“Muchos son los llamados y pocos los elegidos”
15 DE
OCTUBRE
XXVIII
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª
Lectura: Isaías 25,6-10ª
El Señor
preparará un festín y enjugará las lágrimas de todos los rostros.
Salmo 22
Habitaré
en la casa del Señor, por años sin término.
2ª
Lectura: Filipenses 4,12-14.19-20
Todo lo
puedo en aquel que me conforta.
PALABRA
DEL DÍA
Mateo
22,1-14
“En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los
sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: -El Reino de los
Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para
que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados
encargándoles que les dijeran: tengo preparado el banquete, he matado terneros
y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda. Los convidados no
hicieron caso; uno se marchó a sus tierras; otro a sus negocios, los demás les
echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en
cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego
a la ciudad. Luego dijo a sus criados: -La boda está preparada, pero los
convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos
los que encontréis convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y
reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se
llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a os comensales, reparó en
uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: -Amigo, ¿cómo has entrado aquí
sin vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los
camareros: -Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí
será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos
los escogidos.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los
ancianos del pueblo, diciendo:
El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las
bodas de su hijo.
Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados,
pero estos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a
los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y
mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'.
Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron,
uno a su campo, otro a su negocio;
y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron
y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que
acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.
Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está
preparado, pero los invitados no eran dignos de él.
Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que
encuentren'.
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los
que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un
hombre que no tenía el traje de fiesta.
'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de
fiesta?'. El otro permaneció en silencio.
Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y manos,
y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'.
Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.”
REFLEXIÓN
Seguimos proclamando el discurso de las parábolas del
Reino. La parábola de hoy tiene gran similitud con la del domingo anterior, en
cuanto se refiere a la actitud de los judíos que orgullosamente se resistieron
a la invitación del rey que celebraba la boda de su hijo. Pero como todas las
parábolas del Reino, tiene un significado que va más allá de su contexto
histórico inmediato.
Lo primero que nos llama la atención, es casi
incomprensible que algunos ciudadanos desoyeran la invitación del rey que los
invita, y aún más que maltrataran a los criados hasta matarlos, sabiendo que
ese gesto podría desatar la ira del rey por la afrenta que significa.
Pero este rey era el mismo rey de la cruz, el rey de los
humildes y de los pobres. Quienes rechazaban a los pobres no podían sino
rechazar a un rey que venía a revolucionar los esquemas sociales y religiosos.
La parábola parece sugerir algo así como si Dios hubiera perdido tiempo en
preparar a un pueblo para su entrada en el Reino, pues los menos preparados
resultaron más dispuestos.
Nosotros podemos descubrir cómo Dios mismo se vio en
cierta manera condicionado por las circunstancias: aceptó trabajar con un
pueblo de dura cerviz y no lo abandonó hasta que el mismo pueblo se alejó de él.
El Reino necesitaba una etapa preparatoria que, en realidad, sólo fue fracaso
para los duros de corazón. Fue el resto humilde del pueblo judío el primero que
entró a la mesa del Reino, y tras ellos, los, pueblos paganos. Efectivamente,
la última parte de la parábola habla de cómo los primeros como los últimos,
tienen que cumplir ciertas exigencias para entrar en el Reino.
Pero como hemos visto, el Reino es comparado, con un
banquete de bodas.
A la luz de otros textos del Evangelio comprendemos que
las bodas no son otras que las que realiza el mismo Jesús con la humanidad. Él
mismo se presentó como el esposo de un pueblo nuevo. Por ser banquete de bodas,
sólo podrán entrar quienes de alguna manera sintieran que participar en la cena
era penetrar en el círculo del esposo, estableciendo una relación de amor muy
bien representada en la comida común.
Por ser un banquete donde el amor era la comida
principal, es fácil comprender por qué muchos se negaron a participar en él:
eran los que preferían comer el dinero, los negocios o el pan de la violencia.
El banquete cuestionaba una conducta centrada en el puro egoísmo; más aún, les
exigía entrar en relación con el rey y su hijo no simplemente como súbditos que
cumplen las leyes necesarias sino en un gesto de amistad.
Podríamos concluir, que el Reino de Dios es
incomprensible, y por lo tanto inaceptable, si no se lo mira desde la
perspectiva de un amor profundo y total al modo de dos esposos que deciden
unirse en amor para siempre.
Quien pretenda entrar en el Reino debe dejar a un lado
sus personales intereses y negocios, como si lo único importante en la vida
fuese el hecho mismo de compartir con Dios y con los hermanos la misma mesa.
Por eso relacionamos esta parábola con la eucaristía:
porque sentarse a esta mesa común es subrayar en nuestra vida la primacía del
amor fraterno por encima de todas las demás cosas, aunque aparentemente
parezcan importantes.
