¿Vas a tener tú envidia
porque yo soy bueno?
20 DE SEPTIEMBRE
XXV DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO
1ª Lectura: Isaías
55,6-9
Mis planes no son
vuestros planes.
Salmo 144
Cerca está el Señor de
los que lo invocan.
2ª Lectura: Filipenses
1,20-24.27
PALABRA DEL DÍA
Mateo 20,1-16
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta
parábola: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer
salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un
denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a
otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: -Id también vosotros a
mi viña, y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a
media tarde, y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?
Le respondieron: -Nadie nos ha contratado. El les dijo: -Id también vosotros a
mi viña. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: -Llama a los jornaleros y
págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron
los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un
denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: -Estos
últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que
hemos aguantado el peso del día y el bochorno. El replicó a uno de ellos:
-Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo
tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo
libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia
porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los
´últimos.”
Versión para América
Latina, extraída de la biblia del Pueblo de Dios
“Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros
serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.
porque el Reino de los Cielos se parece a un
propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envío a su
viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros
desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les
pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media
tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía
a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'.
Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su
mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por
los últimos y terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la
tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a
recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo
que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda
la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no
soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que
llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me
parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros
serán los últimos»”.
REFLEXIÓN
A muchos, la parábola de hoy les puede parecer escandalosa,
ya que, a primera vista, tiene un cierto aire de injusticia al menos si la
medimos con un criterio social moderno, y parece que aun en tiempos de Jesús
pudo parecer así, según lo que narra el mismo texto.
Dios es comparado a un propietario que va contratando a
diversos grupos de obreros para su viña, conviniendo con todos ellos en un
denario por jornada, aun en el caso de aquellos que, por ser contratados a la
tarde, trabajarían solamente algunas horas. Como es natural, los que fueron
contratados primeros protestaron.
También hoy ninguno de nosotros toleraría que un compañero de
trabajo que solamente trabajara dos horas por día cobrara lo mismo que quien
trabaja ocho horas. Sin embargo, Jesús aprueba la postura del propietario ya
que la parábola únicamente quiere poner de relieve la absoluta libertad del
dueño que quiso ser generoso sin pecar de injusto. En efecto, los primeros
contratados no protestaron porque su paga era escasa, sino por la generosidad
del propietario hacia los últimos. Por eso fueron acusados de “envidiosos”.
El marco histórico de interpretación de esta parábola, como
de otras que veremos en los próximos domingos, se refiere a la entrada de los
paganos al Reino de Dios, que fue con ellos sumamente generoso aun cuando
llegaran más tarde que los judíos.
Como nos sugiere la primera lectura, el Reino de Dios tiene
sus propios caminos –inspirados en el amor y la generosidad gratuita- que a
menudo son incompatibles para quienes nos guiamos por un concepto de justicia
distributiva. Así dice el oráculo de Isaías cuando le hace hablar a Dios: “Mis
planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”.
En otras palabras la parábola critica ásperamente, hasta el
escándalo, la actitud de quienes establecen sus relaciones con Dios como si
fuese un contrato por el cual tenemos el derecho a exigirle a Dios tal o cual
paga. Es aquí donde debemos abrir los ojos para comprender la paradoja de la
parábola: en realidad en ningún caso –salvo quizá en el primer grupo de contratados-
se trataba de un contrato propiamente dicho, pues era obvio que el propietario
otorgaba el denario como un gesto suyo de amor. Lo justo hubiera sido que
pagara medio denario o un cuarto de denario, mas al dar un denario a todos puso
en evidencia su generosidad, por un lado y el interés de los primeros
contratados, por otro.
Llevando la parábola a nuestro hoy, los primeros contratados
son los que se olvidan de que su pertenencia a la fe cristiana no les confiere
privilegio alguno sobre las demás personas, pues esa pertenencia es un don
gratuito de Dios.
