“Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto.
Escuchadle”.
12 DE
MARZO
SEGUNDO
DOMINGO DE CUARESMA
1ª
Lectura: Génesis 12,1-4ª
Salmo 32
Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.
2ª
Lectura: 2 Timoteo 1,8b-10
PALABRA
DEL DÍA
Mateo
17,1-9
“Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y
se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su
rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la
luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces,
tomó la palabra y dijo a Jesús: “Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres,
haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Todavía
estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz
desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle”. Al
oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y
tocándoles les dijo: “Levantaos, no temáis”. Al alzar los ojos no vieron a
nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No
contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los
muertos”.
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su
hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro
resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con
Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si
quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra
para Elías".
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió
con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo
muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra,
llenos de temor.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense,
no tengan miedo".
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús
solo.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen
a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los
muertos".
REFLEXIÓN
La Cuaresma es el camino hacia la
Pascua, y en este segundo domingo, contemplamos a Jesús Transfigurado. Como
cristianos, como bautizados, hemos sido, también nosotros, transfigurados con
Cristo. Por esto nos ponemos en actitud de escucha, en actitud de contemplar la
Palabra de Dios y rezarla para que nos conforte y nos estimule en este camino
cuaresmal. La fe de Abrahán, como la de los primeros cristianos, nos es modelo
y garantía de que el seguimiento de Cristo nos llevará también a nuestra
transfiguración. Aunque también pasaremos, como identificados con Cristo, por
nuestro calvario. Pero la escucha de la voz del Padre que ratifica la filiación
de Jesús nos abre un camino de confianza.
La primera lectura nos ha
presentado la vocación de Abrahán. Culmina con la sencilla frase: “Abrán
marchó, como le había dicho el Señor”. Estas palabras sencillas definen la fe
de Abrahán. Dios le promete bendición, pero también le exige abandonar
cualquier seguridad. Le promete una tierra, aunque le hace abandonar la
seguridad de la tierra de sus padres. Abrahán confía. Es el padre de nuestra
fe. Su confianza le convierte en modelo y padre de los creyentes porque Abrahán
escucha, está dispuesto a escuchar y obedecer la voz del Señor.
El Salmo 32 que hemos proclamado es
una alabanza poética de la Palabra del Señor. La define como palabra sincera,
fiel, actuante. El salmista nos ayuda a cantar el amor de este Dios que vela
por sus fieles, que les libra de la muerte. La actitud del salmista es la de
escuchar, actitud de profundo júbilo al contemplar la Palabra del Señor que
lleva a cabo y realiza el amor de Dios hacia los que lo esperan todo en él.
La segunda lectura nos ha presentado los consejos de Pablo a timoneo,
responsable de una de las primeras comunidades cristianas. Pablo no le esconde
las dificultades del seguimiento de Cristo y del Evangelio. Pero Cristo ha desposeído a la muerte y, con su
Buena Nueva, con su palabra de Evangelio, ha hecho resplandecer la luz de la
vida para todos los que lo quieren escuchar y seguir.
El evangelio de Mateo nos sitúa hoy en una montaña alta. Jesús la sube
con sus discípulos. Ante ellos se transfigura: se manifiesta resplandeciente
como el sol y vestido como de luz. Moisés y Elías conversan con él. Pedro
manifiesta una alegría irresistible y quiere fijar este momento. La Palabra
culminará esta manifestación. Al igual que en el bautismo de Jesús en el
Jordán, la voz ratifica la filiación divina de Jesús. Ante esto sólo se puede
adorar. Jesús retorna a los discípulos a la realidad con su característico “no
temáis” y con el mandato del silencio hasta que la resurrección no aclare el
sentido de esta manifestación.
Nosotros, en esta Cuaresma, con la Iglesia, queremos poner de nuevo en el
centro de nuestra vida la voluntad de Dios. Por el bautismo hemos sido
identificados con Cristo. Con él penetrábamos en el desierto y con él
afrontamos las muchas maneras con que el tentador intenta dividir nuestro corazón;
afanes, ansias, envidias.
En esta Cuaresma, mediante la escucha de la Palabra, queremos aprender a
contemplar las cosas, el mundo, nuestra realidad, como realidad ya
transformada, profecía de la Pascua de Cristo que salva y trasforma lo más
profundo de cada ser humano y de la historia.
ENTRA EN
TU INTERIOR
MIEDO A
JESÚS
La escena conocida como "la transfiguración de Jesús" concluye
de una manera inesperada. Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos:
«Este es mi Hijo amado»: el que tiene el rostro transfigurado. «Escuchadle a
él». No a Moisés, el legislador. No a Elías, el profeta. Escuchad a Jesús. Sólo
a él.
«Al oír esto, los discípulos caen de bruces, llenos de espanto». Les
aterra la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir
en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los discípulos
preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar
ante la voz de Dios.
La actuación de Jesús es conmovedora: «Se acerca» para que sientan su
presencia amistosa. «Los toca» para infundirles fuerza y confianza. Y les dice
unas palabras inolvidables: «Levantaos. No temáis». Poneos de pie y seguidme.
No tengáis miedo a vivir escuchándome a mí.
Es difícil ya ocultarlo. En la Iglesia tenemos miedo a escuchar a Jesús.
Un miedo soterrado que nos está paralizando hasta impedirnos vivir hoy con paz,
confianza y audacia tras los pasos de Jesús, nuestro único Señor.
