lunes, 29 de junio de 2020

5 DE JULIO: XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO A



“Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.”

5 DE JULIO

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Zacarías 9,9-10

Mira a tu rey que viene humilde hacia ti.

Salmo 144

Acuérdate, Señor, de tu misericordia.

2ª Lectura: Romanos 8,9.11-13

Si con la ayuda del Espíritu dan muerte a los bajos deseos del cuerpo, vivirán.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo 11,25-30

“En aquel tiempo, exclamó Jesús:
-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo, ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis vuestro. descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Jesús dijo:
"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana."

REFLEXIÓN

Mateo acaba de narrar el rechazo del mensaje por parte de ciudades enteras, que provoca estas palabras de Jesús: “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! ¿Y tú, Cafarnaún? Hasta el abismo te hundirás”. Ante el fracaso de la predicación, Jesús no se desanima, sino que responde con una alabanza al Padre, porque hay otros que sí lo aceptan.

En el evangelio de hoy hay tres partes bien definidas. La primera se refiere a Dios. La segunda, a una interdependencia entre Jesús y Dios. La tercera, hace referencia a la relación entre nosotros y Jesús. Las tres manifiestan aspectos esenciales del mensaje.

“Te doy gracias, Padre, porque…” Lo importante no es la acción de gracias en sí, sino el motivo. Los “sabios y entendidos” eran los especialistas de la Ley. Su conocimiento de Dios les daba derecho a sentirse seguros, poseedores de la verdad. No tenían nada que aprender, pero eran los únicos que podían enseñar. Con prepotencia imponían toda clase de normas y preceptos insoportables para la gente normal.

¿Quiénes eran los sencillos? “El “nepios” griego tiene muchos significados, pero todos van en la misma dirección: infantil, niño, menor de edad, incapaz de hablar; y también: tonto, infeliz, ingenuo, débil. En todos descubrimos la ausencia de cálculo, la falta de doblez o segundas intenciones.

Para la élite, los sencillos eran unos malditos, porque no conocían la Ley, y por lo tanto no podían cumplirla.

Eran los “sin voz”, “la gente de la tierra” a quienes los rabinos despreciaban. En tiempo de Jesús, sólo los dirigentes podían hablar, los demás sólo tenían la obligación de escuchar y obedecer.

Debemos ir más allá de la literalidad. Sería mezquino pensar que Jesús se alegra porque Dios no se revela a alguien. Dios no puede tener privilegios con nadie. El evangelio no puede decir que Dios da a algunos lo que niega a otros. Lo que quiere decir es que, el Dios de Jesús no puede ser aceptado más que por la gente sencilla y sin prejuicios.

Jesús da gracias a Dios porque todos pueden acceder a la revelación del verdadero Dios. Los sabios también pueden, si quieren, ser sencillos. Los sencillos no pueden volverse sabios. Si se revelara sólo a los sabios, los sencillos no tendrían posibilidad de llegar a él.

Los engreídos, los soberbios, tienen capacidad para crearse su propio dios, que siempre se parecerá a ellos mismos.

“Todo me lo ha entregado mi Padre…” Sorprendente afirmación de Jesús. El conocimiento de Dios no es fruto del esfuerzo humano, sino por revelación. El error garrafal de nuestra teología fue creer que conocíamos a Jesús porque conocíamos a Dios; si Jesús era Dios, ya sabíamos lo que era Jesús. El texto dice exactamente lo contrario. La única manera de conocer a Dios es aproximarnos a Jesús.

El verbo conocer tiene en los textos bíblicos una connotación de las que carece en nuestra lengua: Indica cercanía, familiaridad, comprensión, mutua entrega. Es el verbo que se utiliza para designar la relación más íntima entre un hombre y una mujer. Significaría a la vez conocer y amar.

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré”. La imagen de yugo se aplicaba a la Ley, que tal como la imponían los fariseos, era insoportable. El hombre desaparecía bajo el peso de más de 600 preceptos y 5.000 prescripciones. Para ellos la Ley era lo único absoluto. Jesús dice lo contrario: “El sábado está hecho para el hombre, no el hombre para el sábado”.

