domingo, 26 de mayo de 2019

2 DE JUNIO: VII DOMINGO DE PASCUA. SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR.



“Mientras los bendecía, se separó de ellos, subiendo al cielo…”

2 DE JUNIO

VII DOMINGO DE PASCUA

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

(JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES)

1ª Lectura: Hechos 1,4.8-11

Se fue elevando a la vista de todos.

Salmo 46:

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

2ª Lectura: Hebreos: 9.24-28, 10,19-23

Cristo entró en el cielo mismo.

PALABRA DEL DÍA

Lucas: 24,46-53

“Dijo Jesús a sus discípulos: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto”. Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo). Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Dijo Jesús a los suyos: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,
y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto."
Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto".
Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.
Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría,
y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.”

REFLEXIÓN

No tenemos más remedio, en lugar de quedarnos en la periferia de esta solemnidad de la Ascensión del Señor, que ahondar en su relación con la Iglesia, su comunidad, su cuerpo viviente.

Desde esta perspectiva, la Ascensión subraya una especial particularidad del tiempo de la Iglesia: Jesús está visiblemente ausente, pero invisiblemente presente como Señor y Cabeza de la comunidad, tal como subraya el autor de la carta a los Hebreos en la segunda lectura.

Si, hasta la resurrección, el peso de la responsabilidad liberadora estuvo sobre los hombros de Jesús, ahora pasa a su comunidad, a sus discípulos, que deben “proclamar el evangelio por todas partes”, como testigos de Jesús “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo”.

Teniendo en cuenta las tres lecturas de hoy, podemos descubrir que este tiempo de la Iglesia que se abre a partir de la ascensión, tiene tres características importantes:

-Primera: Tiempo del señorío de Cristo, cabeza de la comunidad.

Esta idea es expresada con aquella frase que pasó al credo: “Está sentado a la derecha de Dios”, que Pablo interpreta como un real señorío sobre el mundo presente y futuro, señorío que es efectivo en la Iglesia, que lo reconoce como su cabeza.

-Segunda: Tiempo del Espíritu Santo.

Antes de ascender, Jesús ordena a los suyos que se congreguen en Jerusalén para recibir la promesa del Padre, el don del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo es la vida y la fuerza de la comunidad cristiana, tal como lo celebramos el próximo domingo, fiesta de Pentecostés.

A partir de la ascensión, toda la comunidad cristiana ha de tomar conciencia de que no puede ser de Cristo si no se entrega al Espíritu. Sin esta obediencia al Espíritu, la Iglesia no será más que una sociedad anónima o una multinacional, esclava del dinero y del poder.

-Tercera: Tiempo de la responsabilidad evangelizadora.

Los cristianos no podemos quedarnos “ahí mirando al cielo”. La ascensión marca el instante en que somos enviados como mensajeros del Reino, de la misma forma que Jesús fue el mensajero por excelencia de ese Reino.

Hoy Jesús nos hace participar de su misión, de su mismo Proyecto. En la Ascensión toma cuerpo el Proyecto Cristiano.

Es así, como una fiesta, que parece en un primer momento no tener importancia, de pronto se nos aparece como esencial para cuestionar la misma razón de ser de los cristianos en el mundo. Desde la Ascensión podemos ahora revisar cuanto hacemos como cristianos, cuanto hace la Iglesia; cuanto se piensa, se dice y se hace en nombre de Jesús

ENTRA EN TU INTERIOR

Los evangelios nos ofrecen diversas claves para entender cómo comenzaron su andadura histórica las primeras comunidades cristianas sin la presencia de Jesús al frente de sus seguidores. Tal vez, no fue todo tan sencillo como a veces lo imaginamos. ¿Cómo entendieron y vivieron su relación con él, una vez desaparecido de la tierra?

Mateo no dice una palabra de su ascensión al cielo. Termina su evangelio con una escena de despedida en una montaña de Galilea en la que Jesús les hace esta solemne promesa: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Los discípulos no han de sentir su ausencia. Jesús estará siempre con ellos. Pero ¿cómo?

