lunes, 24 de febrero de 2020

26 DE FEBRERO Y 1 DE MARZO: MIÉRCOLES DE CENIZA Y PRIMER DOMINGO DE CUARESMA.


“Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial”.

26 DE FEBRERO

MIÉRCOLES DE CENIZA

COLOR LITÚRGICO: MORADO

1ª Lectura: Joel 2,12-18

Rasgad los corazones y no las vestiduras.

Salmo 50

Misericordia, Señor: hemos pecado

2ª Lectura: 2 Corintios 5,20-6,2

Reconciliaos con Dios: ahora es tiempo favorable.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 6,1-6.16-18

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan: Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre que ve en lo escondido, te recompensará.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.

REFLEXIÓN

COMENZAMOS LA CUARESMA

Con el Miércoles de Ceniza empezamos, un año más, la celebración de la Cuaresma. Toda la Iglesia está invitada a ponerse en camino hacia la Pascua con un corazón nuevo, con un corazón renovado. Los textos litúrgicos serán nuestra guía, nuestra compañía, en este tiempo santo. Tenemos que dejarlos hablar, para poder recoger su mensaje salvífico. Tenemos que estar abiertos a este “tiempo favorable”. Si de verdad nos implicamos en esta propuesta de conversión, en esta aventura de gracia, si de verdad nos reconciliamos con Dios, será un camino de liberación y de vida renovada.

LOS GRITOS DE LA CUARESMA

Los textos bíblicos que la liturgia nos ofrece en este primer día de la Cuaresma, nos invitan a la conversión, a centrarnos en lo esencial, a preguntarnos por qué, tan a menudo, cosas sin importancia, pasan a ser importantes en nuestra vida hasta el punto de distraernos de las relaciones con Dios, con los hermanos, y de descentrarnos a nosotros mismos.

El profeta Joel llama al pueblo a la conversión interior y sincera, a huir de la ritualidad puramente externa, con frases como éstas: “Convertíos a mí de todo corazón…”  “Rasgad los corazones, no las vestiduras”.

En el salmo, en sintonía con las lecturas, cantamos: “…por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado…, crea en mí un corazón puro…, renuévame por dentro con espíritu firme, no me arrojes lejos de tu rostro…”, “no me quites tu Santo Espíritu”, “devuélveme la alegría de tu salvación…

Pablo describe la salvación como gracia, como don gratuito que hemos de acoger, y nos invita: “os pedimos que os reconciliéis con Dios”.

TRES PUNTOS IMPORTANTES A TENER EN CUENTA

Piedad auténtica: limosna, oración, ayuno. Esto nos remarca el texto evangélico de hoy, en la sección central del Sermón de la Montaña de San Mateo. Aquí Jesús exhorta a una espiritualidad auténtica.

Cuaresma, tiempo de gracia y de reconciliación. El protagonismo de este tiempo no lo tienen nuestras obras, por muy buenas que sean, sino la gracia de Dios. En el centro de la reconciliación de Dios con el hombre y del hombre con Dios está la obra de Cristo: “Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios”. Cada uno de nosotros ha de sentirse acogido por Dios, tal como lo expresa Pablo en este texto, cuando cita a Isaías 49,8: “en tiempo favorable te escuché, en día de salvación viene en tu ayuda”. La conclusión que saca el apóstol conviene que tenga eco a lo largo de toda nuestra vida: “Ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”.

Al final, dominando todo el horizonte, la Pascua. En ningún momento de estos cuarenta días, debemos olvidar la meta a la que nos conduce: la Pascua. Las oraciones litúrgicas de estos días, van a incidir en ello: “Que, fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar, con el corazón limpio, a la celebración del misterio pascual de tu Hijo…”, “…concédenos, por medio de las prácticas cuaresmales, el perdón de los pecados; así podremos alcanzar, a imagen de tu Hijo resucitado, la vida nueva de tu reino…”.

Esto es lo que hemos dicho a nuestro Padre Dios este Miércoles de Ceniza, ahora es una nueva oportunidad, tal como nos ha recordado Pablo. Cuando se trata de avanzar en la conversión del corazón partimos del protagonismo del Padre que nos ha regalado su gracia. Es la gracia, derramada en nuestro corazones con el Espíritu que se nos ha dado, la que nos capacita para amar tal como Jesús amó, para actuar con misericordia, para dar ternura, para orar con confianza, para ser sencillos, para perdonar a quien nos ha ofendido, para reconocer la propia pequeñez, para ayudar con más desprendimiento, para ser más compasivos con nuestros hermanos más necesitados, los más pobres, los enfermos, los ancianos, los niños… y tantas y tantas maravillas, que la gracia de Dios nos permite realizar.