Jesús propone un “yugo”, pero no para ir contra el hombre, sino a favor del hombre. Jesús quiere ayudar al ser humano a desplegar su ser sin opresiones. El yugo y la carga sería como el peso de las alas para el ave. Claro que las alas tienen su peso, pero si se la quitas, ¿con qué volará? Subyugados por Jesús no tenemos que cargar con nada, sino hacernos cargo de lo que nos lleva a la plenitud.

Lo que acabamos de leer es, sin duda, evangelio (buena noticia). Pero no hemos hecho mucho caso a este mensaje. En cuanto pasaron los primeros siglos de cristianismo, se olvidó totalmente este evangelio, y se recuperó “el sentido común”. Nunca más se ha reconocido que Dios se pueda revelar a la gente sencilla.

Jesús no propone una religión menos exigente. Propone una manera de vivir la cercanía de Dios, tal como él la vivió. Esa Vida profunda, es la que puede dar sentido a la existencia, tanto del listo como del tonto, tanto del sabio como del ignorante, tanto del rico como del pobre. Todo lo que nos lleve a plenitud, será ligero. Este camino no es fácil.

Hoy podíamos decir que, “sencillo” es todo aquel que descubre la necesidad de pasar de lo que es, a lo que tiene que ser. Por eso está dispuesto a aprender y a cambiar. Sólo el que tiene preguntas que hacer, estará dispuesto a escuchar.

ENTRA EN TU INTERIOR

TRES LLAMADAS DE JESÚS

El evangelio de Mateo ha recogido tres llamadas de Jesús que hemos de escuchar con atención sus seguidores, pues pueden transformar el clima de desaliento, cansancio y aburrimiento que a veces se respira en algunos sectores de nuestras comunidades.

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados. Yo os aliviaré”. Es la primera llamada. Está dirigida a todos los que viven su religión como una carga pesada. No son pocos los cristianos que viven agobiados por su conciencia. No son grandes pecadores. Sencillamente, han sido educados para tener siempre presente su pecado y no conocen la alegría del perdón continuo de Dios. Si se encuentran con Jesús, se sentirán aliviados.

Hay también cristianos cansados de vivir su religión como una tradición gastada. Si se encuentran con Jesús, aprenderán a vivir a gusto con Dios. Descubrirán una alegría interior que hoy no conocen. Seguirán a Jesús, no por obligación sino por atracción.

“Cargad con mi yugo porque es llevadero y mi carga ligera”. Es la segunda llamada. Jesús no agobia a nadie. Al contrario, libera lo mejor que hay en nosotros pues nos propone vivir haciendo la vida más humana, digna y sana. No es fácil encontrar un modo más apasionante de vivir.

Jesús libera de miedos y presiones, no los introduce; hace crecer nuestra libertad, no nuestras servidumbres; despierta en nosotros la confianza, nunca la tristeza; nos atrae hacia el amor, no hacia las leyes y preceptos. Nos invita a vivir haciendo el bien.

“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso”.

Es la tercera llamada. Hemos de aprender de Jesús a vivir como él. Jesús no complica nuestra vida. La hace más clara y más sencilla, más humilde y más sana. Ofrece descanso. No propone nunca a sus seguidores algo que él no haya vivido. Nos invita a seguirlo por el mismo camino que él ha recorrido. Por eso puede entender nuestras dificultades y nuestros esfuerzos, puede perdonar nuestras torpezas y errores, animándonos siempre a levantarnos.

Hemos de centrar nuestros esfuerzos en promover un contacto más vital con Jesús en tantos hombres y mujeres necesitados de aliento, descanso y paz. Me entristece ver que es precisamente su modo de entender y de vivir la religión lo que conduce a no pocos, casi inevitablemente, a no conocer la experiencia de confiar en Jesús. Pienso en tantas personas que, dentro y fuera de la Iglesia, viven “perdidos”, sin saber a qué puerta llamar. Sé que Jesús podría ser para ellos la gran noticia.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Venid a mí todos, dice Jesús.

