“Muchos son los
llamados y pocos los elegidos”
11 DE OCTUBRE
XXVIII DOMINGO DEL
TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: Isaías
25,6-10ª
El Señor preparará un
festín y enjugará las lágrimas de todos los rostros.
Salmo 22
Habitaré en la casa del
Señor, por años sin término.
2ª Lectura: Filipenses
4,12-14.19-20
Todo lo puedo en aquel
que me conforta.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 22,1-14
“En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a
los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: -El Reino de los
Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para
que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados
encargándoles que les dijeran: tengo preparado el banquete, he matado terneros
y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda. Los convidados no
hicieron caso; uno se marchó a sus tierras; otro a sus negocios, los demás les
echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en
cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego
a la ciudad. Luego dijo a sus criados: -La boda está preparada, pero los
convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos
los que encontréis convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y
reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se
llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a os comensales, reparó en
uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: -Amigo, ¿cómo has entrado aquí
sin vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los
camareros: -Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí
será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos
los escogidos.”
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo, diciendo:
El Reino de los Cielos se parece a un rey que
celebraba las bodas de su hijo.
Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados,
pero estos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de
decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis
terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'.
Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se
fueron, uno a su campo, otro a su negocio;
y los demás se apoderaron de los servidores, los
maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas
para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.
Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está
preparado, pero los invitados no eran dignos de él.
Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos
los que encuentren'.
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a
todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de
convidados.
Cuando el rey entró para ver a los comensales,
encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta.
'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje
de fiesta?'. El otro permaneció en silencio.
Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y
manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de
dientes'.
Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.”
REFLEXIÓN
Seguimos proclamando el discurso de las parábolas del Reino.
La parábola de hoy tiene gran similitud con la del domingo anterior, en cuanto
se refiere a la actitud de los judíos que orgullosamente se resistieron a la
invitación del rey que celebraba la boda de su hijo. Pero como todas las
parábolas del Reino, tiene un significado que va más allá de su contexto
histórico inmediato.
Lo primero que nos llama la atención, es casi incomprensible
que algunos ciudadanos desoyeran la invitación del rey que los invita, y aún
más que maltrataran a los criados hasta matarlos, sabiendo que ese gesto podría
desatar la ira del rey por la afrenta que significa.
Pero este rey era el mismo rey de la cruz, el rey de los
humildes y de los pobres. Quienes rechazaban a los pobres no podían sino
rechazar a un rey que venía a revolucionar los esquemas sociales y religiosos.
La parábola parece sugerir algo así como si Dios hubiera perdido tiempo en
preparar a un pueblo para su entrada en el Reino, pues los menos preparados
resultaron más dispuestos.
Nosotros podemos descubrir cómo Dios mismo se vio en cierta
manera condicionado por las circunstancias: aceptó trabajar con un pueblo de
dura cerviz y no lo abandonó hasta que el mismo pueblo se alejó de él. El Reino
necesitaba una etapa preparatoria que, en realidad, sólo fue fracaso para los
duros de corazón. Fue el resto humilde del pueblo judío el primero que entró a
la mesa del Reino, y tras ellos, los, pueblos paganos. Efectivamente, la última
parte de la parábola habla de cómo los primeros como los últimos, tienen que
cumplir ciertas exigencias para entrar en el Reino.
Pero como hemos visto, el Reino es comparado, con un banquete
de bodas.
A la luz de otros textos del Evangelio comprendemos que las
bodas no son otras que las que realiza el mismo Jesús con la humanidad. Él
mismo se presentó como el esposo de un pueblo nuevo. Por ser banquete de bodas,
sólo podrán entrar quienes de alguna manera sintieran que participar en la cena
era penetrar en el círculo del esposo, estableciendo una relación de amor muy
bien representada en la comida común.
Por ser un banquete donde el amor era la comida principal, es
fácil comprender por qué muchos se negaron a participar en él: eran los que
preferían comer el dinero, los negocios o el pan de la violencia. El banquete
cuestionaba una conducta centrada en el puro egoísmo; más aún, les exigía
entrar en relación con el rey y su hijo no simplemente como súbditos que
cumplen las leyes necesarias sino en un gesto de amistad.
Podríamos concluir, que el Reino de Dios es incomprensible, y
por lo tanto inaceptable, si no se lo mira desde la perspectiva de un amor
profundo y total al modo de dos esposos que deciden unirse en amor para
siempre.
Quien pretenda entrar en el Reino debe dejar a un lado sus
personales intereses y negocios, como si lo único importante en la vida fuese
el hecho mismo de compartir con Dios y con los hermanos la misma mesa.
Por eso relacionamos esta parábola con la eucaristía: porque
sentarse a esta mesa común es subrayar en nuestra vida la primacía del amor
fraterno por encima de todas las demás cosas, aunque aparentemente parezcan
importantes.
