sábado, 9 de septiembre de 2023

17 DE SEPTIEMBRE: XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón,

cada uno a su hermano.”

17 DE SEPTIEMBRE

XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Primera Lectura: Eclesiástico 27,33-28,9

Perdona la ofensa de tu prójimo para obtener tú el perdón.

Salmo 102

El Señor es compasivo y misericordioso.

Segunda Lectura: Romanos 14,7-9

En la vida y en la muerte somos del Señor.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo 18,21-35

“Entonces se adelantó Pedro y le preguntó:

- Señor, y si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿Cuántas veces lo tendré que perdonar?, ¿siete veces?

Jesús le contestó:

- Siete veces, no; setenta veces siete. Por esto el reinado de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con sus empleados.

 Para empezar, le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara con eso. El empleado se echó a sus pies suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo”.

El señor, conmovido, dejó marcharse a aquel empleado, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando: “Págame lo que me debes”.

El compañero se echó a sus pies suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré”. Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

 Al ver aquello sus compañeros, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor lo sucedido. Entonces el señor llamó al empleado y le dijo:

- ¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné toda aquella deuda. ¿No era tu deber tener también compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?

Y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda su deuda.

Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón, cada uno a su hermano.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".

Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.

Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.

Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.

El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".

El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.

Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'.

El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.

Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.

Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.

¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?'.

E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.

Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".

REFLEXIÓN

El evangelio de hoy es continuación del que leíamos el domingo pasado. Allí se daba por supuesto el perdón. Hoy es el tema principal. Mateo sigue con la instrucción sobre cómo comportarse con los hermanos dentro de la comunidad. Sin perdón mutuo sería imposible cualquier clase de comunidad.

El perdón no es más que una de las manifestaciones del amor y está en conexión directa con el amor al enemigo. Entre los seres humanos es impensable un verdadero amor que no lleve implícito el perdón. Dejaríamos de ser humanos si pudiéramos eliminar la posibilidad de fallar.

La frase del evangelio "setenta veces siete", no podemos entender­la literalmente; como si dijera que hay que perdonar 490 veces. Quiere decir que hay que perdonar siempre. El perdón tiene que ser, no un acto, sino una actitud, que se mantiene durante toda la vida y ante cualquier ofensa.

Los rabinos más generosos del tiempo de Jesús, hablaban de perdonar las ofensas hasta cuatro veces. Pedro se siente mucho más generoso y añade otras tres. Siete era ya un número que indicaba plenitud, pero Jesús quiere dejar muy claro que no es suficiente, porque todavía supone que se lleva cuenta de las ofensas.

Seguramente Jesús está haciendo referencia al “cántico de Lamec”: “si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete” (Gn 4,24). El perdón debe extenderse hasta donde llega el deseo de venganza.

La parábola no necesita explicación, como todas. El punto de inflexión está en la desorbitada diferencia de la deuda de uno y otro. El señor es capaz de perdonar una inmensa deuda. El empleado es incapaz de perdonar una minucia.

Al final del texto, encontramos un rabotazo del Antiguo Testamento: “Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo”. Jesús nunca pudo dar a entender que un Dios vengativo puede castigar de esa manera, o negarse a perdonar hasta que cumplamos unos requisitos.

En el evangelio encontramos con mucha frecuencia esa incapacidad de aceptar plenamente el Dios de Jesús, que es sobre todo Padre. Eran judíos y les costó Dios y ayuda aceptar toda la originalidad de Jesús.

También nosotros nos encontramos mucho más a gusto con el Dios del Antiguo Testamento. Ese Dios que premia y castiga nos permite a nosotros hacer lo mismo con los demás. Esta es la razón por la que nos sentimos tan identificados con Él. Primero hemos fabricado un Dios a nuestra imagen, y después nos hemos conformado con imitarle.



ENTRA EN TU INTERIOR

SIEMPRE

A Mateo se le ve muy preocupado por corregir los conflictos, disputas y enfrentamientos que pueden surgir en la comunidad de los seguidores de Jesús. Probablemente está escribiendo su evangelio en unos momentos en que, como se dice en su evangelio, «la caridad de la mayoría se está enfriando».

Por eso concreta con mucho detalle cómo se ha de actuar para extirpar el mal del interior de la comunidad, respetando siempre a las personas, buscando antes que nada «la corrección a solas», acudiendo al diálogo con «testigos», haciendo intervenir a la «comunidad» o separándose de quien puede hacer daño a los seguidores de Jesús.

Todo eso puede ser necesario, pero ¿cómo ha de actuar en concreto la persona ofendida?, ¿Qué ha de hacer el discípulo de Jesús que desea seguir sus pasos y colaborar con él en abrir caminos al reino de Dios: el reino de la misericordia y la justicia para todos?