Sólo él conoce a Dios y sólo él nos lo puede revelar.

Debemos superar todo prejuicio y aceptar ese Dios como el único que libera.

Todo dios, que venga de otra parte o que nos hayamos fabricado nosotros, será opresor.

Mientras más agobiados nos sintamos, más necesitaremos al Dios de Jesús.

Ese Dios de Jesús, sencillo y cercano sólo puede ser descubierto y aceptado desde la sencillez.
No se trata de una exigencia de Dios, sino de una incompatibilidad.

Dios sólo se puede dar como lo que es.

Dios sólo cabe en un corazón vacío.

ORACIÓN

Señor, que nos has colmado con tantas gracias, concédenos alcanzar los dones de la salvación y que nunca dejemos de alabarte.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Ptaxi Velasco FANO



Imagen para colorear.




domingo, 21 de junio de 2020

28 DE JUNIO: XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO A


“…el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.”

28 DE JUNIO

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: segundo libro de los Reyes 4,8-11.14-16

Este hombre es un hombre de Dios.

Salmo 88

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

2ª Lectura: Romanos 6,3-4,8-11

El bautismo nos sepultó con Cristo para que llevemos una vida nueva.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo 10,37-42

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.
El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.
Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa".

REFLEXIÓN

Nos concreta el Evangelio la participación en la recompensa, que se establece entre los enviados y los que le ofrecen hospitalidad. La profunda intimidad entre Jesús y su Padre hace que la recepción del primero sea acogida a Dios mismo. Y esta ley se transfiere a los discípulos de Jesús, de modo que éste es recibido en la persona de aquéllos.

Mateo insiste sobre la opción por Jesús en el horizonte de rechazo, que encontrarán a cada paso los mensajeros y advierte sobre la necesidad de colocar los valores del Reino por encima de cualquier otro. Jesús señala que el seguimiento debe colocarse por encima de otra fidelidad, incluso de la que brota de los lazos naturales de parentesco. Su mensaje pone en cuestión el orden establecido. De ahí que la paz de Jesús deba definirse muchas veces en contra de las relaciones familiares al producir un profundo cuestionamiento de las relaciones humanas.

Porque la sociedad, en la que se proclama el mensaje, está impregnada de violencia, el mensaje como deslealtad al ordenamiento existente y como subversión a lo que ese ordenamiento llama valores.

De ahí la necesidad de una decisión que puede acarrear la división en la propia familia. De esta forma se indica que la principal lealtad del discípulo de Jesús tiene que comprobarse en su relación con el mismo Jesús, ya que su lealtad al mensaje de Jesús debe estar por encima de toda otra lealtad, incluida la familiar.

En el v.39 contrapone Mateo el perder y el encontrar la vida en una aparente contradicción. El intento de encontrar, hacer suya, reservar para sí la propia vida, producirá la pérdida de la misma.

Desentenderse de las exigencias del mensaje buscando la comodidad o encubriendo los conflictos conduce a la ruina personal. Por el contrario, quien es capaz de arriesgar la vida por Jesús encontrará su realización plena.

El mensaje del Evangelio coloca al discípulo en conflicto irreducible con aquellos, que han construido las relaciones sociales sobre el fundamento del poder, del prestigio y de las riquezas. Este conflicto puede presentarse igualmente en el entorno familiar y en la propia intimidad personal. La fidelidad a Jesús exigirá constantemente una proclamación, que desenmascare el egoísmo, raíz de las injusticia

ENTRA EN TU INTERIOR

DISPUESTOS A SUFRIR

El que no toma su cruz.

Jesús no quería ver sufrir a nadie. El sufrimiento es malo. Jesús nunca lo buscó ni para sí mismo ni para los demás. Al contrario, toda su vida consistió en luchar contra el sufrimiento y el mal que tanto daño hacen a las personas.

Las fuentes lo presentan siempre combatiendo el sufrimiento que se esconde en la enfermedad, las injusticias, la soledad, la desesperanza o la culpabilidad. Así fue Jesús: un hombre dedicado a eliminar el sufrimiento, suprimir injusticias y contagiar fuerza para vivir.

