“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos”.
28 DE
ABRIL
II
DOMINGO DE PASCUA
DOMINGO
DE LA DIVINA MISERICORDIA
1ª
Lectura: Hechos de los Apóstoles: 5,12-16
Crecía el
número de los creyentes en el Señor.
Salmo 117
Dad
gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
2ª
Lectura: Apocalipsis 1,9-13.17-18
Estuve
muerto y ahora, como ves, estoy vivo para siempre.
PALABRA
DEL DÍA
Juan 20,19-31
“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban
los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y
en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y, diciendo
esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha
enviado, así os envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les
dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Tomás,
uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y
los discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo
en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los
clavos y no meto la mano en su costado no lo creo”.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y
Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y
dijo: “Paz a vosotros”, Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis
manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino
creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “¿Por qué me
has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro,
hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis
que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en
su nombre.”
Versión
para américa Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana,
estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por
temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo:
"¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los
discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como
el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban
el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los
perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba
con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al
Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus
manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado,
no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos
en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas
las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con
ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis
manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo,
sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus
discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es
el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.”
REFLEXIÓN
Nuestra fe en la
resurrección de Jesucristo no puede ser sólo conceptual. La fe en Jesucristo no
es cuestión de conceptos, sino de comunión. “Nunca nos olvidamos de que Cristo
es ante todo comunión. Él no ha venido para crear una religión nueva, sino para
suscitar una comunión” (Roger Schutz).
Así lo expresaba San Pablo: “… y conocerle a él, el poder de la resurrección y
la comunión en sus padecimientos… tratando de llegar a la resurrección de entre
los muertos” (Flp 3,10-11). No puede haber fe pascual si no participamos de la
resurrección de Cristo.
En todo este proceso la
iniciativa la pone el Señor, que viene a nuestro encuentro, se pone en “medio”
de nosotros, y nos comunica su Espíritu. Es autocomunicación de Dios; por medio
del Espíritu vivificante se nos comunica la vida de Cristo resucitado.
La experiencia de los
apóstoles y demás discípulos del Señor es significativa. Andaban dispersos o
encerrados por el miedo. Estaban tristes y desesperanzados. La muerte de
Jesucristo, a pesar de los avisos y recomendaciones, había supuesto para ellos
un mazazo “mortal”; no sólo no levantaban cabeza –toda su fe y sus proyectos,
se habían venido abajo, un ridículo espantoso-, sino que estaban “muertos”.
Entonces Cristo resucitado se esfuerza por reunirlos, como el pastor a sus
ovejas, se presenta, poniéndose en medio de ellos, vivificándoles.
Cristo es,
efectivamente, el centro de la Iglesia, el centro de nuestra vida, el centro
del mundo. Nuestros pensamientos y miradas, siempre a Cristo. Ninguna comunidad
puede ser cristiana si no pone en el medio a Cristo, si no está centrada en
Cristo. Él se convierte en amigo, en Señor, en comunicador de señorío y de
vida.
Y “exhaló su aliento
sobre ellos”. Y el aliento era el Espíritu. “Recibid el Espíritu Santo” Máxima
donación de Cristo. El Espíritu es su vida íntima. Nos entrega su vida
resucitada. “Cristo, vida nuestra”. Cristo se está dando a sí mismo para que
los suyos vivan; pero no con el miedo, sino con la vida nueva de su Espíritu.
ENTRA EN
TU INTERIOR
NO SEAS INCRÉDULO SINO CREYENTE
La figura de Tomás como discípulo que se resiste a creer ha sido muy
popular entre los cristianos. Sin embargo, el relato evangélico dice mucho más
de este discípulo escéptico. Jesús resucitado se dirige a él con unas palabras
que tienen mucho de llamada apremiante, pero también de invitación amorosa: «No
seas incrédulo, sino creyente». Tomás, que lleva una semana resistiéndose a
creer, responde a Jesús con la confesión de fe más solemne que podemos leer en
los evangelios: «Señor mío y Dios mío».