Por tanto una llamada al arrepentimiento, a convertirnos al Dios del amor y el perdón, que ha hecho su obra en Jesucristo. Es un tiempo favorable para la reconciliación, como nos ha recordado Pablo en la segunda lectura.

La Iglesia nos propone los tres gestos tradicionales: la oración, el ayuno y la limosna. Son los signos de la conversión en los tres ámbitos de nuestra vida.

LA ORACIÓN: Momento tranquilo de nuestra comunión con Dios, para escuchar su Palabra y para depositar nuestra confianza en Él, en un mundo que ignora la oración y se olvida de Dios.
EL AYUNO: Esfuerzo de austeridad personal en la comida, en los gastos, en la ostentación exterior, en un clima social tan inclinado a valorar la riqueza y el poder.

LA LIMOSNA: Signo de la generosidad hacia los demás, especialmente a los más necesitados.
Sin olvidar el acento evangélico: lo que importa es el corazón abierto y sincero: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos…”, hemos escuchado en el evangelio.

Toda la Cuaresma será la contemplación del camino de Jesús y el impulso para todos nosotros por hacerlo con él, como aprendizaje de la vida verdadera.

La ceniza de este miércoles es ya ceniza de resurrección. Dios es capaz de sacar vida de la muerte y resurrección de las cenizas, como brota la espiga del grano que muere en la tierra.

Este tiempo de Cuaresma es una nueva oportunidad para aprovechar al máximo la gracia de Dios, y trabajar para que por fin, la Pascua de la justicia, del amor y de la paz,   llegue a todos. Para que por fin todas las armas se conviertan en rosas, todas las alambradas de espinas, en setos verdes y floridos, todas las cruces en luces de la aurora, todos los muros que dividen, en arcoíris, que hombres, mujeres y  niños puedan vivir sin sobresaltos.

Comencemos, hermanas y hermanos y vivámosla intensamente, vivámosla como rejuvenecimiento interior, que podamos renacer en espigas de primavera en la mañana santa de la Pascua.

ENTRA EN TU INTERIOR

La gracia de Dios nos permite enternecer nuestros corazones y escuchar la Palabra de Dios. Precisamos, sin embargo, de una actitud humilde a fin de acoger los dones de Dios, tener aquella confianza en los hijos que esperan las caricias de sus padres. Nosotros también esperamos que nos llegue la ternura de Dios, sus caricias manifestadas en los sacramentos, en su Palabra, en las personas, en los hechos cotidianos, en los que sufren.

Sé, Señor, que ahora es el momento de colaborar contigo para hacer posible mi cambio. La Cuaresma quiere recordarme que tengo que hacer algo, aunque sea poco.

ORA EN TU INTERIOR

Dar limosna, o lo que es lo mismo, cambiar mi ideal de tener por el de compartir. Y esto será posible, Señor, si como me dice San Pablo, comienzo a considerar a los demás, sobre todo a los más pobres y necesitados, como superiores a mí.

Quiero, Señor, poner amor en todas las exigencias cuaresmales, aunque sean difíciles, pero sé que si pongo amor, seguramente se transformarán en momentos de gozo.

ORACIÓN FINAL (Salmo 50)

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con agua: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.

“Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”

****************


“Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”.


1 DE MARZO

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

COLOR LITÚRGICO: MORADO

1ª Lectura: Génesis 2,7-9; 3,1-7

Creación y pecado de los primeros padres.

Salmo 50: Misericordia, Señor, hemos pecado.

2ª Lectura: Romanos 5,12-19

Si creció el pecado, más abundante fue la gracia.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 4,1-11

“Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Pero él le contestó, diciendo: “Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Encargará a sus ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. Jesús le dijo: “También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Después, el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”. Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio.
Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre.
Y el tentador, acercándose, le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes".
Jesús le respondió: "Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".
Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo,
diciéndole: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".
Jesús le respondió: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".
El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor,
y le dijo: "Te daré todo esto, si te postras para adorarme".
Jesús le respondió: "Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".
Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo”.

REFLEXIÓN

En este primer domingo nos adentramos en el camino que nos llevará a la Pascua. Es un camino íntimamente ligado con nuestro compromiso bautismal. Los catecúmenos se preparan en este tiempo para acercarse a las fuentes bautismales. Los cristianos acompañamos a Jesús al desierto, lugar de ayuno y tentación, para fortalecernos y renovar, la Noche de Pascua, las promesas de nuestro bautismo. Debemos tomar nuevo aliento, convertirnos, tenemos que volver al lado de Dios. Podemos decir que hoy, en este domingo, iniciamos el camino cuaresmal hacia la renovación de nuestra fe bautismal, con el deseo de la santa Pascua.