Pero buscar el bien y la felicidad para todos trae muchos problemas. Jesús lo sabía por experiencia. No se puede estar con los que sufren y buscar el bien de los últimos, sin provocar el rechazo y la hostilidad de aquellos a los que no interesa cambio alguno. Es imposible estar con los crucificados y no verse un día «crucificado».

Jesús no lo ocultó nunca a sus seguidores. Empleó en varias ocasiones una metáfora inquietante que Mateo ha resumido así: «El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí». No podía haber elegido un lenguaje más gráfico. Todos conocían la imagen terrible del condenado que, desnudo e indefenso, era obligado a llevar sobre sus espaldas el madero horizontal de la cruz hasta el lugar de la ejecución donde esperaba el madero vertical fijado en tierra.

«Llevar la cruz» era parte del ritual de la crucifixión. Su objetivo era que el condenado apareciera ante la sociedad como culpable, un hombre indigno de seguir viviendo entre los suyos. Todos descansarían viéndolo muerto.

Los discípulos trataban de entenderle. Jesús les venía a decir más o menos lo siguiente: «Si me seguís, tenéis que estar dispuestos a ser rechazados. Os pasará lo mismo que a mí. A los ojos de muchos, pareceréis culpables. Os condenarán. Buscarán que no molestéis. Tendréis que llevar vuestra cruz. Entonces os pareceréis más a mí. Seréis dignos seguidores míos. Compartiréis la suerte de los crucificados. Con ellos entraréis un día en el reino de Dios». Llevar la cruz no es buscar «cruces», sino aceptar la «crucifixión» que nos llegará si seguimos los pasos de Jesús. Así de claro.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

El amor puramente teórico no tiene ninguna consistencia.

Un vaso de agua puede ser la manifestación del amor más auténtico.

No tiene importancia ninguna lo que hagas.

Lo que vale de veras es la actitud de entrega en lo que hagas.

No debo darme a los demás por Dios, ni siquiera por los demás, ni por mí mismo.

Mientras lo que hago tenga un motivo, no he alcanzado la esencia del mensaje de Jesús.

Mientras no hayas comprendido el mensaje, tendrás que seguir haciendo "el bien" por programación.

Cuando te identifiques con la fuente, el agua manará de ti espontáneamente.

ORACIÓN

Señor Dios, que mediante la gracia de la adopción filial quisiste que fuéramos hijos de la luz, concédenos que no nos dejemos envolver en las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre vigilantes en el esplendor de la verdad.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)



Imagen para colorear.



domingo, 14 de junio de 2020

21 DE JUNIO: XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO A


“No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue
a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.”

21 DE JUNIO

XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Jeremías 20,10-13

El Señor ha salvado la vida de su pobre de la mano de los malvados.

Salmo 68

Escúchame, Señor, porque eres bueno

2ª Lectura: Romanos 5,12-15

El don de Dios supera con mucho al delito.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo 10,26-33

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.
Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.
Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.
Ustedes tienen contados todos sus cabellos.
No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.
Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres."

REFLEXIÓN

El “no tengáis miedo”, que hoy escucharemos una y otra vez en el evangelio, está encuadrado en el contexto de la misión. Jesús acaba de decir a sus seguidores que les perseguirán y les encarcelarán.

Sin embargo, está claro que la advertencia podemos aplicarla a todas las situaciones de miedo paralizante que podemos encontrar en la vida. No sólo porque Jesús dice lo mismo en otros contextos, sino porque así lo insinúan las bellísimas imágenes de los gorriones y los cabellos.

El miedo es un sentimiento que surge en el hombre ante un estímulo que interpreta como peligroso para su subsistencia. Es un logro de la evolución y por lo tanto bueno. Su objeto primero es defendernos; sea huyendo, sea dando energía para enfrentarse a la amenaza.

Pero el ser humano puede ser presa de un miedo aprendido racionalmente, que le impide desplegar su humanidad. Este miedo artificial, en lugar de defender, aniquila. Este miedo es lo más contrario que podamos imaginar a la fe-confianza.

