“Por eso os digo que se os quitará a vosotros
el Reino de los Cielos
y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.”
y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.”
8 DE
OCTUBRE
XXVII
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª
Lectura: Isaías 5,1-7
La viña
del Señor de los ejércitos es la casa de Israel.
Salmo 79
La viña
del Señor es la casa de Israel.
2ª
Lectura: Filipenses 4,6-9
Poned
esto por obra, y el dios de la paz estará con vosotros.
PALABRA
DEL DÍA
Mateo
21,33-43
“En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los
senadores del pueblo. –Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó
una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del
guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de
la vendimia, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le
correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno,
mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que
la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo
diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo.” Pero los labradores, al ver al hijo,
se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su
herencia.” Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos
labradores? Le contestaron: -Hará morir de mala muerte a esos malvados y
arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos.
Y Jesús les dice: - ¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho, ha sido un milagro patente.”? - Por eso os digo que se os quitará a
vosotros el Reino de los Cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del
pueblo:
«Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí
plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia.
Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores
para percibir los frutos.
Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo
golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.
El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor
número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.
Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: 'Respetarán
a mi hijo'.
Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el
heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia".
Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo
mataron.
Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos
viñadores?».
Le respondieron: "Acabará con esos miserables y
arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo".
Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras: La
piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: ¿esta
es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?
Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a
ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos".
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas,
comprendieron que se refería a ellos.
Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la
multitud, que lo consideraba un profeta.”
REFLEXIÓN
La parábola de los viñadores homicidas es una alusión
clara a las relaciones entre el Reino de Dios y el pueblo de Israel, esto nos
permite situar el Reino desde una perspectiva histórica.
En la primera lectura del profeta Isaías se compara a
Israel con una viña plantada y protegida por Dios con todo lujo de cuidados,
sin embargo, más que uvas dulces, produjo uvas agrias. La idea simbólica es
recogida por Jesús en una alegoría en la que los diversos profetas del Señor
fueron, por lo general, maltratados por el pueblo elegido. Finalmente, no se
detuvieron ni ante el ”hijo” al que condujeron fuera de la viña para matarlo.
La conclusión histórica es clara: el Reino les será
quitado para que lo disfruten los nuevos pueblos llegados del paganismo. Ellos
son esa piedra que el judaísmo siempre despreció, y que sin embargo fue bien
vista por Dios para ser el fundamento de su nuevo edificio.
Jesús relaciona el reino de Dios con toda la historia de
la salvación. El Reino no es un brote recién nacido con Jesús, sino que en él
más bien adquiere plenitud, pues siempre ha estado presente en la historia del
pueblo como una invitación a un trabajo eficaz en orden a toda la humanidad.
También hoy nosotros nos integramos en esa historia,
conscientes de que no somos los primeros ni seremos los últimos. Mas esto poco
importa: en cada época el Reino se presenta como una llamada dirigida a los
presentes que tienen a su cargo el cuidado de la viña. También hoy Dios nos
envía sus mensajeros para comprobar si nuestro trabajo está en función del
Reino o de nuestros intereses.
Podemos descubrir en nuestra Iglesia a esa viña que con
tanto cuidado ha sido protegida por Dios si bien en más de una oportunidad los
obreros han abusado de este benéfico cuidado de modo que la viña resultó ser
una mera fuente de ganancias.
La parábola no niega que aquellos obreros trabajaran la
viña, pero en lugar de ponerla al servicio de los intereses del Reino (intereses
de todos los hombres), la usaron como su propiedad personal, recurriendo a la
violencia y al asesinato con tal de no perder sus intereses.
Nadie es dueño de la Iglesia; que nadie confunda esta
historia concreta de la Iglesia con la historia del Reino que siempre
encontrará canales para no quedar aprisionado en nuestros esquemas mezquinos.
Ni siquiera hace falta que otros pueblos nuevos entren a formar parte de la
Iglesia para que se cumpla el plan de Dios; el Reino se hace presente allí
donde existen hombres dispuestos a servir en una causa desinteresada.