Quien da la espalda al banquete de bodas –donde hay un solo
interés, el del Reino- queda inexorablemente afuera.
ENTRA EN TU INTERIOR
EN LOS CRUCES DE LOS CAMINOS
A través de sus parábolas Jesús va descubriendo a sus
seguidores cómo experimenta a Dios, cómo interpreta la vida desde sus raíces
más profundas y cómo responde a los enigmas más recónditos de la condición
humana.
Quien entra en contacto vivo con sus parábolas comienza a
cambiar. Algo "sucede" en nosotros. Dios no es como lo imaginamos. La
vida es más grande y misteriosa que nuestra rutina convencional de cada día. Es
posible vivir con un horizonte nuevo. Escuchemos el punto de partida de la
parábola llamada «Invitación al Banquete».
Según el relato, Dios está preparando una fiesta final para
todos sus hijos e hijas, pues a todos quiere ver sentados junto a él, en torno
a una misma mesa, disfrutando para siempre de una vida plena. Esta imagen es una
de las más queridas por Jesús para sugerir el final último de la historia
humana.
Frente a tantas imágenes mezquinas de un Dios controlador y
justiciero que impide a no pocos saborear la fe y disfrutar de la vida, Jesús
introduce en el mundo la experiencia de un Dios que nos está invitando a
compartir con él una fiesta fraterna en la que culminará lo mejor de nuestros
esfuerzos, anhelos y aspiraciones.
Jesús dedica su vida entera a difundir la gran invitación de
Dios: «El banquete está preparado. Venid». Este mensaje configura su modo de
anunciar a Dios. Jesús no predica doctrina, despierta el deseo de Dios. No
impone ni presiona. Invita y llama. Libera de miedos y enciende la confianza en
Dios. En su nombre, acoge a su mesa a pecadores e indeseables. A todos ha de
llegar su invitación.
Los hombres y mujeres de hoy necesitan descubrir el Misterio
de Dios como Buena Noticia. Los cristianos hemos de aprender a hablar de él con
un lenguaje más inspirado en Jesús, para deshacer malentendidos, aclarar
prejuicios y eliminar miedos introducidos por un discurso religioso lamentable
que ha alejado a muchos de ese Dios que nos está esperando con todo preparado
para la fiesta final.
En estos tiempos en los que el descrédito de la religión está
impidiendo a muchos escuchar la invitación de Dios, hemos de hablar de su
Misterio de Amor con humildad y con respeto a todos, sin forzar las
conciencias, sin ahogar la vida, despertando el deseo de verdad y de luz que
sigue vivo en lo más íntimo del ser humano.
Es cierto que la llamada religiosa encuentra hoy el rechazo
de muchos, pero la invitación de Dios no se ha apagado. La pueden escuchar
todos los que en el fondo de sus conciencias escuchan la llamada del bien, del
amor y de la justicia.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
El mensaje de las lecturas de hoy tiene una acuciante
actualidad. Dios llama a todos, hoy como ayer. El banquete es el mismo para
todos.
La respuesta de cada uno puede ser un sí o un no. Esa
respuesta es la que marca la diferencia entre unos y otros. Si preferimos las
tierras o los negocios, quiere decir que es eso lo que de verdad nos interesa.
Todo el evangelio es una invitación, podemos responder que sí
o que no. Pero, como la parábola de los dos hermanos nos recordaba hace unos
días, sólo es válida la respuesta de las obras.
Cuando el texto dice que los primeros invitados no se lo
merecían, tiene razón, pero existe el peligro de creer que los llamados en
segunda convocatoria sí se lo merecían.
El centro del mensaje del evangelio está en que invita a todos: malos y buenos.
Esto es lo que no terminamos de aceptar. Seguimos creyéndonos los elegidos, los
privilegiados, los buenos con derecho a la exclusiva (fuera de la Iglesia no
hay salvación).
Hay que tener mucho cuidado con las interpretaciones
simplistas. De un banquete de los tiempos mesiánicos, se pasó con demasiada
facilidad a un banquete para el más allá. Este salto nos lanza peligrosamente
fuera de las fronteras del tiempo y deja todo para más allá de este mundo. No
creo que fuese ese el sentir de Jesús que se interesó por las personas de carne
y hueso que estaban tiradas en la sociedad que le tocó vivir.
ORACIÓN
La Eucaristía es nuestro banquete de bodas: al comer juntos
en esta mesa, estrechamos los vínculos de amor con todos los hermanos, y de
esta forma nos unimos a Dios en Cristo.
Señor, ya que nos llamaste a participar de los bienes del
Reino, haz que tomemos conciencia de todo lo que ello implica para nuestra
vida.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco FANO
Imagen para colorear.
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