¿Por qué tenemos miedo? Anhelamos lo que no podemos conseguir y surge en nosotros el miedo de no alcanzarlo. No estamos seguros de poder conservar lo bueno que creemos tener y surge el temor. El miedo racional es la consecuencia de nuestros apegos.

Creemos ser lo que no somos y quedamos enganchados a ese falso “yo”. No hemos descubierto lo que realmente somos y por eso nos apegamos a una quimera inconsistente.

Jesús dijo: “La verdad os hará libres”. Todos los miedos son causa de la ignorancia. Si conociéramos nuestro verdadero ser, no habría lugar para el miedo que nos impide ser nosotros mismos. Si no experimentamos por nosotros mismos la realidad que nos fundamenta, estaremos siempre intranquilos y surgirán los miedos.

Si Jesús nos invita a no tener miedo, no es porque nos prometa un camino de rosas. No se trata de confiar en que no me pasará nada desagradable, o de que si algo malo sucede, alguien me sacará del apuro.

Se trata de una seguridad que permanece intacta en medio de las dificultades, sabiendo que los contratiempos no pueden anular tu ser. Dios no es la garantía de que todo va a ir bien, sino la seguridad de que Él estará ahí en todo caso.

La confianza no surge de un voluntarismo a toda prueba, sino de un conocimiento cabal de lo que Dios es para nosotros. Aceptar nuestras limitaciones y descubrir nuestras verdaderas posibilidades, es el único camino para llegar a la total confianza.

La confianza es la primera consecuencia de salir de uno mismo y descubrir que mi fundamento no depende de mí. El hecho de que mi ser no dependa de mí, no es una pérdida, sino una ganancia, porque depende de lo que es mucho más seguro que yo mismo. Mi pasado es Dios mismo, mi futuro es también Dios; mi presente está en manos de Dios y no tengo nada que temer.

Hablar de una verdadera confianza en Dios es meternos en un terreno muy peligroso, porque nos obliga a salir de las falsas imágenes que tenemos de Dios.

Confiar en Dios es confiar en nuestro propio ser, en la vida, en lo que somos de verdad. No se trata de confiar en un ser que está fuera de nosotros y que puede darnos, desde fuera, aquello que nosotros anhelamos. Se trata de descubrir que Dios es el fundamento de mi propio ser y que puedo estar tan seguro de mí mismo como Dios está seguro de sí.

Por grande que sea el motivo para temer, siempre será mayor el motivo para confiar. Confiar en Dios es aceptar la realidad que Él quiso, tal como la quiso. Confiar en Dios no es esperar su intervención desde fuera para que rectifique la creación. Es entrar en la dinámica de la creación y no violentarla.

Es dejarse llevar por la energía de la vida que sabe perfectamente a donde tiene que llevarme. Es dejar que la vida fluya por los cauces que le ha preparado su creador, y no por los que una criatura, que se cree la reina de la creación, quiere llevarle.

Hay que tener mucho cuidado, porque a veces los hombres están en contra nuestra, no porque seguimos a Jesús, sino por habernos apartado del evangelio.

Por eso mismo, tenemos que confiar totalmente en él, porque nada puede cambiar de su amor y compromiso con los hombres. La causa de Dios es la causa del hombre.

No nos engañemos, ponerse de parte de Jesús es ponerse de parte del hombre, sobre todo del marginado. Dios no está desde fuera manejando a capricho su creación. Está implicado en ella. Su voluntad es eterna e inmutable, pero no es algo añadido a la creación, sino la misma creación.

Jesús nos invita a no tener miedo de nada ni de nadie. Ni de las cosas, ni de Dios, ni siquiera de ti mismo. El miedo a no ser suficientemente bueno, es la tortura de los más religiosos.

Todos los miedos se resumen en el miedo a la muerte. Si fuésemos capaces de perder el miedo a la muerte, seríamos capaces de vivir en plenitud. Todo lo que tememos perder con la muerte, es lo que teníamos que aprender a abandonar durante la vida.