¿Qué ha experimentado este discípulo en Jesús resucitado? ¿Qué es lo que ha transformado al hombre
hasta entonces dubitativo y vacilante? ¿Qué recorrido interior le ha llevado
del escepticismo hasta la confianza? Lo sorprendente es que, según el relato,
Tomás renuncia a verificar la verdad de la resurrección tocando las heridas de
Jesús. Lo que le abre a la fe es Jesús mismo con su invitación.
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos
hecho más escépticos, pero también más frágiles. Nos hemos hecho más críticos,
pero también más inseguros. Cada uno hemos de decidir cómo queremos vivir y
cómo queremos morir. Cada uno hemos de responder a esa llamada que, tarde o
temprano, de forma inesperada o como fruto de un proceso interior, nos puede
llegar de Jesús: «No seas incrédulo, sino creyente».
Tal vez, necesitamos despertar más nuestro deseo de verdad. Desarrollar
esa sensibilidad interior que todos tenemos para percibir, más allá de lo
visible y lo tangible, la presencia del Misterio que sostiene nuestras vidas.
Ya no es posible vivir como personas que lo saben todo. No es verdad. Todos,
creyentes y no creyentes, ateos y agnósticos, caminamos por la vida envueltos
en tinieblas. Como dice Pablo de Tarso, a Dios lo buscamos «a tientas».
¿Por qué no enfrentarnos al misterio de la vida y de la muerte
confiando en el Amor como última Realidad de todo? Ésta es la invitación
decisiva de Jesús. Más de un creyente siente hoy que su fe se ha ido
convirtiendo en algo cada vez más irreal y menos fundamentado. No lo sé. Tal
vez, ahora que no podemos ya apoyar nuestra fe en falsas seguridades, estamos
aprendiendo a buscar a Dios con un corazón más humilde y sincero.
No hemos de olvidar que una persona que busca y desea sinceramente
creer, para Dios es ya creyente. Muchas veces, no es posible hacer mucho más. Y
Dios, que comprende nuestra impotencia y debilidad, tiene sus caminos para
encontrarse con cada uno y ofrecerle su salvación.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Tomás, aunque no necesitó tocar las llagas físicamente, las palpó con su corazóns:
¡Dios mío Tomás tocó las entrañas de Dios: se acabaron para siempre sus dudas.
Tomás se sentía ardiendo: ¡Señor mío y Dios mío!. Las llagas de Cristo fueron
curativas, se podría hacer un estudio, no sólo de lo que significaron para
Tomás, sino lo que han significado para la Iglesia, para nosotros:
Han ayudado a crecer,
porque prueban la realidad del Dios encarnado y de Cristo resucitado. Cristo no
es una idea o un mito, es una realidad palpitante.
Han ayudado a rezar,
porque son objeto de gran devoción y suscitan la mayor confianza. A través de
esas llagas se quiere penetrar en Dios. Y, por otra parte, esas llagas son
oración permanente ante el Padre.
Han ayudado a sufrir,
porque Cristo se hace presente en todas las llagas, porque todas las llagas se
unen a las de Cristo, y esta comunión de llagas produce consuelo y fortaleza.
Ahora podríamos fijarnos en cuáles son las llagas más dolorosas de Cristo hoy.
Han ayudado a luchar.
Si Cristo recibió tantas heridas en su combate, ¿nos vamos a asustar nosotros
porque tengamos algún rasguño? “No habéis resistido todavía hasta la sangre”
(Hb 12,4).
Han ayudado a amar. Las
llagas son prueba del amor más grande, capaz de dejarse romper por nosotros.
Pues amor con amor se paga. A más entrega, más amor.
ORACIÓN
FINAL
Que la alegría de esta
Pascua no se quede en meras palabras o solamente en los ritos. Que esa alegría
florezca en un despertar del espíritu comunitario en cada uno de nuestros
hogares, siendo servidores los unos de los otros.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
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