domingo, 7 de mayo de 2017

14 DE MAYO: V DOMINGO DE PASCUA.



“Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí”

 14 DE MAYO

V DOMINGO DE PASCUA

1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 6,1-7

Eligieron a siete hombres llenos del Espíritu Santo.

Salmo 32

El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.

2ª Lectura: 1ª Pedro 2,4-9

Ustedes son estirpe elegida, sacerdocio real.

EVANGELIO DEL DÍA

Juan 14,1-12

“No estéis intranquilos; mantened vuestra adhesión a Dios manteniéndola a mí. En el hogar de mi Padre hay vivienda para muchos; si no, os lo habría dicho. Voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os lo prepare, vendré de nuevo y os acogeré conmigo; así, donde estoy yo estaréis también vosotros. Y para ir adonde yo voy, ya sabéis el camino.
Tomás le dijo:
- Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?
Respondió Jesús:
- Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí. Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre; aunque ya ahora lo conocéis y lo estáis viendo presente.
Felipe le dijo:
- Señor, haz que veamos al Padre, y nos basta.
Jesús le contestó:
- Tanto tiempo como llevo con vosotros y ¿no has llegado a conocerme, Felipe? Quien me ve a mí está viendo al Padre; ¿cómo dices tú: «Haz que veamos al Padre»? ¿No crees que yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo?
Las exigencias que yo propongo no las propongo como cosa mía: es el Padre, quien, viviendo en mí, realiza sus obras.
Creedme: yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo; y si no, creedlo por las obras mismas.
Sí, os lo aseguro: Quien me presta adhesión, hará obras como las mías y aún mayores; porque yo me voy con el Padre, y cualquier cosa que pidáis en unión conmigo, la haré; así la gloria del Padre se manifestará en el Hijo. Lo que pidáis unidos a mí, yo lo haré.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Jesús dijo a sus discípulos:
"No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.
Ya conocen el camino del lugar adonde voy".
Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?".
Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí."
Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto".
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta".
Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: 'Muéstranos al Padre'?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre."

REFLEXIÓN

La respuesta que da Jesús a Tomás es sumamente sugestiva. Juan Pablo II la comentaba espléndidamente a los jóvenes en la JMJ de Santiago de Compostela: “Digamos sólo una palabra sobre el camino. Cristo nos habla primero de la meta. Es nada más y nada menos que la tierra prometida, la ciudad perfecta, la verdad y la vida, la casa del Padre, o mejor, los brazos y el corazón del Padre. Allí hay sitio para todos, para todos.

            No podemos soñar destino más hermoso. Pero ¿quién nos enseñará el camino para llegar hasta allá?

            Los caminos que se ofrecen al hombre para conseguir la meta de su plenitud son incontables. Los políticos, los científicos, los filósofos, los teólogos de todos los tiempos, de todas las culturas, de todas las religiones, se esfuerzan por convencer de la bondad de sus caminos. ¿Quién no recuerda, por ejemplo, los hermosos caminos que enseñó Buda, el iluminado, para superar el dolor y conseguir la felicidad? Pero Jesús va más allá. No dice: éste es el camino, sino Yo soy el camino… Nadie va al Padre sino por mí”.


            Descartamos, por lo tanto, otros caminos tortuosos que conducen a la muerte. No al camino del poder, que esclaviza. No al camino de la violencia, que destruye. No al camino del saber, que nos engríe. No al camino de los hombres, que no conducen a ninguna parte. El camino no está en la política ni en la economía ni en las armas ni en la ciencia ni en la diversión ni en los medios de comunicación. El camino está en un hombre, el Hijo del hombre. “No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres, por el que nosotros debamos salvarnos” (Hch. 4,12).

            Cristo camino, es decir, la no violencia, la humildad, el perdón, el compartir, el servir, el amor. Y todo esto encarnado en Jesús, el Hijo de Dios, que se hizo Hijo del hombre, encarnación de lo divino, puerta de acceso al Padre.

            Cristo, camino, visible también en el pobre, en el enfermo, en el pequeño, en todo el que sufre. Cristo encarnado en todo hombre. Por eso podemos muy bien concluir que el camino para llegar a Dios pasa por el hombre. El camino está más cerca de ti y de mí, está en el hermano, y está incluso dentro de ti mismo. El camino es Cristo; el camino es el hombre; el camino es el pobre. Acércate al pobre y caminarás derecho hacia Dios.

ENTRA EN TU INTERIOR

NO OS QUEDÉIS SIN JESÚS

Al final de la última cena Jesús comienza a despedirse de los suyos: ya no estará mucho tiempo con ellos. Los discípulos quedan desconcertados y sobrecogidos. Aunque no les habla claramente, todos intuyen que pronto la muerte les arrebatará de su lado. ¿Qué será de ellos sin él?

