domingo, 27 de septiembre de 2020

4 DE OCTUBRE: XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO A

 


“Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los Cielos

y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.”

4 DE OCTUBRE

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Isaías 5,1-7

La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel.

Salmo 79

La viña del Señor es la casa de Israel.

2ª Lectura: Filipenses 4,6-9

Poned esto por obra, y el Dios de la paz estará con vosotros.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 21,33-43

“En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo. –Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo.” Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? Le contestaron: -Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos. Y Jesús les dice: - ¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.”? - Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los Cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.

Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos.

Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.

El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.

Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: 'Respetarán a mi hijo'.

Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia".

Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.

Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?».

Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo".

Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: ¿esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?

Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos".

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos.

Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.”

REFLEXIÓN

La parábola de los viñadores homicidas es una alusión clara a las relaciones entre el Reino de Dios y el pueblo de Israel, esto nos permite situar el Reino desde una perspectiva histórica.

En la primera lectura del profeta Isaías se compara a Israel con una viña plantada y protegida por Dios con todo lujo de cuidados, sin embargo, más que uvas dulces, produjo uvas agrias. La idea simbólica es recogida por Jesús en una alegoría en la que los diversos profetas del Señor fueron, por lo general, maltratados por el pueblo elegido. Finalmente, no se detuvieron ni ante el ”hijo” al que condujeron fuera de la viña para matarlo.

La conclusión histórica es clara: el Reino les será quitado para que lo disfruten los nuevos pueblos llegados del paganismo. Ellos son esa piedra que el judaísmo siempre despreció, y que sin embargo fue bien vista por Dios para ser el fundamento de su nuevo edificio.

Jesús relaciona el reino de Dios con toda la historia de la salvación. El Reino no es un brote recién nacido con Jesús, sino que en él más bien adquiere plenitud, pues siempre ha estado presente en la historia del pueblo como una invitación a un trabajo eficaz en orden a toda la humanidad.

También hoy nosotros nos integramos en esa historia, conscientes de que no somos los primeros ni seremos los últimos. Mas esto poco importa: en cada época el Reino se presenta como una llamada dirigida a los presentes que tienen a su cargo el cuidado de la viña. También hoy Dios nos envía sus mensajeros para comprobar si nuestro trabajo está en función del Reino o de nuestros intereses.

Podemos descubrir en nuestra Iglesia a esa viña que con tanto cuidado ha sido protegida por Dios si bien en más de una oportunidad los obreros han abusado de este benéfico cuidado de modo que la viña resultó ser una mera fuente de ganancias.

La parábola no niega que aquellos obreros trabajaran la viña, pero en lugar de ponerla al servicio de los intereses del Reino (intereses de todos los hombres), la usaron como su propiedad personal, recurriendo a la violencia y al asesinato con tal de no perder sus intereses.

Nadie es dueño de la Iglesia; que nadie confunda esta historia concreta de la Iglesia con la historia del Reino que siempre encontrará canales para no quedar aprisionado en nuestros esquemas mezquinos. Ni siquiera hace falta que otros pueblos nuevos entren a formar parte de la Iglesia para que se cumpla el plan de Dios; el Reino se hace presente allí donde existen hombres dispuestos a servir en una causa desinteresada.

En la parábola resulta claro el concepto de que Dios no confunde sus planes con los de quienes dicen trabajar en su viña. El estar dentro de la Iglesia no nos da garantías de estar trabajando para Dios si nuestra actitud profunda no se adecua a los criterios del Reino, bien clarificados en todo el Evangelio.



ENTRA EN TU INTERIOR

NO DEFRAUDAR A DIOS

La parábola de los «viñadores homicidas» es tan dura que a los cristianos nos cuesta pensar que esta advertencia profética, dirigida por Jesús a los dirigentes religiosos de su tiempo, tenga algo que ver con nosotros.

El relato habla de unos labradores encargados por un señor para trabajar su viña. Llegado el tiempo de la vendimia, sucede algo sorprendente e inesperado. Los labradores se niegan a entregar la cosecha. El señor no recogerá los frutos que tanto espera.

Su osadía es increíble. Uno tras otro, van matando a los criados que el señor les envía para recoger los frutos. Más aún. Cuando les envía a su propio hijo, lo echan «fuera de la viña» y lo matan para quedarse como únicos dueños de todo.

¿Qué puede hacer ese señor de la viña con esos labradores? Los dirigentes religiosos, que escuchan nerviosos la parábola, sacan una conclusión terrible: los hará morir y traspasará la viña a otros labradores «que le entreguen los frutos a su tiempo». Ellos mismos se están condenando. Jesús se lo dice a la cara: «Por eso, os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

En la «viña de Dios» no hay sitio para quienes no aportan frutos. En el proyecto del reino de Dios, que Jesús anuncia y promueve, no pueden seguir ocupando un lugar «labradores» indignos que no reconozcan el señorío de su Hijo, porque se sienten propietarios, señores y amos del pueblo de Dios. Han de ser sustituidos por «un pueblo que produzca frutos».

A veces pensamos que esta parábola tan amenazadora vale para antes de Cristo, para el pueblo del Antiguo Testamento, pero no para nosotros que somos el pueblo de la Nueva Alianza y tenemos ya la garantía de que Cristo estará siempre con nosotros.

Es un error. La parábola está hablando también de nosotros. Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No tiene por qué identificarse con nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. También ahora Dios quiere que los trabajadores indignos de su viña sean sustituidos por un pueblo que produzca frutos dignos del reino de Dios.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Si el Reino de Dios se asemeja a una viña, todos hemos sido llamados a trabajar en ella para el bien de toda la humanidad. Hoy Dios viene a preguntarnos si nuestro trabajo responde a esta intención primordial, o si otros intereses están desvirtuando el sentido de nuestra pertenencia a la fe cristiana. Si Dios es el único Señor de la viña, seamos consecuentes en nuestra conducta. Estemos atentos, pues llega el Señor para ver cómo anda nuestro trabajo de obreros de su Reino.

Todos estamos invitados a compartir los frutos del Reino, simbolizados en el pan y en el vino consagrados en la Eucaristía. Compartirlos es, a su vez, el símbolo de lo que debe ser nuestra vida cristiana: gozar en paz de los mismos bienes que Dios ha puesto a disposición de todos y no usurparlos egoístamente.

ORACIÓN

¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no haya hecho?

Si en nuestro interior descubrimos alguna queja contra Dios, no hemos entendido nada de lo que Dios es para nosotros y nuestra relación con Dios será inadecuada.

El primer paso seguro hacia Dios es descubrir experimentalmente que Él ya ha dado todos los pasos hacia mí.

Toda nuestra vida espiritual consiste en responder a ese don total. Cualquier otra actitud es engañosa.

Para nosotros, Jesús es el ejemplo supremo.

Su punto de partida fue descubrir que Dios era “abba”. Que quiere decir: padre, madre, hermano, origen, meta…

Sentirnos fundamentados en Él será el salto definitivo.

Haz, Señor, que trabajemos en tu viña, no buscando nuestro propio interés, sino el interés de los demás, en interés de todos los destinatarios de tu Reino de justicia, de amor y de paz.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)


Imagen para colorear.



 

 


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