La primera lectura, el relato de la creación al que volveremos en el inicio de la Vigilia Pascual, nos hace notar que la vida del hombre y de la mujer viene de Dios. Es Dios el protagonista de este relato, y el ser humano está llamado a compartir este protagonismo. El ser humano, sin embargo, por el pecado se encierra en sí mismo y olvida a Dios, no le deja espacio. La creación sufre las consecuencias. Sólo la obediencia de Cristo retornará el equilibrio roto y la criatura se podrá dirigir al creador como Padre.

El salmo 50 que cantaremos nos acompañará durante todo este tiempo cuaresmal. La experiencia de pecado del salmista se convierte entonces en experiencia profunda de la misericordia de Dios. El pecado está presente en todas las generaciones, pero el amor del Señor, que dura por siempre, nos lleva de nuevo a abrir los labios y proclamar la alabanza del Dios que salva.

La segunda lectura nos ha presentado un fragmento de la carta de Pablo a los cristianos de Roma. Pablo, con una exposición de gran contenido teológico hace ver la relación entre el don de la gracia y la pena del pecado. Para Pablo, el don no tiene comparación con la caída. Adán, en quien todos hemos caído, tiene como contrapeso al Cristo a quien estamos unidos indisolublemente por el bautismo. Con Adán nos une el pecado connatural a nuestra condición humana. Con Cristo, por el bautismo, compartiremos su muerte y resurrección.

El evangelio de Mateo nos sitúa hoy en la escena de las tentaciones de Jesús en el desierto. Jesús cumple un ayuno de cuarenta días después de recibir el bautismo en el Jordán y después de la manifestación de su filiación divina, justo antes de empezar su predicación y misión en Galilea. Cumple los cuarenta días como imagen de los cuarenta días que Moisés estuvo en la montaña rezando a Dios; como imagen de los cuarenta días de camino que realizó Elías por llegar al monte Horeb; como los cuarenta años que el pueblo pasó en el desierto, donde sufrió tentación y las mordeduras de serpientes hasta llegar a la Tierra Prometida. Jesús lleva a cumplimiento estos actos proféticos y sufre las tentaciones del hambre, del afán de poder, y del afán de poseer riqueza. El tentador le propone, como a Adán, que se ponga en lugar de Dios y sacie el hambre y el afán de dominio que caracterizan al hombre y a la mujer de todos los tiempos, utilizando erróneamente el poder y adorando al tentador. Jesús le responde con la Palabra de Dios y declara la primacía de Dios sobre todas las cosas: “Al Señor, tú Dios, adorarás y a él solo darás culto”.

Jesús pone en el centro la voluntad de Dios. Allí donde Adán puso su propia voluntad, Jesús, el Hijo, sitúa la voluntad del Padre. Jesús cambia radicalmente la respuesta a la tentación y da una dimensión a la relación entre la criatura y el creador. Jesús pone en el centro la voluntad de Dios, y el tiempo de tentación, de desierto, de dificultad, de desánimo, de soledad, se coinvierte en tiempo de gracia y de evangelio.

Nosotros, en esta Cuaresma, con la Iglesia, queremos poner, de nuevo, en el centro de nuestra vida la voluntad de Dios. Por el bautismo hemos sido identificados con Cristo. Con él penetramos en el desierto y con él hacemos frente a las muchas formas con las que el tentador intenta dividir nuestro corazón; afanes, ansias, envidias. Con Cristo queremos responder que sólo Dios es el centro de nuestra vida. Ya no somos más del pecado ni de la muerte. El evangelio de Cristo nos lo hace contemplar todo, incluso en los momentos de prueba, como momentos de Pascua. Porque en esta Cuaresma, con la meditación de la Palabra, compartiendo la eucaristía, en el ayuno y en la caridad queremos aprender a contemplar y a esperar con júbilo la Pascua de Cristo que salva a todo ser humano y renueva toda la creación.

ENTRA EN TU INTERIOR

TENTADO, PERO NO VENCIDO

No le resultó nada fácil a Jesús mantenerse fiel a la misión recibida de su Padre, sin desviarse de su voluntad. Los evangelios recuerdan su lucha interior y las pruebas que tuvo que superar, junto a sus discípulos, a lo largo de su vida. Los maestros de la ley lo acosaban con preguntas capciosas para someterlo al orden establecido, olvidando al Espíritu que lo impulsaba a curar incluso en sábado. Los fariseos le pedían que dejara de aliviar el sufrimiento de la gente y realizara algo más espectacular, "un signo del cielo", de proporciones cósmicas, con el que Dios lo confirmara ante todos.

