domingo, 25 de diciembre de 2022

31 DE DICIEMBRE Y 1 DE ENERO: SÉPTIMO DÍA DE LA OCTAVA DE NAVIDAD Y SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS.

 


31 DE DICIEMBRE

DÍA VII DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

Primera Lectura: Primera Carta de Juan 2,18-21

PALABRA DEL DÍA

Juan 1,1-18

“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.

En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.

Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: -“Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”-

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracias tras gracia.

Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto Jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”.

REFLEXIÓN

Jesús es Palabra, es la última y la definitiva Palabra, pero es una Palabra comprometida.

Es así como la Iglesia, en estos días de Navidad, nos presenta a Jesús con una imagen un poco distinta a la del Niño en Belén. No es que contraponga la imagen de Jesús-Palabra a la de Jesús-Niño, lo que sucede es que Juan ve a Jesús en la totalidad de su obra, lo ve proyectado en el tiempo y en el espacio, lo ve actuando ya en medio de los hombres, entre los cuales ha plantado su tienda.

Y no está de más que contemplemos a Jesús como el proyecto total del Padre, proyecto que nace en Belén y que halla cumplimiento en la Pascua. Sin la Pascua, Belén es un recuerdo folclórico.

Pero hay algo más aún: este Jesús no comienza en Belén. Viene de antes, desde siempre, porque desde siempre está junto al Padre aun sin manifestarse plenamente. “La Palabra estaba con Dios y por ella fueron hechas todas las cosas.”

Sin embargo, solamente se hace realmente Palabra cuando “al venir al mundo ilumina a todo hombre”. En Navidad, Dios comienza a volcar toda su Palabra, encarnada en Cristo, que habla, piensa, siente y nace en nombre de Dios.

Con Jesús, el hombre tiene acceso a todo el proyecto de Dios sobre el hombre y el mundo.

Sin embargo, también esta palabra nos puede pasar desapercibida, puede estar entre nosotros y no ser conocida ni aceptada. Puede venir hasta nuestra casa y no ser recibida.

Este es el otro elemento del evangelio de Juan: el drama de la Palabra o el juicio de la Palabra. Jesús, por ser luz, separa lo tenebroso de lo luminoso; exige al hombre una definición o respuesta, pues le exige que piense, sienta, hable y obre de determinada forma, hacia cierta dirección, colocando todo su ser bajo el prisma de la luz.

Quienes reciben en sí esta palabra y se unen a su proyecto, llegan a ser hijos de Dios, pues la misma Palabra los engendra con la fuerza del Espíritu.

De esta forma Navidad llega a su culminación: Dios se hace hombre para que el hombre tenga acceso a la plenitud de la vida. Esta vida total en Dios.

Siempre será muy poco lo que sabremos de Dios. Pero siguiendo el proyecto de Jesús llegaremos hasta Él. Es cierto que Dios es inaccesible; pero si queremos tener una idea acabada acerca de qué piensa, siente, dice y hace Dios, nada mejor que ver qué piensa, siente, dice y hace Jesús: “El que me ve a mí, ve a mi Padre”.

En Navidad, el primer proyecto divino de hacer un hombre a su semejanza, se hace realidad. Cristo es el hombre-imagen de Dios, es la totalidad de un proyecto de Dios sobre el hombre. Dicho proyecto no consiste en que el hombre abandone su ser humano o su condición histórica, sino todo lo contrario: que lo realice totalmente.

Con Jesús, Dios lanza su proyecto. Dicho proyecto no está en contradicción con el proyecto del hombre. Al contrario: el plan divino se pone al servicio del plan humano. Por eso la Palabra se hizo hombre, para comprometerse hasta las últimas consecuencias con la situación histórica del hombre.

Jesús es Palabra, pero palabra comprometida. Bien lo dice Juan: “Se hizo carne”; expresión semita que significa: se hizo parte de nuestro ser, compañero de viaje, hermano de raza, solidario con todo hombre que pise el planeta.

Los cristianos que estamos celebrando la Navidad estamos llamados a decir nuestra palabra. No podemos quedar mudos mientras la humanidad bulle en uno de sus momentos más cruciales. Pero: ¿Cuál es nuestra palabra? ¿Qué pensamos, sentimos, decimos y hacemos los cristianos? ¿Cuál es nuestro compromiso con la historia?

Un largo momento de meditación ante el Niño. Palabra-comprometida hasta la cruz puede, quizá, ayudarnos a encontrar la respuesta.

ENTRA EN TU INTERIOR

Seguro que tengo que cambiar mis esquemas. Jesús me dice con su presencia, sencillez, pobreza y amor cuáles son las semillas que debo plantar en mi corazón. He de fijarme en las personas a las que se ha manifestado. Qué cualidades tenían. Los pastores eran gentes muy sencillas. Ellos tenían el corazón preparado para recibir al Niño, para creer en el Niño. Y yo, ¿tengo mi corazón preparado? Aún estoy a tiempo para unirme a los pastores. Aún ahora puedo transformarme y sentir el calor del aliento del Niño Jesús. Quiero que sea la luz verdadera que me alumbre, esa luz que vino al mundo y la desaprovecharon, quiero aprovecharla, dejarme iluminar por ella para poder iluminar a los otros.

