“Pues lo mismo os
tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón,
cada uno a su hermano.”
13 DE SEPTIEMBRE
XXIV DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO
Primera Lectura:
Eclesiástico 27,33-28,9
Perdona la ofensa de tu
prójimo para obtener tú el perdón.
Salmo 102
El Señor es compasivo y
misericordioso.
Segunda Lectura:
Romanos 14,7-9
En la vida y en la
muerte somos del Señor.
EVANGELIO DEL DÍA
Mateo 18,21-35
“Entonces se adelantó Pedro y le preguntó:
- Señor, y si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas
veces lo tendré que perdonar?, ¿siete veces?
Jesús le contestó:
- Siete veces, no; setenta veces siete. Por esto el
reinado de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con sus empleados.
Para empezar,
le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar,
el señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus
posesiones, y que pagara con eso. El empleado se echó a sus pies suplicándole:
“Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo”.
El señor, conmovido, dejó marcharse a aquel empleado,
perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo
que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando:
“Págame lo que me debes”.
El compañero se echó a sus pies suplicándole: “Ten
paciencia conmigo, que te lo pagaré”. Pero él no quiso, sino que fue y lo metió
en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Al ver aquello
sus compañeros, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor lo
sucedido. Entonces el señor llamó al empleado y le dijo:
- ¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné toda
aquella deuda. ¿No era tu deber tener también compasión de tu compañero como yo
la tuve de ti?
Y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta
que pagara toda su deuda.
Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no
perdonáis de corazón, cada uno a su hermano.”
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces
tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete
veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino
hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso
arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil
talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con
su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor,
dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la
deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que
le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame
lo que me debes'.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y
te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta
que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se
apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y
te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como
yo me compadecí de tí?'.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta
que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no
perdonan de corazón a sus hermanos".
REFLEXIÓN
El evangelio de hoy es continuación del que leíamos el
domingo pasado. Allí se daba por supuesto el perdón. Hoy es el tema principal.
Mateo sigue con la instrucción sobre cómo comportarse con los hermanos dentro
de la comunidad. Sin perdón mutuo sería imposible cualquier clase de comunidad.
El perdón no es más que una de las manifestaciones del amor y
está en conexión directa con el amor al enemigo. Entre los seres humanos es
impensable un verdadero amor que no lleve implícito el perdón. Dejaríamos de
ser humanos si pudiéramos eliminar la posibilidad de fallar.
La frase del evangelio "setenta veces siete", no
podemos entenderla literalmente; como si dijera que hay que perdonar 490
veces. Quiere decir que hay que perdonar siempre. El perdón tiene que ser, no
un acto, sino una actitud, que se mantiene durante toda la vida y ante
cualquier ofensa.
Los rabinos más generosos del tiempo de Jesús, hablaban de
perdonar las ofensas hasta cuatro veces. Pedro se siente mucho más generoso y
añade otras tres. Siete era ya un número que indicaba plenitud, pero Jesús
quiere dejar muy claro que no es suficiente, porque todavía supone que se lleva
cuenta de las ofensas.
Seguramente Jesús está haciendo referencia al “cántico de
Lamec”: “si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta
y siete” (Gn 4,24). El perdón debe extenderse hasta donde llega el deseo de
venganza.
La parábola no necesita explicación, como todas. El punto de
inflexión está en la desorbitada diferencia de la deuda de uno y otro. El señor
es capaz de perdonar una inmensa deuda. El empleado es incapaz de perdonar una
minucia.
Al final del texto, encontramos un rabotazo del Antiguo
Testamento: “Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo”. Jesús nunca pudo
dar a entender que un Dios vengativo puede castigar de esa manera, o negarse a
perdonar hasta que cumplamos unos requisitos.
En el evangelio encontramos con mucha frecuencia esa
incapacidad de aceptar plenamente el Dios de Jesús, que es sobre todo Padre.
Eran judíos y les costó Dios y ayuda aceptar toda la originalidad de Jesús.
También nosotros nos encontramos mucho más a gusto con el
Dios del Antiguo Testamento. Ese Dios que premia y castiga nos permite a
nosotros hacer lo mismo con los demás. Esta es la razón por la que nos sentimos
tan identificados con Él. Primero hemos fabricado un Dios a nuestra imagen, y
después nos hemos conformado con imitarle.
ENTRA EN TU INTERIOR
SIEMPRE
A Mateo se le ve muy preocupado por corregir los conflictos,
disputas y enfrentamientos que pueden surgir en la comunidad de los seguidores
de Jesús. Probablemente está escribiendo su evangelio en unos momentos en que,
como se dice en su evangelio, «la caridad de la mayoría se está enfriando».
Por eso concreta con mucho detalle cómo se ha de actuar para
extirpar el mal del interior de la comunidad, respetando siempre a las
personas, buscando antes que nada «la corrección a solas», acudiendo al diálogo
con «testigos», haciendo intervenir a la «comunidad» o separándose de quien
puede hacer daño a los seguidores de Jesús.
Todo eso puede ser necesario, pero ¿cómo ha de actuar en
concreto la persona ofendida?, ¿Qué ha de hacer el discípulo de Jesús que desea
seguir sus pasos y colaborar con él en abrir caminos al reino de Dios: el reino
de la misericordia y la justicia para todos?
Mateo no podía olvidar unas palabras de Jesús recogidas por
un evangelio anterior al suyo. No eran fáciles de entender, pero reflejaban lo
que había en el corazón de Jesús. Aunque hayan pasado veinte siglos, sus
seguidores no hemos de rebajar su contenido.
Pedro se acerca a Jesús. Como en otras ocasiones, lo hace
representando al grupo de seguidores: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces
le tengo que perdonar?, ¿hasta siete veces?». Su pregunta no es mezquina, sino
enormemente generosa. Le ha escuchado a Jesús sus parábolas sobre la
misericordia de Dios. Conoce su capacidad de comprender, disculpar y perdonar.
También él está dispuesto a perdonar «muchas veces», pero ¿no hay un límite?
La respuesta de Jesús es contundente: «No te digo siete
veces, sino hasta setenta veces siete»: has de perdonar siempre, en todo
momento, de manera incondicional.
A lo largo de los siglos se ha querido rebajar lo dicho por
Jesús: «perdonar siempre, es perjudicial»: «da alicientes al ofensor» «hay que
exigirle primero arrepentimiento». Todo esto parece muy razonable, pero oculta
y deja irreconocible lo que pensaba y vivía Jesús.
Hay que volver a él. En su Iglesia hacen falta hombres y
mujeres que estén dispuestos a perdonar como él, introduciendo entre nosotros
su gesto de perdón en toda su gratuidad y grandeza. Es lo que mejor hace
brillar en la Iglesia el rostro de Cristo.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Nuestro mundo puede hacerse más humanos, solamente si en
todas las relaciones recíprocas que plasman su rostro moral introducimos el
momento del perdón, tan esencial al evangelio. El perdón atestigua que en el
mundo está presente el amor más fuerte que el pecado y que la muerte. El perdón
es además la condición fundamental de la reconciliación, no sólo en la relación
de Dios con el hombre, sino también en las recíprocas relaciones de los
hombres.
Jesús subraya con tanta insistencia la necesidad de perdonar
a los demás que a Pedro, que le había preguntado cuántas veces debería perdonar
al prójimo, le indicó la cifra simbólica de “setenta veces siete”, quería decir
con ello que debería saber perdonar siempre.
ORACIÓN
Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a
nosotros tus ojos y concede que te sirvamos de todo corazón, para que
experimentemos los efectos de tu misericordia.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco (FANO)
Imagen para colorear.
No hay comentarios:
Publicar un comentario