“Pedid y se os
dará; buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe,
quien busca halla, y al que llama se le abre.”
24 DE JULIO
XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: Génesis 18,20-32
“En atención a los diez, no la destruiré”.
SALMO 137
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
2ª Lectura: Colosenses 2,12-14
“Por el bautismo fuiste sepultados con Cristo…”
PALABRA DEL DÍA
Lucas 11,1-13
“Una vez que estaba Jesús orando
en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor,
enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”. Él les dijo: “Cuando
oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día
nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros
perdonamos a todo el que nos debe algo, y nos dejes caer en la tentación”. Y
Les dijo: “Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche
para decirles: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de
viaje y no tengo nada que ofrecerle”. Y, desde dentro, el otro le responde: “No
me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo
levantarme para dártelos”. Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no
se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se
levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os
dará; buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe,
quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando
el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una
serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que
sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre
celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del
Pueblo de Dios
“Un día, Jesús estaba orando en
cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor,
enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".
El les dijo entonces:
"Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino;
danos cada día nuestro pan
cotidiano;
perdona nuestros pecados, porque
también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en
la tentación".
Jesús agregó: "Supongamos
que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle:
'Amigo, préstame tres panes,
porque uno de mis amigos llegó de
viaje y no tengo nada que ofrecerle',
y desde adentro él le responde:
'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos
acostados. No puedo levantarme para dártelos'.
Yo les aseguro que aunque él no
se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su
insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se
les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.
Porque el que pide, recibe; el
que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
¿Hay entre ustedes algún padre
que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le
dará en su lugar una serpiente?
¿Y si le pide un huevo, le dará
un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben
dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu
Santo a aquellos que se lo pidan!".
REFLEXIÓN
Durante estos domingos la liturgia pone
el acento en el tema de la vigilancia cristiana. Para conservar el don precioso
de la vida nueva, el evangelio del domingo pasado nos alertaba sobre la
necesidad de reforzar nuestra vida interior y la escucha serena de la palabra
de Jesucristo.
Hoy nos encontramos con el
segundo elemento de esta vigilancia: la oración.
¿Qué quiere decir orar?
¿Para qué orar? ¿Cómo orar?
Lucas es el evangelista de
la oración y ve a Jesús como el gran orante en permanente diálogo con el Padre.
Sobre todo, en los momentos importantes de su vida, nos muestra a Jesús que se
retira a algún lugar solitario para orar al Padre.
Así ora en el bautismo, en
el desierto, antes de la elección de los doce, en la transfiguración, antes de
la multiplicación de los panes, en la noche de la traición, en la cruz: “orad
para no caer en la tentación”.
Pero ¿cómo rezar?
Los discípulos sabían las
oraciones propias de todo judío piadoso, pero temían quedarse en puras fórmulas
y además necesitaban una oración que los identificara como discípulos de Jesús.
Por eso le dicen: “Señor, enséñanos
a orar como Juan enseñaba a sus discípulos”.
Y Jesús les enseña esta
preciosa oración del Padrenuestro con la que reflexionaremos hoy.
Hemos de tener en cuenta
que la fórmula que comúnmente empleamos no es la de Lucas sino la de Mateo, un
poco más amplia y extensa con siete invocaciones en lugar de las cinco de
Lucas.
“Cuando oréis, decid:
Padre...
Padre. Es hermoso comenzar
así. Padre no es un título honorífico ni majestuoso. Es la invocación confiada
del hijo.
Jesús era enemigo de los
grandes títulos, por eso nos dijo: “A nadie llaméis Padre, ni maestro, ni
Señor, porque uno solo es vuestro Padre el del cielo, y uno solo es vuestro maestro,
Cristo”.
Para los judíos, Dios era
sobre todo padre del pueblo hebreo, padre de una raza a la que había salvado de
la esclavitud de Egipto. Dios había llamado a ese pueblo desde el desierto, lo
había guiado y protegido y se había comprometido con él en alianza de amor y
fidelidad.
Jesús entiende como hijos
de Dios a los pequeños y a los pobres; a los sinceros y a los humildes de
corazón.
No se nace hijo de Dios
por pertenecer a una raza o a un color privilegiado, sino por tener un corazón
de niño. Por tanto, Dios es Padre de todos; pero más que padre, se hace padre
en la medida en que crea en nosotros un corazón nuevo.
Es hijo el que recibe su
palabra y la acepta con alegría, humilde y confiadamente.