La muerte sólo nos arrebata lo que hay en nosotros de contingente, de individual, de terreno, de egoísmo. Temer la muerte es temer perder todo eso. Es un contrasentido intentar alcanzar la plenitud y seguir temiendo la muerte.

En el evangelio está hoy muy claro. Aunque te quiten la vida, ¿qué te quitan en realidad? Lo que te arrebatan es lo que no eres.

ENTRA EN TU INTERIOR

SIN MIEDO

El recuerdo de la ejecución de Jesús estaba todavía muy reciente. Por las comunidades cristianas circulaban diversas versiones de su Pasión. Todos sabían que era peligroso seguir a alguien que había terminado tan mal. Se recordaba una frase de Jesús: «El discípulo no está por encima de su maestro». Si a él le han llamado Belcebú, ¿qué no dirán de sus seguidores?
Jesús no quería que sus discípulos se hicieran falsas ilusiones. Nadie puede pretender seguirle de verdad, sin compartir de alguna manera su suerte. En algún momento, alguien lo rechazará, maltratará, insultará o condenará. ¿Qué hay que hacer?

La respuesta le sale a Jesús desde dentro: «No les tengáis miedo». El miedo es malo. No ha de paralizar nunca a sus discípulos. No han de callarse. No han de cesar de propagar el mensaje de Jesús por ningún motivo.

Jesús les va a explicar cómo han de situarse ante la persecución. Con él ha comenzado ya la revelación de la Buena Noticia de Dios. Deben confiar. Lo que todavía está «encubierto» y «escondido» a muchos, un día quedará patente: se conocerá el Misterio de Dios, su amor al ser humano y su proyecto de una vida más feliz para todos.

Los seguidores de Jesús están llamados a tomar parte activa desde ahora en ese proceso de revelación: «Lo que yo os digo de noche, decidlo en pleno día». Lo que les explica al anochecer, antes de retirarse a descansar, lo tienen que comunicar sin miedo «en pleno día». «Lo que yo os digo al oído, pregonadlo desde los tejados». Lo que les susurra al oído para que penetre bien en su corazón, lo tienen que hacer público.

Jesús insiste en que no tengan miedo. «Quien se pone de mi parte», nada ha de temer. El último juicio será para él una sorpresa gozosa. El juez será «mi Padre del cielo», el que os ama sin fin. El defensor seré yo mismo, que «me pondré de su parte». ¿Quién puede infundirnos más esperanza en medio de las pruebas?

Jesús imaginaba a sus seguidores como un grupo de creyentes que saben «ponerse de su parte» sin miedo. ¿Por qué somos tan poco libres para abrir nuevos caminos más fieles a Jesús? ¿Por qué no nos atrevemos a plantear de manera sencilla, clara y concreta lo esencial del evangelio?

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

¡No tengas miedo!

Si analizas detenidamente tus miedos, descubrirás dos cosas: que no has hecho tuya la salvación que Jesús te ofrece y que sigues buscando la salvación donde no está.

Si has conseguido no temer a los hombres, pero sigues temiendo a Dios, en vez de avanzar en tu liberación, te has metido por un callejón oscuro y sin salida.

Jesús deja muy claro en el evangelio que no debes temer a nada ni a nadie. Esto último es lo más difícil, porque supone desapego total.

No sigas pensando que tienes que ser bueno para alcanzar la salvación.

Tienes que sentirte ya salvado para ser mejor.  



ORACIÓN
Renovados, Señor, por el alimento del sagrado Cuerpo y la preciosa Sangre de tu Hijo, concédenos que lo que realizamos con asidua devoción, lo recibamos convertido en certeza de redención.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)


Imagen para colorear




lunes, 8 de junio de 2020

14 DE JUNIO: SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR.


“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.

14 DE JUNIO

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR

(EN ESPAÑA Y EN OTROS PAÍSES:

DÍA NACIONAL DE CARIDAD)

1ª Lectura: Deuteronomio 8,2-3.14-16

Te di un alimento que ni tú ni tus padres conocían.