Las tentaciones le venían incluso de sus discípulos más queridos. Santiago y Juan le pedían que se olvidara de los últimos, y pensara más en reservarles a ellos los puestos de más honor y poder. Pedro le reprende porque pone en riesgo su vida y puede terminar ejecutado.

Sufría Jesús y sufrían también sus discípulos. Nada era fácil ni claro. Todos tenían que buscar la voluntad del Padre superando pruebas y tentaciones de diverso género. Pocas horas antes de ser detenido por las fuerzas de seguridad del templo Jesús les dice así: "Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas" (Lucas 22,28).

El episodio conocido como "las tentaciones de Jesús" es un relato en el que se reagrupan y resumen las tentaciones que hubo de superar Jesús a lo largo de toda su vida. Aunque vive movido por el Espíritu recibido en el Jordán, nada le dispensa de sentirse atraído hacia formas falsas de mesianismo.

¿Ha de pensar en su propio interés, o escuchar la voluntad del Padre? ¿Ha de imponer su poder de Mesías, o ponerse al servicio de quienes lo necesitan? ¿Ha de buscar su propia gloria, o manifestar la compasión de Dios hacia los que sufren? ¿Ha de evitar riesgos y eludir la crucifixión, o entregarse a su misión confiando en el Padre?

El relato de las tentaciones de Jesús fue recogido en los evangelios para alertar a sus seguidores. Hemos de ser lúcidos. El Espíritu de Jesús está vivo en su Iglesia, pero los cristianos no estamos libres de falsear una y otra vez nuestra identidad cayendo en múltiples tentaciones.

Identificar hoy las tentaciones de la Iglesia y de la jerarquía, de los cristianos y de sus comunidades; hacernos conscientes de ellas como Jesús; y afrontarlas como lo hizo él, es lo primero para seguirle con fidelidad. Una Iglesia que no es consciente de sus tentaciones, pronto falseará su identidad y su misión. ¿No nos está sucediendo algo de esto? ¿No necesitamos más lucidez y vigilancia para no caer en la infidelidad?

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Si Israel fue infiel en el desierto Jesús muestra su firmeza en seguir la voluntad divina y su proyecto de Salvación. En el evangelio de Mateo es el diablo quien hace el mismo papel que la serpiente del relato del Génesis, que incita al pecado del cual hablaba Pablo en la carta a los romanos. El tentador es astuto y cita la misma Escritura para incitar a Jesús a desviarse de su misión salvadora, presentando el mal en forma de bien.

El diablo tienta a Jesús incitando a un mesianismo de tipo materialista: “Di que estas piedras se conviertan en panes”, pero Jesús supera la tentación siendo consciente de la necesidad espiritual del ser humano como su hambre y sed de cumplir la voluntad de Dios: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

La segunda insinuación es la de un mesianismo espectacular, es decir, de seguir las expectativas mesiánicas de su tiempo. Invita a Jesús, además, a seguir un providencialismo literal e irresponsable. Jesús desenmascara las ideas del diablo como una tentación.

La última tentación es la del mesianismo a través del poder y de la gloria del mundo. Pero Jesús ha venido a ser servidor de todos, no a someter a los demás. No se puede servir a Dios y al poder.

ORACIÓN

Señor, quisiste someterte a las tentaciones del demonio para enseñarme que las tentaciones no son malas; nada malo hubo en tu vida. Sirven para fortalecer mi unión contigo. ¿Cómo hacer frente al tentador? Tu ejemplo me dice que no debo entablar conversación ni entretenerme con él, como Eva, sino rechazarlo de plano con la sabiduría de la Palabra y la fuerza de la Gracia. Contra las insidias del demonio, yo acepto, la historia, la realidad y el futuro que tú quieres para mí; todo lo has hecho bien. 

 Expliquemos el Evangelio a los niños

Imágenes de Paxi Velasco FANO


Imagen para colorear


domingo, 16 de febrero de 2020

23 DE FEBRERO: VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO A


“Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”

23 DE FEBRERO

VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

1ª Lectura: Levítico 19,1-2

Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Salmo 102

El Señor es compasivo y misericordioso.

2ª Lectura: 1 Corintios 3,16-23

Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 5,38-48

“Dijo Jesús a sus discípulos: Sabéis que está mandado: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos, a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas. Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Jesús, dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.
Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto;
y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo”.