El hijo por excelencia es
Jesús porque cumplió toda la voluntad del Padre con un amor extremo. Y en la
medida en que nosotros nos identificamos con Cristo y vivimos su misma vida, en
la medida en que cumplimos su palabra y practicamos su evangelio, nos hacemos
hijos de Dios.
Es entonces cuando decimos
padre con confianza, sin miedo, serenamente. Y en esa palabra lo decimos y
expresamos todo.
Por eso rezar no es
ponernos delante de Dios con una larga lista de peticiones en la mano. Él sabe
lo que necesitamos antes que se lo pidamos.
Rezar es sentir la alegría
de estar con Dios, palpando su compañía en la calidez de los hermanos. Algo así
como cuando estamos sentados a la sombra de un árbol frondoso, no hay que decir
nada, basta sentir la frescura de la sombra.
“Santificado sea tu
nombre...”
Dios es santo y esta es la
razón que tenemos los cristianos para aspirar a la santidad, como Dios dijo al
pueblo en el desierto: “Seréis santos, porque yo el Señor, vuestro Dios, soy
santo”.
Con la expresión
santificado sea tu nombre, le decimos a Dios que se manifieste a nosotros, que
se nos muestre como nuestro Dios y nuestro Padre, que no se quede oculto, que
queremos verle y conocerle tal cual es. Padre, Señor, Vida, Amor y Salvación.
Como hijos buscamos, antes
que nada, el amor del Padre y vivir en ese amor para ser dignos de su nombre.
Y como hijos tenemos la
obligación de conocer quién es, qué hace, cómo se manifiesta.
Por eso la comunidad
cristiana tiene la misión en el mundo de santificar el nombre de Dios, es
decir, de dar a conocer a todos, el verdadero rostro de Dios: Dios de amor, de
paz, de misericordia, de justicia y de salvación.
Un Dios encarnado en la
historia en la persona de su hijo Jesucristo y que en ha plantado su tienda en
medio de nosotros.
“Venga tu reino...”
El Reino no es un lugar
geográfico, sino que es el mismo Dios en cuanto reina o vive manifestándose en
medio de los hombres.
Como Jesús, el creyente
debe comenzar su oración no pidiendo algo para sí, sino poniéndose al servicio
del Reino de Dios, como vimos en domingos anteriores con los Doce apóstoles o
con el envío y la misión de los Setenta y dos discípulos.
Y esa es una oración que
compromete. Porque orar así, es olvidarse de uno mismo para entregarse a un proyecto
de salvación universal.
Antes que pedir para uno
mismo, nos ofrecemos por todos, porque la oración es ofrenda y culto a la vez.
Rezar es decir: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
La oración cristiana es
una oración pobre: Señor, aquí me tienes con todo lo que soy y todo lo que
tengo. Estoy a tu disposición, quiero llenarme de ti, de tu amor y de tu
gracia. Quiero ser útil a mis hermanos. Quiero dar y darme.
“Danos cada día nuestro
pan del mañana..”.
Estas tres últimas
peticiones son más fáciles de entender. En lenguaje bíblico del pan significa
todo lo que el hombre necesita para vivir: alimento, techo, cultura, educación,
salud, trabajo, libertad.
Esta petición, es la
petición de todo hombre que todavía no se siente totalmente hombre.
Y decimos “danos” y no
“dame”, porque no puede haber verdadera oración mientras no incluyamos a toda la
humanidad en la mesa del pan.
Por eso al pedir el pan,
decimos cada día, esto es, el pan que ahora y aquí necesita esta comunidad,
este pueblo, esta humanidad.
Para unos será, sí, el pan
material, el alimento diario. Para otros será el pan de la salud, de la
compañía, para otros será el pan de la vivienda digna o el pan del trabajo,
para otros será el pan de la paz y de la justicia.
Hermanas y hermanos, el
pan que hoy compartimos con los que no lo tienen es el signo evidente y
práctico de que ya viene el Reino de Dios y su justicia.
“Perdónanos nuestros
pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo...”.
Nuevo compromiso en esta
invocación. Cada vez que pecamos faltamos al amor a la comunidad, por lo que
quedamos en deuda con ella. Por tanto, recibir el perdón de Dios significa
devolver a la comunidad lo que le hemos quitado.
Nadie puede arreglar sus
cuentas con Dios si no las arregla con el hermano: “Deja tu ofrenda en el altar
y vete antes a reconciliarte con tu hermano, luego ve y presenta tu ofrenda”.
“Y no nos dejes caer en tentación...”
Cuando un hombre se decide
a vivir según la palabra de Dios, según el evangelio, inevitablemente será
probado en la misma vida: hay pruebas en el matrimonio, en la vida sacerdotal y
religiosa, en el quehacer político, etc.