Es escandaloso, por lo tanto, que pretendamos sacar provecho
de algo a lo que no hemos contribuido con nuestro esfuerzo personal, ya que la
fe nos fue dada como don de Dios y, digamos, como don de nuestros padres y
familias.
No importa a qué hora de nuestra vida le abramos las puertas
a Dios, si al amanecer, a media mañana o por la tarde, porque cuando la abrimos
de par en par para que él entre y se quede a cenar con nosotros, comenzamos a
recibir el denario del Reino.
ENTRA EN TU INTERIOR
BONDAD ESCANDALOSA
Probablemente era otoño y en los pueblos de Galilea se vivía
intensamente la vendimia. Jesús veía en las plazas a quienes no tenían tierras
propias, esperando a ser contratados para ganarse el sustento del día. ¿Cómo
ayudar a esta pobre gente a intuir la bondad misteriosa de Dios hacia todos?
Jesús les contó una parábola sorprendente. Les habló de un
señor que contrató a todos los jornaleros que pudo. Él mismo vino a la plaza
del pueblo una y otra vez, a horas diferentes. Al final de la jornada, aunque
el trabajo había sido absolutamente desigual, a todos les dio un denario: lo
que su familia necesitaba para vivir.
El primer grupo protesta. No se quejan de recibir más o menos
dinero. Lo que les ofende es que el señor «ha tratado a los últimos igual que a
nosotros». La respuesta del señor al que hace de portavoz es admirable: « ¿Vas
a tener tú envidia porque yo sea bueno? ».
La parábola es tan revolucionaria que, seguramente, después
de veinte siglos, no nos atrevemos todavía a tomarla en serio. ¿Será verdad que
Dios es bueno incluso con aquellos y aquellas que apenas pueden presentarse
ante él con méritos y obras? ¿Será verdad que en su corazón de Padre no hay
privilegios basados en el trabajo más o menos meritorio de quienes han
trabajado en su viña?
Todos nuestros esquemas se tambalean cuando hace su aparición
el amor libre e insondable de Dios. Por eso nos resulta escandaloso que Jesús
parezca olvidarse de los «piadosos» cargados de méritos, y se acerque
precisamente a los que no tienen derecho a recompensa alguna por parte de Dios:
pecadores que no observan la Alianza o prostitutas que no tienen acceso al
templo.
Nosotros seguimos
muchas veces con nuestros cálculos, sin dejarle a Dios ser bueno con todos. No
toleramos su bondad infinita hacia todos Hay personas que no se lo merecen. Nos
parece que Dios tendría que dar a cada uno su merecido, y sólo su merecido.
Menos mal que Dios no es como nosotros. Desde su corazón de Padre, Dios sabe
entenderse bien con esas personas a las que nosotros rechazamos.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Todos los cristianos somos partícipes de la vida divina por
el bautismo. A través de este sacramento hemos sido injertados en Cristo. Por
tanto, la dinámica de la bondad de Dios no debiera extrañarnos. Más aún, como
forma parte de nuestra propia vida, tendríamos que ponerla en práctica, en la
vida diaria y en la oración personal.
Hoy sería un buen día para, en oración, reflexionar sobre la
propia vida personal de cada uno para ver en qué medida actúa con los criterios
de Dios. Para ver si lleva una vida digna del evangelio de Cristo. Y tener
especial cuidado de no trascender a las situaciones sociales injustas, en las
que serían necesarios los planteamientos que Jesús nos ofrece en la parábola.
Pues, a priori, no está en nuestras manos modificarlas. Al contrario de la vida
de cada uno que si puede ser cambiada.
ORACIÓN
Señor, primeros o últimos, todos estamos invitados a
compartir tu mesa. El don es el mismo para todos. Hoy quiero comulgar, tomando
conciencia de la esencial igualdad de todos los hombres ante tu amor.
Hemos sido llamados a trabajar en tu viña. Haz que no
busquemos privilegios ni los primeros puestos. Haz que nos sintamos felices de
trabajar por tu Reino.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco (FANO)
Imagen para colorear
No hay comentarios:
Publicar un comentario