“Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció
la bendición, lo partió y se lo dio,
diciendo: “Tomad, esto es mi cuerpo”. Cogiendo
una copa, pronunció la acción de
gracias, se lo dio, y todos bebieron. Y les
dijo:
“esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada
por todos”
3 DE
JUNIO
SOLEMNIDAD
DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR
Primera
Lectura: Éxodo 24,3-8
Ésta es
la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes.
Salmo 115
Levantaré
el cáliz de la salvación.
Segunda
Lectura: Hebreos 9,11-15
La sangre
de Cristo purifica nuestra conciencia.
EVANGELIO
DEL DÍA
Marcos
14,12-16.22-26
“El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el
cordero Pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos
a prepararte la cena de Pascua?”. Él envió a dos discípulos, diciéndoles: “Id a
la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en
la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la
habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una
sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la
cena”. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que
les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un
pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: “Tomad, esto es
mi cuerpo”. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se lo dio, y
todos bebieron. Y les dijo: “esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada
por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día
que beba el vino nuevo en el Reino de Dios. Después de cantar el salmo,
salieron para el monte de los Olivos.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se
sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde
quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?” Él les dijo a dos de
ellos: “Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de
agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: “El Maestro manda
preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis
discípulos? Él les enseñará una sala en el segundo pido, arreglada con divanes.
Prepárennos allí la cena”. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad,
encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición,
lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo”. Y
tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la
dio, todos bebieron y les dijo: “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que
se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid
hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.
Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los
Olivos”.
REFLEXIÓN
En el marco de una cena pascual, una cena de despedida, Jesús adelanta
una Pascua nueva en los gestos del pan partido y la copa ofrecida. En adelante,
en vez de matar corderos y derramar su sangre, se parte y se come el pan, que
es el cuerpo de Cristo, Cordero de Dios y se bebe el vino, que es su sangre.
Es la Pascua de un amor entregado hasta la muerte y
victorioso de la muerte. Es alianza y comunión insuperables.
Con este texto de Marcos y esta fiesta de hoy, no hay más
remedio que reflexionar sobre la Eucaristía, centro y culmen de toda la vida de
la Iglesia, pero dado que hoy, solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo,
celebra la Iglesia el día nacional de caridad, no podemos separar las dos
cosas, no podemos separar la Eucaristía de la caridad.
No somos una ONG. Nuestro ejercicio de la solidaridad y
de la caridad es consecuencia de nuestro ser cristiano, es consecuencia del
amor derramado por Cristo Jesús en nuestros corazones, un Cristo que en el
sacramento eucarístico, se hace alimento para el camino y primicia de vida
eterna.
Por eso, compartir con los demás, no es sólo un gesto
solidario, sino también expresión del amor fraterno que, como gracia y favor de
Dios, se ha recibido. Es una forma de manifestar la gratitud a Dios, que nos ha
dado los bienes de este mundo y la gracia de tener el corazón abierto al amor
de los demás.
Así como Él se ha ofrecido en sacrificio bajo la forma de
pan y vino, así debemos darnos nosotros, con fraterno y humilde servicio, a
nuestros hermanos, teniendo en cuenta sus necesidades más que sus méritos, y
ofreciéndoles el pan, o sea, lo más necesario para una vida digna.
ENTRA EN
TU INTERIOR
LA CENA
DEL SEÑOR
Los estudios
sociológicos lo destacan con datos contundentes: los cristianos de nuestras
iglesias occidentales están abandonando la misa dominical. La celebración, tal
como ha quedado configurada a lo largo de los siglos, ya no es capaz de nutrir
su fe ni de vincularlos a la comunidad de Jesús.
Lo sorprendente es que
estamos dejando que la misa «se pierda» sin que este hecho apenas provoque
reacción alguna entre nosotros. ¿No es la eucaristía el centro de la vida
cristiana? ¿Cómo podemos permanecer pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa
alguna? ¿Por qué la jerarquía permanece tan callada e inmóvil? ¿Por qué los
creyentes no manifestamos nuestra preocupación con más fuerza y dolor?
La desafección por la
misa está creciendo incluso entre quienes participan en ella de manera
responsable e incondicional. Es la fidelidad ejemplar de estas minorías la que
está sosteniendo a las comunidades, pero ¿podrá la misa seguir viva solo a base
de medidas protectoras que aseguren el cumplimiento del rito actual?
Las preguntas son
inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y
encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos
tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en
memoria suya?
¿Es la liturgia que
nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos
tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable
donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y
murió? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al
servicio de su proyecto del reino del Padre?
Hoy todo parece
oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si
la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será
largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza
la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora
lo más responsable no es ausentarse de la misa, sino contribuir a la conversión
a Jesucristo.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
La Eucaristía es acción de gracias y la caridad reconocimiento:
Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos.
La Eucaristía es alabanza de las maravillas de Dios; la
caridad, hace vivo el amor de Cristo: amaos los unos a los otros como yo os he
amado.
La Eucaristía es sacrificio y la caridad amor en la
entrega: aunque me dejara quemar vivo, si no tengo caridad de nada me sirve,
dice Pablo en 1 Cor 13.
La Eucaristía es presencia escondida. La caridad es
coherencia y sinceridad: el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo va a amar
a Dios al que no ve?
La Eucaristía, en fin, es fuente y cima de la vida
cristiana. Y la caridad es la señal de que somos reconocidos como discípulos de
Cristo: en esto se conoce que sois discípulos míos, en el amor que exista entre
vosotros. Esta será la medida con la que nos medirán en el último día.
Esperamos, por la misericordia de Dios, escuchar en aquel
momento, las palabras: “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino que os
tenía preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y me distéis de
comer, tuve sed y me distéis de beber, estuve denudo y me vestisteis, enfermo y
me visitasteis en la cárcel y vinisteis a verme”. Y tendremos que responder
bendito tú, Señor, porque yo era el hambriento y me diste el pan del cielo que
es tu cuerpo. Porque yo era el sediento y me diste a beber la copa de tu
sangre. Y los justos irán a la vida eterna.
ORACIÓN
FINAL
¡Oh Dios! Que en este admirable sacramento nos
dejaste el memorial de tu pasión, concédenos como te pedimos, venerar de tal
modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos,
constantemente en nosotros, los frutos de tu redención.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
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