Por eso, el creyente
termina su oración con una petición que es también una voz de alarma. No caer
en las trampas; y se dirige a Dios que está a nuestro lado para decirnos como
al paralítico: “Levántate y anda”.
El cristiano no presume de
sus fuerzas ni tienta a Dios. Consciente de su fragilidad, vigila sobre sí
mismo y abre sus ojos porque cada día es una prueba a nuestro amor y a nuestra
fidelidad al Evangelio.
ENTRA EN TU INTERIOR
REAPRENDER LA CONFIANZA
Lucas y Mateo han recogido en sus
respectivos evangelios unas palabras de Jesús que, sin duda, quedaron muy
grabadas en sus seguidores más cercanos. Es fácil que las haya pronunciado
mientras se movía con sus discípulos por las aldeas de Galilea, pidiendo algo
de comer, buscando acogida o llamando a la puerta de los vecinos.
Probablemente, no siempre reciben la
respuesta deseada, pero Jesús no se desalienta. Su confianza en el Padre es
absoluta. Sus seguidores han de aprender a confiar como él: «Os digo a
vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá». Jesús
sabe lo que está diciendo pues su experiencia es ésta: «quien pide recibe, quien
busca halla, y al que llama se le abre».
Si algo hemos de reaprender de Jesús en
estos tiempos de crisis y desconcierto en su Iglesia es la confianza. No como
una actitud ingenua de quienes se tranquilizan esperando tiempos mejores. Menos
aún como una postura pasiva e irresponsable, sino como el comportamiento más
evangélico y profético de seguir hoy a Jesús, el Cristo. De hecho, aunque sus
tres invitaciones apuntan hacia la misma actitud básica de confianza en Dios,
su lenguaje sugiere diversos matices.
«Pedir» es la actitud propia del pobre
que necesita recibir de otro lo que no puede conseguir con su propio esfuerzo.
Así imaginaba Jesús a sus seguidores: como hombres y mujeres pobres,
conscientes de su fragilidad e indigencia, sin rastro alguno de orgullo o
autosuficiencia. No es una desgracia vivir en una Iglesia pobre, débil y
privada de poder. Lo deplorable es pretender seguir hoy a Jesús pidiendo al
mundo una protección que sólo nos puede venir del Padre.
«Buscar» no es sólo pedir. Es, además,
moverse, dar pasos para alcanzar algo que se nos oculta porque está encubierto
o escondido. Así ve Jesús a sus seguidores: como «buscadores del reino de Dios
y su justicia». Es normal vivir hoy en una Iglesia desconcertada ante un futuro
incierto. Lo extraño es no movilizarnos para buscar juntos caminos nuevos para
sembrar el Evangelio en la cultura moderna.
«Llamar» es gritar a alguien al que no
sentimos cerca, pero creemos que nos puede escuchar y atender. Así gritaba
Jesús al Padre en la soledad de la cruz. Es explicable que se oscurezca hoy la
fe de no pocos cristianos que aprendieron a decirla, celebrarla y vivirla en
una cultura premoderna. Lo lamentable es que no nos esforcemos más por aprender
a seguir hoy a Jesús gritando a Dios desde las contradicciones, conflictos e interrogantes
del mundo actual.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Hermanas y hermanos, rezar el
padrenuestro, no es repetir mecánicamente, sino vivir su espíritu. Al fin y al
cabo, fue eso lo que Jesús quiso enseñarles a sus apóstoles y a nosotros hoy: a
vivir en constante oración. El Padrenuestro es, desde luego, una hermosa
síntesis del camino del discípulo de Jesús.
Pero, mejor que muchos padrenuestros que
caen de nuestros labios como las hojas de los árboles, es un Padrenuestro reflexionado
y vivido a lo largo de todo el año. Rezar esta oración no es repetirla de forma
mecánica, sino vivir su espíritu. Al fin y al cabo, fue eso lo que Jesús quiso
enseñarles a sus apóstoles: a vivir en constante oración. El Padrenuestro es,
desde luego, una hermosa síntesis del camino del discípulo de Jesús.
ORACIÓN
Para aprender a orar según el ideario de
Jesucristo nos reunimos, conscientes de que toda auténtica oración implica un
cambio de vida y la vivencia de los valores del Evangelio.
Señor, Padre de quienes confían en tu
amor, revela a los hombres el poder de tu liberación para que tu Reino cubra tu
pueblo con el manto de la paz y de la justicia.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.
"Cuando oréis... decid."
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