Quien da la espalda al banquete de bodas –donde hay un
solo interés, el del Reino- queda inexorablemente afuera.
ENTRA EN
TU INTERIOR
EN LOS CRUCES DE LOS CAMINOS
EN LOS CRUCES DE LOS CAMINOS
A través de sus parábolas Jesús va descubriendo a sus seguidores cómo
experimenta a Dios, cómo interpreta la vida desde sus raíces más profundas y
cómo responde a los enigmas más recónditos de la condición humana.
Quien entra en contacto vivo con sus parábolas comienza a cambiar. Algo
"sucede" en nosotros. Dios no es como lo imaginamos. La vida es más
grande y misteriosa que nuestra rutina convencional de cada día. Es posible
vivir con un horizonte nuevo. Escuchemos el punto de partida de la parábola
llamada «Invitación al Banquete».
Según el relato, Dios está preparando una fiesta final para todos sus
hijos e hijas, pues a todos quiere ver sentados junto a él, en torno a una
misma mesa, disfrutando para siempre de una vida plena. Esta imagen es una de
las más queridas por Jesús para sugerir el final último de la historia humana.
Frente a tantas imágenes mezquinas de un Dios controlador y justiciero
que impide a no pocos saborear la fe y disfrutar de la vida, Jesús introduce en
el mundo la experiencia de un Dios que nos está invitando a compartir con él
una fiesta fraterna en la que culminará lo mejor de nuestros esfuerzos, anhelos
y aspiraciones.
Jesús dedica su vida entera a difundir la gran invitación de Dios: «El
banquete está preparado. Venid». Este mensaje configura su modo de anunciar a
Dios. Jesús no predica doctrina, despierta el deseo de Dios. No impone ni
presiona. Invita y llama. Libera de miedos y enciende la confianza en Dios. En
su nombre, acoge a su mesa a pecadores e indeseables. A todos ha de llegar su invitación.
Los hombres y mujeres de hoy necesitan descubrir el Misterio de Dios como
Buena Noticia. Los cristianos hemos de aprender a hablar de él con un lenguaje
más inspirado en Jesús, para deshacer malentendidos, aclarar prejuicios y
eliminar miedos introducidos por un discurso religioso lamentable que ha
alejado a muchos de ese Dios que nos está esperando con todo preparado para la
fiesta final.
En estos tiempos en los que el descrédito de la religión está impidiendo
a muchos escuchar la invitación de Dios, hemos de hablar de su Misterio de Amor
con humildad y con respeto a todos, sin forzar las conciencias, sin ahogar la
vida, despertando el deseo de verdad y de luz que sigue vivo en lo más íntimo
del ser humano.
Es cierto que la
llamada religiosa encuentra hoy el rechazo de muchos, pero la invitación de
Dios no se ha apagado. La pueden escuchar todos los que en el fondo de sus
conciencias escuchan la llamada del bien, del amor y de la justicia.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
El mensaje de las lecturas de hoy tiene una acuciante actualidad. Dios
llama a todos, hoy como ayer. El banquete es el mismo para todos.
La
respuesta de cada uno puede ser un sí o un no. Esa respuesta es la que marca la
diferencia entre unos y otros. Si preferimos las tierras o los negocios, quiere
decir que es eso lo que de verdad nos interesa.
Todo
el evangelio es una invitación, podemos responder que sí o que no. Pero, como
la parábola de los dos hermanos nos recordaba hace unos días, sólo es válida la
respuesta de las obras.
Cuando el texto dice
que los primeros invitados no se lo merecían, tiene razón, pero existe el
peligro de creer que los llamados en segunda
convocatoria sí se lo merecían. El centro del mensaje del evangelio está
en que invita a todos: malos y buenos. Esto es lo que no terminamos de aceptar.
Seguimos creyéndonos los elegidos, los privilegiados, los buenos con derecho a
la exclusiva (fuera de la Iglesia no hay salvación).
Hay
que tener mucho cuidado con las interpretaciones simplistas. De un banquete de
los tiempos mesiánicos, se pasó con demasiada facilidad a un banquete para el
más allá. Este salto nos lanza peligrosamente fuera de las fronteras del tiempo
y deja todo para más allá de este mundo. No creo que fuese ese el sentir de
Jesús que se interesó por las personas de carne y hueso que estaban tiradas en
la sociedad que le tocó vivir.
ORACIÓN
La Eucaristía es nuestro banquete de bodas: al comer
juntos en esta mesa, estrechamos los vínculos de amor con todos los hermanos, y
de esta forma nos unimos a Dios en Cristo.
Señor, ya que nos llamaste a participar de los bienes del Reino, haz que
tomemos conciencia de todo lo que ello implica para nuestra vida.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
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