En la parábola resulta claro el concepto de que Dios no
confunde sus planes con los de quienes dicen trabajar en su viña. El estar
dentro de la Iglesia no nos da garantías de estar trabajando para Dios si
nuestra actitud profunda no se adecua a los criterios del Reino, bien
clarificados en todo el Evangelio.
ENTRA EN
TU INTERIOR
NO
DEFRAUDAR A DIOS
La parábola de los «viñadores homicidas» es tan dura que a los cristianos
nos cuesta pensar que esta advertencia profética, dirigida por Jesús a los
dirigentes religiosos de su tiempo, tenga algo que ver con nosotros.
El relato habla de unos labradores encargados por un señor para trabajar
su viña. Llegado el tiempo de la vendimia, sucede algo sorprendente e inesperado.
Los labradores se niegan a entregar la cosecha. El señor no recogerá los frutos
que tanto espera.
Su osadía es increíble. Uno tras otro, van matando a los criados que el
señor les envía para recoger los frutos. Más aún. Cuando les envía a su propio
hijo, lo echan «fuera de la viña» y lo matan para quedarse como únicos dueños
de todo.
¿Qué puede hacer ese señor de la viña con esos labradores? Los dirigentes
religiosos, que escuchan nerviosos la parábola, sacan una conclusión terrible:
los hará morir y traspasará la viña a otros labradores «que le entreguen los
frutos a su tiempo». Ellos mismos se están condenando. Jesús se lo dice a la
cara: «Por eso, os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará
a un pueblo que produzca sus frutos».
En la «viña de Dios» no hay sitio para quienes no aportan frutos. En el
proyecto del reino de Dios, que Jesús anuncia y promueve, no pueden seguir
ocupando un lugar «labradores» indignos que no reconozcan el señorío de su
Hijo, porque se sienten propietarios, señores y amos del pueblo de Dios. Han de
ser sustituidos por «un pueblo que produzca frutos».
A veces pensamos que esta parábola tan amenazadora vale para antes de
Cristo, para el pueblo del Antiguo Testamento, pero no para nosotros que somos
el pueblo de la Nueva Alianza y tenemos ya la garantía de que Cristo estará
siempre con nosotros.
Es un error. La parábola está hablando también de nosotros. Dios no tiene
por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que
espera. No tiene por qué identificarse con nuestras incoherencias, desviaciones
y poca fidelidad. También ahora Dios quiere que los trabajadores indignos de su
viña sean sustituidos por un pueblo que produzca frutos dignos del reino de
Dios.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Si el Reino de Dios se asemeja a una viña, todos hemos
sido llamados a trabajar en ella para el bien de toda la humanidad. Hoy Dios
viene a preguntarnos si nuestro trabajo responde a esta intención primordial, o
si otros intereses están desvirtuando el sentido de nuestra pertenencia a la fe
cristiana. Si Dios es el único Señor de la viña, seamos consecuentes en nuestra
conducta. Estemos atentos, pues llega el Señor para ver cómo anda nuestro
trabajo de obreros de su Reino.
Todos estamos invitados a compartir los frutos del Reino,
simbolizados en el pan y en el vino consagrados en la Eucaristía. Compartirlos
es, a su vez, el símbolo de lo que debe ser nuestra vida cristiana: gozar en
paz de los mismos bienes que Dios ha puesto a disposición de todos y no
usurparlos egoístamente.
ORACIÓN
¿Qué más cabía hacer
por mi viña que yo no haya hecho?
Si en nuestro interior
descubrimos alguna queja contra Dios, no hemos entendido nada de lo que Dios es
para nosotros y nuestra relación con Dios será inadecuada.
El primer paso seguro
hacia Dios es descubrir experimentalmente que Él ya ha dado todos los pasos
hacia mí.
Toda nuestra vida
espiritual consiste en responder a ese don total. Cualquier otra actitud es
engañosa.
Para nosotros, Jesús es
el ejemplo supremo.
Su punto de partida fue
descubrir que Dios era “abba”. Que quiere decir: padre, madre, hermano, origen,
meta…
Sentirnos fundamentados
en Él será el salto definitivo.
Haz, Señor, que
trabajemos en tu viña, no buscando nuestro propio interés, sino el interés de
los demás, en interés de todos los destinatarios de tu Reino de justicia, de
amor y de paz.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
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