ORA EN TU INTERIOR

Señor, tu nacimiento está marcado por la marginación y la pobreza. La gloria del cielo se oscurece en la tierra. El que es Señor del mundo no encuentra sitio en el mundo para nacer. El que es dueño de todas las cosas necesita de los regalos de pobres pastores, que al raso cuidaban sus rebaños. Pero tú vienes con muchos regalos del cielo, y el primero de todos es la paz. Paz para todos los hombres sin excepción, para los buenos y para los malos, para los libres y los esclavos, paz envuelta en telas de amor.

Estamos en Navidad, fiesta llena de recuerdos y de nostalgias; fiesta que nos acerca a nuestros seres queridos, porque fue en la familia donde aprendimos a vivir: allí nacimos y allí crecimos. Allí también recibimos nuestra fe y dijimos nuestras primeras oraciones.

Es Navidad: fiesta de la familia humana, de todos los hombres sin distinción alguna, porque la luz brilla para todos. Navidad es esperanza de un mundo mejor; es la garantía de que la paz es posible.

Es Navidad: el Reino de Dios se vuelca como una lluvia de verano, como agua de vida, como viento de fortaleza, como grano de trigo, como palabra, como gesto…

Es Navidad: detengamos nuestra marcha para mirar al Niño recién nacido. Desde los ojos de este Niño Dios nos mira.

ORACIÓN

Que sea y viva, Señor, como verdadero hijo tuyo.

Que sea y viva como hermano de todos los hombres.

Que sea comprensivo y compasivo, acogedor y solidario, capaz de superar mi individualismo y mi clasismo.

Que sea pobre, que solo busque tu reino y su justicia.

Que sea manso, que me convenza de que sólo tú yugo es llevadero y tú carga ligera.

Que sea capaz de mirar siempre con ojos de misericordia.

Que sepa hacer mío los dolores y sufrimientos de mis hermanos.

Que sepa amar, Señor, que sepa amar. Amén




1 DE ENERO

SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

JORNADA DE ORACIÓN POR LA PAZ

1ª Lectura: Números 6,22-27

Salmo 66: “El Señor tenga piedad y nos bendiga”

2ª Lectura: Gálatas 4,4-7

PALABRA DEL DÍA

Lucas 2,16-21

“En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón.

Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.

Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de su concepción”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.

Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño,

y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.

Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.

Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.

Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción.”

REFLEXIÓN

 Jesús fue el nombre escogido por el cielo para designar al Mesías. Sabemos toda la fuerza que tiene este nombre bendito. Decir Jesús puede ser para nosotros la mejor bendición. Con el nombre de Jesús nos protegemos. Con el nombre de Jesús confesamos nuestra fe, porque estamos confesando  que en Jesús, Yahvé nos salva. Con el nombre de Jesús rezamos, pero siempre que se haga desde el Espíritu: “Porque nadie puede decir: ¡Jesús es Señor! Sino por influjo del Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). Con el nombre de Jesús evangelizamos, porque “no hay otro nombre por el cual el hombre pueda ser salvado” (Hch 4,12).

Sólo una mirada agradecida y suplicante a María. Toda la gracia y la bendición de Dios pasaron por ella. Ella colaboró activamente con su docilidad y su entrega, con su acogida y disponibilidad, con la fuerza de su fe y de su amor. Fue siempre: “La mujer dócil a la voz del Espíritu… la que supo acoger como Abrahán la voluntad de Dios” “Esperando contra toda esperanza”.  La bendecida por el Señor.

“El Señor te bendiga y te proteja,

Ilumine su rostro sobre ti

Y te conceda su favor;

El Señor se fije en ti

Y te conceda la paz” (Núm 6,22ss)

Cada año, cada día, cada instante necesitamos la bendición de Dios: que ilumine su rostro sobre nosotros, que nos proteja y nos conceda su favor, que no aparte sus ojos de nosotros, esos ojos grandes que envuelven en amor y que penetran hondo, pacificando.

Dios bendice desde el principio: “Y los bendijo Dios”. Bendice Dios para que vivamos y para que seamos felices en nuestra tarea. Bendición es el deseo de Dios expresado en palabras buenas. Pero la palabra que Dios dice, se cumple. Cada palabra suya es como un beso de amor creativo. Dice, por ejemplo: ¡vive!, y el hombre empezó a ser. Dice: ¡no temas!, y se acabaron los miedos. Dice: ¡paz!, y la alegría nadie nos la puede quitar. Dice: ¡Espíritu!, y empezamos a renacer. ¡Bendícenos hoy, Señor!



ENTRA  EN TU INTERIOR

Y ahora, una vez que tú estás bendecido, dedícate a bendecir. Si Dios ha puesto su luz en ti, irradia. Si Dios te ha pacificado, siembra la paz. Así como Dios nos ama para que nos amemos, Dios nos bendice para que bendigamos, para que lleguemos a ser una bendición. Que cuando te acerques a otro, sienta que sale de ti una irradiación benéfica y pacificadora. Y cuando alguien se acerque a ti, que tú le acojas entrañablemente y le digas bien, le digas cosas buenas, bonitas, y pueda volver gozoso. Y si tú no te atreves a bendecir, dile eso: que Dios te bendiga, pero de verdad.

