domingo, 31 de julio de 2022

7 DE AGOSTO: XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre

ha tenido a bien daros el reino.”

7 DE AGOSTO

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ©

1ª Lectura: Sabiduría: 18,6-9

Castigaste a nuestros adversarios

y a tus elegidos nos cubriste de gloria.

Salmo 32:

“Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad”

2ª Lectura: Hebreos: 11,1-2-8-19

Esperaban la ciudad de sólidos cimientos,

cuyo arquitecto y constructor es Dios.

PALABRA DEL DÍA

Lucas: 12,32-48

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes, y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acercan los ladrones ni la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre. Pedro le  preguntó: -Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos? El Señor le respondió: -¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quién su amo al llegar lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa.: “Mi amo tarda en llegar, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse; llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y está dispuesto a ponerlo por obra, recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.

Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla.

Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.

Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas.

Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.

¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo.

¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!

Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.

Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada".

Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?".

El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?

¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!

Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.

Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse,

su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.

El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.

Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.”

REFLEXIÓN

Dos breves comparaciones de Jesús aluden a la necesidad de vigilar constantemente, sobre todo en los momentos más críticos de la vida. Cuando el joven dueño de la finca vuelva, avanzada la noche, después de haber celebrado su boda, los criados han de estar atentos para recibirle con los honores que corresponda. La misma vigilancia ha de mantener toda persona que sospeche que puede ser asaltada de noche por un ladrón.

De la misma manera sucederá con el Hijo del Hombre; llegará como el novio o el ladrón en cualquier momento, en el más crítico, cuando uno menos se lo imagine. Entonces, no queda más remedio que estar preparados. Feliz el hombre que nunca baja su guardia.

La parábola alude a que el hombre no es el dueño absoluto de su vida, sino tan sólo un administrador. En efecto, hemos recibido la vida de Dios, una vida que se relaciona con los demás miembros de la comunidad humana. Por lo tanto, ni cabe la pereza ni el derroche. Estamos en el mundo cumpliendo un servicio, que si es servicio al Reino de Dios, es por eso mismo, servicio a la humanidad. De ahí la responsabilidad histórica de cada hombre.

La pereza es el pecado “profesional” del hombre: es negarse a ser más hombre, a crecer interiormente, a dar más, a soportar más a la comunidad. También es negarse o limitarse en la propia capacitación, tanto en el plano individual como en el familiar, profesional, cultural, etc.

La bondad del hombre no radica en el slogan “no hacer mal a nadie”, sino en vivir intensamente la vida como un servicio positivo a la comunidad, de la misma forma que nosotros somos alguien porque otros hicieron algo positivo por nosotros.

Ante la pregunta de los apóstoles, Jesús subraya que cada hombre debe administrar su existencia de tal modo que pueda sentirse responsable de su vida. Y no puede haber responsabilidad cuando otros organizan nuestra vida, o cuando hacemos algo sin saber por qué ni para qué. Entonces caemos en la postura de Marta, ahogada bajo el yugo de las cosas o de las circunstancias o de la estructuras.

Por eso, el juicio del Señor no se dará solamente al final de la vida, sino que se va realizando en la medida en que el hombre se enfrenta consigo mismo y juzga sus actos según su proyecto, proyecto fundamental que justifica su paso por la tierra. No somos niños pequeños que esperan el último día de clase para saber si hemos aprobado o nos han suspendido. Un cristiano maduro tiene que adquirir la capacidad para sentirse aprobado o reprobado por su propia conciencia en la medida que se siente bien o mal consigo mismo. En esta fidelidad a uno mismo está el secreto de la vigilancia cristiana. El que no es capaz de asumirla, debe ser vigilado por otros que asumen su responsabilidad y deciden por él. Es hora de que los cristianos nos liberemos de la tutela y de la vigilancia “de nuestros padres y mayores” –en un sentido amplio- para asumir la plena responsabilidad de nuestra vida.

Esta es la gran tarea de la educación cristiana, educación liberadora, y es, por lo mismo, tarea de nuestras celebraciones litúrgicas que también tienen que ser liberadoras.



ORA EN TU INTERIOR

LOS NECESITAMOS MÁS QUE NUNCA

Las primeras generaciones cristianas se vieron muy pronto obligadas a plantearse una cuestión decisiva. La venida de Cristo resucitado se retrasaba más de lo que habían pensado en un comienzo. La espera se les hacía larga. ¿Cómo mantener viva la esperanza? ¿Cómo no caer en la frustración, el cansancio o el desaliento?

En los evangelios encontramos diversas exhortaciones, parábolas y llamadas que sólo tienen un objetivo: mantener viva la responsabilidad de las comunidades cristianas. Una de las llamadas más conocidas dice así: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas». ¿Qué sentido pueden tener estas palabras para nosotros, después de veinte siglos de cristianismo?