Lucas ofrece una visión diferente. En la escena final de su evangelio, Jesús “se separa de ellos subiendo hacia el cielo”. Los discípulos tienen que aceptar con todo realismo la separación: Jesús vive ya en el misterio de Dios. Pero sube al Padre “bendiciendo” a los suyos. Sus seguidores comienzan su andadura protegidos por aquella bendición con la que Jesús curaba a los enfermos, perdonaba a los pecadores y acariciaba a los pequeños.

El evangelista Juan pone en boca de Jesús unas palabras que proponen otra clave. Al despedirse de los suyos, Jesús les dice: “Yo me voy al Padre y vosotros estáis tristes… sin embargo, os conviene que yo me vaya para que recibáis el Espíritu Santo”. La tristeza de los discípulos es explicable. Desean la seguridad que les da tener a Jesús siempre junto a ellos. Es la tentación de vivir de manera infantil bajo la protección del Maestro.

La respuesta de Jesús muestra una sabia pedagogía. Su ausencia hará crecer la madurez de sus seguidores. Les deja la impronta de su Espíritu. Será él quien, en su ausencia, promoverá el crecimiento responsable y adulto de los suyos. Es bueno recordarlo en unos tiempos en que parece crecer entre nosotros el miedo a la creatividad, la tentación del inmovilismo o la nostalgia por un cristianismo pensado para otros tiempos y otra cultura.

Los cristianos hemos caído más de una vez a lo largo de la historia en la tentación de vivir el seguimiento a Jesús de manera infantil. La fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda que, terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos “el tiempo del Espíritu”, tiempo de creatividad y de crecimiento responsable. Nos da luz y aliento para ir buscando caminos siempre nuevos para reproducir hoy su actuación. Así nos conduce hacia la verdad completa de Jesús.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Hasta salimos ganando, con la Ascensión de Jesús:

-Porque está más dentro de nosotros, en la mayor intimidad.

-Porque puede estar con todos nosotros, sin limitación de espacio.

-Porque puede estar siempre con nosotros, sin limitación de tiempo.

-Porque está con nosotros en su Espíritu, la presencia más lograda y más rica. Es una presencia divina que acompaña y transforma. Es como si el mismo Cristo viviera en nosotros, hasta convertirnos en otros Cristos. Presencia dinámica y transformadora.

-Porque está con nosotros en el pan que se parte y se comparte y en los sacramentos, presencia real, que acompaña, consuela, fortalece y alimenta.

-Porque está con nosotros en los hermanos, en los que le recuerdan y le aman, en los que le comulgan, en los que se unen, en los que se comprometen.

-Porque está con nosotros en los pobres y en los que sufren, presencia ardiente, llagas dolorosas del cuerpo del señor…

ORACIÓN

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, nos dé espíritu de sabiduría para conocerlo, e ilumine nuestros ojos para que comprendamos cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados y cuál la fuerza que desplegó en Jesucristo resucitándolo de la muerte y constituyéndolo Señor de todo lo creado y Cabeza de la Iglesia. Amén.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Paxi Velasco FANO



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domingo, 19 de mayo de 2019

26 DE MAYO: VI DOMINGO DE PASCUA.



“el que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará,
y vendremos a él y haremos morada en él”

26 de Mayo

VI DOMINGO DE PASCUA

1ª Lectura: Hechos 15,1-2.22-29

El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido
no imponerles más cargas que las necesarias.

Salmo 66:

Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

2ª Lectura: Apocalipsis 21,10-14.22-23

Un ángel me mostró la ciudad santa, que descendía del cielo.

PALABRA DEL DÍA

Juan 14,23-29

“Dijo Jesús a sus discípulos: “el que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo”.

Versión para Latino América extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Jesús le respondió: «Si al guien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. En ton ces vendremos a él para poner nuestra morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras; pero el mensaje que escuchan no es mío, sino del Padre que me ha enviado.
Les he dicho todo esto mientras estaba con ustedes.
En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes angustia ni miedo.
Sa ben que les dije: Me voy, pero volveré a ustedes. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, pues el Padre es más grande que yo.
Les he dicho estas cosas ahora, antes de que sucedan, para que cuando sucedan ustedes crean”.

REFLEXIÓN

La ausencia física de Jesús en medio de los suyos fue siempre un problema para los cristianos, sobre todo para los apóstoles y los primeros discípulos tan marcados por la experiencia vital del Maestro.

