lunes, 27 de enero de 2020

2 DE FEBRERO: IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR..


“Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos…”

2 DE FEBRERO

 IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA

Primera Lectura. Malaquías: 3,1-4

Entrará en el santuario el Señor,
a quien ustedes buscan.

Salmo 24

El Señor es el rey de la gloria.

Segunda Lectura. Hebreos: 2,14-18

Tenía que asemejarse en todo a sus hermanos.

PALABRA DEL DÍA

Evangelio según San Lucas: 2,22-40

"Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él."

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”.

REFLEXIÓN

Hoy ha sonado la hora de la cita. Dios entra en su templo; viene a morar entre los hombres. Pero es una visita sin estridencias. Yahvé viene como un niño en brazos de su madre. Como un recién nacido consagrado al servicio de Dios, que es también servicio a los hombres. Movido por el Espíritu, Simeón va a su encuentro y bendice a Dios. El anciano contempla la gloria de Dios, y ahora ya puede morir en paz: es el viejo Israel el que se va para dar paso a la alianza nueva. Pero, aunque Simeón ve la gloria de Dios, la muerte ya se insinúa en el camino de Jerusalén. Dios visita a su pueblo, y comienza el juicio; efectivamente, allí está el niño “para que muchos caigan y se levanten en Israel”, y María, la hija de Sión, se sentirá desgarrada por el drama de su pueblo: Una espada le atravesará el alma.

Siempre que Cristo acude a una cita con nosotros, lo hace sin estruendo. Hoy acude pequeño, como un recién nacido, Mañana acudirá discreto, como un amigo que llama a la puerta. Al atardecer, mendigará nuestra mirada, cuando lo expongan desnudo en una cruz. Y una vez resucitado, viene de nuevo, se aparece, pero nuestras manos no pueden retenerlo: apenas lo hemos reconocido y ya ha desaparecido.

Evidentemente, nuestra fe es una espada cortante que penetra hasta lo más profundo del corazón. Religión de Jesús, venido a hacer la voluntad del Padre. Religión de María, que medita estas cosas y emprende ya el camino del calvario. Religión de Simeón, el creyente, que entona su “Nunc dimittis”. El anciano lleva al niño en sus brazos, pero es el niño el que guía sus pasos. “Si quieres ser mi discípulo, déjalo todo”, dice Jesús.

ENTRA EN TU INTERIOR

BANDERA DISCUTIDA

Simeón es un personaje entrañable. Lo imaginamos casi siempre como un sacerdote anciano del Templo, pero nada de esto se nos dice en el texto. Simeón es un hombre bueno del pueblo que guarda en su corazón la esperanza de ver un día «el consuelo» que tanto necesitan. «Impulsado por el Espíritu de Dios», sube al templo en el momento en que están entrando María, José y su niño Jesús.

El encuentro es conmovedor. Simeón reconoce en el niño que trae consigo aquella pareja pobre de judíos piadosos al Salvador que lleva tantos años esperando. El hombre se siente feliz. En un gesto atrevido y maternal, «toma al niño en sus brazos» con amor y cariño grande. Bendice a Dios y bendice a los padres. Sin duda, el evangelista lo presenta como modelo. Así hemos de acoger al Salvador.

Pero, de pronto, se dirige a María y su rostro cambia. Sus palabras no presagian nada tranquilizador: «Una espada te traspasara el alma». Este niño que tiene en sus brazos será una «bandera discutida»: fuente de conflictos y enfrentamientos. Jesús hará que «unos caigan y otros se levanten». Unos lo acogerán y su vida adquirirá una dignidad nueva: su existencia se llenará de luz y de esperanza. Otros lo rechazarán y su vida se echará a perder. El rechazo a Jesús será su ruina.

Al tomar postura ante Jesús, «quedará clara la actitud de muchos corazones» El pondrá al descubierto lo que hay en lo más profundo de las personas. La acogida de este niño pide un cambio profundo. Jesús no viene a traer tranquilidad, sino a generar un proceso doloroso y conflictivo de conversión radical.

Siempre es así. También hoy Una Iglesia que tome en serio su conversión a Jesucristo, no será nunca un espacio de tranquilidad sino de conflicto. No es posible una relación más vital con Jesús sin dar pasos hacia mayores niveles de verdad. Y esto es siempre doloroso para todos.
Cuanto más nos acerquemos a Jesús, mejor veremos nuestras incoherencias y desviaciones; lo que hay de verdad o de mentira en nuestro cristianismo; lo que hay de pecado en nuestros corazones y nuestras estructuras, en nuestras vidas y nuestras teologías.