ORA EN TU INTERIOR CON EL PADRE NUESTRO DE LA PAZ

PADRE: que miras por igual a todos tus hijos a quienes ves enfrentados.

NUESTRO: de todos, sea cual sea nuestra edad, color, religión o lugar de nacimiento.           

QUE ESTÁS EN LOS CIELOS, y en la tierra, en cada hombre, en los humildes y en los que sufren.

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, pero no con el estruendo de las armas, sino con el susurro del corazón.

VENGA A NOSOTROS TU REINO, el de la paz, el del amor. Y aleja de nosotros los reinos de la tiranía y de la explotación.

HÁGASE TU VOLUNTAD siempre y en todas partes. En el cielo y en la tierra. Que tus deseos no sean obstaculizados por los hijos del poder.

DANOS EL PAN DE CADA DÍA que está amasado con paz, con justicia, con amor. Aleja de nosotros el pan de cizaña que siembra envidia y división.

DÁNOSLE HOY porque mañana puede ser tarde, la guerra amenaza y algún loco puede incendiarla.

PERDÓNANOS no como nosotros perdonamos, sino como Tú perdonas.

NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN de almacenar lo que no nos diste, de acumular lo que otros necesitan, de mirar con recelo al otro.

 


domingo, 18 de diciembre de 2022

24 Y 25 DE DICIEMBRE: NATIVIDAD DEL SEÑOR: MISA DE LA NOCHE Y MISA DEL DÍA.

 


”…hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”.

24 DE DICIEMBRE

NATIVIDAD DEL SEÑOR. MISA DE LA NOCHE

1ª Lectura: Isaías 9,1-3,5-6

Salmo 95: “Hoy nos ha nacido un Salvador: El Mesías, el Señor”

2ª Lectura: Tito 2,11-14

PALABRA DEL DÍA

Lucas 2,1-14

“En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.

Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.

También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turnos su rebaño.

Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.

El ángel les dijo:

-“No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.”

De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: -“Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.”

Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo.

Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.

Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.

José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,

para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.

Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre;

y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.

De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,

pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:

Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.

Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre".

Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:

"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".

REFLEXIÓN

El ciclo de Navidad-Epifanía, está escrito a imagen y semejanza del ciclo de Pascua y, por tanto, depende de él. Los dos empiezan de noche. Porque dos veces a lo largo del año –sólo dos veces- la Iglesia nos convoca de noche al templo para velar; son dos noches que tienen una luz especial, un resplandor que viene de Dios. La Nochebuena, la Vigilia Pascual. Y no podemos entender la una sin la otra: son dos noches que nos hablan de un único misterio.

Hoy tenemos el inicio de la salvación; en la Pascua, tenemos el cumplimiento, la plenitud. En la Navidad es Dios quien se hace hijo de los hombres; en la Pascua es el hombre quien se convierte en hijo de Dios. El protagonista es siempre el mismo: Jesús, en la Navidad con su nacimiento; en la Pascua con su muerte y resurrección; y desde su vida nos muestra que la vida humana se puede vivir de un modo nuevo y diferente, que tiene un nombre concreto: que tiene un nombre concreto: el Reino de Dios, que es el Reino del hombre.

Hoy ha descendido la paz y la alegría sobre nosotros: “No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo…Os ha nacido un Salvador”.



ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR           

En un pesebre

Según el relato de Lucas, es el mensaje del Ángel a los pastores el que nos ofrece las claves para leer desde la fe el misterio que se encierra en un niño nacido en extrañas circunstancias en las afueras de Belén. Es de noche. Una claridad desconocida ilumina las tinieblas que cubren Belén. La luz no desciende sobre el lugar donde se encuentra el niño, sino que envuelve a los pastores que escuchan el mensaje. El niño queda oculto en la oscuridad, en un lugar desconocido. Es necesario hacer un esfuerzo para descubrirlo.

Estas son las primeras palabras que hemos de escuchar: «No tengáis miedo. Os traigo la Buena Noticia: la alegría grande para todo el pueblo». Es algo muy grande lo que ha sucedido. Todos tenemos motivo para alegrarnos. Ese niño no es de María y José. Nos ha nacido a todos. No es solo de unos privilegiados. Es para toda la gente.

Los cristianos no hemos de acaparar estas fiestas. Jesús es de quienes lo siguen con fe y de quienes lo han olvidado, de quienes confían en Dios y de los que dudan de todo. Nadie está solo frente a sus miedos. Nadie está solo en su soledad. Hay Alguien que piensa en nosotros.

Así lo proclama el mensajero: «Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor». No es el hijo del emperador Augusto, dominador del mundo, celebrado como salvador y portador de la paz gracias al poder de sus legiones. El nacimiento de un poderoso no es buena noticia en un mundo donde los débiles son víctima de toda clase de abusos.

Este niño nace en un pueblo sometido al Imperio. No tiene ciudadanía romana. Nadie espera en Roma su nacimiento. Pero es el Salvador que necesitamos. No estará al servicio de ningún César. No trabajará para ningún imperio. Solo buscará el reino de Dios y su justicia. Vivirá para hacer la vida más humana. En él encontrará este mundo injusto la salvación de Dios.