Las dos imágenes son muy expresivas. Indican la actitud que han de tener los criados que están esperando de noche a que regrese su señor, para abrirle el portón de la casa en cuanto llame. Han de estar con «la cintura ceñida», es decir, con la túnica arremangada para poder moverse y actuar con agilidad. Han de estar con «las lámparas encendidas» para tener la casa iluminada y mantenerse despiertos.

Estas palabras de Jesús son también hoy una llamada a vivir con lucidez y responsabilidad, sin caer en la pasividad o el letargo. En la historia de la Iglesia hay momentos en que se hace de noche. Sin embargo, no es la hora de apagar las luces y echarnos a dormir. Es la hora de reaccionar, despertar nuestra fe y seguir caminando hacia el futuro, incluso en una Iglesia vieja y cansada.

Uno de los obstáculos más importantes para impulsar la transformación que necesita hoy la Iglesia es la pasividad generalizada de los cristianos. Desgraciadamente, durante muchos siglos los hemos educado, sobre todo, para la sumisión y la pasividad. Todavía hoy, a veces parece que no los necesitamos para pensar, proyectar y promover caminos nuevos de fidelidad hacia Jesucristo.

Por eso, hemos de valorar, cuidar y agradecer el despertar de una nueva conciencia en muchos laicos y laicas que viven hoy su adhesión a Cristo y su pertenencia a la Iglesia de un modo lúcido y responsable. Es, sin duda, uno de los frutos más valiosos del Vaticano II, primer concilio que se ha ocupado directa y explícitamente de ellos.

Estos creyentes pueden ser hoy el fermento de unas parroquias y comunidades renovadas en torno al seguimiento fiel a Jesús. Son el mayor potencial del cristianismo. Los necesitamos más que nunca para construir una Iglesia abierta a los problemas del mundo actual, y cercana a los hombres y mujeres de hoy.

 José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Como creyentes, nuestra forma de estar en el mundo es la de ser testigos de una experiencia de encuentro con el crucificado resucitado: Jesús está vivo. Y los que nos miran nos han de ver como, los buscadores de una vida coherente con esa experiencia, que la explicitamos en los ambientes que vivimos y en las tareas que realizamos y que algunos de los que están a nuestro lado acogen esa buena Noticia y se disponen a vivirla.

Esto supone hoy, en el contexto de una nueva ciudad cada día más anónima, secularizada e indiferente ante las grandes preguntas de sentido y aplastada por los medios de comunicación manipuladores y aplastantes del protagonismo de las personas, la creación de un nuevo marco de comunidades creyentes.

ORACIÓN FINAL

Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre, aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO




domingo, 24 de julio de 2022

31 DE JULIO: XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque

uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”

31 DE JULIO

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ©

1ª Lectura: Eclesiastés: 1,2; 2,21-23

¿Qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos?

Salmo 89:

Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

2ª Lectura: Colosenses 3,1-5.9-11

Busquen los bienes del cielo, donde está Cristo.

PALABRA DEL DÍA

Lucas: 12,13-21

“En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: -Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia, Él le contestó: -Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? Y dijo a la gente: -Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes. Y les propuso una parábola: -Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos. ¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha. Y se dijo: Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: “Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe, y date buena vida:” Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado ¿de quién será?” Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.”

Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Uno de la multitud le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia".

Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?".

Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas".

Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho,

y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'.

Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes,

y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'.

Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'.

Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".

REFLEXIÓN

El evangelio nos trae un caso real y una parábola que generaliza el caso.

Ante el requerimiento de alguien que le pedía a Jesús que lo ayudara con su prestigio para la solución del litigio que mantenía con su hermano por la herencia, Jesús se negó rotundamente, ya que –según explicó- no había sido enviado para ser árbitro o juez de conflictos económicos, jurídicos o sociales.

Sin forzar el significado de este hecho, resulta evidente, a la luz de cuanto ya hemos reflexionado sobre la misión de Jesús y de sus discípulos, que es solamente el interés del Reino de Dios lo que mueve a Jesús y lo que debe mover a la Iglesia, que debe dejar a la propia gente interesada la solución concreta de sus problemas y conflictos. Jesús renuncia a cualquier forma de paternalismo y demagogia.

Esta negativa de Jesús no debe entenderse en el sentido de que estas cuestiones no tengan ninguna relación con el Reino de Dios, dicho de otra manera: la predicación de Jesús constituye un fundamento para la ética social, pero no es un código para resolver cualquier problema particular.

La parábola de Jesús que explica por qué hay que cuidarse de la codicia, nos da el criterio del reino de Dios frente a la posible adquisición de bienes, vengan éstos por herencia o por trabajo personal.

Jesús desarrolla y perfecciona el criterio del Eclesiastés –libro escrito unos doscientos años antes de Jesús- con su característico pesimismo sobre la vida. Hoy no podemos pensar sin más que el trabajo no tiene sentido, ni siquiera que la adquisición de bienes o dinero no lo tenga. La reflexión sobre los valores humanos, sobre el cuerpo y sobre las realidades físicas relacionadas con el hombre, ha avanzado lo suficiente como para que, por no caer en un crudo materialismo, no nos vayamos al extremo opuesto de un angelical misticismo.