José Antonio Pagola

ORACIÓN

Dios nuestro, fuente y origen de toda luz, que en este día manifestaste al justo Simeón la luz destinada a iluminar a todas las naciones, te pedimos humildemente que te dignes recibir como ofrenda y santificar con tu bendición a tu pueblo congregado para alabanza y gloria de tu nombre.


Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Paxi Velasco FANO



Imagen para colorear










miércoles, 22 de enero de 2020

26 DE ENERO: III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO A


“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.”

26 DE ENERO

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS

1ª Lectura: Isaías 8,23-9,3

Los que andaban en tinieblas vieron una gran luz.

Salmo 26

El Señor es mi luz y mi salvación

2ª Lectura: 1 Corintios 1,10-13.17

Que no haya divisiones entre ustedes.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 4,12-23

“Al enterarse de que habían detenido a Juan, Jesús se retiró a Galilea. Dejó Nazaret y se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías:
¡País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos! El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombra de muerte una luz les brilló (Is 8,2-9,1).
Desde entonces empezó Jesús a proclamar:
- Convertíos porque está cerca el Reino de Dios.
Caminando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos: a Simón, el llamado Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando una red de mano en el mar, pues eran pescadores. Les dijo:
- Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Pasando adelante vio a otros dos hermanos: a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en la barca poniendo a punto las redes, con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó.  Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús fue recorriendo Galilea entera, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la buena noticia del reino y curando todo achaque y enfermedad del pueblo.”

Versión para américa Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.
Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí,
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.
Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.”

REFLEXIÓN

Jesús, que va a recoger el testigo de Juan, deja el Jordán, donde se dejó bautizar por el Bautista, y se va a Galilea. Mateo quiere subrayar que Jesús vuelve solo a la “Galilea de los paganos”, porque sencillamente, ése es el plan de Dios.

Jesús, dejando Nazaret, que no era más que una aldea, se establece en Cafarnaún, ciudad fronteriza entre los territorios de Herodes Antipas y de Filipo. Debía tener una guarnición romana, ya que se habla de un centurión.

“Empezó Jesús a predicar diciendo: Arrepentíos, porque está llegando el reino de los cielos”. Aquí coincide Jesús con la predicación de Juan Bautista, que en el Jordán, llamaba a la conversión con estas mismas palabras. El reino de los cielos es para Mateo una realidad futura que se manifestará en el juicio de Dios. Es como si dijera: Salid al encuentro. Dios en persona se os acerca. Él es un gran regalo para todos, porque viene cargado de vida. ¿No es ésta la mejor noticia? Cambiad de mente y de corazón.

En cuanto a los textos del llamamiento, nos podemos imaginar que la realidad no sería así. Sería un proceso un tanto prolongado. Le escucharían por primera vez. Quedarían impresionados. Se sentirían atraídos a escucharle más veces. Comentarían entre ellos el impacto producido por Jesús y su enseñanza. Luego, por fin, tendrían ocasión de hablar con el Maestro, que viendo su disposición, les haría el llamamiento.

A diferencia de  Marcos (3,16), Mateo menciona ya de entrada a Simón como Pedro. Y Jesús le llama a él y a su hermano a dejar su trabajo y a ser pescadores de hombres.

Estas llamadas de Jesús son un recordatorio para nosotros de que la vida cristiana es un seguimiento, cosa que parecemos olvidar frecuentemente. Necesitamos proclamarlo alto: la vida cristiana es seguir a Jesucristo. Es parecernos a Jesús en lo que creía, hablaba y hacía. Es dejarnos conmover nuestras entrañas en contacto con la realidad doliente. Es esforzarnos por tener la pasión de Jesús por el Padre y el hombre.

Junto con la enseñanza, está la acción sanadora de Jesús. De igual modo, la vida de todo seguidor de Jesús deberá contar con estas dos grandes realidades: la enseñanza, dejándonos impregnar por la Palabra de Dios y anunciándola, y la acción sanadora, haciendo a todos el mayor bien que podamos. Los dos aspectos son inseparables.

