lunes, 28 de mayo de 2018

3 DE JUNIO: SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR.



“Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio,

 diciendo: “Tomad, esto es mi cuerpo”. Cogiendo una copa, pronunció la acción de

gracias, se lo dio, y todos bebieron. Y les dijo:

“esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”

3 DE JUNIO

SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR

Primera Lectura: Éxodo 24,3-8

Ésta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes.

Salmo 115

Levantaré el cáliz de la salvación.

Segunda Lectura: Hebreos 9,11-15

La sangre de Cristo purifica nuestra conciencia. 

EVANGELIO DEL DÍA

Marcos 14,12-16.22-26

“El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero Pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”. Él envió a dos discípulos, diciéndoles: “Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena”. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: “Tomad, esto es mi cuerpo”. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se lo dio, y todos bebieron. Y les dijo: “esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?” Él les dijo a dos de ellos: “Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: “El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos? Él les enseñará una sala en el segundo pido, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena”. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo”. Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.
Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos”.

REFLEXIÓN

En el marco de una cena pascual, una cena de despedida, Jesús adelanta una Pascua nueva en los gestos del pan partido y la copa ofrecida. En adelante, en vez de matar corderos y derramar su sangre, se parte y se come el pan, que es el cuerpo de Cristo, Cordero de Dios y se bebe el vino, que es su sangre.

            Es la Pascua de un amor entregado hasta la muerte y victorioso de la muerte. Es alianza y comunión insuperables.

            Con este texto de Marcos y esta fiesta de hoy, no hay más remedio que reflexionar sobre la Eucaristía, centro y culmen de toda la vida de la Iglesia, pero dado que hoy, solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, celebra la Iglesia el día nacional de caridad, no podemos separar las dos cosas, no podemos separar la Eucaristía de la caridad. 

            No somos una ONG. Nuestro ejercicio de la solidaridad y de la caridad es consecuencia de nuestro ser cristiano, es consecuencia del amor derramado por Cristo Jesús en nuestros corazones, un Cristo que en el sacramento eucarístico, se hace alimento para el camino y primicia de vida eterna.

            Por eso, compartir con los demás, no es sólo un gesto solidario, sino también expresión del amor fraterno que, como gracia y favor de Dios, se ha recibido. Es una forma de manifestar la gratitud a Dios, que nos ha dado los bienes de este mundo y la gracia de tener el corazón abierto al amor de los demás.

            Así como Él se ha ofrecido en sacrificio bajo la forma de pan y vino, así debemos darnos nosotros, con fraterno y humilde servicio, a nuestros hermanos, teniendo en cuenta sus necesidades más que sus méritos, y ofreciéndoles el pan, o sea, lo más necesario para una vida digna.

ENTRA EN TU INTERIOR

LA CENA DEL SEÑOR

Los estudios sociológicos lo destacan con datos contundentes: los cristianos de nuestras iglesias occidentales están abandonando la misa dominical. La celebración, tal como ha quedado configurada a lo largo de los siglos, ya no es capaz de nutrir su fe ni de vincularlos a la comunidad de Jesús.

Lo sorprendente es que estamos dejando que la misa «se pierda» sin que este hecho apenas provoque reacción alguna entre nosotros. ¿No es la eucaristía el centro de la vida cristiana? ¿Cómo podemos permanecer pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa alguna? ¿Por qué la jerarquía permanece tan callada e inmóvil? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación con más fuerza y dolor?

La desafección por la misa está creciendo incluso entre quienes participan en ella de manera responsable e incondicional. Es la fidelidad ejemplar de estas minorías la que está sosteniendo a las comunidades, pero ¿podrá la misa seguir viva solo a base de medidas protectoras que aseguren el cumplimiento del rito actual?

Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?

¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?

Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa, sino contribuir a la conversión a Jesucristo.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

         La Eucaristía es acción de gracias y la caridad reconocimiento: Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos.

       La Eucaristía es alabanza de las maravillas de Dios; la caridad, hace vivo el amor de Cristo: amaos los unos a los otros como yo os he amado.

         La Eucaristía es sacrificio y la caridad amor en la entrega: aunque me dejara quemar vivo, si no tengo caridad de nada me sirve, dice Pablo en 1 Cor 13.

         La Eucaristía es presencia escondida. La caridad es coherencia y sinceridad: el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo va a amar a Dios al que no ve?

          La Eucaristía, en fin, es fuente y cima de la vida cristiana. Y la caridad es la señal de que somos reconocidos como discípulos de Cristo: en esto se conoce que sois discípulos míos, en el amor que exista entre vosotros. Esta será la medida con la que nos medirán en el último día.

         Esperamos, por la misericordia de Dios, escuchar en aquel momento, las palabras: “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino que os tenía preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, estuve denudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis en la cárcel y vinisteis a verme”. Y tendremos que responder bendito tú, Señor, porque yo era el hambriento y me diste el pan del cielo que es tu cuerpo. Porque yo era el sediento y me diste a beber la copa de tu sangre. Y los justos irán a la vida eterna.

ORACIÓN FINAL

       ¡Oh Dios! Que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos como te pedimos, venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos, constantemente en nosotros, los frutos de tu redención.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Paxi Velasco FANO

Imagen para colorear.



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