Por eso Jesús contrapone dos tipos de riqueza: La riqueza que se transforma en objetivo final del hombre, alienándolo y embruteciéndolo, y la riqueza del hombre en sí mismo que emplea todo cuanto tiene y es al servicio de la riqueza del espíritu. Por este motivo se habla de la “codicia” que es la alienación total de la actividad humana.

Los cristianos afirmamos genéricamente que Jesucristo da sentido a nuestra vida, o, como decía Pablo: “Para mí, la vida es Cristo”. Sin embargo, no basta esta genérica expresión para que las cosas cambien mucho. Se necesita la reflexión de cada uno para preguntarse si se refiere al Cristo del Evangelio, por un lado, y para ver qué implica vivir hoy y aquí conforme a Cristo, imagen del Padre y prototipo del hombre nuevo, por otro. Siguiendo con el caso de hoy, podríamos preguntarnos qué debiera hacerse para que tanto los bienes materiales, como los culturales, artísticos, científicos, etc., constituyan un bien de cada hombre, como una forma práctica y concreta de vivir aquello de “amar al prójimo como a uno mismo”.

En fin, que, si sacáramos todas las consecuencias de estas breves reflexiones evangélicas, tendríamos motivo suficiente para afirmar nuestra confianza en la proyección humana del evangelio y para iniciar ese cambio que nuestra sociedad tanto requiere.



ENTRA EN TU INTERIOR

Contra la insensatez

Cada vez sabemos más de la situación social y económica que Jesús conoció en la Galilea de los años treinta. Mientras en las ciudades de Séforis y Tiberíades crecía la riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se quedaban sin tierras y los terratenientes construían silos y graneros cada vez más grandes.

En un pequeño relato, conservado por Lucas, Jesús revela qué piensa de aquella situación tan contraria al proyecto querido por Dios, de un mundo más humano para todos. No narra esta parábola para denunciar los abusos y atropellos que cometen los terratenientes, sino para desenmascarar la insensatez en que viven instalados.

Un rico terrateniente se ve sorprendido por una gran cosecha. No sabe cómo gestionar tanta abundancia. “¿Qué haré?”. Su monólogo nos descubre la lógica insensata de los poderosos que solo viven para acaparar riqueza y bienestar, excluyendo de su horizonte a los necesitados.

El rico de la parábola planifica su vida y toma decisiones. Destruirá los viejos graneros y construirá otros más grandes. Almacenará allí toda su cosecha. Puede acumular bienes para muchos años. En adelante, solo vivirá para disfrutar: ”túmbate, come, bebe y date buena vida”. De forma inesperada, Dios interrumpe sus proyectos: “Imbécil, esta misma noche, te van a exigir tu vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?

Este hombre reduce su existencia a disfrutar de la abundancia de sus bienes. En el centro de su vida está solo él y su bienestar. Dios está ausente. Los jornaleros que trabajan sus tierras no existen. Las familias de las aldeas que luchan contra el hambre no cuentan. El juicio de Dios es rotundo: esta vida solo es necedad e insensatez.

En estos momentos, prácticamente en todo el mundo está aumentando de manera alarmante la desigualdad. Este es el hecho más sombrío e inhumano: ”los ricos, sobre todo los más ricos, se van haciendo mucho más ricos, mientras los pobres, sobre todo los más pobres, se van haciendo mucho más pobres” (Zygmunt Bauman).

Este hecho no es algo normal. Es, sencillamente, la última consecuencia de la insensatez más grave que estamos cometiendo los humanos: sustituir la cooperación amistosa, la solidaridad y la búsqueda del bien común de la Humanidad por la competición, la rivalidad y el acaparamiento de bienes en manos de los más poderosos del Planeta.

Desde la Iglesia de Jesús, presente en toda la Tierra, se debería escuchar el clamor de sus seguidores contra tanta insensatez, y la reacción contra el modelo que guía hoy la historia humana.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Hermanos: “Despojados de la vieja condición humana, con sus obras, y revestidos de la nueva condición, que se va renovando como imagen de su creador, hasta llegar a conocerlo.”

El apóstol Pablo nos invita hoy a centrarnos en la consideración de lo que es esencial en nuestra vida, para que todo lo que hagamos esté regido por el testimonio y las palabras de Jesucristo que “es la síntesis de todo y está en todos.”

Sólo así podremos vigilar el don maravilloso de la nueva vida a la que hemos sido iniciados por la fe.

ORACIÓN FINAL

Señor, que nos has resucitado con Cristo, haz que, buscando los bienes de arriba, donde está Cristo sentado a tu derecha, aspiremos a los bienes que nos enriquecen interiormente y que crean en el mundo un orden de paz y de justicia.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO



 

 


domingo, 17 de julio de 2022

24 DE JULIO: XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu nombre…”

24 DE JULIO

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO ©

1ª Lectura: Génesis: 18,20-22

No se enfade mi Señor, si sigo hablando.