REFLEXIÓN

Es hermosa la imagen del sol que brilla para todos los hombres sin discriminar a nadie. Si Dios tuviera que castigar cada vez a sus “enemigos”, ¡menudo lío! ¿Y qué pasa con nosotros? En el fondo de la idea de castigo está la de una justicia del “ojo por ojo y diente por diente”. Tal falta será reparada con tal sanción. Dios no es así: no castiga, convierte. No pierde el tiempo en ver lo que pasa, va derecho al corazón.

“Vosotros, pues, sed perfectos…”. Y la perfección se concreta en el perdón, que es el don por excelencia. Perdonar es recrear, liberar, creer en el otro, abrirle la posibilidad de una nueva vida. ¿Escuchará esta vez? ¿Todos nuestros enemigos se harán nuestros amigos en la medida de nuestro perdón? Nada es menos cierto; pero lo que se nos pide es que actuemos como Dios. El futuro es de él: no le cerremos la puerta con nuestra dureza. Además, la historia de Dios con los hombres lo atestigua: cuando el amor es totalmente desarmado, se convierte en lo que verdaderamente desarma. Ahí está una ley nueva, la ley del Reino. Supone una mirada distinta al mundo que sólo se comprende desde la fe. Pero, a este nivel, es la ley más eficaz que jamás se haya imaginado. La ley del Dios vivo.

Con este evangelio de hoy concluye Mateo 5, la primera parte del Discurso del Monte, que con las Bienaventuranzas y las seis Antítesis viene a promulgar la carta magna del Evangelio, la constitución del pueblo de la nueva Alianza. Hoy se leen las dos últimas antítesis: Perdón en vez de venganza, y amor al enemigo en vez de odio. Punto culminante de la doctrina de Jesús. Junto con su lugar paralelo, Lc 6,27-38, es una de las páginas de más altura de toda la literatura universal.

Es de tal envergadura el giro que Cristo propone, que en ello empeña de nuevo su autoridad mesiánica: Habéis oído que se dijo a los antiguos…, pero yo os digo. Oposición frontal a la tradición legal de letrados y fariseos.

La Ley del Talión, se formula al menos tres veces en diversas perícopas del Pentateuco. En síntesis: Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente. Es decir, puedes vengarte en la medida en que has sido ofendido; puedes cobrar o pagar con la misma moneda. Hay que reconocer que el espíritu de venganza, una ley del talión a nuestra manera, está bien enraizado en el corazón humano, en todos nosotros. Lo decimos y oímos decir con pleno descaro: El que me la hace, me la paga…No te dejes pisar… El que ríe el último, ríe dos veces… La mejor defensa, el ataque.

Pues bien, para Jesús todo esto queda excluido. No sólo la venganza efectiva sino también el deseo de la misma, hasta llegar a renunciar a la justicia vindicativa y a toda violencia activa, incluso como autodefensa: “No hagáis frente al que os agravia; al contrario…” Y desarrolla su afirmación con cuatro ejemplos o situaciones diversas: bofetada, pleito, requerimiento y préstamos. Muestras intencionadamente paradójicas, que no son para ser tomadas al pie de la letra en su situación circunstancial, pero sí en su espíritu de perdón, reconciliación y fraternidad.

Jesús comienza la antítesis afirmando en la primera parte: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Defectivamente en la primera lectura hallamos la primera parte del aserto; si bien el prójimo significa en Lv 19,18 el pariente y el compatriota judío. La segunda parte: “y aborrecerás a tu enemigo” no se encuentra literalmente en ningún pasaje del antiguo Testamento y menos aún del Nuevo. Pero la deducían los israelitas como conclusión de la primera parte: Todo el que no pertenecía al Pueblo de la Alianza desconocía al Dios verdadero, y era extraño, “enemigo”, a quien no había por qué amar. Ese es el sentido.

Pues bien, Jesús una vez más rompe con la tradición de los rabinos y va más allá: “Yo, en cambio, os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”. El paso que Cristo da es de gigante y para gigantes. No contento con ampliar el concepto de prójimo a toda persona sin distinción, y el del perdón hasta setenta veces siete, preceptúa además el amor incluso al enemigo- ¡Increíble! El no va a más… Jesús declara inviable y anticuada nuestra división tan usual de las personas en amigos y enemigos; para el que ama, ya no hay más que hermanos, hijos del mismo Padre Dios.

