“Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie
se acerca al Padre sino por mí”
14 DE MAYO
V DOMINGO
DE PASCUA
1ª
Lectura: Hechos de los Apóstoles 6,1-7
Eligieron
a siete hombres llenos del Espíritu Santo.
Salmo 32
El Señor
cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.
2ª
Lectura: 1ª Pedro 2,4-9
Ustedes
son estirpe elegida, sacerdocio real.
EVANGELIO
DEL DÍA
Juan
14,1-12
“No estéis intranquilos; mantened vuestra adhesión a Dios
manteniéndola a mí. En el hogar de mi Padre hay vivienda para muchos; si no, os
lo habría dicho. Voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os lo prepare, vendré de
nuevo y os acogeré conmigo; así, donde estoy yo estaréis también vosotros. Y
para ir adonde yo voy, ya sabéis el camino.
Tomás le dijo:
- Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el
camino?
Respondió Jesús:
- Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al
Padre sino por mí. Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi
Padre; aunque ya ahora lo conocéis y lo estáis viendo presente.
Felipe le dijo:
- Señor, haz que veamos al Padre, y nos basta.
Jesús le contestó:
- Tanto tiempo como llevo con vosotros y ¿no has llegado a
conocerme, Felipe? Quien me ve a mí está viendo al Padre; ¿cómo dices tú: «Haz
que veamos al Padre»? ¿No crees que yo estoy identificado con el Padre y el
Padre conmigo?
Las exigencias que yo propongo no las propongo como cosa mía:
es el Padre, quien, viviendo en mí, realiza sus obras.
Creedme: yo estoy identificado con el Padre y el Padre
conmigo; y si no, creedlo por las obras mismas.
Sí, os lo aseguro: Quien me presta adhesión, hará obras como
las mías y aún mayores; porque yo me voy con el Padre, y cualquier cosa que
pidáis en unión conmigo, la haré; así la gloria del Padre se manifestará en el
Hijo. Lo que pidáis unidos a mí, yo lo haré.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Jesús dijo a sus discípulos:
"No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera
así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra
vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.
Ya conocen el camino del lugar adonde voy".
Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo
vamos a conocer el camino?".
Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida. Nadie va al Padre, sino por mí."
Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde
ahora lo conocen y lo han visto".
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos
basta".
Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy
con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre.
¿Cómo dices: 'Muéstranos al Padre'?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?
Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las
obras.
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo,
al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que
yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre."
REFLEXIÓN
La respuesta que da Jesús a Tomás es sumamente sugestiva. Juan Pablo II
la comentaba espléndidamente a los jóvenes en la JMJ de Santiago de Compostela:
“Digamos sólo una palabra sobre el camino. Cristo nos habla primero de la meta.
Es nada más y nada menos que la tierra prometida, la ciudad perfecta, la verdad
y la vida, la casa del Padre, o mejor, los brazos y el corazón del Padre. Allí
hay sitio para todos, para todos.
No podemos soñar destino más hermoso. Pero ¿quién nos
enseñará el camino para llegar hasta allá?
Los caminos que se ofrecen al hombre para conseguir la
meta de su plenitud son incontables. Los políticos, los científicos, los
filósofos, los teólogos de todos los tiempos, de todas las culturas, de todas
las religiones, se esfuerzan por convencer de la bondad de sus caminos. ¿Quién
no recuerda, por ejemplo, los hermosos caminos que enseñó Buda, el iluminado,
para superar el dolor y conseguir la felicidad? Pero Jesús va más allá. No
dice: éste es el camino, sino Yo soy el camino… Nadie va al Padre sino por mí”.
Descartamos, por lo tanto, otros caminos tortuosos que
conducen a la muerte. No al camino del poder, que esclaviza. No al camino de la
violencia, que destruye. No al camino del saber, que nos engríe. No al camino
de los hombres, que no conducen a ninguna parte. El camino no está en la
política ni en la economía ni en las armas ni en la ciencia ni en la diversión
ni en los medios de comunicación. El camino está en un hombre, el Hijo del
hombre. “No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres, por el que
nosotros debamos salvarnos” (Hch. 4,12).
Cristo camino, es decir, la no violencia, la humildad, el
perdón, el compartir, el servir, el amor. Y todo esto encarnado en Jesús, el
Hijo de Dios, que se hizo Hijo del hombre, encarnación de lo divino, puerta de
acceso al Padre.
Cristo, camino, visible también en el pobre, en el
enfermo, en el pequeño, en todo el que sufre. Cristo encarnado en todo hombre.
Por eso podemos muy bien concluir que el camino para llegar a Dios pasa por el
hombre. El camino está más cerca de ti y de mí, está en el hermano, y está
incluso dentro de ti mismo. El camino es Cristo; el camino es el hombre; el
camino es el pobre. Acércate al pobre y caminarás derecho hacia Dios.
ENTRA EN
TU INTERIOR
NO OS
QUEDÉIS SIN JESÚS
Al final de la última cena Jesús comienza a despedirse de los suyos: ya
no estará mucho tiempo con ellos. Los discípulos quedan desconcertados y
sobrecogidos. Aunque no les habla claramente, todos intuyen que pronto la
muerte les arrebatará de su lado. ¿Qué será de ellos sin él?