Salmo 137

Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.

2ª Lectura: Colosenses: 2,12-14

Les dio a ustedes una vida nueva con Cristo,

perdonándoles sus pecados.

PALABRA DEL DÍA

Lucas: 11,1-13

“Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: -Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos: El les dijo: -Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.” Y les dijo –Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene durante la medianoche para decirle: “amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.” Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes: la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme para dártelos,” Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien busca, halla, y al que llama, se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el espíritu Santo a los que se lo piden?

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".

El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".

Jesús agregó: "Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle', y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'.

Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.

También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.

Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.

¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?

Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan".

REFLEXIÓN

Durante estos domingos la liturgia pone el acento en el tema de la vigilancia cristiana. Para conservar el don precioso de la vida nueva, el evangelio del domingo pasado nos alertaba sobre la necesidad de reforzar nuestra vida interior y la escucha serena de la palabra de Jesús. Hoy nos encontramos con el segundo elemento de esta vigilancia: la oración.

¿Qué quiere decir orar? ¿Cómo orar? ¿Para qué orar?

Lucas es el evangelista de la oración y ve a Jesús como el gran orante en permanente diálogo con el Padre. Sobre todo en los momentos importantes de su vida, nos muestra a Jesús que se retira a algún lugar solitario para orar a su Padre. Así ora en su bautismo, en el desierto, antes de la elección de los Doce, en la transfiguración, antes de la multiplicación de los panes, en la noche de la traición, en la cruz: “Orad para no caer en la tentación”.

Pero, ¿cómo rezar? Los apóstoles sabían por supuesto las oraciones de todo piadoso judío, pero temían quedarse en puras fórmulas. Además, necesitaban una oración que los caracterizara como discípulos y comunidad de Jesús.

Siguiendo a Lucas, vamos a tratar de descubrir no sólo lo que significa el Padre Nuestro, sino todo lo que lleva implícito como auténtica oración. El Padre Nuestro no sólo es una oración digna de ser puesta en nuestros labios, sino que también nos da los criterios para que cualquier oración sea auténtica. Por eso, más que una reflexión, esto quiere ser una oración que desglose el sentido de la oración del Señor.

Tengamos en cuenta que la fórmula que comúnmente empleamos no es la de Lucas sino la de Mateo, un poco más ampliada y extensa con siete invocaciones en lugar de cinco.

Padre. Es hermoso comenzar así: “padre”; no es un título honorífico ni majestuoso. Es la invocación confiada del hijo.

Debemos tomar conciencia de quienes somos nosotros y quién es Dios. Somos hombres, hijos suyos y hermanos en la misma fe. El es el Todo, lo Absoluto en nuestra vida.

Santificado sea tu nombre. Con esta invocación le estamos pidiendo a Dios que se manifieste a nosotros, que se muestre como nuestro Dios, que no se quede oculto, pues queremos verlo y conocerlo tal cual es, sin desfigurarlo con fantasías e imaginaciones burlas.

En este sentido, Jesús ha santificado el nombre de Dios porque nos ha revelado su verdadero rostro, sin desfigurarlo como hacemos a menudo cuando proyectamos en Dios nuestros pobres y miopes esquemas.

Por eso, el creyente se obliga a santificar el nombre de Dios, reconociéndolo como lo que es: Padre, Señor, Vida, Amor y Salvación.

En la plegaria del Padre Nuestro el cristiano, por una parte, pide a Dios que se le manifieste con su amor y salvación. Por otra, lo alaba, lo reconoce como su Señor, le agradece y le promete fidelidad. Santificar su nombre es manifestar el deseo de vivir en esa misma santidad, con su mismo espíritu que obra en nosotros el cambio del corazón.

Venga tu Reino. El Reino no es un lugar geográfico o cosa parecida, sino que es el mismo Dios en cuanto reina o vive manifestándose en medio de los hombres. Como agrega Mateo, ésta es la voluntad de Dios: que toda la humanidad se haga partícipe del Reino.

Como Jesús, el creyente comienza su oración pidiendo no algo para sí, sino poniéndose al servicio del reino de Dios, como vimos en domingos anteriores con los Doce y con los Setenta y dos discípulos. Por eso, su oración es comprometida.

Danos cada día nuestro pan del mañana. El lenguaje bíblico del pan significa todo lo que el hombre necesita para vivir: alimento, techo, cultura, educación, salud, trabajo, libertad, etc.

Y decimos “danos”, porque no puede haber verdadera oración mientras que no incluyamos a toda la humanidad en la mesa del pan. ¡Qué triste ver a tantos cristianos que rezan de noche el Padre Nuestro mientras especulan con los precios, acaparan productos básicos, trafican con el hambre de los necesitados, con la venta de armas a gobiernos dictatoriales, etc., para llenar sus arcas al precio del hambre y de la miseria de pueblos enteros!.