ENTRA EN TU INTERIOR

SEGUIDORES

Cuando Jesús se entera de que el Bautista ha sido encarcelado, abandona su aldea de Nazaret y marcha a la ribera del lago de Galilea para comenzar su misión. Su primera intervención no tiene nada de espectacular. No realiza un prodigio. Sencillamente, llama a unos pescadores que responden inmediatamente a su voz: "Seguidme".

Así comienza el movimiento de seguidores de Jesús. Aquí está el germen humilde de lo que un día será su Iglesia. Aquí se nos manifiesta por vez primera la relación que ha de mantenerse siempre viva entre Jesús y quienes creen en él. El cristianismo es, antes que nada, seguimiento a Jesucristo.

Esto significa que la fe cristiana no es sólo adhesión doctrinal, sino conducta y vida marcada por nuestra vinculación a Jesús. Creer en Jesucristo es vivir su estilo de vida, animados por su Espíritu, colaborando en su proyecto del reino de Dios y cargando con su cruz para compartir su resurrección.

Nuestra tentación es siempre querer ser cristianos sin seguir a Jesús, reduciendo nuestra fe a una afirmación dogmática o a un culto a Jesús como Señor e Hijo de Dios. Sin embargo, el criterio para verificar si creemos en Jesús como Hijo encarnado de Dios es comprobar si le seguimos sólo a él.

La adhesión a Jesús no consiste sólo en admirarlo como hombre ni en adorarlo como Dios. Quien lo admira o lo adora, quedándose personalmente fuera, sin descubrir en él la exigencia a seguirle de cerca, no vive la fe cristiana de manera integral. Sólo el que sigue a Jesús se coloca en la verdadera perspectiva para entender y vivir la experiencia cristiana de forma auténtica.

En el cristianismo actual vivimos una situación paradójica. A la Iglesia no sólo pertenecen los que siguen o intentan seguir a Jesús, sino, además, los que no se preocupan en absoluto de caminar tras sus pasos. Basta estar bautizado y no romper la comunión con la institución, para pertenecer oficialmente a la Iglesia de Jesús, aunque jamás se haya propuesto seguirle.

Lo primero que hemos de escuchar de Jesús en esta Iglesia es su llamada a seguirle sin reservas, liberándonos de ataduras, cobardías y desviaciones que nos impiden caminar tras él. Estos tiempos de crisis pueden ser la mejor oportunidad para corregir el cristianismo y mover a la Iglesia en dirección hacia Jesús.

Hemos de aprender a vivir en nuestras comunidades y grupos cristianos de manera dinámica, con los ojos fijos en él, siguiendo sus pasos y colaborando con él en humanizar la vida. Disfrutaremos de nuestra fe de manera nueva.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Como creyentes, como discípulos de Jesús, necesitamos vivir en un perenne estado de conversión; porque ésta es una tarea siempre inacabada, de todo tiempo y para todos. Nunca estaremos suficientemente convertidos a los valores del Reino. Son demasiados los intereses que nos tientan constantemente a desvirtuar e incluso invalidar nuestra respuesta a la consigna del Señor: "Convertíos y creed en la buena noticia". Este imperativo es buena noticia de liberación, esperanza luminosa y transformante, empeño gozoso, don y tarea que hemos de asumir responsable y alegremente con un estilo nuevo de comportamiento personal y comunitario con Dios y los hermanos.

La radicalidad de la conversión continua al Reino de Dios nos pide sensibilidad y una clara opción por los valores del evangelio y los criterios der las bienaventuranzas. Éstos se oponen necesariamente a las prioridades del "hombre viejo" que llevamos dentro, en lucha con el "hombre nuevo". Liberado por Cristo. Optemos por el amor en vez del egoísmo, la pobreza compartida en vez de la riqueza acaparadora, la solidaridad en vez de la explotación, el perdón en vez del odio el compromiso y la colaboración en vez de pasar de todo.

ORACIÓN

Concédenos, Dios todopoderoso, que al experimentar el efecto vivificante de tu gracia, nos sintamos siempre dichosos por este don tuyo.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Paxi Velasco FANO


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domingo, 12 de enero de 2020

19 DE ENERO: II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.


“He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, 
y se posó sobre él.”

19 DE ENERO

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Isaías 49,3.5-6

Te hago luz de ls naciones, para que todos vean mi salvación.

Salmo 39

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

2ª Lectura: 1 Corintios 1,1-3

La gracia y la paz de parte de Dios Padre y de Cristo el Señor.