Jesús los ve hundidos. Es el momento de reafirmarlos en la fe
enseñándoles a creer en Dios de manera diferente: «Que no tiemble vuestro
corazón. Creed en Dios y creed también en mí». Han de seguir confiando en Dios,
pero en adelante han de creer también en él, pues es el mejor camino para creer
en Dios. Jesús les descubre luego un horizonte nuevo. Su muerte no ha de hacer
naufragar su fe. En realidad, los deja para encaminarse hacia el misterio del
Padre. Pero no los olvidará. Seguirá pensando en ellos. Les preparará un lugar
en la casa del Padre y un día volverá para llevárselos consigo. ¡Por fin estarán
de nuevo juntos para siempre!
A los discípulos se les hace difícil creer algo tan grandioso. En su
corazón se despiertan toda clase de dudas e interrogantes. También a nosotros
nos sucede algo parecido: ¿No es todo esto un bello sueño? ¿No es una ilusión
engañosa? ¿Quién nos puede garantizar semejante destino? Tomás, con su sentido
realista de siempre, sólo le hace una pregunta: ¿Cómo podemos saber el camino que
conduce al misterio de Dios?
La respuesta de Jesús es un desafío inesperado: «Yo soy el camino, la
verdad y la vida». No se conoce en la historia de las religiones una afirmación
tan audaz. Jesús se ofrece como el camino que podemos recorrer para entrar en
el misterio de un Dios Padre. El nos puede descubrir el secreto último de la
existencia. El nos puede comunicar la vida plena que anhela el corazón humano.
Son hoy muchos los hombres y mujeres que se han quedado sin caminos hacia
Dios. No son ateos. Nunca han rechazado de su vida a Dios de manera consciente.
Ni ellos mismos saben si creen o no. Sencillamente, han dejado la Iglesia
porque no han encontrado en ella un camino atractivo para buscar con gozo el misterio
último de la vida que los creyentes llamamos "Dios".
Al abandonar la Iglesia, algunos han abandonado al mismo tiempo a Jesús.
Desde estas modestas líneas, yo os quiero decir algo que bastantes intuís.
Jesús es más grande que la Iglesia. No confundáis a Cristo con los cristianos.
No confundáis su Evangelio con nuestros sermones. Aunque lo dejéis todo, no os
quedéis sin Jesús. En él encontraréis el camino, la verdad y la vida que
nosotros no os hemos sabido mostrar. Jesús os puede sorprender.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
“Quién me ha visto a
mí, ha visto al Padre”. El Hijo de Dios, con su encarnación, muerte y
resurrección, nos libró de la esclavitud del pecado para darnos la libertad de
los hijos de Dios, y nos dio a conocer el rostro de Dios, que es amor.
Para los cristianos, para cada uno de nosotros, el camino
al Padre es dejarse guiar por Jesús, por su palabra de Verdad, y acoger el don
de la vida.
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, lleva a su plenitud en
nosotros el sacramento pascual, para que, a quienes dignaste renovar por el
santo bautismo, les hagas posible, con el auxilio de tu protección, abundar en
frutos buenos, y alcanzar los gozos de la vida eterna.
Expliquemos
el Evangelio a los niños,
Imágenes
de Paxi Velasco. Fano
QUINTA Y
SEXTA SEMANA DE PASCUA
Para que los hombres entren en comunión con él, Dios quiere darse a
conocer o, según la palabra bíblica, revelarse, desvelarse. Para lograrlo, y
siguiendo el instinto de todo amor, Dios busca los medios de vivir con el ser
amado. Se hace hombre: sale de sí mismo y se despoja, de alguna manera, de su
trascendencia. Ese es el misterio. Su extravagancia racional provoca
precisamente en nosotros lo que llamamos la fe. La fe no es consentimiento
teórico a una verdad abstracta, sino participación del ser Dios, dado en
comunión.
Sobre este trasfondo hay que captar el misterio de la
Iglesia. A través de los tiempos, la Iglesia es la historia de la palabra única
entregada por Dios en Jesucristo. “¡El reino ha llegado a vosotros! La Palabra
de Dios no tiene más palabras para hacerse oír que palabras de hombres que
balbucean el misterio revelado; pero en estas palabras que dudan se pueden ya
oír la voz eterna. El amor no tiene otro lugar donde realizarse que los gestos
de los hombres y mujeres que intentan amar; pero en estas vidas aún confusas se
efectúa ya el gran gesto de Dios.
El tiempo de la Iglesia se confunde con el de espera y la
esperanza. La referencia de la Iglesia a lo Por-venir, al Reino, es tan
decisiva como la referencia al hecho pasado de Jesús. Sin duda, la Iglesia
recuerda, y su fe es memoria, herencia; pero, al mismo tiempo, está orientada a
la futura consumación. Y aunque viva ya la visión del cara a cara. Dios se ha
revelado de una vez por todas y, sin embargo, a la Iglesia no le bastará todo
el tiempo de la Iglesia es el de la humilde invocación: “¡Venga tu Reino!”. Con
la seguridad que le da Cristo, ella ofrece ya al Reino la posibilidad de llegar
a los hombres, pero sin jamás poder agotarlo.
Sois el Cuerpo de Cristo, ¡y no hay que profanar el amor!
Sois la Viña plantada por Dios, ¡y no debéis nutriros de
fuentes estériles!
Sois el pueblo consagrado, ¡y no podéis coquetear con el
mundo caduco! ¡Señor, ten piedad de nosotros!
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