Muchas eran las preguntas que podían hacerse: ¿Cómo continuar su obra? ¿Cómo escuchar su palabra? ¿Cómo hacer frente a los problemas y dificultades que seguramente se suscitarán con el correr del tiempo? ¿Cómo interpretar correctamente sus palabras y darles el sentido exacto? ¿Y cómo organizar una comunidad que apenas estaba esbozada al morir su fundador?

Y el evangelista Juan, preocupado por esta comunidad cristiana que debe ser la prolongación de Cristo en el tiempo y en el espacio, nos da una respuesta e insiste en ella; es el don del Espíritu Santo el que completará la obra de Jesús. Juan y Lucas son los dos evangelistas que subrayan constantemente la obra del Espíritu en la comunidad cristiana.

Acercándonos ya inmediatamente a la celebración de la Ascensión del Señor y a Pentecostés, no nos extrañemos de que la liturgia incline hoy nuestra mirada hacia el Espíritu Santo que debe juzgar un papel tan importante en la dinámica de la comunidad cristiana. Como sucede en estos domingos, mientras el evangelio de Juan nos presenta el postulado teórico de la cuestión, el libro de los Hechos nos da la visión pragmática desde ciertas situaciones concretas.

Jesús se va al Padre y siente la preocupación de los apóstoles por esa ausencia que puede ser también una ruptura. Por eso les dice:  “Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito (o abogado), el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”.

El Espíritu Santo es llamado por Jesús “defensor” o “abogado” –literalmente, Paráclito-, porque no deja sola a la comunidad sino que está a su lado para siempre. No es un abogado para después de la muerte, sino un defensor para asesorar a la comunidad aquí, en esta larga marcha histórica. El Espíritu es el “otro” defensor, el segundo abogado, ya que el primero es el mismo Cristo, cabeza indiscutible de la Iglesia, como lo llama Pablo.

ENTRA EN TU INTERIOR

LA PAZ EN LA IGLESIA

En el evangelio de Juan podemos leer un conjunto de discursos en los que Jesús se va despidiendo de sus discípulos. Los comentaristas lo llaman "El Discurso de despedida". En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen miedo a quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a pesar de su partida, nunca sentirán su ausencia.

Hasta cinco veces les repite que podrán contar con «el Espíritu Santo». Él los defenderá, pues los mantendrá fieles a su mensaje y a su proyecto. Por eso lo llama «Espíritu de la verdad». En un momento determinado, Jesús les explica mejor cuál será su quehacer: «El Defensor, el Espíritu Santo... será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Este Espíritu será la memoria viva de Jesús.

El horizonte que ofrece a sus discípulos es grandioso. De Jesús nacerá un gran movimiento espiritual de discípulos y discípulas que le seguirán defendidos por el Espíritu Santo. Se mantendrán en su verdad, pues ese Espíritu les irá enseñando todo lo que Jesús les ha ido comunicando por los caminos de Galilea. Él los defenderá en el futuro de la turbación y de la cobardía.

Jesús desea que capten bien lo que significará para ellos el Espíritu de la verdad y Defensor de su comunidad: «Os estoy dejando la paz; os estoy dando la paz». No sólo les desea la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por el Espíritu, recordando y guardando sus palabras, conocerán la paz.

No es una paz cualquiera. Es su paz. Por eso les dice: «No os la doy yo como la da el mundo». La paz de Jesús no se construye con estrategias inspiradas en la mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Han de reafirmarse en él: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde».

En estos tiempos difíciles de desprestigio y turbación que estamos sufriendo en la Iglesia, sería un grave error pretender ahora defender nuestra credibilidad y autoridad moral actuando sin el Espíritu de la verdad prometido por Jesús. El miedo seguirá penetrando en el cristianismo si buscamos asentar nuestra seguridad y nuestra paz alejándonos del camino trazado por él.

Cuando en la Iglesia se pierde la paz, no es posible recuperarla de cualquier manera ni sirve cualquier estrategia. Con el corazón lleno de resentimiento y ceguera no es posible introducir la paz de Jesús. Es necesario convertirnos humildemente a su verdad, movilizar todas nuestras fuerzas para desandar caminos equivocados, y dejarnos guiar por el Espíritu que animó la vida entera de Jesús.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

“Dijo Jesús a sus discípulos: “el que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”.