¿Dónde está este niño? ¿Cómo lo podemos reconocer? Así dice el mensajero: «Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». El niño ha nacido como un excluido. Sus padres no le han podido encontrar un lugar acogedor. Su madre lo ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella misma se ha valido, como ha podido, para envolverlo en pañales y acostarlo en un pesebre.

En este pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No lo encontraremos en los poderosos sino en los débiles. No está en lo grande y espectacular sino en lo pobre y pequeño. Hemos de escuchar el mensaje: vayamos a Belén; volvamos a las raíces de nuestra fe. Busquemos  a Dios donde se ha encarnado.

                                                                                 

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Hemos contemplado la Buena Noticia, la mejor noticia que anunciaron los ángeles a los pastores y que la Iglesia sigue anunciando a todos los hombres del mundo. Es una noticia buena para todos, pero especialmente para aquellos que buscan intensamente a Dios y para los que angustiosamente lo necesitan; es decir, para los que creen, para los que sufren, para los pobres y excluidos de la sociedad.

Celebramos el nacimiento de dios, y el nacimiento de dios envuelto en la mayor humildad y pobreza. Lo primero es que vino Dios a nosotros, lo segundo, los parámetros y las circunstancias de esta venida.

ORACIÓN

Hoy, en esta eucaristía de media noche, vienes a mi, señor, y mañana, en la misa del día, contemplaré tu gloria. Vienes a mí para que, libre de temor, arrancado de la mano de mis enemigos, te sirva con santidad y justicia todos los días de mi vida. ¡Qué maravillosa visión de la vida cristiana, que cada día me recuerda la antífona “benedictus” ¡. Te pido que en esta Navidad ninguna ocupación o preocupación aparte de mi mente, mi corazón y mi vida de lo único importante que eres tú, que vienes y me pides alojarte en mi corazón.

Expliquemos el Evangelio a los niños

“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios."



25 DE DICIEMBRE

NATIVIDAD DEL SEÑOR

MISA DEL DÍA

1ª Lectura: Isaías 52,7-10

Salmo 97

 “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”

2ª Lectura: Hebreos 1,1-6

PALABRA DEL DÍA

Juan 1,1-18

 

“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.

Por  medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.

En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.

Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: -“Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”-

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracias tras gracia.

Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto Jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”

Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

El no era la luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre”.

REFLEXIÓN

La Palabra de Dios, la que existía desde el principio, la que estaba en Dios y era Dios, se ha hecho carne de nuestra carne en Jesús. Dios se ha encarnado. Nuestro Dios se ha hecho muy cercano. Se ha vestido con nuestra naturaleza, ¡Qué maravilla! El Niño del pesebre es Dios, Dios con nosotros, Dios entre nosotros. El Verbo se ha hecho hombre y ha entrado en nuestra historia. ¿Y cómo ha venido a nosotros? Ha venido como un marginado. Sus padres no han encontrado un lugar digno y han ido a parar a un establo, al corral de los animales. Jesús ha encontrado como cuna un pesebre.

¿Por qué tenía que nacer en este lugar? Éste es el misterio de Dios. Él se ha encarnado en nuestro mundo, en el que están muy presentes la miseria, la marginación y la injusticia. Los hombres y las mujeres más pobres, los pequeños, las personas maltratadas y abandonadas pueden darse cuenta de que este Dios es su Dios, un Dios cercano, muy cercano. Él ha venido vestido de pobreza para que en él los más pobres encuentren la luz. Éste es su Dios, éste es nuestro Dios. Este nacimiento es un escándalo, como son escándalo la miseria y las diferencias de nuestro mundo: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron…”

Los hombres prefirieron las tinieblas a la luz.

“Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre



ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

Los creyentes tenemos múltiples y muy diversas imágenes de Dios. Desde niños nos vamos haciendo nuestra propia idea de él, condicionados, sobre todo, por lo que vamos escuchando a catequistas y predicadores, lo que se nos transmite en casa y en el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y actos religiosos. Todas estas imágenes que nos hacemos de Dios son imperfectas y deficientes, y hemos de purificarlas una y otra vez a lo largo de la vida. No lo hemos de olvidar nunca. El evangelio de Juan nos recuerda de manera rotunda una convicción que atraviesa toda la tradición bíblica: «A Dios no lo ha visto nadie jamás».

Los teólogos hablamos mucho de Dios, casi siempre demasiado; parece que lo sabemos todo de él: en realidad, ningún teólogo ha visto a Dios. Lo mismo sucede con los predicadores y dirigentes religiosos; hablan con seguridad casi absoluta; parece que en su interior no hay dudas de ningún género: en realidad, ninguno de ellos ha visto a Dios.

Entonces, ¿cómo purificar nuestras imágenes para no desfigurar de manera grave su misterio santo? El mismo evangelio de Juan nos recuerda la convicción que sustenta toda la fe cristiana en Dios. Solo Jesús, el Hijo único de Dios, es «quien lo ha dado a conocer». En ninguna parte nos descubre Dios su corazón y nos muestra su rostro como en Jesús.