Salmo 147

Bendito sea el Señor.

2ª Lectura: 1 Corintios 10,16-17

El pan es uno y los que comemos de ese pan formamos un solo cuerpo.

EVANGELIO DEL DÍA

Juan 6,51-58

“Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre y el pan que yo daré es mi carne para que el mundo tenga vida".
Los judíos discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”. Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida. Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi carne es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.

REFLEXIÓN

La Iglesia vive de la Eucaristía: el amor de Cristo reúne a los hijos de Dios, se ofrece por ellos, los alimenta, los envía. Y se ha de conocer que han participado en tan grande sacramento por el amor que ofrecen a sus hermanos de toda raza, pueblo y nación.

Dar la vida y entregarse con generosidad a favor de los demás, es la prueba más evidente y grande del amor: La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más grande que la muerte. Amor inagotable que sale al encuentro del corazón del hombre.

La Eucaristía celebrada y vivida, se convierte en escuela de amor, pues está evidenciando en la entrega de Cristo, el valor del hombre ante Dios. La Eucaristía actualiza el servicio de Cristo que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida en rescate por todos, y es lugar de renovación de la misión de la Iglesia, sobre todo a favor de los más necesitados.

Quien coma de este pan vivirá para siempre, nos dice Jesús. Comer de este pan de la Eucaristía es exigencia de compartir. Comer de este pan, significa que no debe haber nunca un pobre debajo de nuestra mesa comiendo las migajas que caen de ella, sino sentado a nuestro lado.

En el día final seremos juzgados y reconocidos por cuanto se haya hecho en el amor y servicio a los demás: tuve hambre y me diste de comer.... Si Cristo se ofrece de una manera tan sacrificada en la eucaristía, el que come de este pan santo ha de entregarse por los demás.

La Eucaristía ha de llevarnos a ponernos junto a las esperanzas y angustias de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, particularmente de los pobres. Nada de lo auténticamente humano debe dejarnos indiferentes.

El cristiano es el que siente como suyas las alegrías, las tristezas, los sufrimientos, los dolores de los demás.

El cristiano es el que sabe llorar con el que llora, reír con el que ríe, sufrir con el que sufre.

Por eso no podemos separar Eucaristía y Caridad, no somos una ONG. Nuestro ejercicio de la solidaridad y de la caridad es consecuencia de nuestro ser cristiano, es consecuencia del amor derramado en nuestros corazones por Cristo Jesús, que en el sacramento eucarístico se hace alimento para el camino y primicia de vida eterna.

Por eso, compartir con los demás, no es sólo un gesto solidario, sino también expresión del amor fraterno que, como gracia y favor de Dios, se ha recibido. Es una forma de manifestar la gratitud a Dios, que nos ha dado los bienes de mundo y la gracia de tener el corazón abierto al amor de los demás.

Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros. La caridad no es una simple ayuda, sino la expresión del amor de Dios. En esto se manifestará que hemos conocido a Dios y que hemos pasado de la muerte a la vida, en que amamos a los hermanos.

El amor fraterno es la señal luminosa del amor de Dios. Si con Dios se vive, con su amor se ama y se sirve a los demás.

¿Cómo no vamos a amar a nuestros hermanos habiendo sido nosotros amados de tal manera por Dios que nos ha dado a su propio Hijo?

Los cristianos tenemos un testamento nuevo, un sacrificio nuevo, un mandamiento nuevo, un alimento nuevo. Esto nos tiene que convertir en hombres nuevos capaces de crear una nueva humanidad, una nueva civilización del amor.

Y es precisamente en la Eucaristía donde resplandece y continua en el tiempo esa novedad del misterio pascual y del amor fraterno y universal.

La Eucaristía es acción de gracias y la caridad reconocimiento. Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos.

La Eucaristía es alabanza de las maravillas de dios, la caridad, hacer vivo el amor de Cristo: amaos los unos a los otros como yo os he amado.

La Eucaristía es sacrificio y la caridad amor en la entrega: aunque me dejara quemar vivo, si no tengo caridad de nada me sirve, dice Pablo en primera Corintios 13.

