“el que me ama guardará mi palabra y mi Padre
lo amará,
y vendremos a él y haremos morada en él”
26 de
Mayo
VI
DOMINGO DE PASCUA
1ª
Lectura: Hechos 15,1-2.22-29
El
Espíritu Santo y nosotros hemos decidido
no
imponerles más cargas que las necesarias.
Salmo 66:
Oh Dios,
que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
2ª
Lectura: Apocalipsis 21,10-14.22-23
Un ángel
me mostró la ciudad santa, que descendía del cielo.
PALABRA
DEL DÍA
Juan
14,23-29
“Dijo Jesús a sus discípulos: “el que me ama guardará mi
palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no
me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino
del Padre que me envió. Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el
Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os
lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi
paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni
se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me
amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os
lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis
creyendo”.
Versión
para Latino América extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús le respondió: «Si al guien me ama, guardará mis
palabras, y mi Padre lo amará. En ton ces vendremos a él para poner nuestra
morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras; pero el mensaje que
escuchan no es mío, sino del Padre que me ha enviado.
Les he dicho todo esto mientras estaba con ustedes.
En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les
va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo
que yo les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es
como la que da el mundo. Que no haya en ustedes angustia ni miedo.
Sa ben que les dije: Me voy, pero volveré a ustedes. Si me
amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, pues el Padre es más grande que
yo.
Les he dicho estas cosas ahora, antes de que sucedan, para
que cuando sucedan ustedes crean”.
REFLEXIÓN
La ausencia física de
Jesús en medio de los suyos fue siempre un problema para los cristianos, sobre
todo para los apóstoles y los primeros discípulos tan marcados por la
experiencia vital del Maestro.
Muchas eran las
preguntas que podían hacerse: ¿Cómo continuar su obra? ¿Cómo escuchar su
palabra? ¿Cómo hacer frente a los problemas y dificultades que seguramente se
suscitarán con el correr del tiempo? ¿Cómo interpretar correctamente sus
palabras y darles el sentido exacto? ¿Y cómo organizar una comunidad que apenas
estaba esbozada al morir su fundador?
Y el evangelista Juan,
preocupado por esta comunidad cristiana que debe ser la prolongación de Cristo
en el tiempo y en el espacio, nos da una respuesta e insiste en ella; es el don
del Espíritu Santo el que completará la obra de Jesús. Juan y Lucas son los dos
evangelistas que subrayan constantemente la obra del Espíritu en la comunidad
cristiana.
Acercándonos ya
inmediatamente a la celebración de la Ascensión del Señor y a Pentecostés, no
nos extrañemos de que la liturgia incline hoy nuestra mirada hacia el Espíritu
Santo que debe juzgar un papel tan importante en la dinámica de la comunidad
cristiana. Como sucede en estos domingos, mientras el evangelio de Juan nos
presenta el postulado teórico de la cuestión, el libro de los Hechos nos da la
visión pragmática desde ciertas situaciones concretas.
Jesús se va al Padre y
siente la preocupación de los apóstoles por esa ausencia que puede ser también
una ruptura. Por eso les dice: “Os he
hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito (o abogado), el
Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo
y os vaya recordando todo lo que os he dicho”.
El Espíritu Santo es
llamado por Jesús “defensor” o “abogado” –literalmente, Paráclito-, porque no
deja sola a la comunidad sino que está a su lado para siempre. No es un abogado
para después de la muerte, sino un defensor para asesorar a la comunidad aquí,
en esta larga marcha histórica. El Espíritu es el “otro” defensor, el segundo
abogado, ya que el primero es el mismo Cristo, cabeza indiscutible de la
Iglesia, como lo llama Pablo.
ENTRA EN
TU INTERIOR
LA PAZ EN
LA IGLESIA
En el evangelio de Juan
podemos leer un conjunto de discursos en los que Jesús se va despidiendo de sus
discípulos. Los comentaristas lo llaman "El Discurso de despedida".
En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen miedo a
quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a pesar de su
partida, nunca sentirán su ausencia.
Hasta cinco veces les
repite que podrán contar con «el Espíritu Santo». Él los defenderá, pues los
mantendrá fieles a su mensaje y a su proyecto. Por eso lo llama «Espíritu de la
verdad». En un momento determinado, Jesús les explica mejor cuál será su
quehacer: «El Defensor, el Espíritu Santo... será quien os lo enseñe todo y os
vaya recordando todo lo que os he dicho». Este Espíritu será la memoria viva de
Jesús.