Dios nos ha dicho cómo es encarnándose en Jesús. No se ha revelado en doctrinas y fórmulas teológicas sublimes sino en la vida entrañable de Jesús, en su comportamiento y su mensaje, en su entrega hasta la muerte y en su resurrección. Para aproximarnos a Dios hemos de acercarnos al hombre en el que él sale a nuestro encuentro.

Siempre que el cristianismo ignora a Jesús o lo olvida, corre el riesgo de alejarse del Dios verdadero y de sustituirlo por imágenes distorsionadas que desfiguran su rostro y nos impiden colaborar en su proyecto de construir un mundo nuevo más liberado, justo y fraterno. Por eso es tan urgente recuperar la humanidad de Jesús.

No basta con confesar a Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto y vital a los evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu, entrar en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Ésta es la tarea apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce y sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Señor, tu nacimiento está marcado por la marginación y la pobreza. La gloria del cielo se oscurece en la tierra. El que es Señor del mundo no encuentra sitio en el mundo para nacer. El que es dueño de todas las cosas necesita de los regalos de pobres pastores, que al raso cuidaban sus rebaños. Pero tú vienes con muchos regalos del cielo, y el primero de todos es la paz. Paz para todos los hombres sin excepción, para los buenos y para los malos, para los libres y los esclavos, paz envuelta en pañales de amor.

¡Oh, Señor! Contigo nació la gracia de Dios. En ti Dios se manifestó a los humildes y misericordiosos. Por ti fui rescatado de mi mediocridad. Y tú me enseñaste a vivir santamente y a esperar con las lámparas encendidas tu vuelta gloriosa.

ORACIÓN

Seguro que tengo que cambiar mis esquemas. Jesús me dice con su presencia, sencillez, pobreza y amor cuáles son las semillas que debo plantar en mi corazón. He de fijarme en las personas a las que se ha manifestado. Qué cualidades tenían. Los pastores eran gentes muy sencillas. Ellos tenían el corazón preparado para recibir al Niño, para creer en el Niño. Y yo, ¿tengo mi corazón preparado? Aún estoy a tiempo para unirme a los pastores. Aún ahora puedo transformarme y sentir el calor del aliento del Niño Jesús. Quiero que sea la luz verdadera que me alumbre, esa luz que vino al mundo y la desaprovecharon, quiero aprovecharla, dejarme iluminar por ella para poder iluminar a los otros.

Que sea y viva, Señor, como verdadero hijo tuyo.

Que sea y viva como hermano de todos los hombres.

Que sea comprensivo y compasivo, acogedor y solidario, capaz de superar mi individualismo y mi clasismo.

Que sea pobre, que solo busque tu reino y su justicia.

Que sea manso, que me convenza de que sólo tú yugo es llevadero y tú carga ligera.

Que sea capaz de mirar siempre con ojos de misericordia.

Que sepa hacer mío los dolores y sufrimientos de mis hermanos.

Que sepa amar, Señor, que sepa amar. Amén

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imagen de Patxi Velasco FANO



 

 


domingo, 11 de diciembre de 2022

18 DE DICIEMBRE: CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO.

 


“Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo,

Y le pondrá por nombre Emmanuel…”

18 DE DICIEMBRE

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

1ª Lectura: Isaías 7,10-14

Mirad la Virgen está encinta.

Salmo 23: Va a entrar el Señor, él es el Rey de la Gloria.

2ª Lectura: Romanos 1,1-7

Jesucristo de la estirpe de David, hijo de Dios.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 1,18-24

“La concepción de Jesucristo fue así: la madre de Jesús estaba desposada con José, y antes de vivir juntos resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era  justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.

Así lo tenía resuelto cuando se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: -José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu santo.

Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque salvará su pueblo de sus pecados.

 Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el señor por el profeta: “Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre –Emmanuel (que significa “Dios-con-nosotros”).” Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Este fue el origen de Jesucristo:

María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.

Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:

La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".

Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa!

REFLEXIÓN

Estamos a las puertas de la Navidad y contemplamos a José y María que esperan un hijo. La Virgen está a punto de dar a luz a Jesús, el Emmanuel. Dios, que se hace uno de nosotros, para que nosotros nos convirtamos en hijos suyos. María es la Virgen de la esperanza para toda la humanidad. José la apoya, aceptando personalmente la voluntad de Dios, a pesar de los interrogantes que se le presentan.

El itinerario que tuvieron que hacer María y José, así como también Juan, porque confiaron plenamente en el plan de Dios, es el camino que también nosotros debemos recorrer para descubrir que Dios verdaderamente se hace presente en nuestra vida. De alguna manera podemos llevar a Dios en nuestro interior, como María. Lo podemos acompañar en los demás, como José. Lo podemos descubrir en el testimonio de muchas personas que lo dan todo por servir y amar, como hizo Juan.

Tenemos que sentirnos contentos y orgullosos de ser enviados, de ser apóstoles, en medio de nuestro mundo. Ser testimonios de la buena Nueva. Abrir caminos a la esperanza de un mundo nuevo. Un mundo, ciertamente, dividido por los egoísmos y marcado por la violencia y el desprecio hacia los más débiles. Un mundo que habla mucho de intereses y de progreso pero poco de justicia y de respeto a la dignidad de cada persona. O quizá hablamos y no hacemos lo suficiente para dar la vuelta a la situación. Por un mundo amado por Dios, llamado a ser redimido y a ser transformado por la fuerza de su Espíritu Santo.