La Eucaristía es presencia escondida. La caridad es coherencia y sinceridad: el que no ama a su hermano a quién ve, cómo va a amar a Dios al que no ve.

La Eucaristía, en fin, es fuente y cima de la vida cristiana. Y la caridad es la señal de que somos reconocidos como discípulos de Cristo: en esto se conocerá que sois discípulos míos, en el amor que exista entre vosotros.

Esta será la medida con la que nos medirán en el último día.

Esperamos, por la misericordia de Dios, escuchar en aquel momento, las palabras: Venid benditos de mi Padre, heredad el reino que os tenía preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, estuve enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.

Y ojalá respondamos: bendito tú, Señor, porque yo era el hambriento y me diste el pan del cielo que es tu cuerpo. Porque yo era el sediento y me diste a beber la copa de tu sangre. Porque yo estaba desnudo y me vestiste con traje de fiesta.

ENTRA EN TU INTERIOR

LO DECISIVO ES TENER HAMBRE

El evangelista Juan utiliza un lenguaje muy fuerte para insistir en la necesidad de alimentar la comunión con Jesucristo. Sólo así experimentaremos en nosotros su propia vida. Según él, es necesario comer a Jesús: «El que me come a mí, vivirá por mí».

El lenguaje adquiere un carácter todavía más agresivo cuando dice que hay que comer la carne de Jesús y beber su sangre. El texto es rotundo. «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él».

Este lenguaje ya no produce impacto alguno entre los cristianos. Habituados a escucharlo desde niños, tendemos a pensar en lo que venimos haciendo desde la primera comunión. Todos conocemos la doctrina aprendida en el catecismo: en el momento de comulgar, Cristo se hace presente en nosotros por la gracia del sacramento de la eucaristía.

Por desgracia, todo puede quedar más de una vez en doctrina pensada y aceptada piadosamente. Pero, con frecuencia, nos falta la experiencia de incorporar a Cristo a nuestra vida concreta. No sabemos cómo abrirnos a él para que nutra con su Espíritu nuestra vida y la vaya haciendo más humana y más evangélica.

Comer a Cristo es mucho más que adelantarnos distraídamente a cumplir el rito sacramental de recibir el pan consagrado. Comulgar con Cristo exige un acto de fe y apertura de especial intensidad, que se puede vivir sobre todo en el momento de la comunión sacramental, pero también en otras experiencias de contacto vital con Jesús.

Lo decisivo es tener hambre de Jesús. Buscar desde lo más profundo encontrarnos con él. Abrirnos a su verdad para que nos marque con su Espíritu y potencie lo mejor que hay en nosotros. Dejarle que ilumine y transforme las zonas de nuestra vida que están todavía sin evangelizar.

Entonces, alimentarnos de Jesús es volver a lo más genuino, lo más simple y más auténtico de su Evangelio; interiorizar sus actitudes más básicas y esenciales; encender en nosotros el instinto de vivir como él; despertar nuestra conciencia de discípulos y seguidores para hacer de él el centro de nuestra vida. Sin cristianos que se alimenten de Jesús, la Iglesia languidece sin remedio.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

“Oh banquete precioso y admirable”. Ningún banquete más sabroso y nutritivo, porque el mismo Cristo es el plato fuerte. Cristo es el que nos invita a comer y es nuestra comida. El hombre puede alimentarse de Dios.

Al alimentarnos de Cristo, recibimos su fuerza y su energía: “Este es el pan bajado del cielo, para que el hombre coma de él y no muera”. Al alimentarnos de Cristo, recibimos tal plenitud de vida, que superamos todo tipo de muerte: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna”. Al alimentarnos de Cristo, se realiza una unión íntima con Cristo alimento: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en Mí y yo en él”.

“Por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales” (Santo Tomás de Aquino: Opusc. 57,1-4).

ORACIÓN

Concédenos, Señor Jesucristo, disfrutar eternamente del gozo de tu divinidad que ahora pregustamos, en la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)



Imagen para colorear.