Por eso mismo, al pedir el pan, decimos “cada día”, porque el pan que hoy compartimos con los que no lo tienen es el signo evidente y practico de que ya viene el reino de Dios y su justicia… ¡Cuántos padrenuestros menos rezaríamos si solamente hiciéramos realidad esta breve frase que tanto repetimos con los labios: danos el pan cada día…!

Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo. Nuevo compromiso en esta invocación. Cada vez que pecamos faltamos al amor a la comunidad, por lo que quedamos en deuda con ella. Por tanto, recibir el perdón de Dios significa devolver a la comunidad lo que le hemos sustraído, sin contentarnos con un superficial arrepentimiento que deja las cosas como están. El perdón se produce en el mismo momento en que se compromete el cristiano que reza el Padre Nuestro. Nadie puede arreglar sus cuentas con Dios si no las arregla con el hermano. El perdón reconstruye, rehace, repara.

Y no nos dejes caer en tentación. En sentido bíblico la palabra tentación significa todo obstáculo, peligro, trampa o lazo tendido en el camino del hombre en marcha hacia su crecimiento. Esos obstáculos o tentaciones ponen a prueba al caminante que no debe dejarse sorprender, vigilando constantemente.

El cristiano no presume de sus fuerzas ni tienta a Dios colocándose en la boca del león. Consciente de su fragilidad, vigila sobre sí mismo y abre sus ojos porque cada día es una prueba a nuestro amor y a nuestra fidelidad al evangelio.



ENTRA EN TU INTERIOR

APRENDER LA CONFIANZA

Lucas y Mateo han recogido en sus respectivos evangelios unas palabras de Jesús que, sin duda, quedaron muy grabadas en sus seguidores más cercanos. Es fácil que las haya pronunciado mientras se movía con sus discípulos por las aldeas de Galilea, pidiendo algo de comer, buscando acogida o llamando a la puerta de los vecinos.

Probablemente, no siempre reciben la respuesta deseada, pero Jesús no se desalienta. Su confianza en el Padre es absoluta. Sus seguidores han de aprender a confiar como él: «Os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá». Jesús sabe lo que está diciendo pues su experiencia es ésta: «quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre».

Si algo hemos de aprender de Jesús en estos tiempos de crisis y desconcierto en su Iglesia es la confianza. No como una actitud ingenua de quienes se tranquilizan esperando tiempos mejores. Menos aún como una postura pasiva e irresponsable, sino como el comportamiento más evangélico y profético de seguir hoy a Jesús, el Cristo. De hecho, aunque sus tres invitaciones apuntan hacia la misma actitud básica de confianza en Dios, su lenguaje sugiere diversos matices.

«Pedir» es la actitud propia del pobre que necesita recibir de otro lo que no puede conseguir con su propio esfuerzo. Así imaginaba Jesús a sus seguidores: como hombres y mujeres pobres, conscientes de su fragilidad e indigencia, sin rastro alguno de orgullo o autosuficiencia. No es una desgracia vivir en una Iglesia pobre, débil y privada de poder. Lo deplorable es pretender seguir hoy a Jesús pidiendo al mundo una protección que sólo nos puede venir del Padre.

«Buscar» no es sólo pedir. Es, además, moverse, dar pasos para alcanzar algo que se nos oculta porque está encubierto o escondido. Así ve Jesús a sus seguidores: como «buscadores del reino de Dios y su justicia». Es normal vivir hoy en una Iglesia desconcertada ante un futuro incierto. Lo extraño es no movilizarnos para buscar juntos caminos nuevos para sembrar el Evangelio en la cultura moderna.

«Llamar» es gritar a alguien al que no sentimos cerca, pero creemos que nos puede escuchar y atender. Así gritaba Jesús al Padre en la soledad de la cruz. Es explicable que se oscurezca hoy la fe de no pocos cristianos que aprendieron a decirla, celebrarla y vivirla en una cultura premoderna. Lo lamentable es que no nos esforcemos más por aprender a seguir hoy a Jesús gritando a Dios desde las contradicciones, conflictos e interrogantes del mundo actual.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Orar es pedir, buscar, llamar a la puerta. De día y de noche. Sin cansarse nunca. Siempre hay que orar, y hasta tal punto que la oración se convierte en un estado y no sólo en una práctica ocasional. Orar es un modo de ser delante de Dios. ¡Pero hay dos maneras de insistir en la petición: la del importuno y la del enamorado! El primero sólo piensa en sí mismo; el otro está fascinado, y lo daría todo por el tesoro que ha descubierto. ¿Qué puerta se le cerrará? Si Dios espera de nosotros esta oración, es porque él se presenta como el tesoro de los tesoros, como el amigo más fiel. ¡Un amor de segunda mano, que se da por nada, no es amor!

