“Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
27 DE
MAYO
DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
SOLEMNIDAD
DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
1ª
Lectura: Deuteronomio 4,32-34.39-40
El Señor
es el Dios del cielo y de la tierra, y no hay otro.
Salmo: 32
Dichoso
el pueblo escogido por Dios.
2ª
Lectura: Romanos 8,14-17
Ustedes
han recibido un espíritu de hijos en virtud del cual
Pueden
llamar Padre a Dios.
EVANGELIO
DEL DÍA
Mateo 28,16-20
“En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al
monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos
vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en
el cielo y en la tierra. "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo ”.
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la
montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos
todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder
en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo
estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".
REFLEXIÓN
Profesamos nuestra fe en Dios uno y trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La profesamos desde nuestro bautismo, fuimos bautizados en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo, hasta que morimos abrazados a la cruz. La
profesamos en nuestras oraciones, signos y bendiciones, catequesis y
enseñanzas, cantos y tradiciones.
Aunque no hemos sido muy conscientes de la importancia
espiritual de este misterio, hoy, por la gracia de Dios, sabemos que es fuente,
marca y meta de toda nuestra vida.
• Fuente: Tres corrientes en una, origen
de toda vida y toda gracia.
• Marca: Estamos hechos a su imagen, con
dinamismo de comunión.
• Meta: “Nos has hecho, Señor, para ti”,
decía san Agustín. Caminamos hacia el abrazo trinitario.
El Padre, decía san Juan de la Cruz, es mano blanda. Blanda por la
ternura y la misericordia. Pero es también mano fuerte, creadora y protectora.
De sus dedos salieron las espirales de las estrellas, la vida innumerable, las
figuras del hombre y la mujer, bien moldeados.
El Hijo es “toque delicado”, carne de nuestra carne. Su
toque era curativo y amistoso. Su toque era transmisión de gracias. Su toque
elevaba y dignificaba. Después se dejó tocar y traspasar para redimirnos y
salvarnos.
El Espíritu es “llama viva”, que purifica y transforma,
da calor y amistad, embellece y transfigura. De su llama se desprenden
inflamaciones de amor. Ya nunca tendremos miedo, porque en Él estamos
encendidos.
Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidos en fuerte abrazo, viviendo la
comunión perfecta, sosteniendo y recreando la vida toda, desbordando en hijos y
familias, tan distintos, tan iguales, sostén y fundamento de todo lo creado.
Dios Padre, que es creación, amor. Dios es amor. Dios
Hijo, que es el camino que tenemos que recorrer, la verdad que tenemos que
creer y la vida que tenemos que vivir. Dios Espíritu Santo, que es donación,
comunicación, comunión.
¿En qué Dios creemos?
¿En un Dios serio, justiciero? ¿En un Dios que premia a los buenos y castiga
a los malos?
ENTRA EN
TU INTERIOR
LO
ESENCIAL DEL CREDO
A lo largo de los
siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios sobre la
Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de nuestros días no logran captar
qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas.
Al parecer, hoy
necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas, que toquen
nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe
vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro credo para
aprender a vivirlo con alegría nueva.
«Creo en Dios Padre,
creador del cielo y de la tierra». No estamos solos ante nuestros problemas y
conflictos. No vivimos olvidados. Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo
llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen y la meta de nuestra
vida. Nos ha creado a todos sólo por amor, y nos espera a todos con corazón de
Padre al final de nuestra peregrinación por este mundo.
Su nombre es hoy
olvidado y negado por muchos. Nuestros hijos se van alejando de él, y los
creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos sigue mirando a
todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de perder la fe en un
Dios Creador y Padre pues habríamos perdido nuestra última esperanza.
«Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor». Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él
nos ha contado cómo es el Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más.
Mirándolo a él, vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y
comprensión. En él podemos sentir a Dios humano, cercano, amigo.
Este Jesús, el Hijo
amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa para
todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado, además, el camino a
seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Si olvidamos a Jesús,
¿quién ocupará su vacío?, ¿quién nos podrá ofrecer su luz y su esperanza?
«Creo en el Espíritu
Santo, Señor y dador de vida». Este misterio de Dios no es algo lejano. Está
presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu
que alienta nuestras vidas, como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este
Espíritu es lo mejor que hay dentro de nosotros.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Yo creo:
• En un Dios que es todo corazón,
compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
• En un Dios-Padre, fuente de vida,
generosidad desbordante.
• En un Dios-Hijo, palabra eterna del
Padre por la que todo vino a la existencia, que paso por el mundo haciendo el
bien y curando a los oprimidos por el mal porque Dios estaba con él.
• En un Dios-Espíritu Santo, llama viva,
fuerza desbordante, comunión profunda, alma de la Iglesia.
• Creo en un Dios siempre alegre, uno y
trino, comunidad, familia, las tres divinas personas en comunión de vida y amor.
Creo también que este
Dios bueno no quiso quedarse tanta bondad para él solo y creó al hombre: A
imagen de Dios los creó, hombre y mujer los creó.
Tres veces repite el
libro del Génesis en el relato de la creación, en un solo versículo, que el
hombre es una imagen de Dios.
Por eso, también
necesito creer en el hombre:
• En un hombre que sea donación, como
Dios. Aprendamos a dar y a darnos, a compartir bienes y talentos, a abrir la
mano y el corazón al otro.
• En un hombre que sea comunicación.
Como Dios, el hombre tiene la palabra. Porque frente a la incomunicación y a la
confusión de Babel, está Pentecostés.
• En un hombre que sea comunión. Creer
en la Trinidad es optar por la comunión entre los hombres. Por eso debemos
sentirnos felices cuando vivimos nuestra fe en comunidad de fe y amor en la
eucaristía.
Solo Dios puede colmar
la insatisfacción del hombre, solo él puede colmar nuestra sed: “El que tenga
sed, que venga a mí y beba”, decía Jesús.
Tenemos sed de muchas
cosas, pero solo él puede calmar nuestra sed, es lo que san Agustín expresaba
tan certera y bellamente:
“Nos has hecho, Señor,
para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti”.
Dios es pues nuestra
meta. Hacia Él caminamos todos, aunque no lo sepamos. En todas nuestras búsquedas
sinceras Dios se hace el encontradizo.
Cuando deseamos un
mundo mejor, cuando nos comprometemos con la paz y la solidaridad, estamos
deseando a Dios. Cuando tenemos hambre y sed de justicia, estamos deseando a
Dios. Cuando buscamos la verdad, la felicidad de los hermanos, sobre todo de
los que más lo necesitan estamos deseando a Dios.
Y nos encaminamos hacia
el Dios uno y Trino, cuando nos queremos, cuando formamos una familia, una
comunidad unida en la fe, en la esperanza y en la caridad, cuando trabajamos
por la reconciliación entre los hombres. Cuando amamos de verdad, estamos dando
pasos hacia la Trinidad.
ORACIÓN
FINAL
Dios Padre, que al enviar al mundo la Palabra de verdad y
el Espíritu santificador, revelaste a todos los hombres tu misterio admirable,
concédenos que, profesando la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la eterna
Trinidad y adoremos la Unida de su majestad omnipotente.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
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