Es una palabra de amor: “haremos morada en él”. Hasta qué punto Dios nos ha amado, que no sólo nos habla desde fuera, sino que se hace palabra en nosotros; que no sólo se acerca, sino que se hace intimidad en nosotros; es un amor entrañado en nosotros.

Esto tiene algunas consecuencias:

Ya nunca puedes sentirte solo. Tienes una divina compañía.

Ya nunca puedes sentirte triste o débil. Tienes el consuelo y la Fuerza de Dios contigo.

Ya no puedes despreciarte o deprimirte. Tienes una maravillosa dignidad.

Ya no puedes marginar o menospreciar al pobre y a nadie, porque también ellos están tocados por la divinidad.

Ya no puedes quedar indiferente ante los hermanos que viven arruinados física y espiritualmente, porque son profanaciones de la morada de Dios.

Ya no puedes guardar para ti estos tesoros, tendrás que hacer como Cristo, llevar al mundo la palabra y el amor.

Ya no hace falta buscar un lugar secreto para rezar o gritar mirando al cielo, basta que mires hacia dentro y te pongas a la escucha.

Y ya no podrás conformarte con dedicar un ratito a la oración, sino que debes orar siempre, abierto a la presencia de Dios.

Ya no podrás hacer nada por tu cuenta, debes escuchar el parecer de los que te habitan.
Ya no puedes vivir para ti, has de vivir para ellos y has de vivir como ellos, creando la comunión.

El Espíritu y nosotros… Nosotros todos, toda la comunidad es la depositaria de este don por excelencia del Padre. Mientras los cristianos sepamos decir: “El Espíritu Santo y nosotros”, no habrá peligro de divisiones ni de violencias internas, aun cuando los problemas planteados presenten puntos de vista distintos y hasta opuestos.

 Esta es la lección que debemos recoger del libro de los Hechos de los apóstoles: una lección tan sabía como dura de aplicar cuando las pasiones ciegan al espíritu.

Señor, sé, que comulgar es afianzar la fe en un solo Señor, en un solo Espíritu y en un solo Padre bajo cuya luz caminamos por el desierto de la vida. Envía a nuestros corazones el don de tu Espíritu, para que él y nosotros sepamos encontrar el camino de una Iglesia unida, abierta y generosa.


Expliquemos el Evangelio a los niños

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miércoles, 15 de mayo de 2019

19 DE MAYO: V DOMINGO DE PASCUA.


“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado…”

19 DE MAYO

V DOMINGO DE PASCUA

Contaban a la comunidad cristiana lo que había hecho Dios por medio de ellos.

1ª Lectura: Hechos 14,21-27

Salmo 144

 Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey.

2ª Lectura: Apocalipsis: 21,1-5

Dios les enjugará todas sus lágrimas.

PALABRA DEL DÍA

Juan: 13,31-35

“Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: -Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Cuando Judas salió, Jesús dijo: «Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él.
Por lo tanto, Dios lo va a introducir en su propia Gloria, y lo glorificará muy pronto.
Hijos míos, yo estaré con ustedes por muy poco tiempo. Me buscarán, y como ya dije a los judíos, ahora se lo digo a ustedes: donde yo voy, ustedes no pueden venir.
Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado.
En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros.”

REFLEXIÓN

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva”

Es un sueño y una esperanza que viene de muy lejos. Todos los profetas y hombres inspirados, todos los misioneros y testigos, todos los creadores y revolucionarios han buscado ese cielo nuevo y esa tierra nueva.

