«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que
cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».
”10 DE
JUNIO
X DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera
Lectura: Génesis 3,9-15
Enemistad
entre la serpiente y la mujer.
Salmo 129
Perdónanos,
Señor, y viviremos.
Segunda
Lectura: 2 Corintios 4,13-5,1
Creemos y
por eso hablamos.
EVANGELIO
DEL DÍA
Marcos 3,20-35
“En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se
juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer.
Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían
que no estaba en sus cabales.
También los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
—«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el
poder del jefe de los demonios».
Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas:
—«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra
civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás
se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está
perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su
ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los
pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el
Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu
inmundo.
Llegaron su madre y sus hermanos y desde fuera lo mandaron
llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo:
—«Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan».
Les contestó:
—«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y, paseando la mirada por el corro, dijo:
—«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la
voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que
ni siquiera podían comer.
Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo,
porque decían: "Es un exaltado".
Los escribas que habían venido de Jerusalén decían:
"Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del
Príncipe de los Demonios".
Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó:
"¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás?
Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir.
Y una familia dividida tampoco puede subsistir.
Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí
mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin.
Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y
saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.
Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los
pecados y cualquier blasfemia que profieran.
Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá
perdón jamás: es culpable de pecado para siempre".
Jesús dijo esto porque ellos decían: "Está poseído por
un espíritu impuro".
Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose
afuera, lo mandaron llamar.
La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron:
"Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera".
El les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis
hermanos?".
Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados
alrededor de él, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos.
Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi
hermana y mi madre".
REFLEXIÓN
El misterio de la
libertad para aceptar o rechazar el plan de Dios viene hoy profundamente
propuesto por la página sagrada en la escena clave de la “caída de los primeros
padres”: a la opción contraria a la vida seguirá en consecuencia un destino
marcado con el sufrimiento y la muerte (1ª. Lectura).
En la plenitud de
los tiempos, la misma decisión libre excluirá de la posible
salvación a los adversarios de Jesús de Nazareth, el Mesías rechazado… aquellos que sin embargo, aceptando el plan de Dios
en su destino y en su historia escuchan al Hijo de Dios, harán parte
de su familia nueva: donde la fraternidad y la filiación vienen de la
imitación de Jesucristo (Evangelio). La auto-presentación
como hombre de fe realista ante las propias limitaciones completa
este domingo la “defensa” paulina, referida en todo momento al misterio del
Crucificado, en quien San Pablo sigue poniendo su esperanza
(2ª. Lectura).
Decían: “Este actúa por
el poder de Belcebú”. En esta nueva escena de controversia entre Jesús y sus
adversarios, prácticamente se contienen los mismos personajes
y situaciones que en la página fundamental de Génesis 3.
Ante la presencia del
Reino que se ha hecho cercano en Cristo la humanidad reacciona de muy diversas formas:
a) Con escepticismo y
con “lógica a la medida del mundo”: los parientes físicos del Señor.
b) Con renovada
cerrazón y violencia, e incluso con razonamientos que bloquean el
reconocimiento de la acción de Dios aquí y ahora:
los escribas.
c) Con apertura y
disponibilidad para entrar al Reino que se ofrece en Jesús: la muchedumbre que
le escucha atenta y que constituirá una “nueva familia”
vinculada por la imitación de Cristo, modelo de “filiación perfecta
en la obediencia al plan de Dios” y por lo tanto Hombre Nuevo a diferencia de
Adán.
Todas estas clases de
respuesta a Dios presente en Cristo perfilan el drama constante en el que se
juega el destino de vida o muerte para el
hombre. En un análisis más profundo y desde otra perspectiva, acá se repite
la conquista o la pérdida de la libertad verdadera como en la
escena del Génesis:
a) El grupo de la
familia de Jesús se mueve por temor ante las acciones provocativas y
comprometedoras de su pariente. Buscan “declarar la
enfermedad” ocultando más bien la vergüenza que les hace prisioneros
de la situación social.
b) El grupo fariseo
encarna la oposición total y satánica: aquella que cometen “con el único pecado
que no será perdonado”, contra el Espíritu Santo que actúa en
la potencia del Cristo. Ante ellos sin embargo, Jesús también presenta un
argumento una razón ilustrativa (el doble
ejemplo del reino dividido y de la casa tomada por asalto).
Más que una defensa, su
intención es liberar a este grupo, prisionero de sus intereses y temores.
c) Una actitud que
manifiesta la libertad verdaderamente deseada caracteriza al tercer grupo que
inicia con el primer paso de la escucha una nueva relación de
vida con Dios a través de su Cristo.
“El que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca”. Benditos aquellos que
son llamados Hijos de Dios. Pero lo mejor de todo es que cada uno de nosotros,
católicos bautizados, también somos hijos predilectos de
Dios. Basta con cumplir su voluntad en todo momento.
ENTRA EN
TU INTERIOR
EL QUE
BLASFEME CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
El hombre contemporáneo
se está acostumbrando a vivir sin responder a la cuestión más vital de su vida:
por qué y para qué vivir. Lo grave es que, cuando la persona pierde todo
contacto con su propia interioridad y misterio, la vida cae en la trivialidad y
el sinsentido.
Se vive entonces de
impresiones, en la superficie de las cosas y de los acontecimientos,
desarrollando sólo la apariencia de la vida. Probablemente, esta banalización
de la vida es la raíz más importante de la increencia de no pocos.
Cuando el ser humano
vive sin interioridad, pierde el respeto por la vida, por las personas y las
cosas. Pero, sobre todo, se incapacita para «escuchar» el misterio que se
encierra en lo más hondo de la existencia.
El hombre de hoy se
resiste a la profundidad. No está dispuesto a cuidar su vida interior. Pero
comienza a sentirse insatisfecho: intuye que necesita algo que la vida de cada
día no le proporciona. En esa insatisfacción puede estar el comienzo de su
salvación.
El gran teólogo Paul
Tillich decía que sólo el Espíritu nos puede ayudar a descubrir de nuevo «el
camino de lo profundo». Por el contrario, pecar contra ese Espíritu Santo sería
«cargar con nuestro pecado para siempre».
El Espíritu puede
despertar en nosotros el deseo de luchar por algo más noble y mejor que lo
trivial de cada día. Puede darnos la audacia necesaria para iniciar un trabajo
interior en nosotros.
El Espíritu puede hacer
brotar una alegría diferente en nuestro corazón; puede vivificar nuestra vida
envejecida; puede encender en nosotros el amor incluso hacia aquellos por los
que no sentimos hoy el menor interés.
El Espíritu es «una
fuerza que actúa en nosotros y que no es nuestra». Es el mismo Dios inspirando
y transformando nuestras vidas. Nadie puede decir que no está habitado por ese
Espíritu. Lo importante es no apagarlo, avivar su fuego, hacer que arda
purificando y renovando nuestra vida. Tal vez, hemos de comenzar por invocar a
Dios con el salmista: «No apartes de mí tu Espíritu».
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Padre misericordioso, reconocemos que muchas veces nos hemos apartado de
tu amor, pero también conocemos la prontitud de tu perdón y la generosidad de
tu gracia, y eso nos hace esperar tu misericordia con un deseo que nos brota de
lo más profundo de nuestro ser, para que nos devuelvas la alegría de tu
Salvación.
ORACIÓN
Señor Dios, de quien procede todo bien, escucha nuestras súplicas y
concédenos que comprendiendo, por inspiración tuya, lo que es recto, eso mismo,
bajo tu guía, lo hagamos realidad.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
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