Nuestra actitud orante debe ser “confianza”, “pedid y se os dará”, porque es Dios Padre quién nos conoce y escucha. Pero apunta también a nuestra propia disponibilidad, a nuestro esfuerzo: “Buscad y hallaréis” Y es que muchas veces en la oración tomamos conciencia de nuestra responsabilidad, medimos nuestras posibilidades, encontramos caminos de actuación. Además, Jesús nos abre a la colaboración con los demás en un doble sentido: “Llamad y se os abrirá” –salir de nuestra cerrazón solitaria-; y “tratad a los demás como queréis que ellos os traten”. Una oración así nunca falla. Si falla, nos enseña san Agustín a examinar a ver si no se debe a que “no pides como debes o pides lo que no debes.

Dios es tan bueno con nosotros que nos da aun lo que no pedimos, ni muchísimo menos merecemos: la Eucaristía. A manos llenas nos reparte el Señor el pan con el que comulga con nosotros y nos hace comulgar con todos los hermanos.

Pero hay que pedir sin desfallecer, pues quien capitula demasiado pronto demuestra que no tiene verdadera confianza. Dios quiere que se busque, porque siempre está más allá de lo que esperamos. Tenemos que llamar a su puerta durante mucho tiempo, porque dicha puerta se abre sobre un infinito que nunca se alcanza del todo. La verdadera actitud ante Dios –la oración en la vida- es la actitud del mendigo… un mendigo que se sabe amado y llamado a la Vida.

ORACIÓN FINAL (Sobre el Salmo 137)

Dios que te llamas Amor, amor eterno, amor fiel y poderosa ternura, ¡te damos gracias de todo corazón!

¡A ti debemos lo que somos, y tu promesa asegura nuestro porvenir! ¡Señor, no abandones la obra de tus manos! Dios que lo conoces todo, Dios único, nunca se ha oído decir que hayas rechazado al que te implora. ¡Bendito seas tú, a quien buscamos, porque te adelantaste a venir hasta nosotros!

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO.




viernes, 8 de julio de 2022

17 DE JULIO: XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“Marta, Marta; andas inquieta y nerviosa con tantas cosas;

sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán”

17 DE JULIO

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ©

1ª Lectura: Génesis 18,1-10

Señor, no pases junto a mí sin detenerte.

Salmo 14:

“Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?

2ª Lectura: Colosenses 1,24-28

Un designio secreto que Dios ha mantenido oculto

y que ahora ha revelado a su pueblo santo.

PALABRA DEL DÍA

Lucas: 10,38-42

“En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: -Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano. Pero el Señor le contestó: -Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.

Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.

Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude".

Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas,

y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".

REFLEXIÓN

Los textos evangélicos de este domingo y de los siguientes tienen como eje la siguiente idea central: si por Jesús hemos recibido el don precioso de la vida nueva, es justo que empleemos todos los medios para conservar, preservar y aumentar ese don. La Vida es un tesoro, pero frágil, y muchos son los peligros que la acechan.

El cristiano debe mantenerse en constante “vigilancia” interior para que su vida, su vida interior, no sucumba, sobre todo, bajo las preocupaciones diarias y el afán del lucro y riquezas.

Hoy se nos presentan las figuras prototípicas de dos hermanas: Marta y María, cuyo hermano, Lázaro, anticiparía en su muerte y vuelta a la vida el gran misterio de Jesucristo.

Marta y María son el caso concreto de muchas palabras que Jesús dijo sobre la importancia del reino y su justicia, sobre la actitud ante la palabra de Dios y sobre la constante vigilancia del hombre en la vida.

Marta vive desprevenida, atrapada entre sus cacharros, con la defensa descubierta. Ya no crece como mujer, ya no hay novedad alguna en su vida, constante rutina gris, interminable repetición de los mismos actos un día y otro. Es una mujer a la que se le han acabado las preguntas, los ideales y el afán de crecer.

María, en cambio, vigila el don precioso de su vida y de su fe. Sabe que las preocupaciones diarias pueden ahogarla, cosificarla y embrutecerla. Como el vigía de la torre, mira, camina, se detiene, piensa y mantiene constantemente el arma en la mano.

Por eso está a los pies del Señor: quiere aprender a ver la vida desde Dios, porque si Dios está realmente en su vida, la vida será Vida con mayúscula. Hará, quizá, lo mismo de siempre, pero con otro sentido; como persona será la dueña de sus actos, sabiendo cuándo tiene que perder algo para que no se pierda lo más importante.

En María, prototipo del discípulo, se manifiesta perfectamente los sentimientos del salmo 130: “Desde lo más profundo grito hacia ti, señor. Estén atentos tus oídos a la voz de mi plegaria… Yo espero en Dios, mi corazón espera y estoy pendiente de su palabra. Mi corazón está pendiente del Señor más que el centinela de la aurora, porque con dios está el amor y junto a él hay abundante salvación…”

Solo una cosa es necesaria: gozar la vida, con poco o con mucho. Es la única que tenemos; no hay segunda oportunidad. Ese es el lenguaje de este evangelio y para eso llega de improviso el Señor a nuestra casa: para que no estemos desprevenidos.