No nos gusta el pasado. ¡Cuánta corrupción y cuánta barbarie y cuánta maldad! No nos gusta el presente. ¡Cuánta corrupción y cuánto egoísmo! Ayer y hoy, ¡cuánta vejez y cuánta suciedad! Queremos un mundo nuevo, en el que se destierre la violencia; en el que habite la justicia; en el que habrá gozo y alegría por siempre, ya no habrá muerte ni luto ni llanto ni dolor. Un mundo nuevo en el que se restaure el verdadero paraíso, rotos los yugos de los tiranos y las botas estrepitosas, quemados los mantos manchados de sangre y las leyes de la exclusión, corriendo con abundancia los ríos de la paz y de la ciencia, respirando todos un aire de libertad. Un mundo nuevo en el que se defienda al pobre y al desvalido, en el que haya sitio para todos. En el que se impongan las normas y costumbres del respeto, la tolerancia y la solidaridad. Un mundo nuevo en el que el cielo se acerque a la tierra y Dios mismo sea nuestro príncipe y pastor. Entonces este mundo será “la morada de Dios con los hombres”. Dios mismo “acampará entre nosotros” y “enjugará las lágrimas” de todos los ojos.

El mundo nuevo, el Reino o la morada de Dios, ya está aquí. Está en la persona que se renueva, dócil al Espíritu de Jesús, y está en los grupos que se comprometen a favor de los pobres, y está en la sociedad que se esfuerza por ser más justa y solidaria. El mundo nuevo está en todos los que siguen deseándolo y esperándolo activamente, en todos los que lo cantan y lo comunican, en todos los que estudian las leyes y los medios que conducen a su progresiva realización. Y está en todos los que lo rezan y lo sufren, en todos los que creen y los que aman.

Es el amor lo que engendra a la comunidad y lo que la alimenta. El amor manifiesta día a día la presencia de Dios en el mundo; por eso, una comunidad servicial es el templo viviente de Dios; es su casa y su morada.

Y desde ese amor, tan divino como humano, tan espiritual como concreto, tan interior como sensible, deben leerse los demás signos cristianos. Ni la cruz ni la eucaristía tienen sentido si no son expresión de amor. Y una Iglesia sin amor es el anti-Cristo, el anti-signo de Jesús. Es, simplemente, un cuerpo muerto.

El domingo pasado hablábamos de interiorizar nuestra relación con Jesucristo. Hoy podemos ver que sólo el amor produce esa interiorización. El amor constituye la verdadera ideología del cristianismo, el punto de vista desde donde todo puede tener valor o puede no servir para nada.
Siendo así el pensamiento de Jesús, no tenemos más alternativa que revisar nuestras actitudes, gestos, actos, instituciones y todo nuestro aparato legal para ver en qué medida son expresión y signo de amor o son, más bien, una forma elegante de evadirlo.

ENTRA EN TU INTERIOR

NO PERDER LA IDENTIDAD

Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos. Jesús les habla con ternura especial: «Hijitos míos, me queda poco de estar con vosotros». La comunidad es pequeña y frágil. Acaba de nacer. Los discípulos son como niños pequeños. ¿Qué será de ellos si se quedan sin el Maestro?

Jesús les hace un regalo: «Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado». Si se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos. El amor que han recibido de Jesús seguirá difundiéndose entre los suyos.

Por eso, Jesús añade: «La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros». Lo que permitirá descubrir que una comunidad que se dice cristiana es realmente de Jesús, no será la confesión de una doctrina, ni la observancia de unos ritos, ni el cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. En ese amor está su identidad.

Vivimos en una sociedad donde se ha ido imponiendo la "cultura del intercambio". Las personas se intercambian objetos, servicios y prestaciones. Con frecuencia, se intercambian además sentimientos, cuerpos y hasta amistad. Eric Fromm llegó a decir que "el amor es un fenómeno marginal en la sociedad contemporánea". La gente capaz de amar es una excepción.
Probablemente sea un análisis excesivamente pesimista, pero lo cierto es que, para vivir hoy el amor cristiano, es necesario resistirse a la atmósfera que envuelve a la sociedad actual. No es posible vivir un amor inspirado por Jesús sin distanciarse del estilo de relaciones e intercambios interesados que predomina con frecuencia entre nosotros.

Si la Iglesia "se está diluyendo" en medio de la sociedad contemporánea no es sólo por la crisis profunda de las instituciones religiosas. En el caso del cristianismo es, también, porque muchas veces no es fácil ver en nuestras comunidades discípulos y discípulas de Jesús que se distingan por su capacidad de amar como amaba él. Nos falta el distintivo cristiano.