“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Esta conclusión de las seis antítesis es la motivación de todo lo anterior. Base ética profundamente religiosa: Imitación del ejemplo de Dios, a cuya imagen está hecho el hombre. “Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir        su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos”. Al discípulo de Cristo no le basta saludar y amar a los amigos; eso lo hace cualquiera. Al cristiano se le pide más. Vosotros sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto, concluye Jesús. Eco agrandado a la motivación-estribillo de la Ley de santidad del Levítico: “Seréis santos porque yo el Señor vuestro Dios soy santo” (Lv 19,2).

ENTRA EN TU INTERIOR

UNA LLAMADA ESCANDALOSA

La llamada al amor es siempre seductora. Seguramente, muchos acogían con agrado la llamada de Jesús a amar a Dios y al prójimo. Era la mejor síntesis de la Ley. Pero lo que no podían imaginar es que un día les hablara de amar a los enemigos.

Sin embargo, Jesús lo hizo. Sin respaldo alguno de la tradición bíblica, distanciándose de los salmos de venganza que alimentaban la oración de su pueblo, enfrentándose al clima general de odio que se respiraba en su entorno, proclamó con claridad absoluta su llamada: “Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os calumnian”.

Su lenguaje es escandaloso y sorprendente, pero totalmente coherente con su experiencia de Dios. El Padre no es violento: ama incluso a sus enemigos, no busca la destrucción de nadie. Su grandeza no consiste en vengarse sino en amar incondicionalmente a todos. Quien se sienta hijo de ese Dios, no introducirá en el mundo odio ni destrucción de nadie.

El amor al enemigo no es una enseñanza secundaria de Jesús, dirigida a personas llamadas a una perfección heroica. Su llamada quiere introducir en la historia una actitud nueva ante el enemigo porque quiere eliminar en el mundo el odio y la violencia destructora. Quien se parezca a Dios no alimentará el odio contra nadie, buscará el bien de todos incluso de sus enemigos.

Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no está pidiendo que alimentemos en nosotros sentimientos de afecto, simpatía o cariño hacia quien nos hace mal. El enemigo sigue siendo alguien del que podemos esperar daño, y difícilmente pueden cambiar los sentimientos de nuestro corazón.

Amar al enemigo significa, antes que nada, no hacerle mal, no buscar ni desear hacerle daño. No hemos de extrañarnos si no sentimos amor alguno hacia él. Es natural que nos sintamos heridos o humillados. Nos hemos de preocupar cuando seguimos alimentando el odio y la sed de venganza.

Pero no se trata solo de no hacerle mal. Podemos dar más pasos hasta estar incluso dispuestos a hacerle el bien si lo encontramos necesitado. No hemos de olvidar que somos más humanos cuando perdonamos que cuando nos vengamos alegrándonos de su desgracia.
El perdón sincero al enemigo no es fácil. En algunas circunstancias a la persona se le puede hacer en aquel momento prácticamente imposible liberarse del rechazo, el odio o la sed de venganza. No hemos de juzgar a nadie desde fuera. Solo Dios nos comprende y perdona de manera incondicional, incluso cuando no somos capaces de perdonar.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Jesús nos pide que el mal sea vencido por el bien.

Jesús despliega, pues, un futuro. El hombre que se encierra en el odio desea la eliminación de su enemigo. Si se conmueve ante la bondad que se le testimonia, renunciará quizás al mal y se volverá él mismo bueno. El bien habrá vencido al mal. El perdón abre un espacio de libertad y postula una lógica distinta de la del mal.

“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Aplicar el Evangelio a la perfección. Pero ¿no puede ser descorazonador? ¿Quién puede llegar a conseguirlo? La perfección de Dios es el amor, así es el que ama, de verdad.

ORACIÓN FINAL

Señor, al final de cada Eucaristía nos envías con un encargo: “Sed santos”. Quiero tomarme esto en serio y preocuparme de lo que tú quieres. Amar generosamente en las mil ocasiones que me va brindando el día. Al estilo de Cristo.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Paxi Velasco FANO

Imagen para colorear.


lunes, 10 de febrero de 2020

16 DE FEBRERO: VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO A



“Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.

16 DE FEBRERO

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Eclesiástico 15,16-21

No mandó pecar al hombre.

Salmo 118:

Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

2ª Lectura: 1 Corintios 2,6-10

Dios predestinó la sabiduría antes de los siglos para nuestra gloria.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 5,17-37

“Dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el reino de los cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento: “No cometerás adulterio”. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer. Sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a pasar entero al abismo. Está mandado: “El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio”. Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer –excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio-. Sabéis que se mandó a los antiguos: “No jurarás en falso” y “cumplirás tus votos al Señor”. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio.
Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio.
Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.
Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.
Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios,
ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey.
No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.
Cuando ustedes digan 'sí', que sea sí, y cuando digan 'no', que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.”