PALABRA DEL DÍA

Juan: 1,29-34

“Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
- “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”.
Y Juan dio testimonio diciendo:
- “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel".
Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'.
Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios".

REFLEXIÓN

En la revelación cristiana tiene una gran importancia, la mirada y los ojos: “He visto al Espíritu que bajaba del cielo y se posaba sobre él”, dice el Bautista. Y el apóstol Juan, por su parte, dice: “Seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”.

Pienso en la bienaventuranza: “¡Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios!”. Pureza y visión se reclaman mutuamente. Si el mundo “no nos conoce, es porque no conoció a Dios”: Dios permanece para él oculto, cubierto, disimulado, por falta de una mirada capaz de ver lo invisible a través de lo humano y contingente.

El Bautista señala a Jesús, está viendo; sin embargo, no hay en ello ningún fenómeno extraordinario. Es la simple realidad, pero comprendida, contemplada en su profunda unidad. Juan fue un ser de una pureza perfecta: percibió la manifestación del Espíritu donde otros no veían nada. Bien pudiera ser que todavía hoy estuviera la fe en lucha con el mismo requerimiento.

ENTRA EN TU INTERIOR

RECUPERAR A JESÚS

Los creyentes tenemos múltiples y muy diversas imágenes de Dios. Desde niños nos vamos haciendo nuestra propia idea de él, condicionados, sobre todo, por lo que vamos escuchando a catequistas y predicadores, lo que se nos transmite en casa y en el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y actos religiosos.

Todas estas imágenes que nos hacemos de Dios son imperfectas y deficientes, y hemos de purificarlas una y otra vez a lo largo de la vida. No lo hemos de olvidar nunca. El evangelio de Juan nos recuerda de manera rotunda una convicción que atraviesa toda la tradición bíblica: «A Dios no le ha visto nadie jamás».

Los teólogos hablamos mucho de Dios, casi siempre demasiado; parece que lo sabemos todo de él: en realidad, ningún teólogo ha visto a Dios. Lo mismo sucede con los predicadores y dirigentes religiosos; hablan con seguridad casi absoluta; parece que en su interior no hay dudas de ningún género: en realidad, ninguno de ellos ha visto a Dios.

Entonces, ¿cómo purificar nuestras imágenes para no desfigurar de manera grave su misterio santo? El mismo evangelio de Juan nos recuerda la convicción que sustenta toda la fe cristiana en Dios. Solo Jesús, el Hijo único de Dios, es «quien lo ha dado a conocer». En ninguna parte nos descubre Dios su corazón y nos muestra su rostro como en Jesús.

Dios nos ha dicho cómo es encarnándose en Jesús. No se ha revelado en doctrinas y fórmulas teológicas sublimes sino en la vida entrañable de Jesús, en su comportamiento y su mensaje, en su entrega hasta la muerte y en su resurrección. Para aproximarnos a Dios hemos de acercarnos al hombre en el que él sale a nuestro encuentro.

Siempre que el cristianismo ignora a Jesús o lo olvida, corre el riesgo de alejarse del Dios verdadero y de sustituirlo por imágenes distorsionadas que desfiguran su rostro y nos impiden colaborar en su proyecto de construir un mundo nuevo más libre, justo y fraterno. Por eso es tan urgente recuperar la humanidad de Jesús.

No basta con confesar a Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto y vital a los evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu, entrar en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Ésta es la tarea apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce y sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Jesús quitó el pecado del mundo escogiendo el camino del servicio, de la humildad, de la pobreza, de la entrega hasta la muerte. Esa actitud anula toda forma de dominio, por eso consigue la salvación total. Es el único camino para llegar a ser hombre auténtico.

Jesús salvó al hombre, suprimiendo de su vida toda opresión que impida el proyecto de creación definitiva y total del hombre. Jesús nos abrió el camino de la verdadera salvación, ayudando a todos los oprimidos a salir de su opresión. Siempre que estaba en sus manos, sacándolos de la opresión física, material. Cuando esto no era posible, cogiéndoles por la solapa y diciéndoles: Eres libre, sé tú mismo, no dejes que nadie te destroce como ser humano; en tu verdadero ser, nadie podrá someterte si tú no te dejas.

ORACIÓN

Infúndenos, Señor, el espíritu de caridad, para que, saciados con el pan del cielo, vivamos siempre unidos en tu amor.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Paxi Velasco FANO.

miércoles, 8 de enero de 2020

12 DE ENERO: FIESTA DEL BAUTISMO DE SEÑOR.



“Éste es mi Hijo, el amado, en quien he puesto mi favor”.