Los padres de Jesús comprendieron que no estaban solos. Comprendieron que el Espíritu les guiaba y les sostenía. Les empujaba a tomar decisiones. Ellos, como los profetas, entendieron qué significaba ser instrumentos en manos de Dios. Este Dios que se fijaba en la humanidad de aquellos a los que había llamado.

Dios los tomaba de la mano, los conducía y, por tanto, podían confiarse y abandonar dudas y temores. Dios estaba con ellos. Tampoco nosotros estamos solos. Por la fe, Abrahán partió sin saber a donde iba.

Mar Rojo y caminó incansable por el desierto, con la esperanza de que su pueblo llegaría a la Tierra Prometida.

Por la fe, los profetas se atrevieron a decir lo que tenían que decir, en nombre de Dios, sabiendo que no serían escuchados ni bien recibidos. Por la fe, Juan bautiza y espera encontrar un día al Señor, el Mesías. Por la fe María dice sí, confiando en la fuerza de Dios. Por  la fe, José toma a María  por esposa y acoge3 al niño que va a nacer, sin hacer caso habladurías y le pone el nombre. Y confía en que el Dios de Israel le confortará en las decisiones graves que habrá que tomar… Creer más allá de lo que somos capaces de ver en la inmediatez de la vida.

Dios no viene a condenar al mundo, sino a salvarlo. Dios viene a liberar este mundo seducido por el consumo que todo lo devora. Dios viene a liberarnos de nuestros miedos y de nuestra pasividad ante el mal. Dios nos llama a dar este niño al mundo. El niño de la esperanza. El niño de la ternura. El niño de la vida que puede recomenzar en nuestra familia. En la aceptación valerosa de la enfermedad de un familiar. En la muerte inesperada del amigo. En la lucha por un mundo más justo.

En la Misa de la Noche de Navidad leeremos el pregón de Navidad y diremos que, después de tantos imperios caídos, en un humilde lugar de un pueblo sometido, nació Jesús, hijo de David. El Mesías. Esperado tanto tiempo, despreciado por los poderosos y aún más tarde perseguido. En su historia empieza una larga historia de salvación y de vida. En la historia de los humildes, como María y José.

En la experiencia de fidelidad en el servicio y en el amor gratuito está el camino de la felicidad y el futuro de la humanidad.



ENTRA EN TU INTERIOR

LE PONDRÁS POR NOMBRE JESÚS

Entre los hebreos no se le ponía al recién nacido un nombre cualquiera, de forma arbitraria, pues el «nombre», como en casi todas las culturas antiguas, indica el ser de la persona, su verdadera identidad, lo que se espera de ella. Por eso el evangelista Mateo tiene tanto interés en explicar desde el comienzo a sus lectores el significado profundo del nombre de quien va a ser el protagonista de su relato. El «nombre» de ese niño que todavía no ha nacido es «Jesús», que significa «Dios salva». Se llamará así porque «salvará a su pueblo de los pecados». En el año 70, Vespasiano, designado como nuevo emperador mientras estaba sofocando la rebelión judía, marcha hacia Roma, donde es recibido y aclamado con dos nombres: cosas claras. El «salvador» que necesita el mundo es Jesús.

La salvación no nos llegará de ningún emperador ni de ninguna victoria de un pueblo sobre otro. La humanidad necesita ser salvada del mal, de las injusticias y de la violencia; necesita ser perdonada y reorientada hacia una vida más digna del ser humano.

Esta es la salvación que se nos ofrece en Jesús. Mateo le asigna además otro nombre: «Emmanuel». Sabe que nadie ha sido llamado así a lo largo de la historia. Es un nombre chocante, absolutamente nuevo, que significa «Dios con nosotros». Un nombre que le atribuimos a Jesús los que creemos que, en él y desde él, Dios nos acompaña, nos bendice y nos salva nosotros.

felicitar. Puedes gozar con los tuyos y ser más generoso con los que Ahora sabes «algo» de la Navidad. Puedes celebrarla, disfrutar y sufren y viven tristes. Dios está contigo. Hay una pregunta que todos los años me ronda desde que comienzo a observar por las calles los preparativos que anuncian la proximidad de la Navidad: ¿Qué puede haber todavía de verdad en el fondo de esas fiestas tan estropeadas por intereses consumistas y por nuestra propia mediocridad? No soy el único. A muchas personas les oigo hablar de la superficialidad navideña, de la pérdida de su carácter familiar y hogareño, de la vergonzosa manipulación de los símbolos religiosos y de tantos excesos y despropósitos que deterioran hoy la Navidad. Pero, a mi juicio, el problema es más hondo. ¿Cómo puede celebrar el misterio de un «Dios hecho hombre» una sociedad que vive prácticamente de espaldas a Dios, y que destruye de tantas maneras la dignidad del ser humano? ¿Cómo puede celebrar «el nacimiento de Dios» una sociedad en la que el célebre profesor francés G. Lipovetsky, al describir la actual indiferencia, ha podido decir estas palabras: «Dios ha muerto, las grandes finalidades se extinguen, pero a todo el mundo le da igual, esta es la feliz noticia»? Al parecer, son bastantes las personas a las que les da exactamente igual creer o no creer, oír que «Dios ha muerto» o que «Dios ha nacido». Su vida sigue funcionando como siempre. No parecen necesitar ya de Dios. Y, sin embargo, la historia contemporánea nos está obligando ya a hacernos algunas graves preguntas. Hace algún tiempo se hablaba de «la muerte de Dios»; hoy se habla de «la muerte del hombre».