Los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo, no siempre hemos acertado o nos hemos atrevido a darle su verdadero contenido a partir del espíritu y de las actitudes concretas de Jesús. Nos falta aprender que él vivió el amor como un comportamiento activo y creador que lo llevaba a una actitud de servicio y de lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir el ser humano.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Esta es la verdadera novedad, el amor de Cristo. Si se nos pide un amor como el suyo, estamos ante una realidad distinta. Si se nos manda que nos amemos como Cristo, se trata, desde luego, de un mandamiento nuevo.

El amor de Jesucristo es auténtico, limpio, gratuito, respetuoso, paciente, entrañable, compasivo, oblativo, ilimitado, incondicional, universal, definitivo.

Este amor, no es un amor que se cultive en la tierra. Es más bien un amor propio de Dios.

No sabríamos qué admirar más. Damos alguna pincelada de los aspectos más novedosos.

Ama misericordiosamente, compasivo y enternecido ante cualquier miseria humana.

Ama con preferencia a los más pobres y pequeños, los que menos seducen, los que no pueden pagar, los que más necesitan.

Ama a todos, superando exclusivismo o privilegio, haciendo del más lejano un hermano, un próximo.
Ama gratuitamente, desinteresadamente, sin pedir nada a cambio.

Ama incondicionalmente, para siempre, pase lo que pase y suceda lo que suceda.

Ama en comunidad, forjando comunión.

Ama hasta el fin, hasta darlo todo, hasta darse del todo, amando más que a sí mismo, hasta la muerte.

Esto es lo que distingue a los cristianos, vivir un amor como el de Jesucristo. No por las cruces o los ritos se conoce a los cristianos, sino por el amor.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

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miércoles, 8 de mayo de 2019

12 DE MAYO: IV DOMINGO DE PASCUA.



12 DE MAYO

IV DOMINGO DE PASCUA

1ª Lectura: Hechos 13,14.43-52

Ahora nos dirigiremos a los paganos.

Salmo 99

 Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

2ª Lectura: Apocalipsis 7,9.14-17

El Cordero será su pastor y los conducirá
a las fuentes del agua de la vida.

PALABRA DEL DÍA

Juan: 10,27-30

“Dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.


“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.
El Padre y yo somos una sola cosa".


REFLEXIÓN

Los textos del tiempo pascual continúan volviendo nuestros ojos hacia el surgimiento y expansión de la comunidad cristiana, nacida precisamente con Cristo resucitado.

Pero este nacimiento y esta expansión no tienen nada de mágico, sino que constantemente responden tanto a un designio misterioso del Padre, cuyos caminos desconocemos, como a determinadas contingencias humanas que condicionan el crecer de la Iglesia.

Los textos que hoy comentamos nos plantean con suficiente crudeza esta realidad de la comunidad cristiana, que, si se siente asida de la mano del Padre, también está enraizada en una experiencia histórica que puede posibilitar o dificultar sus pasos por el mundo.

El texto del evangelio de Juan tendría que ser como una especie de telón de fondo de toda la actividad de la comunidad eclesial, como un punto de referencia constante para evitar peligrosas distorsiones o malentendidos. Jesús se presenta como el Pastor de la comunidad de los discípulos, pastor que está en íntima relación con el Padre: “Yo y el Padre somos uno”.

Lo interesante del texto es que Jesús no especifica quiénes son sus ovejas, pero sí que sus ovejas escuchan su voz y lo siguen; él, por su parte, las conoce íntimamente y da la vida por ellas.

Si el domingo pasado veíamos el carácter institucional de la Iglesia fundada sobre la roca de Pedro, el Pedro del amor, el texto de hoy sale al paso de cualquier tipo de cristianismo basado puramente en prioridades institucionales o jurídicas. En efecto, son discípulos de Jesús aquellos que verdaderamente escuchan su voz, es decir, que cumplen y viven el mandato liberador del Padre revelado en Jesucristo.

Más importante que los lazos institucionales y visibles, son los estrechos lazos íntimos que unen al creyente con Cristo. Jesús no parece dejarse engañar por las apariencias, ya que sabe lo que pasa en el corazón del hombre.

El conoce a los suyos con una mirada interior, profunda, mezcla de conocimiento y de amor.