12 DE ENERO

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

1ª Lectura: Isaías 42,1-4.6-7

Mirad a mi siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quién me complazco.

Salmo 28

Te alabamos, Señor.

2ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 10,34-38

Dios ungió con el Espíritu Santo a Jesús de Nazaret.

EVANGELIO

Mateo: 3,13-17

“Entonces llegó Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
- Soy yo quien necesita que tú me bautices, y ¿tú acudes a mí?
Jesús le contestó:
- Déjame ya, que así es como nos toca a nosotros cumplir toda justicia.
Entonces Juan lo dejó. Jesús, una vez bautizado, salió en seguida del agua. De pronto quedó abierto el cielo y vio al Espíritu de Dios bajar como paloma y posarse sobre él, y una voz del cielo dijo:
- Éste es mi Hijo, el amado, en quien he puesto mi favor.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él.
Juan se resistía, diciéndole: "Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!".
Pero Jesús le respondió: "Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo". Y Juan se lo permitió.
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él.
Y se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".

REFLEXIÓN

Manifestación Bautismal. Una nueva Epifanía

Después de la manifestación de la estrella a los Magos, Dios volvió al silencio. Durante años y años Dios se oculta. Jesús pasó unos treinta años en Nazaret, una vida normal de familia y trabajo. No hay palabras. No hay signos. Hay silencios, hay oración, hay trabajo, hay sencillez, hay familia. Si Juan presentía algo por aquello de la Visitación y sus saltos en el vientre materno, se cansaría de esperar. Lo mismo los pastores de Belén. A Simeón y Ana no les dio tiempo. José y María no tenían prisas, tan contentos de que Jesús estuviera con ellos.

Juan, efectivamente, se cansó de esperar. Aparece en el desierto y en el río como un terremoto espiritual. Su conciencia le empuja. Dios mismo le empuja a que predique la conversión. Hay un presentimiento. Tiene que hacer algo para adelantar la hora del Mesías. Diríamos que le facilita el terreno.

Y Jesús sale de su casa, de Nazaret. Él también esperaba su hora, pero no sabe cuando. Porque él no actúa desde sí ni vive par sí, sino desde y para el Padre.

Jesús quiere también recibir el bautismo de Juan. Quiere escucharlo, quiere escuchar al que habla con palabras de fuego. Quiere renovarse con el rito bautismal. Quiere estar más cerca de Dios y llenarse más de Él.

En la cola de los pecadores

Jesús se llamaría así mismo Hijo del Hombre. Asumía toda la condición humana, su dignidad y sus capacidades, pero también sus llagas y sus miserias. No tiene  pecado, es semejante a nosotros en todo, menos en el pecado, pero quiere cargar con los pecados del hombre, “con los pecados del mundo”, diría Juan. Es una imagen reveladora. Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

El Dios trinitario

Cuando Jesús entró en el agua es uno de los momentos de más ocultamiento de Jesús. ¿Quién podría pensar que era el Mesías, al verlo en la cola de los pecadores, sometiéndose a un bautismo de conversión para el perdón de los pecados? Hasta ahí llegó Jesús.

Pero cuando sube del agua, se abre el cielo, desciende la gracia, se manifiesta Dios. Una nueva Epifanía, como un anticipo de la Pascua, o del Tabor. Jesús se siente renacer.

Desciende el Espíritu, como paloma de paz, como ungüento de alegría, como energía de libertad, como fuerza de amor. Jesús sintió que el Espíritu de Dios lo penetraba, lo empapaba, lo llenaba de felicidad, lo resucitaba. Fue como el Pentecostés de Jesús. Una experiencia que marcará su vida. Siempre actuará movido por el Espíritu.

Esta experiencia de libertad, de perdón y resurrección se extenderá también a los hombres, a ti y a mí. Había asumido nuestros pecados, ahora nos devolvía la gracia.

La voz del Padre. Es como si el Padre quisiera presentar públicamente a su Hijo, una presentación en toda regla, una presentación a la Humanidad: Es mi Hijo amado, es mi predilecto. Es lo que más quiero. Estaba conmigo y os lo entrego. Pero yo estaré con él, porque no puedo dejar de amarle. Es mi Vida. Es todo lo que tengo.