REFLEXIÓN

Seguir a Jesucristo, ser su discípulo, es lo más grande y lo más gratificante que nos puede pasar. Pero no es fácil, ni es cómodo. Jesús explica con claridad sus exigencias, incluso parece a veces exagerado, o que pone el acento en la dificultad. No se nos pide mucho, se nos pide todo. Quiere que lo dejemos todo, que nos vaciemos todo, que nos sacrifiquemos del todo. Claro que es para ganarlo todo, para llenarnos del todo.

En la página evangélica de hoy, nos explica Jesús algunos de los contenidos de su ley. Está en línea con la ley antigua, pero renovada, mejorada. Puede que la letra suene igual, pero la música, el contenido de fondo, el espíritu es nuevo.

Los fariseos se consideraban unos santos. Cumplían la ley a la perfección. Y no era fácil. Sabemos el yugo insoportable que significaba esa ley. Tenían que tener en cuenta nada menos que 613 preceptos, con sus meticulosas interpretaciones. Era para ponerse enfermo.

Jesús nos pide una perfección mayor, pero en línea liberadora. “Mi yugo es ligero”, diría. No tantas leyes: que si el sábado, que si el ayuno, que si las purificaciones, que si diezmo… Menos leyes, pero importantes, como la justicia, la tolerancia, la solidaridad, la misericordia. Y si queréis una sola, la ley del amor.

Tampoco hay que cumplir porque esté mandado, por miedo al castigo, por aparecer perfecto. ¡Cuánta hipocresía! Se cumple con la boca, con las manos, pero no con el corazón. Hay que cumplir porque sale del alma, porque lo necesita el hermano, porque nos lo pide Dios.

La santidad no depende de la cantidad, sino del espíritu, del Espíritu. No cuántas cosas hacemos, sino cómo y por qué las hacemos, qué amor ponemos en lo que hacemos. Aunque sean menos cosas, aunque sean más pequeñas, aunque sean como dos reales, como la ofrenda de la viuda en el templo, pero hechas con mucha generosidad, con entera gratuidad. La santidad no está en el rigor, sino en el amor.

Los mandamientos antiguos eran leyes de mínimos, exigencias negativas que no se deben traspasar. No jurar, no robar, no matar, no desear… Bastaba con no hacer mal. El mandamiento de Jesús apunta hacia el máximo, hacia el mayor amor. No es cuestión de no matar, sino de dar la vida. No es cuestión de no vengarse, sino de perdonar. No es cuestión de no odiar, sino de amar al enemigo. No es cuestión de no cometer adulterio, sino de ser fiel en el matrimonio, con amor creciente, hasta el fin.

Vivir la ley de Dios en su espíritu es preguntarse por cuál es toda la voluntad de Dios sobre la existencia humana, interpretando cada parte o elemento de esa ley desde la perspectiva global y total de la Palabra divina.

Desde esta perspectiva, bien podemos afirmar que si los cristianos no somos hoy todo el fermento y la sal que debemos ser en el mundo, no es por llevar a la práctica toda la Palabra de Dios según lo dicta el Espíritu, sino precisamente todo lo contrario: por haberla cercenado y por haberla violentado hasta reducirla a una simple fórmula que deja intacto nuestro corazón y nuestras íntimas intenciones. ¿Acaso no nos quedamos tranquilos en nuestra conciencia porque venimos a la misa, cuando el espíritu de la eucaristía va mucho más allá de venir o no venir a escuchar una misa? Pero no sólo el espíritu, sino la misma letra referida a la eucaristía es violentada cuando esta celebración no es un encuentro de hermanos que comen juntos como signo de su servicio a toda la comunidad.

Muchas son las enseñanzas del evangelio de hoy. Pero no podemos desperdigarnos en todas ellas, sino centrarnos en algunos puntos fundamentales, como los referentes al 5º Mandamiento.
No matar. Es un mandamiento antiguo. En nuestros tiempos tan modernos ya no haría falta ni nombrarlo. Ya se tiene conciencia de la dignidad de la persona humana. La vida es algo sagrado. ¿Quién se atrevería hoy a atentar contra ella?

Y, por desgracia, parece que nunca como hoy ha valido tan poco la vida humana. Vidas que se arrebatan por dinero, o niños de la calle que desaparecen sin más. O en nuestros países tan ricos y tan desarrollados, ¿cuánto vale la vida de un anciano?

¡No matar! ¡Dios mío!, ¿quién podrá contar las víctimas de las guerras, ¿se pueden contar las que esa guerra genocida sin sentido, se está llevando en Siria?