Mateo no podía olvidar unas palabras de Jesús recogidas por un evangelio anterior al suyo. No eran fáciles de entender, pero reflejaban lo que había en el corazón de Jesús. Aunque hayan pasado veinte siglos, sus seguidores no hemos de rebajar su contenido.

Pedro se acerca a Jesús. Como en otras ocasiones, lo hace representando al grupo de seguidores: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?, ¿hasta siete veces?». Su pregunta no es mezquina, sino enormemente generosa. Le ha escuchado a Jesús sus parábolas sobre la misericordia de Dios. Conoce su capacidad de comprender, disculpar y perdonar. También él está dispuesto a perdonar «muchas veces», pero ¿no hay un límite?

La respuesta de Jesús es contundente: «No te digo siete veces, sino hasta setenta veces siete»: has de perdonar siempre, en todo momento, de manera incondicional.

A lo largo de los siglos se ha querido rebajar lo dicho por Jesús: «perdonar siempre, es perjudicial»: «da alicientes al ofensor» «hay que exigirle primero arrepentimiento». Todo esto parece muy razonable, pero oculta y deja irreconocible lo que pensaba y vivía Jesús.

Hay que volver a él. En su Iglesia hacen falta hombres y mujeres que estén dispuestos a perdonar como él, introduciendo entre nosotros su gesto de perdón en toda su gratuidad y grandeza. Es lo que mejor hace brillar en la Iglesia el rostro de Cristo.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Nuestro mundo puede hacerse más humanos, solamente si en todas las relaciones recíprocas que plasman su rostro moral introducimos el momento del perdón, tan esencial al evangelio. El perdón atestigua que en el mundo está presente el amor más fuerte que el pecado y que la muerte. El perdón es además la condición fundamental de la reconciliación, no sólo en la relación de Dios con el hombre, sino también en las recíprocas relaciones de los hombres.

Jesús subraya con tanta insistencia la necesidad de perdonar a los demás que a Pedro, que le había preguntado cuántas veces debería perdonar al prójimo, le indicó la cifra simbólica de “setenta veces siete”, quería decir con ello que debería saber perdonar siempre.

ORACIÓN

Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos y concede que te sirvamos de todo corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)

 

 


domingo, 3 de septiembre de 2023

10 DE SEPTIEMBRE: XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

 


“Si te hace caso, has salvado a tu hermano”.

10 DE SEPTIEMBRE

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Ezequiel 33,7-9

Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre.

Salmo 9410 DE SEPTIEMBRE 

Ojalá escuchéis hoy su voz: “No endurezcáis vuestro corazón”.

2ª Lectura: Romanos 13,8-10

Amar es cumplir la ley entera.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 18,13-20

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.  Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro además que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.

Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.

Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.

Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.

También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.

Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos".

REFLEXIÓN

Las palabras del profeta Ezequiel en la primera lectura desmienten algunos de los dichos más egoístas y nefastos que suele oírse con frecuencia en nuestro lenguaje coloquial: “Este no es mi problema”; “cada uno en su casa y Dios en la de todos” … Ha dicho Dios mediante el profeta: “Si yo digo al malvado: ¡malvado, reo eres de muerte!, y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre…” Esta preocupación por los demás forma parte de la gran ley del amor que nos ha recordado san Pablo en la segunda lectura: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera”.

El evangelio reúne de alguna manera estos dos conceptos expresados en las primeras lecturas para diseñar cómo ha de ser y cómo tiene que practicarse la corrección fraterna en nuestras comunidades. La comunidad y la comunión son indispensables para vivir a fondo los valores y las virtudes del evangelio. Todos somos miembros de una Iglesia universal, pero todos necesitamos también nuestra comunidad local, con la que vivimos y celebramos, con la que nos educamos en la fe, con la que compartimos alegrías y sufrimientos.

Jesús no se conforma con qué intentemos ayudar al hermano que se aleja, o que, con su forma de vivir y actuar, pone en peligro la credibilidad y el buen nombre de la comunidad, quiere que agotemos todas las posibilidades que esté a nuestro alcance, por eso no debemos dejarlo cuando lo reprendemos a solas y no nos hace caso, sino llamar a otro hermano, a varios o reunir a la comunidad si hace falta.

Es normal que en la vida diaria se produzcan disensiones entre las personas, o que en muchas familias haya enfrentamientos entre algunos de sus miembros. Pero que estas divergencias no se afronten, que haya personas que no se hablen, a veces entre los miembros de una misma casa, o en una misma comunidad, no es solamente un hecho claramente contrario al evangelio, sino que es incluso un hecho inhumano, contrario al querer de Dios.

Jesús propone caminos que habrá que experimentar: “si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos”.