El horizonte que ofrece
a sus discípulos es grandioso. De Jesús nacerá un gran movimiento espiritual de
discípulos y discípulas que le seguirán defendidos por el Espíritu Santo. Se
mantendrán en su verdad, pues ese Espíritu les irá enseñando todo lo que Jesús
les ha ido comunicando por los caminos de Galilea. Él los defenderá en el
futuro de la turbación y de la cobardía.
Jesús desea que capten
bien lo que significará para ellos el Espíritu de la verdad y Defensor de su
comunidad: «Os estoy dejando la paz; os estoy dando la paz». No sólo les desea
la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por el Espíritu, recordando y
guardando sus palabras, conocerán la paz.
No es una paz
cualquiera. Es su paz. Por eso les dice: «No os la doy yo como la da el mundo».
La paz de Jesús no se construye con estrategias inspiradas en la mentira o en
la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Han de reafirmarse
en él: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde».
En estos tiempos
difíciles de desprestigio y turbación que estamos sufriendo en la Iglesia,
sería un grave error pretender ahora defender nuestra credibilidad y autoridad
moral actuando sin el Espíritu de la verdad prometido por Jesús. El miedo
seguirá penetrando en el cristianismo si buscamos asentar nuestra seguridad y
nuestra paz alejándonos del camino trazado por él.
Cuando en la Iglesia se
pierde la paz, no es posible recuperarla de cualquier manera ni sirve cualquier
estrategia. Con el corazón lleno de resentimiento y ceguera no es posible
introducir la paz de Jesús. Es necesario convertirnos humildemente a su verdad,
movilizar todas nuestras fuerzas para desandar caminos equivocados, y dejarnos
guiar por el Espíritu que animó la vida entera de Jesús.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
“Dijo Jesús a sus
discípulos: “el que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos
a él y haremos morada en él”.
Es una palabra de amor:
“haremos morada en él”. Hasta qué punto Dios nos ha amado, que no sólo nos
habla desde fuera, sino que se hace palabra en nosotros; que no sólo se acerca,
sino que se hace intimidad en nosotros; es un amor entrañado en nosotros.
Esto tiene algunas
consecuencias:
Ya nunca puedes
sentirte solo. Tienes una divina compañía.
Ya nunca puedes
sentirte triste o débil. Tienes el consuelo y la Fuerza de Dios contigo.
Ya no puedes
despreciarte o deprimirte. Tienes una maravillosa dignidad.
Ya no puedes marginar o
menospreciar al pobre y a nadie, porque también ellos están tocados por la
divinidad.
Ya no puedes quedar
indiferente ante los hermanos que viven arruinados física y espiritualmente,
porque son profanaciones de la morada de Dios.
Ya no puedes guardar
para ti estos tesoros, tendrás que hacer como Cristo, llevar al mundo la
palabra y el amor.
Ya no hace falta buscar
un lugar secreto para rezar o gritar mirando al cielo, basta que mires hacia
dentro y te pongas a la escucha.
Y ya no podrás
conformarte con dedicar un ratito a la oración, sino que debes orar siempre,
abierto a la presencia de Dios.
Ya no podrás hacer nada
por tu cuenta, debes escuchar el parecer de los que te habitan.
Ya no puedes vivir para
ti, has de vivir para ellos y has de vivir como ellos, creando la comunión.
El Espíritu y nosotros…
Nosotros todos, toda la comunidad es la depositaria de este don por excelencia
del Padre. Mientras los cristianos sepamos decir: “El Espíritu Santo y
nosotros”, no habrá peligro de divisiones ni de violencias internas, aun cuando
los problemas planteados presenten puntos de vista distintos y hasta opuestos.
Esta es la lección que debemos recoger del
libro de los Hechos de los apóstoles: una lección tan sabía como dura de
aplicar cuando las pasiones ciegan al espíritu.
Señor, sé, que comulgar
es afianzar la fe en un solo Señor, en un solo Espíritu y en un solo Padre bajo
cuya luz caminamos por el desierto de la vida. Envía a nuestros corazones el
don de tu Espíritu, para que él y nosotros sepamos encontrar el camino de una
Iglesia unida, abierta y generosa.
Expliquemos
el Evangelio a los niños
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