Tenemos miedo a la innovación, pero no al inmovilismo que nos está
alejando cada vez más de los hombres y mujeres de hoy. Se diría que lo único
que hemos de hacer en estos tiempos de profundos cambios es conservar y repetir
el pasado. ¿Qué hay detrás de este miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a poner en
"odres nuevos" el "vino nuevo" del Evangelio?
Tenemos miedo a unas celebraciones más vivas, creativas y expresivas de
la fe de los creyentes de hoy, pero nos preocupa menos el aburrimiento
generalizado de tantos cristianos buenos que no pueden sintonizar ni vibrar con
lo que allí se está celebrando. ¿Somos más fieles a Jesús urgiendo
minuciosamente las normas litúrgicas, o nos da miedo "hacer memoria"
de él celebrando nuestra fe con más verdad y creatividad?
Tenemos miedo a la libertad de los creyentes. Nos inquieta que el pueblo
de Dios recupere la palabra y diga en voz alta sus aspiraciones, o que los
laicos asuman su responsabilidad escuchando la voz de su conciencia. En algunos
crece el recelo ante religiosos y religiosas que buscan ser fieles al carisma
profético que han recibido de Dios. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que el
Espíritu puede estar diciendo a nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el
Espíritu en el pueblo de Dios?
En medio de su Iglesia Jesús sigue vivo, pero necesitamos sentir con más
fe su presencia y escuchar con menos miedo sus palabras: «Levantaos. No tengáis
miedo».
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Después de que Jesús ha predicho su
pasión toma consigo a Pedro, Santiago y Juan y se transfigura ante ellos en la
cumbre de una alta montaña; de esta manera, los discípulos más cercanos a Jesús
experimentan algo de la gloria de su resurrección. Sólo desde la vida de Dios,
que supera toda muerte, se puede entender el gesto de Jesús de dar su vida, y
su invitación a todo discípulo, de “perderla para recuperarla”.
La versión de la Transfiguración
del evangelio de Mateo se caracteriza por sus pinceladas apocalípticas (la cara
resplandeciente como el sol, y los vestidos blancos como la luz) y por las
evocaciones de la teofanía del monte Sinaí (una montaña alta, la nube
luminosa).
Con la aparición de Moisés y Elías
conversando con Jesús el texto nos quiere decir que es a partir de la Ley y los
profetas que se puede comprender la voluntad de Dios sobre Jesús y sus
discípulos; la voz del cielo pone el acento en que es en Jesús (el amado, el
Hijo, el que tiene la predilección de Dios) donde está la plenitud de la
revelación y que es a él a quien todo ser humano tiene que escuchar. Ésta fue,
precisamente, la experiencia que tuvieron los discípulos después de la muerte
de Jesús, a partir de la conciencia de su Resurrección. De hecho, Jesús les
dice a sus discípulos, asustados por la visión, lo que dirá después a los
primeros testigos de la Resurrección: “No temáis”.
ORACIÓN
Jesús, lo que contemplo en el
cuarto misterio luminoso del rosario de los jueves, me lo ofreces hoy para
darme ánimos en esta Cuaresma, camino de la Pascua. Tu Transfiguración es un
anticipo de tu Resurrección y un anuncio del proyecto que tienes para mí,
avalado por el Padre: transfigurarme en otro Cristo, dando muerte a mi hombre
viejo contrario a la Ley, a los Profetas y al Evangelio.
Expliquemos
el Evangelio a los niños
Imágenes
de Fano
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SEGUNDA
SEMANA DE CUARESMA
RECORRE
EL CAMINO DE LA MISERICORDIA
Esta segunda semana es en el leccionario cuaresmal, la semana de la
Misericordia. Es el tema dominante durante toda la semana.
El Dios que se presenta es un Dios
de entrañas de misericordia. En contraposición con el Dios legalista y
justiciero, los evangelios nos descubren un Dios con entrañas de misericordia y
de perdón.
Pero no solo esto: se pide al cristiano
que sea él mismo misericordioso como lo es Dios.
El domingo segundo de cuaresma
vemos el pasaje de la transfiguración. Jesús lleva a los suyos a una montaña
alta. La Ascensión y el camino de Jesús acaban siempre en una montaña.
La cuaresma acabará en una montaña, la del
Gólgota y la de la Ascensión. Mientras se llega a aquella, y como empuje para
llegar allí, está el Tabor, la gloria de Dios que aparece en todo su esplendor
por unos momentos.
Se les anuncia lo incomprensible
para ellos justamente en estos momentos de luz: “He aquí que subimos a
Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado”.
Los evangelios de la semana
comienzan por una invitación a la misericordia: “Sed misericordiosos como vuestro
Padre es misericordioso”.
He aquí un camino a realizar
durante estos cinco días, y la novedad que se está pidiendo al creyente. El
cambio y la transfiguración que se nos exige pasan por hacernos hombres y
mujeres llenos de ternura y de misericordia.
Acoger al hermano es darle vida, es
levantarle de su postración y entronizarlo en el mundo de la comunidad. Acoger
es algo así como dar existencia y recrear al otro. Donde nos sentimos acogidos, allí somos
distintos, allí todo lo bueno que llevamos en el corazón crece y se desarrolla
y es posible el futuro y el cambio.
Abrir los brazos a todos y
acercarse a todos y dar cabida a todos es el mensaje de la predicación de
Jesús. Por eso, Él es el hombre nuevo, sabe perdonar y sabe entrar en la casa
de los pecadores para perdonarlos y dejar que entren todos en su casa, en su
corazón.
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