domingo, 1 de diciembre de 2019

8 DE DICIEMBRE: SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO.


“…convertíos, porque está cerca el reino de los Cielos”.

8 DE DICIEMBRE

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

1ª Lectura: Isaías 11,1-10

“Brotará un renuevo del tronco de Jesé,
Un vástago florecerá de su raíz”.
Salmo 71

Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.

2ª Lectura: Romanos 15,4-9

Cristo salva a todos los hombres.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 3,1-12

“Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: -convertíos, porque está cerca el reino de los Cielos. Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: -Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente? Dad el fruto que exige la conversión. Y no os hagáis ilusiones pensando: “Abraham es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. El os bautizará con el Espíritu Santo y fuego. El tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:
"Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".
A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre.
La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro,
y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca?
Produzcan el fruto de una sincera conversión,
y no se contenten con decir: 'Tenemos por padre a Abraham'. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham.
El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible".

REFLEXIÓN

No sabemos ni cuándo ni cómo fue. Un día, un sacerdote rural llamado Juan abandonó sus obligaciones del templo, se alejó de Jerusalén y se adentró en el desierto de las inmediaciones del Jordán, buscando silencio y soledad para escuchar a Dios.

No llegaban hasta allí las intrigas de Pilato ni las maquinaciones de Antipas. No se oía el ruido del templo ni los negocios de los terratenientes de Galilea. Según Isaías, el “desierto” es el mejor lugar para abrirse a Dios e iniciar la conversión. Según el profeta Oseas, es en el “desierto” donde Dios “habla al corazón”. ¿Es posible escuchar hoy a este Dios del “desierto”?

En el “desierto” solo se vive de lo esencial. No hay lugar para lo superfluo; se escucha la verdad de Dios mejor que en los centros comerciales. Tampoco hay sitio para la complacencia y el autoengaño: casi siempre el “desierto” acerca a Dios más que el templo.

Cuando la voz de Dios viene del “desierto”, no nos llega distorsionada por intereses económicos, políticos o religiosos. Es una voz limpia y clara que nos habla de lo esencial, no de nuestras disputas, intrigas y estrategias.

Lo esencial siempre consiste en pocas cosas, solo las necesarias. Así es el mensaje de Juan: “Poneos ante Dios y reconoced cada uno vuestro pecado. Sospechad de vuestra inocencia. Id a la raíz”. Todos somos de alguna manera cómplices de las injusticias y egoísmos que hay entre nosotros. Todos y cada uno de los creyentes tenemos algo que ver con la infidelidad de la Iglesia al Evangelio.

En el “desierto”, lo decisivo es cuidar la vida. Así proclama el Bautista: “Convertíos a Dios. Lavaos de vuestra malicia y comenzad a reconstruir la vida de manera diferente, tal como la quiere él”. Es nuestra primera responsabilidad. Si yo no cambio, ¿qué estoy aportando a la transformación de la sociedad? Si yo no me convierto al Evangelio, ¿cómo estoy contribuyendo a la conversión de la Iglesia actual?.

En medio de la agitación, el ruido, la información y difusión constante de mensajes, ¿quién escuchará la “voz del desierto”?, ¿quién nos hablará de lo esencial?, ¿quién abrirá caminos a Dios en este mundo? (José Antonio Pagola. El Camino abierto por Jesús ed. PPC)

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

NO OLVIDAR LA CONVERSIÓN

"Convertíos porque está cerca el reino de Dios". Según Mateo, éstas son las primeras palabras que pronuncia Juan en el desierto de Judea. Y éstas son también las primeras que pronuncia Jesús, al comenzar su actividad profética, a orillas del lago de Galilea.

Con la predicación del Bautista comienza ya a escucharse la llamada a la conversión que centrará todo el mensaje de Jesús. No ha hecho todavía su aparición, y Juan está ya llamando a un cambio radical pues Dios quiere reorientar la vida hacia su verdadera meta.

Esta conversión no consiste en hacer penitencia. No basta tampoco pertenecer al pueblo elegido. No es suficiente recibir el bautismo del Jordán. Es necesario "dar el fruto que pide la conversión": una vida nueva, orientada a acoger el reino de Dios.

Esta llamada que comienza a escucharse ya en el desierto será el núcleo del mensaje de Jesús, la pasión que animará su vida entera. Viene a decir así: "Comienza un tiempo nuevo. Se acerca Dios. No quiere dejaros solos frente a vuestros problemas y conflictos. Os quiere ver compartiendo la vida como hermanos. Acoged a Dios como Padre de todos. No olvidéis que estáis llamados a una Fiesta final en torno a su mesa".

No nos hemos de resignar a vivir en una Iglesia sin conversión al reino de Dios. No nos está permitido a seguir a Jesús sin acoger su proyecto. El concilio Vaticano II lo ha declarado de manera clara y firme: "La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, no tiene más que una aspiración: que venga el reino de Dios y se realice la salvación del género humano.

Esta conversión no es sólo un cambio individual de cada uno, sino el clima que hemos de crear en la Iglesia, pues toda ella ha de vivir acogiendo el reino de Dios. No consiste tampoco en cumplir con más fidelidad las prácticas religiosas, sino en "buscar el reino de Dios y su justicia" en la sociedad.

No es suficiente cuidar en las comunidades cristianas la celebración digna de los "sacramentos" de la Iglesia. Es necesario, además, promover los "signos" del reino que Jesús practicaba: la acogida a los más débiles; la compasión hacia los que sufren; la creación de una sociedad reconciliada; el ofrecimiento gratuito del perdón; la defensa de toda persona.

Por eso, animado por un deseo profundo de conversión, el Vaticano II dice así: "La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan llegar a la celebración, es necesario que antes sean llamados a la fe y la conversión". No lo tendríamos que olvidar.

José Antonio Pagola


ORA EN TU INTERIOR

“Lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale”: Nos torcemos cuando nos desviamos de la verdad, cuando vivimos en la mentira, cuando nos dejamos seducir por los halagos del placer o del consumismo. Nos torcemos por el vicio y el engaño. Hay que enderezar nuestros caminos, vivir en la verdad, ser sinceros, transparentes. Hay que evitar los engaños de la seducción, que nos desvían más. Sólo los limpios de corazón verán a Dios.

Que se eleven los baches del subdesarrollo y la pobreza.

Que desciendan los montes de la injusticia y el egoísmo.

Que se enderecen las curvas de la mentira, las marginaciones y los prejuicios.

Que se allanen los senderos de la relación entre los hombres.

Que se superen los peligros del odio y la violencia, y se limpien de rencores y desencuentros.

Que se igualen y suavicen todos los caminos de los hombres.

“Y todos verán la salvación de Dios”.

ORACIÓN

 “Y todos verán la salvación de Dios”. Ver bíblicamente es lo mismo que acoger y participar. Si los caminos se allanan, tú salvación, Señor Dios, llegará hasta nosotros y nos regalará su gracia y su amor. Tú vienes siempre por los caminos rectos de la humildad, de la paz, de la pobreza y del amor.

Tu salvación Señor, es Cristo, tu Hijo. Si nos abrimos a él, nos inundará la salvación y la paz. Si le escuchamos, si le aceptamos, si le amamos, el Mesías nos amará y entrará en nuestra casa y cenará con nosotros, y ya se quedará con nosotros para siempre. AMEN.

Expliquemos el Evangelio a losa niños.

Imagen de Paxi Velasco FANO



 

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