Con gran claridad lo dice Jesús en el Evangelio de Lucas un poco más adelante: “No andéis tan preocupados por la comida o el vestido; no os obsesionéis tanto por eso… Buscad, más bien, el Reino, y todas las demás cosas se os darán por añadidura. No temáis, pequeño rebaño, porque al Padre le ha parecido bien daros el Reino” (Lc 12,29-32).

 


ENTRA EN TU INTERIOR

NECESARIO Y URGENTE

Mientras el grupo de discípulos sigue su camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a dos hermanas a las que quiere mucho. La presencia de su amigo Jesús va a provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes. María, seguramente la hermana más joven, lo deja todo y se queda “sentada a los pies del Señor”. Su única preocupación es escucharle.

El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra y alimentándose de su enseñanza.

La reacción de Marta es diferente. Desde que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”. Jesús no pierde la paz. Responde a Marta con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán”.

Jesús no critica el servicio de Marta. ¿Cómo lo va a hacer si él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás? Lo que critica es su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.

Jesús no contrapone la vida activa y la contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor.

Apremiados por la disminución de fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos más generosos toda clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Iglesia la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz.

Nos podemos encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Todos buscamos una sola cosa: vivir. Vivir consciente y plenamente. Vivir con dignidad, descubriendo desde la perspectiva de Dios el sentido de nuestra existencia.

 Como dice san Pablo: “Dios ha querido dar a conocer a los suyos la riqueza que este misterio encierra… es decir, que Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria”.

Vivir con esta dimensión nueva supone en nosotros una constante vigilancia. La liturgia de hoy llama nuestra atención sobre este punto.

Jesús entra en casa de sus amigos y se pone a dialogar con ellos. Una de las dos hermanas, Marta, no se para, sino que sigue centrada en sus cosas, con, la cabeza en mil sitios. María se pone a los pies de Jesús para aprender de él como discípula.

Pero Jesús no le dice a Marta que lo que está haciendo esté mal, ella intenta prestarle el mejor de los servicios a un amigo.

Jesús nos urge a valorar lo que realmente es importante en la vida y a no  dejarnos ahogar por las preocupaciones.

ORACIÓN

Señor, que nos has revelado por medio de Jesucristo tu mensaje completo, el misterio que has tenido escondo desde siglos y desde generaciones, haz que quienes lo hemos recibido en el corazón lo hagamos realidad en nuestra vida diaria.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO



Imagen para colorear.



 


domingo, 3 de julio de 2022

XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda

tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser.

Y al prójimo como a ti mismo”

10 DE JULIO

XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ©

1ª Lectura: Deuteronomio 30,10-14

Los mandamientos están muy a tu alcance

para que puedas cumplirlo

Salmo 68

“Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón”

2ª Lectura: Colosenses 1,15-20

Todo fue creado por medio de él y para él.

PALABRA DEL DÍA

Lucas 10,25-37

“En aquel tiempo, se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: -Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Él le dijo: -¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella? El letrado contestó: -“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”. Él le dijo: -Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida. Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: -¿Y quién es mi prójimo? Jesús dijo: -Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él, y al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: -Cuida de él, y lo que gastes de más ya te lo pagaré a la vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? El letrado contesto: -El que practicó la misericordia con él. Jesús le dijo: -Anda, haz tú lo mismo”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?".

Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?".

Él le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo".

"Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida".

Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?".

Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.

Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.

También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.

Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.

Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.

Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: 'Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver'.

¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?".

"El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera".

REFLEXIÓN

El hombre es un peregrino; viajero que no conoce el inmovilismo. Aunque las apariencias le den la sensación de reposo o quietud, jamás respira el mismo aire. Camina por el desierto buscando siempre, aun cuando encuentre, como si avanzara de espejismo en espejismo hacia una meta que no sabe si está dentro o fuera de sí mismo.

Pero ¿qué busca?... O mejor: ¿qué buscamos?

Se lo preguntó para ponerlo a prueba, porque quien sepa responder es un sabio y profeta; de lo contrario de nada sirve su filosofía o su religión. Sin darse cuenta, aquel hombre había puesto el dedo en la llaga. Vivía inmerso en una aparatosa estructura religiosa, tenía toda la experiencia y sabiduría de la ley de los profetas, pero ¿servía eso para vivir?

En efecto, ¿de qué nos sirve todo lo que tenemos y somos, si en ese todo no está incluida la vida, una vida con sentido, una vida que trascienda el espejismo de hoy y el de mañana?

Por extraño que parezca, pocas veces la teología cristiana ha hecho una pregunta tan concreta. Y si recordamos los años de nuestra formación religiosa, comenzando ya desde el primer catecismo, qué poco se nos dijo de la vida y cuán pocas veces se enfocaron los problemas desde la perspectiva de esto tan urgente y universal: vivir.