La voz del Hijo. La palabra del Hijo no podía ser otra que: ¡Abba, Padre! Eco también de la palabra eterna. Una palabra llena de reconocimiento, de confianza, de gratitud y de amor. Sí, Padre. Lo que Tú quieras. Yo para esto he venido para reunir a los hijos dispersos e integrarlos en nuestra Comunión. He venido para dar vida, para dar mi vida, para vencer la muerte. He venido para limpiar el mundo de los espíritus del mal, y rehacer tu obra, para instaurar tu Reino. He venido para que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo.

ENTRA EN TU INTERIOR.

NO OLVIDAR LA CONVERSIÓN

"Convertíos porque está cerca el reino de Dios". Según Mateo, éstas son las primeras palabras que pronuncia Juan en el desierto de Judea. Y éstas son también las primeras que pronuncia Jesús, al comenzar su actividad profética, a orillas del lago de Galilea.

Con la predicación del Bautista comienza ya a escucharse la llamada a la conversión que centrará todo el mensaje de Jesús. No ha hecho todavía su aparición, y Juan está ya llamando a un cambio radical pues Dios quiere reorientar la vida hacia su verdadera meta.

Esta conversión no consiste en hacer penitencia. No basta tampoco pertenecer al pueblo elegido. No es suficiente recibir el bautismo del Jordán. Es necesario "dar el fruto que pide la conversión": una vida nueva, orientada a acoger el reino de Dios.

Esta llamada que comienza a escucharse ya en el desierto será el núcleo del mensaje de Jesús, la pasión que animará su vida entera. Viene a decir así: "Comienza un tiempo nuevo. Se acerca Dios. No quiere dejaros solos frente a vuestros problemas y conflictos. Os quiere ver compartiendo la vida como hermanos. Acoged a Dios como Padre de todos. No olvidéis que estáis llamados a una Fiesta final en torno a su mesa".

No nos hemos de resignar a vivir en una Iglesia sin conversión al reino de Dios. No nos está permitido a seguir a Jesús sin acoger su proyecto. El concilio Vaticano II lo ha declarado de manera clara y firme: "La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, no tiene más que una aspiración: que venga el reino de Dios y se realice la salvación del género humano.

Esta conversión no es sólo un cambio individual de cada uno, sino el clima que hemos de crear en la Iglesia, pues toda ella ha de vivir acogiendo el reino de Dios. No consiste tampoco en cumplir con más fidelidad las prácticas religiosas, sino en "buscar el reino de Dios y su justicia" en la sociedad.

No es suficiente cuidar en las comunidades cristianas la celebración digna de los "sacramentos" de la Iglesia. Es necesario, además, promover los "signos" del reino que Jesús practicaba: la acogida a los más débiles; la compasión hacia los que sufren; la creación de una sociedad reconciliada; el ofrecimiento gratuito del perdón; la defensa de toda persona.

Por eso, animado por un deseo profundo de conversión, el Vaticano II dice así: "La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan llegar a la celebración, es necesario que antes sean llamados a la fe y la conversión". No lo tendríamos que olvidar.   


José Antonio Pagola


 ORA EN TU INTERIOR.

El profeta nos invita a mirar al Siervo de Yahvé. No lleva armas ni alforja. No grita ni vocea. No amenaza ni castiga. No se doblega ni vacila. En sus manos libres levanta la bandera de la justicia. Se alía con la misericordia para abrir los ojos del ciego, curar heridas y enfermedades. Prefiere la misericordia al sacrificio. Se carga de libertad para expulsar demonios y sacar cautivos de la prisión. Es médico de corazones. Trae las mejores noticias para los pobres, que serán sus preferidos. Proclama amnistía de todas las deudas. Inaugura tiempos de bendición y jubileo de gracia.

Yo sólo quiero, Señor, sentir los dolores y los sufrimientos de mis hermanos como míos. Sentir sus alegrías y sus tristezas, como mías. Yo sólo quiero, Señor, que nadie sea indiferente para mí, que no me haga impermeable al sufrimiento de mis hermanos.

ORACIÓN FINAL

Manifiesta la luz de tu verdad, de tu amor, a todos los hombres que te buscan. Manifiesta tu misericordia a todos los hombres que sufren: que pobres, enfermos y oprimidos por el mal reciban, como el hombre apaleado al borde del camino, el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Renueva en mí, Padre, la gracia del bautismo; que viva de acuerdo con sus exigencias.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Fano.



Imagen para colorear.