Jesús los ve hundidos. Es el momento de reafirmarlos en la fe enseñándoles a creer en Dios de manera diferente: «Que no tiemble vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí». Han de seguir confiando en Dios, pero en adelante han de creer también en él, pues es el mejor camino para creer en Dios. Jesús les descubre luego un horizonte nuevo. Su muerte no ha de hacer naufragar su fe. En realidad, los deja para encaminarse hacia el misterio del Padre. Pero no los olvidará. Seguirá pensando en ellos. Les preparará un lugar en la casa del Padre y un día volverá para llevárselos consigo. ¡Por fin estarán de nuevo juntos para siempre!


A los discípulos se les hace difícil creer algo tan grandioso. En su corazón se despiertan toda clase de dudas e interrogantes. También a nosotros nos sucede algo parecido: ¿No es todo esto un bello sueño? ¿No es una ilusión engañosa? ¿Quién nos puede garantizar semejante destino? Tomás, con su sentido realista de siempre, sólo le hace una pregunta: ¿Cómo podemos saber el camino que conduce al misterio de Dios?

La respuesta de Jesús es un desafío inesperado: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». No se conoce en la historia de las religiones una afirmación tan audaz. Jesús se ofrece como el camino que podemos recorrer para entrar en el misterio de un Dios Padre. El nos puede descubrir el secreto último de la existencia. El nos puede comunicar la vida plena que anhela el corazón humano.

Son hoy muchos los hombres y mujeres que se han quedado sin caminos hacia Dios. No son ateos. Nunca han rechazado de su vida a Dios de manera consciente. Ni ellos mismos saben si creen o no. Sencillamente, han dejado la Iglesia porque no han encontrado en ella un camino atractivo para buscar con gozo el misterio último de la vida que los creyentes llamamos "Dios".

Al abandonar la Iglesia, algunos han abandonado al mismo tiempo a Jesús. Desde estas modestas líneas, yo os quiero decir algo que bastantes intuís. Jesús es más grande que la Iglesia. No confundáis a Cristo con los cristianos. No confundáis su Evangelio con nuestros sermones. Aunque lo dejéis todo, no os quedéis sin Jesús. En él encontraréis el camino, la verdad y la vida que nosotros no os hemos sabido mostrar. Jesús os puede sorprender.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

            “Quién me ha visto a mí, ha visto al Padre”. El Hijo de Dios, con su encarnación, muerte y resurrección, nos libró de la esclavitud del pecado para darnos la libertad de los hijos de Dios, y nos dio a conocer el rostro de Dios, que es amor.

            Para los cristianos, para cada uno de nosotros, el camino al Padre es dejarse guiar por Jesús, por su palabra de Verdad, y acoger el don de la vida.

ORACIÓN

            Dios todopoderoso y eterno, lleva a su plenitud en nosotros el sacramento pascual, para que, a quienes dignaste renovar por el santo bautismo, les hagas posible, con el auxilio de tu protección, abundar en frutos buenos, y alcanzar los gozos de la vida eterna.

Expliquemos el Evangelio a los niños,

Imágenes de Paxi Velasco. Fano


Imagen para colorear.



QUINTA Y SEXTA SEMANA DE PASCUA

Para que los hombres entren en comunión con él, Dios quiere darse a conocer o, según la palabra bíblica, revelarse, desvelarse. Para lograrlo, y siguiendo el instinto de todo amor, Dios busca los medios de vivir con el ser amado. Se hace hombre: sale de sí mismo y se despoja, de alguna manera, de su trascendencia. Ese es el misterio. Su extravagancia racional provoca precisamente en nosotros lo que llamamos la fe. La fe no es consentimiento teórico a una verdad abstracta, sino participación del ser Dios, dado en comunión.

            Sobre este trasfondo hay que captar el misterio de la Iglesia. A través de los tiempos, la Iglesia es la historia de la palabra única entregada por Dios en Jesucristo. “¡El reino ha llegado a vosotros! La Palabra de Dios no tiene más palabras para hacerse oír que palabras de hombres que balbucean el misterio revelado; pero en estas palabras que dudan se pueden ya oír la voz eterna. El amor no tiene otro lugar donde realizarse que los gestos de los hombres y mujeres que intentan amar; pero en estas vidas aún confusas se efectúa ya el gran gesto de Dios.

            El tiempo de la Iglesia se confunde con el de espera y la esperanza. La referencia de la Iglesia a lo Por-venir, al Reino, es tan decisiva como la referencia al hecho pasado de Jesús. Sin duda, la Iglesia recuerda, y su fe es memoria, herencia; pero, al mismo tiempo, está orientada a la futura consumación. Y aunque viva ya la visión del cara a cara. Dios se ha revelado de una vez por todas y, sin embargo, a la Iglesia no le bastará todo el tiempo de la Iglesia es el de la humilde invocación: “¡Venga tu Reino!”. Con la seguridad que le da Cristo, ella ofrece ya al Reino la posibilidad de llegar a los hombres, pero sin jamás poder agotarlo.

Sois el Cuerpo de Cristo, ¡y no hay que profanar el amor!

Sois la Viña plantada por Dios, ¡y no debéis nutriros de fuentes estériles!

Sois el pueblo consagrado, ¡y no podéis coquetear con el mundo caduco! ¡Señor, ten piedad de nosotros!


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