Jesús, como auténtico sabio, no dio una respuesta nueva ni original. Simplemente apeló a la vieja sabiduría humana, a veces corriente vital que recorre a menudo subterráneamente la historia, que a veces desborda y otras se sumerge, permitiendo una y otra vez encontrar sentido al largo caminar. Por eso le preguntó: ¿Qué hay escrito por allí? ¿Qué dice la experiencia de tu pueblo?

La originalidad de Jesús no está en la respuesta que dio al letrado, sino en la conclusión final: “Anda, haz tú lo mismo.” Como si le dijera: Nadie puede hacerte vivir, ni siquiera la religión o la Biblia. Si quieres vivir, camina, construye, recrea. Sé tú mismo. Lo demás son palabras. Y eso lo explico mejor después con esa preciosa parábola “del buen samaritano”.

Jesús no le dijo nada “nuevo”, sino que cumpliera aquello del amor. Que ame a Dios y que ame al prójimo. Eso es vida. Lo demás es muerte, aunque parezca vida.



ENTRA EN TU INTERIOR

Para no salir malparado de una conversación con Jesús, un maestro de la ley termina preguntándole: «Y ¿quién es mi prójimo?». Es la pregunta de quien sólo se preocupa de cumplir la ley.  Le interesa saber a quién debe amar y a quién puede excluir de su amor. No piensa en los sufrimientos de la gente. Jesús, que vive aliviando el sufrimiento de quienes encuentra en su camino, rompiendo si hace falta la ley del sábado o las normas de pureza, le responde con un relato que denuncia de manera provocativa todo legalismo religioso que ignore el amor al  necesitado.

En el camino que baja de Jerusalén a Jericó, un hombre ha sido asaltado por unos bandidos. Agredido y despojado de todo, queda en la cuneta medio muerto, abandonado a su suerte. No sabemos quién es. Sólo que es un «hombre». Podría ser cualquiera de nosotros. Cualquier ser humano abatido por la violencia, la enfermedad, la desgracia o la desesperanza. «Por casualidad» aparece por el camino un sacerdote.

 El texto indica que es por azar, como si nada tuviera que ver allí un hombre dedicado al culto. Lo suyo no es bajar hasta los heridos que están en las cunetas. Su lugar es el templo. Su ocupación, las celebraciones sagradas. Cuando llega a la altura del herido, «lo ve, da un rodeo y pasa de largo». Su falta de compasión no es sólo una reacción personal, pues también un levita del templo que pasa junto al herido «hace lo mismo».

 Es más bien una actitud y un peligro que acecha a quienes se dedican al mundo de lo sagrado: vivir lejos del mundo real donde la gente lucha, trabaja y sufre. Cuando la religión no está centrada en un Dios, Amigo de la vida y Padre de los que sufren, el culto sagrado puede convertirse en una experiencia que distancia de la vida profana, preserva del contacto directo con el sufrimiento de las gentes y nos hace caminar sin reaccionar ante los heridos que vemos en las cunetas.

 Según Jesús, no son los hombres del culto los que mejor nos pueden indicar cómo hemos de tratar a los que sufren, sino las personas que tienen corazón.

 Por el camino llega un samaritano.  No viene del templo. No pertenece siquiera al pueblo elegido de Israel. Vive dedicado a algo tan poco sagrado como su pequeño negocio de comerciante. Pero, cuando ve al herido, no se pregunta si es prójimo o no. Se conmueve y hace por él todo lo que puede. Es a éste a quien hemos de imitar. Así dice Jesús al legista: «Vete y haz tú lo  mismo». ¿A quién imitaremos al encontrarnos en nuestro camino con las víctimas más golpeadas por la crisis  económica de nuestros días?

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

La parábola nos dice que el amor al Dios que no vemos debe hacerse realidad en el prójimo a quien vemos. Hoy diríamos que es una parábola de “denuncia” porque pone al descubierto la falsedad de una religión que se contenta con adorar a Dios en el templo, rezar y ofrecerle lo que la ley manda.

En efecto, la ley judía no inculcaba el amor entre judíos y samaritanos; al contrario, preconizaba el desprecio de los heréticos y odiados hermanastros de raza y fe. Pero para amar hace falta hacerse prójimo del otro, sin mirarle la cara, sin preguntarle por sus opiniones. Y esto es más duro que amar a Dios. Por eso aquel letrado tuvo que escudarse en la pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?”

Como cristianos estamos llamados a tomar la iniciativa en esto: hacernos prójimo del otro; crear proximidad afectiva allí donde no la hay.

Al fin y al cabo, cualquiera ama al prójimo. Eso lo cumplen hasta los paganos, decía Jesús. El cristiano es invitado a crear proximidad, a romper barreras, a destruir el odio y la indiferencia.

Es el camino de la vida. Lo demás es muerte.

ORACIÓN

 Señor, que has puesto en nuestra boca y en nuestro corazón el gran mandamiento del amor que nos da la vida eterna, haz que caminemos cada día en la luz de tu palabra.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco FANO



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