culpables. No necesitaban oír más condenas sino conocer una vida más sana. Por eso, inició un movimiento nuevo e inconfundible. Llamó a sus discípulos y les dio «autoridad», no para condenar sino para «curar toda enfermedad y dolencia».

En la Iglesia cambiaremos cuando empecemos a mirar a la gente de otra manera: como la miraba Jesús. Cuando veamos a las personas más como víctimas que como culpables, cuando nos fijemos más en sus sufrimientos que en su pecado, cuando miremos a todos con menos miedo y más piedad.

Nadie hemos recibido de Jesús «autoridad» para condenar sino para curar. No nos llama Jesús a juzgar el mundo sino a sanar la vida. Nunca quiso poner en marcha un movimiento para combatir, condenar y derrotar a sus adversarios. Pensaba en discípulos que miraran el mundo con ternura. Los quería ver dedicados a aliviar el sufrimiento e infundir esperanza. Ésa es su herencia, no otra.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

El llamado continúa hoy. Jesús sigue llamando, así como llamó a los doce, a continuar el ministro de amor de Jesús en el mundo. En el bautismo, recibimos el agua del amor de Dios y el aceite de servicio, concluido en la confirmación, matrimonio y ordenación. Las necesidades de la gente de Dios son tantas hoy como lo fueron en aquel entonces. En un mundo de adicciones, suicidios, confusiones, pobreza, injusticia y otras grandes necesidades, Jesús sigue mirando y viendo a la gente ‘como una oveja sin pastor’. El llama a cada uno de nosotros, hombre o mujer, joven o viejo a su servicio.

Señor, te pido el coraje y la oportunidad para ser activo en mi comunidad, y hacerla un punto de crecimiento para la vida cristiana.

ORACIÓN

Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha dado gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, conforten nuestros corazones y los dispongan a toda clase de obras buenas y de buenas palabras.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO



Imagen para colorear.



 


domingo, 4 de junio de 2023

11 DE JUNIO: SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR.

 


“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente,

y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.

11 DE JUNIO

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR

(EN ESPAÑA Y EN OTROS PAÍSES:

DÍA NACIONAL DE CARIDAD)

1ª Lectura: Deuteronomio 8,2-3.14-16

Te di un alimento que ni tú ni tus padres conocían.

Salmo 147

Bendito sea el Señor.

2ª Lectura: 1 Corintios 10,16-17

El pan es uno y los que comemos de ese pan formamos un solo cuerpo.

EVANGELIO DEL DÍA

Juan 6,51-58

“Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre y el pan que yo daré es mi carne para que el mundo tenga vida".

Los judíos discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”. Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida. Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi carne es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.

REFLEXIÓN

La Iglesia vive de la Eucaristía: el amor de Cristo reúne a los hijos de Dios, se ofrece por ellos, los alimenta, los envía. Y se ha de conocer que han participado en tan grande sacramento por el amor que ofrecen a sus hermanos de toda raza, pueblo y nación.

Dar la vida y entregarse con generosidad a favor de los demás, es la prueba más evidente y grande del amor: La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más grande que la muerte. Amor inagotable que sale al encuentro del corazón del hombre.

La Eucaristía celebrada y vivida, se convierte en escuela de amor, pues está evidenciando en la entrega de Cristo, el valor del hombre ante Dios. La Eucaristía actualiza el servicio de Cristo que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida en rescate por todos, y es lugar de renovación de la misión de la Iglesia, sobre todo a favor de los más necesitados.

Quien coma de este pan vivirá para siempre, nos dice Jesús. Comer de este pan de la Eucaristía es exigencia de compartir. Comer de este pan, significa que no debe haber nunca un pobre debajo de nuestra mesa comiendo las migajas que caen de ella, sino sentado a nuestro lado.

En el día final seremos juzgados y reconocidos por cuanto se haya hecho en el amor y servicio a los demás: tuve hambre y me diste de comer.... Si Cristo se ofrece de una manera tan sacrificada en la eucaristía, el que come de este pan santo ha de entregarse por los demás.

La Eucaristía ha de llevarnos a ponernos junto a las esperanzas y angustias de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, particularmente de los pobres. Nada de lo auténticamente humano debe dejarnos indiferentes.

El cristiano es el que siente como suyas las alegrías, las tristezas, los sufrimientos, los dolores de los demás.

El cristiano es el que sabe llorar con el que llora, reír con el que ríe, sufrir con el que sufre.

Por eso no podemos separar Eucaristía y Caridad, no somos una ONG. Nuestro ejercicio de la solidaridad y de la caridad es consecuencia de nuestro ser cristiano, es consecuencia del amor derramado en nuestros corazones por Cristo Jesús, que en el sacramento eucarístico se hace alimento para el camino y primicia de vida eterna.

Por eso, compartir con los demás, no es sólo un gesto solidario, sino también expresión del amor fraterno que, como gracia y favor de Dios, se ha recibido. Es una forma de manifestar la gratitud a Dios, que nos ha dado los bienes de mundo y la gracia de tener el corazón abierto al amor de los demás.

Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros. La caridad no es una simple ayuda, sino la expresión del amor de Dios. En esto se manifestará que hemos conocido a Dios y que hemos pasado de la muerte a la vida, en que amamos a los hermanos.

El amor fraterno es la señal luminosa del amor de Dios. Si con Dios se vive, con su amor se ama y se sirve a los demás.

¿Cómo no vamos a amar a nuestros hermanos habiendo sido nosotros amados de tal manera por Dios que nos ha dado a su propio Hijo?

Los cristianos tenemos un testamento nuevo, un sacrificio nuevo, un mandamiento nuevo, un alimento nuevo. Esto nos tiene que convertir en hombres nuevos capaces de crear una nueva humanidad, una nueva civilización del amor.

Y es precisamente en la Eucaristía donde resplandece y continua en el tiempo esa novedad del misterio pascual y del amor fraterno y universal.

La Eucaristía es acción de gracias y la caridad reconocimiento. Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos.

La Eucaristía es alabanza de las maravillas de dios, la caridad, hacer vivo el amor de Cristo: amaos los unos a los otros como yo os he amado.

La Eucaristía es sacrificio y la caridad amor en la entrega: aunque me dejara quemar vivo, si no tengo caridad de nada me sirve, dice Pablo en primera Corintios 13.

La Eucaristía es presencia escondida. La caridad es coherencia y sinceridad: el que no ama a su hermano a quién ve, cómo va a amar a Dios al que no ve.

La Eucaristía, en fin, es fuente y cima de la vida cristiana. Y la caridad es la señal de que somos reconocidos como discípulos de Cristo: en esto se conocerá que sois discípulos míos, en el amor que exista entre vosotros.

Esta será la medida con la que nos medirán en el último día.

Esperamos, por la misericordia de Dios, escuchar en aquel momento, las palabras: Venid benditos de mi Padre, heredad el reino que os tenía preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, estuve enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.

Y ojalá respondamos: bendito tú, Señor, porque yo era el hambriento y me diste el pan del cielo que es tu cuerpo. Porque yo era el sediento y me diste a beber la copa de tu sangre. Porque yo estaba desnudo y me vestiste con traje de fiesta.



ENTRA EN TU INTERIOR

LO DECISIVO ES TENER HAMBRE

El evangelista Juan utiliza un lenguaje muy fuerte para insistir en la necesidad de alimentar la comunión con Jesucristo. Sólo así experimentaremos en nosotros su propia vida. Según él, es necesario comer a Jesús: «El que me come a mí, vivirá por mí».

El lenguaje adquiere un carácter todavía más agresivo cuando dice que hay que comer la carne de Jesús y beber su sangre. El texto es rotundo. «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él».

Este lenguaje ya no produce impacto alguno entre los cristianos. Habituados a escucharlo desde niños, tendemos a pensar en lo que venimos haciendo desde la primera comunión. Todos conocemos la doctrina aprendida en el catecismo: en el momento de comulgar, Cristo se hace presente en nosotros por la gracia del sacramento de la eucaristía.

Por desgracia, todo puede quedar más de una vez en doctrina pensada y aceptada piadosamente. Pero, con frecuencia, nos falta la experiencia de incorporar a Cristo a nuestra vida concreta. No sabemos cómo abrirnos a él para que nutra con su Espíritu nuestra vida y la vaya haciendo más humana y más evangélica.

Comer a Cristo es mucho más que adelantarnos distraídamente a cumplir el rito sacramental de recibir el pan consagrado. Comulgar con Cristo exige un acto de fe y apertura de especial intensidad, que se puede vivir sobre todo en el momento de la comunión sacramental, pero también en otras experiencias de contacto vital con Jesús.

Lo decisivo es tener hambre de Jesús. Buscar desde lo más profundo encontrarnos con él. Abrirnos a su verdad para que nos marque con su Espíritu y potencie lo mejor que hay en nosotros. Dejarle que ilumine y transforme las zonas de nuestra vida que están todavía sin evangelizar.

Entonces, alimentarnos de Jesús es volver a lo más genuino, lo más simple y más auténtico de su Evangelio; interiorizar sus actitudes más básicas y esenciales; encender en nosotros el instinto de vivir como él; despertar nuestra conciencia de discípulos y seguidores para hacer de él el centro de nuestra vida. Sin cristianos que se alimenten de Jesús, la Iglesia languidece sin remedio.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

 

“Oh banquete precioso y admirable”. Ningún banquete más sabroso y nutritivo, porque el mismo Cristo es el plato fuerte. Cristo es el que nos invita a comer y es nuestra comida. El hombre puede alimentarse de Dios.

Al alimentarnos de Cristo, recibimos su fuerza y su energía: “Este es el pan bajado del cielo, para que el hombre coma de él y no muera”. Al alimentarnos de Cristo, recibimos tal plenitud de vida, que superamos todo tipo de muerte: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna”. Al alimentarnos de Cristo, se realiza una unión íntima con Cristo alimento: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en Mí y yo en él”.

“Por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales” (Santo Tomás de Aquino: Opusc. 57,1-4).

ORACIÓN

Concédenos, Señor Jesucristo, disfrutar eternamente del gozo de tu divinidad que ahora pregustamos, en la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)



Imagen para colorear.