José Antonio Pagola

(El camino abierto por Jesús)

ORA EN TU INTERIOR

 Emmanuel quiere decir que Dios se ha acercado al hombre,

ha besado sus llagas, lo ha abrazado intensamente y se ha

compenetrado con él, hasta hacerse él mismo hombre, incluso con

nuestras miserias y nuestras llagas.

Dios-con-nosotros, pero de verdad y para siempre,

compañero y amigo, maestro y protector. Y Dios en nosotros,

animando nuestra vida, savia y alimento, huésped permanente. Y

Dios para nosotros, ofreciéndose y gastándose por nosotros,

entregándose hasta el fin.

Al asumir la naturaleza humana, Dios y el hombre se

complementan, no hay rechazo mutuo. Lo humano y lo divino se

suman. Dios es capaz del hombre, y el hombre es capaz de Dios. Un

Dios humanizado y un hombre divinizado. Es Cristo, el Emmanuel.

Ahora Dios podría decir: “Soy hombre” y nada humano me

resulta ajeno. Dios y el hombre comparten suertes, compañeros. Y el

hombre puede decir que ha conseguido al fin un deseo de llegar a ser

dios. Fue posible no porque el hombre lo conquistara, sino porque

Dios se lo regaló; no es que el hombre subiera, sino que Dios se

rebajó. Se hizo hombre para que fuéramos dioses.

ORACIÓN

Dios está con nosotros. Y su presencia se ha hecho mesa, pan

y vino, se ha hecho compañía, banquete y participación. Este Jesús

con quien vamos a unirnos por los signos sacramentales es el mismo

de Belén, el mismo de la cruz, el mismo de la resurrección. Es el

Cristo que ha hecho de la tierra su casa para siempre.

Expliquemos el Evangelio a los niños

Imágenes de Patxi Velasco FANO



Imagen para colorear.



 


domingo, 4 de diciembre de 2022

11 DE DICIEMBRE: TERCER DOMINGO DE ADVIENTO.

 


"Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el bautista, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”.

11 DE DICIEMBRE

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

DOMINGO “GAUDETE”

DOMINGO DEL GOZO

1ª Lectura: Isaías 35,1-6ª.10:

“Dios viene en persona y os salvará”.

Salmo 145: Ven, Señor, a salvarnos.

2ª Lectura: Santiago 5,7-10:

“Manteneos firmes, porque la venida  del Señor está cerca”.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 11,2-11

“Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!”. Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver?, ¿un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta: él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti”. Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el bautista, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: 

"¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?".

Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:

los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.

¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!".

Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?

¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.

¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.

El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino.

Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él

REFLEXIÓN

Nos gustaría un mundo nuevo y lleno de vida y lo vamos destruyendo inexorablemente, reduciendo los bosques tropicales a madera y cultivos, contaminando el aire que respiramos y envenenando el don precioso del agua, cada vez más escasa. Querríamos una familia unida y solidaria y unas relaciones humanas respetuosas y afables, y nos encontramos con las rupturas, la envidia, la ambición destructiva, el rechazo y el desprecio. Queremos ser felices y seguir a Jesús y su Evangelio y nos desanimamos fácilmente y olvidamos los criterios que él nos ha transmitido en las bienaventuranzas.

No podemos caer en el desánimo y la decepción. Tenemos que pedir que el Espíritu de Dios mueva nuestro corazón a sentir la alegría y el gozo de ser amados. Somos hijos de Dios. A pesar de todas las dificultades, nuestra vida es un don de Dios. Tiene sentido y vale la pena vivirla.

Nuestra vida puede ser una fiesta. Es una fiesta. La tierra yerma y el desierto están de fiesta porque el Señor nos salva, nos libera. Está claro que nuestro mundo tiene las heridas del pecado, pero también tiene la luz resplandeciente del resucitado que todo lo renueva y lo empapa de esperanza y de consuelo.

 No tengamos miedo de nosotros mismos. No nos acobardemos ante el reconocimiento de nuestras debilidades, porque podemos reencontrar otra vez la energía de la fe en el seguimiento de Jesús. No tengamos miedo a enfrentarnos a la realidad de egoísmo y de injusticia de nuestro mundo. El Señor, como le gritamos en el salmo, vendrá a salvarnos, porque él hace justicia al oprimido. Y la hace a través de las personas, y a través de tantas instituciones y asociaciones de toda clase que luchan incansablemente por un mundo más justo y fraternal. El anuncio del profeta ya lo hace realidad el anuncio de Jesús, su vida, su testimonio: los ciegos ven…, los inválidos andan…, los sordos oyen…

Queremos formar comunidades vivas que alimenten la fe e impulsen la acción misionera, queremos mantener con renovado esfuerzo nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres. Avanzar en el diálogo ecuménico… cuidad la creación, la casa de todos… Trabajar con todas las personas de buena voluntad en la construcción del reino.