Cuántas veces, en lugar de corregir a solas al hermano, con caridad y con cariño, aireamos sus defectos y sus errores a los cuatro vientos y nos quedamos tan tranquilos, claro, son defectos y errores de los otros, no míos. “Si no te hace caso, llama a otro u otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos”.

Muchas veces nos mostramos autosuficientes con nuestra verdad, y nos negamos a aceptar la verdad o la opinión de los demás. “Y si no les hace caso, díselo a la comunidad (a la familia, al grupo de reflexión o de trabajo…).

¿Queremos ganar al hermano, a la hermana, al otro o queremos vencerle y demostrarle nuestra superioridad moral? ¿Queremos la paz y la reconciliación, o buscamos solamente una victoria? ¿Tenemos espíritu de bondad y entrañas de misericordia, o no nos despojamos del odio y la revancha?



ENTRA EN TU INTERIOR

REUNIRSE EN EL NOMBRE DE JESÚS

La destrucción del templo de Jerusalén el año 70 provocó una profunda crisis en el pueblo judío. El templo era «la casa de Dios». Desde allí reinaba imponiendo su ley. Destruido el templo, ¿dónde podrían encontrarse ahora con su presencia salvadora?

Los rabinos reaccionaron buscando a Dios en las reuniones que hacían para estudiar la Ley. El célebre Rabbi Ananías, muerto hacia el año 135, lo afirmaba claramente: «Donde dos se reúnen para estudiar las palabras de la Ley, la presencia de Dios (la «Shekiná») está con ellos».

Los seguidores de Jesús provenientes del judaísmo reaccionaron de manera muy diferente. Mateo recuerda a sus lectores unas palabras que atribuye a Jesús y que son de gran importancia para mantener viva su presencia entre sus seguidores: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

No es una reunión que se hace por costumbre, por disciplina o por sumisión a un precepto. La atmósfera de este encuentro es otra cosa. Son seguidores de Jesús que «se reúnen en su nombre», atraídos por él, animados por su espíritu. Jesús es la razón, la fuente, el aliento, la vida de ese encuentro. Allí se hace presente Jesús, el resucitado.

No es ningún secreto que la reunión dominical de los cristianos está en crisis profunda. A no pocos la misa se les hace insufrible. Ya no tienen paciencia para asistir a un acto en el que se les escapa el sentido de los símbolos y donde no siempre escuchan palabras que toquen la realidad de sus vidas.

Algunos sólo conocen misas reducidas a un acto gregario, regulado y dirigido por los eclesiásticos, donde el pueblo permanece pasivo, encerrado en su silencio o en sus respuestas mecánicas, sin poder sintonizar con un lenguaje cuyo contenido no siempre entienden. ¿Es esto «reunirse en el nombre del Señor»?

¿Cómo es posible que la reunión dominical se vaya perdiendo como si no pasara nada? ¿No es la Eucaristía el centro del cristianismo? ¿Cómo la Jerarquía prefiera no plantearse nada, no cambiar nada? ¿Cómo los cristianos permanecemos callados? ¿Por qué tanta pasividad y falta de reacción? ¿Dónde suscitará el Espíritu encuentros de dos o tres que nos enseñen a reunirnos en el nombre de Jesús?

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

No podemos dejar de subrayar en el evangelio de hoy, y sobre todo de cara, al trabajo en nuestras comunidades, la necesidad de trabajar y de rezar juntos: “Si dos de vosotros se pone de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque adonde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Hoy más que nunca es preciso despertar y fomentar la corresponsabilidad en el interior de la Iglesia, porque forma parte del querer de Jesús. Solamente podremos avanzar mediante el trabajo en equipo, que, en nuestro caso, es trabajo en comunión. Con Cristo y entre nosotros.

Que este estilo de vida supone un cambio en nuestro corazón y en nuestro esquema educativo, está fuera de duda. Que lo exige el evangelio del amor a los pecadores, también está fuera de duda. Con este amor fraterno como premisa fundamental, pensemos ahora todo lo que está sucediendo y veamos juntos cuál puede ser la forma más adecuada para que nuestra comunidad sea levadura y fermento de una vida nueva.

ORACIÓN

Hermanas y hermanos, sabemos que Dios nos ama tal cual somos; pero también es cierto que su amor debe ser correspondido por amor. Quien se deja amar por Dios, debe estar dispuesto a reformar su conducta para que ella sea signo de amor y comunión con los hermanos.

Hoy la palabra de Dios nos invita a reflexionar sobre algo que a todos nos afecta directamente: la realidad del pecado presente en el seno de la sociedad, es general, y de la comunidad cristiana en particular. Dispongámonos para una atenta escucha de la voz del Señor, que nos sale al encuentro en cada eucaristía que celebramos y cuando dos o más nos reunimos en su nombre.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)



Imagen para colorear.