El evangelio de hoy puede quedar una vez más en una hermosa frase, más o menos poética, si no surge hoy el compromiso de preguntarnos por esa voz de Cristo que tenemos que escuchar y cumplir para llamarnos sus discípulos. Si no conocemos a Jesucristo, tampoco podremos ser reconocidos por él porque podrá pasar delante de nuestras narices sin que nos demos cuenta. No basta que él nos conozca o nos quiera reconocer como sus llamados; un diálogo necesita la inter-relación, el encuentro de dos, la experiencia mutua de dos que se conocen, que se quieren y que se comprometen a algo en común.

“Yo y el Padre somos uno”, dijo Jesús. Y esa comunión perfecta de amor, conocimiento y experiencia, es puesta como modelo de la relación del discípulo con Cristo.

ENTRA EN TU INTERIOR

ESCUCHAR SU VOZ Y SEGUIR SUS PASOS

La escena es tensa y conflictiva. Jesús está paseando dentro del recinto del templo. De pronto, un grupo de judíos lo rodea acosándolo con aire amenazador. Jesús no se intimida, sino que les reprocha abiertamente su falta de fe: «Vosotros no creéis porque no sois ovejas mías». El evangelista dice que, al terminar de hablar, los judíos tomaron piedras para apedrearlo.

Para probar que no son ovejas suyas, Jesús se atreve a explicarles qué significa ser de los suyos. Sólo subraya dos rasgos, los más esenciales e imprescindibles: «Mis ovejas escuchan mi voz... y me siguen». Después de veinte siglos, los cristianos necesitamos recordar de nuevo que lo esencial para ser la Iglesia de Jesús es escuchar su voz y seguir sus pasos.

Lo primero es despertar la capacidad de escuchar a Jesús. Desarrollar mucho más en nuestras comunidades esa sensibilidad, que está viva en muchos cristianos sencillos que saben captar la Palabra que viene de Jesús en toda su frescura y sintonizar con su Buena Noticia de Dios. Juan XXIII dijo en una ocasión que "la Iglesia es como una vieja fuente de pueblo de cuyo grifo ha de correr siempre agua fresca". En esta Iglesia vieja de veinte siglos hemos de hacer correr el agua fresca de Jesús.

Si no queremos que nuestra fe se vaya diluyendo progresivamente en formas decadentes de religiosidad superficial, en medio de una sociedad que invade nuestras conciencias con mensajes, consignas, imágenes, comunicados y reclamos de todo género, hemos de aprender a poner en el centro de nuestras comunidades la Palabra viva, concreta e inconfundible de Jesús, nuestro único Señor.

Pero no basta escuchar su voz. Es necesario seguir a Jesús. Ha llegado el momento de decidirnos entre contentarnos con una "religión burguesa" que tranquiliza las conciencias pero ahoga nuestra alegría, o aprender a vivir la fe cristiana como una aventura apasionante de seguir a Jesús.

La aventura consiste en creer lo que el creyó, dar importancia a lo que él dio, defender la causa del ser humano como él la defendió, acercarnos a los indefensos y desvalidos como él se acercó, ser libres para hacer el bien como él, confiar en el Padre como él confió y enfrentarnos a la vida y a la muerte con la esperanza con que él se enfrentó.

Si quienes viven perdidos, solos o desorientados, pueden encontrar en la comunidad cristiana un lugar donde se aprende a vivir juntos de manera más digna, solidaria y liberada siguiendo a Jesús, la Iglesia estará ofreciendo a la sociedad uno de sus mejores servicios.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Hay quien consagra su vida íntegramente a la entrega y el servicio, en los distintos campos de la “pastoral”, los trabajos del pastor. Quieren vivir como Cristo pastor y confirmar su misión entre nosotros. Importan los distintos servicios, desde la palabra a los sacramentos, desde la educación a las humildes obras de misericordia. Pero importa, sobre todo, la caridad pastoral, la manera como se hacen las cosas, el amor que se pone en ello, la capacidad para renunciar y el sacrificio, hasta dar la vida, si es preciso, por los demás. Esta caridad pastoral elige preferentemente a los pobres. Así lo hacía el Buen Pastor.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

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