Hay también maneras indirectas de matar, o dejar morir responsablemente. Cuando, por ejemplo, se proporcionan medios para matar, como el tráfico de armas, la droga, la eutanasia, el aborto. Cuando no se ofrecen los medios para vivir, no se comparten los alimentos, las medicinas, la cultura.

La enseñanza de Jesús va más allá. No sólo no matar, no se puede odiar, porque “el que odia en un asesino” (1 Jn 3,15). No sólo no odiar, sino perdonar, reconciliarse y amar al enemigo. No puedes comulgar si no comulgas primero con el hermano que te ha ofendido. No sólo perdonar, sino estar dispuesto a dar la vida por el hermano. Lo dice claramente S. Juan: “En esto hemos conocido lo que es amor, en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1 Jn 3,16). Sobra ya cualquier otro comentario.

ENTRA EN TU INTERIOR

ENTENDER LAS LEYES COMO JESÚS

Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Era el mejor regalo que habían recibido de Dios. En todas las sinagogas la guardaban con veneración dentro de un cofre depositado en un lugar especial. En esa Ley podían encontrar cuanto necesitaban para ser fieles a Dios.

Jesús, sin embargo, no vive centrado en la Ley. No se dedica a estudiarla ni a explicarla a sus discípulos. No se le ve nunca preocupado por observarla de manera escrupulosa. Ciertamente, no pone en marcha una campaña contra la Ley, pero ésta no ocupa ya un lugar central en su corazón.

Jesús busca la voluntad del Dios desde otra experiencia diferente. Le siente a Dios tratando de abrirse camino entre los hombres para construir con ellos un mundo más justo y fraterno. Esto lo cambia todo. La ley no es ya lo decisivo para saber qué espera Dios de nosotros. Lo primero es "buscar el reino de Dios y su justicia".

Los fariseos y letrados se preocupan de observar rigurosamente las leyes, pero descuidan el amor y la justicia. Jesús se esfuerza por introducir en sus seguidores otro talante y otro espíritu: «si vuestra justicia no es mejor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios». Hay que superar el legalismo que se contenta con el cumplimiento literal de leyes y normas.

Cuando se busca la voluntad del Padre con la pasión con que la busca Jesús, se va siempre más allá de lo que dicen las leyes. Para caminar hacia ese mundo más humano que Dios quiere para todos, lo importante no es contar con personas observantes de leyes, sino con hombres y mujeres que se parezcan a él.

Aquel que no mata, cumple la Ley, pero si no arranca de su corazón la agresividad hacia su hermano, no se parece a Dios. Aquel que no comete adulterio, cumple la Ley, pero si desea egoístamente la esposa de su hermano, no se asemeja a Dios. En estas personas reina la Ley, pero no Dios; son observantes, pero no saben amar; viven correctamente, pero no construirán un mundo más humano.

Hemos de escuchar bien las palabras de Jesús: «No he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a dar plenitud». No ha venido a echar por tierra el patrimonio legal y religioso del antiguo testamento. Ha venido a «dar plenitud», a ensanchar el horizonte del comportamiento humano, a liberar la vida de los peligros del legalismo.

Nuestro cristianismo será más humano y evangélico cuando aprendamos a vivir las leyes, normas, preceptos y tradiciones como los vivía Jesús: buscando ese mundo más justo y fraterno que quiere el Padre.

 José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Seguimos escuchando el sermón de la Montaña. No es ley nueva, porque se mantiene en la fundamental de la antigua, pero es ley nueva, porque cambia de espíritu, las exigencias y la motivación. No más exigencias que vienen de arriba, del Sinaí, bajo amenazas de muerte, el temor, sino exigencias que nacen de dentro, del Espíritu, con promesas de dicha y plenitud. Porque ya, Dios, el Padre de la misericordia, nos ha dirigido su última y definitiva palabra, ya no habrá otra que su Hijo amado Jesucristo, Palabra hecha carne de tu carne y de la mía.

ORACIÓN

Te bendigo, Padre, porque el espíritu de las bienaventuranzas de tu Hijo Jesús, nos ha convocado una vez más para ahondar en el sentido de su mensaje, camino verdadero de la vida. Como toda tu palabra, como la Ley y los Profetas, también el evangelio de Jesús es una invitación constante a vivir cada día con más plenitud esta gran aventura de la existencia humana, una aventura cargada de tensiones y de momentos críticos, pero también rebosante de felicidad cada vez que nuestro corazón se abre con sinceridad a una palabra que da sabor a nuestra vida

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Paxi Velasco FANO



Imagen para colorear