No podemos vivir en la decepción sino anclados en la esperanza. Jesús elogia al profeta. Elogia a Juan. Aquel que es consciente de su papel  de preparar caminos. Aquel que no se decepciona de Jesús y su testimonio. Aquel que sabe descubrir signos de cambio. Y signos de un futuro presente ya en gérmenes de nuevas comunidades, de nuevas iniciativas solidarias, de gestos de reconciliación, de conciencia de que los bienes del planeta deben repartirse con equidad y respeto. que el don de la fe es un don para el servicio generoso, gratuito y pacificador. Y que se cumplirá el deseo de dDos: “En cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán”.

En la eucaristía celebramos ya el gozo de su presente, el don de su amor entregado en la vida y en la cruz. Retornamos al centro de nuestra vida que es Jesús. No tengamos miedo. La estepas florece y nosotros nos podemos sentir agraciados por este amor de Dios que todo lo renueva.



ENTRA EN TU INTERIOR

MÁS CERCA DE LOS QUE SUFREN

Encerrado en la fortaleza de Maqueronte, el Bautista vive anhelando la llegada del juicio terrible de Dios que extirpará de raíz el pecado del pueblo. Por eso, las noticias que le llegan hasta su prisión acerca de Jesús lo dejan desconcertado: ¿cuándo va a pasar a la acción? ¿cuándo va a mostrar su fuerza justiciera?

Antes de ser ejecutado, Juan logra enviar hasta Jesús algunos discípulos para que le responda a la pregunta que lo atormenta por dentro: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro» ¿Es Jesús el verdadero Mesías o hay que esperar a alguien más poderoso y violento?

Jesús no responde directamente. No se atribuye ningún título mesiánico. El camino para reconocer su verdadera identidad es más vivo y concreto. Decidle a Juan «lo que estáis viendo y oyendo». Para conocer cómo quiere Dios que sea su Enviado, hemos de observar bien cómo actúa Jesús y estar muy atentos a su mensaje. Ninguna confesión abstracta puede sustituir a este conocimiento concreto.

Toda la actuación de Jesús está orientada a curar y liberar, no a juzgar ni condenar. Primero, le han de comunicar a Juan lo que ven: Jesús vive volcado hacia los que sufren, dedicado a liberarlos de lo que les impide vivir de manera sana, digna y dichosa. Este Mesías anuncia la salvación curando.

Luego, le han de decir lo que oyen a Jesús: un mensaje de esperanza dirigido precisamente a aquellos campesinos empobrecidos, víctimas de toda clase de abusos e injusticias. Este Mesías anuncia la Buena Noticia de Dios a los pobres.

Si alguien nos pregunta si somos seguidores del Mesías Jesús o han de esperar a otros, ¿qué obras les podemos mostrar? ¿qué mensaje nos pueden escuchar? No tenemos que pensar mucho para saber cuáles son los dos rasgos que no han de faltar en una comunidad de Jesús.

Primero, ir caminando hacia una comunidad curadora: un poco más cercana a los que sufren, más atenta a los enfermos más solos y desasistidos, más acogedora de los que necesitan ser escuchados y consolados, más presente en las desgracias de la gente.

Segundo, no construir la comunidad de espaldas a los pobres: al contrario, conocer más de cerca sus problemas, atender sus necesidades, defender sus derechos, no dejarlos desamparados. Son ellos los primeros que han de escuchar y sentir la Buena Noticia de Dios.

Una comunidad de Jesús no es sólo un lugar de iniciación a la fe ni un espacio de celebración. Ha de ser, de muchas maneras, fuente de vida más sana, lugar de acogida y casa para quien necesita hogar.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

 A medida que avanza el adviento, la Palabra de Dios se vuelve más exigente, pero al mismo tiempo más clara y precisa.

Ya sabemos que adviento es la espera del Reino de Dios. Hoy se nos aclara que este reino es la implantación en el mundo de la liberación total del hombre.

Muchas preguntas nos podemos hacer: ¿Qué significa liberación? ¿Cuál es el alcance de la liberación de Cristo? ¿Qué nos exige esta tarea liberadora?. Preguntas que no tendrán respuesta, fuera de la oración.

Esta celebración litúrgica es una magnífica oportunidad para que busquemos entre todos las respuestas o, al menos, para que intentemos dar alguna respuesta, pero también una magnífica ocasión para hacer oración la vida.

Hace miles de años que la humanidad busca la tan deseada respuesta… ¿Per maceremos nosotros indiferentes?

Ciertamente que no; por eso vamos a la eucaristía y por eso hemos dispuesto nuestro corazón a la palabra de Cristo, que ha resonado con toda claridad.

ORACIÓN

Señor, Jesús, que respondiste a la pregunta de Juan mostrando los hechos concretos en pro de los oprimidos como signo de que contigo había llegado el reino de dios, que también nosotros sepamos decir con hechos y acontecimientos lo que hemos dicho con palabras.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imagen de Patxi Velasco FANO