jueves, 2 de marzo de 2017

1 Y 5 DE MARZO: MIÉRCOLES DE CENIZA Y PRIMER DOMINGO DE CUARESMA.



1 DE MARZO 2017
MIÉRCOLES DE CENIZA
1ª Lectura: Joel 2,12-18
Rasgad los corazones y no las vestiduras.
Salmo 50
Misericordia, Señor: hemos pecado
2ª Lectura: 2 Corintios 5,20-6,2
Reconciliaos con Dios: ahora es tiempo favorable.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 6,1-6.16-18
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan: Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre que ve en lo escondido, te recompensará.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.
REFLEXIÓN
COMENZAMOS LA CUARESMA
                Con el Miércoles de Ceniza empezamos, un año más, la celebración de la Cuaresma. Toda la Iglesia está invitada a ponerse en camino hacia la Pascua con un corazón nuevo, con un corazón renovado. Los textos litúrgicos serán nuestra guía, nuestra compañía, en este tiempo santo. Tenemos que dejarlos hablar, para poder recoger su mensaje salvífico. Tenemos que estar abiertos a este “tiempo favorable”. Si de verdad nos implicamos en esta propuesta de conversión, en esta aventura de gracia, si de verdad nos reconciliamos con Dios, será un camino de liberación y de vida renovada.
LOS GRITOS DE LA CUARESMA
Los textos bíblicos que la liturgia nos ofrece en este primer día de la Cuaresma, nos invitan a la conversión, a centrarnos en lo esencial, a preguntarnos por qué, tan a menudo, cosas sin importancia, pasan a ser importantes en nuestra vida hasta el punto de distraernos de las relaciones con Dios, con los hermanos, y de descentrarnos a nosotros mismos.
El profeta Joel llama al pueblo a la conversión interior y sincera, a huir de la ritualidad puramente externa, con frases como éstas: “Convertíos a mí de todo corazón…”  “Rasgad los corazones, no las vestiduras”.
En el salmo, en sintonía con las lecturas, cantamos: “…por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado…, crea en mí un corazón puro…, renuévame por dentro con espíritu firme, no me arrojes lejos de tu rostro…”, “no me quites tu Santo Espíritu”, “devuélveme la alegría de tu salvación…
Pablo describe la salvación como gracia, como don gratuito que hemos de acoger, y nos invita: “os pedimos que os reconciliéis con Dios”.
TRES PUNTOS IMPORTANTES A TENER EN CUENTA
             Piedad auténtica: limosna, oración, ayuno. Esto nos remarca el texto evangélico de hoy, en la sección central del Sermón de la Montaña de San Mateo. Aquí Jesús exhorta a una espiritualidad auténtica.
          Cuaresma, tiempo de gracia y de reconciliación. El protagonismo de este tiempo no lo tienen nuestras obras, por muy buenas que sean, sino la gracia de Dios. En el centro de la reconciliación de Dios con el hombre y del hombre con Dios está la obra de Cristo: “Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios”. Cada uno de nosotros ha de sentirse acogido por Dios, tal como lo expresa Pablo en este texto, cuando cita a Isaías 49,8: “en tiempo favorable te escuché, en día de salvación viene en tu ayuda”. La conclusión que saca el apóstol conviene que tenga eco a lo largo de toda nuestra vida: “Ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”.
          Al final, dominando todo el horizonte, la Pascua. En ningún momento de estos cuarenta días, debemos olvidar la meta a la que nos conduce: la Pascua. Las oraciones litúrgicas de estos días, van a incidir en ello: “Que, fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar, con el corazón limpio, a la celebración del misterio pascual de tu Hijo…”, “…concédenos, por medio de las prácticas cuaresmales, el perdón de los pecados; así podremos alcanzar, a imagen de tu Hijo resucitado, la vida nueva de tu reino…”.
Esto es lo que hemos dicho a nuestro Padre Dios este Miércoles de Ceniza, ahora es una nueva oportunidad, tal como nos ha recordado Pablo. Cuando se trata de avanzar en la conversión del corazón partimos del protagonismo del Padre que nos ha regalado su gracia. Es la gracia, derramada en nuestro corazones con el Espíritu que se nos ha dado, la que nos capacita para amar tal como Jesús amó, para actuar con misericordia, para dar ternura, para orar con confianza, para ser sencillos, para perdonar a quien nos ha ofendido, para reconocer la propia pequeñez, para ayudar con más desprendimiento, para ser más compasivos con nuestros hermanos más necesitados, los más pobres, los enfermos, los ancianos, los niños… y tantas y tantas maravillas, que la gracia de Dios nos permite realizar.
Por tanto una llamada al arrepentimiento, a convertirnos al Dios del amor y el perdón, que ha hecho su obra en Jesucristo. Es un tiempo favorable para la reconciliación, como nos ha recordado Pablo en la segunda lectura.
La Iglesia nos propone los tres gestos tradicionales: la oración, el ayuno y la limosna. Son los signos de la conversión en los tres ámbitos de nuestra vida.
          LA ORACIÓN: Momento tranquilo de nuestra comunión con Dios, para escuchar su Palabra y para depositar nuestra confianza en Él, en un mundo que ignora la oración y se olvida de Dios.
          EL AYUNO: Esfuerzo de austeridad personal en la comida, en los gastos, en la ostentación exterior, en un clima social tan inclinado a valorar la riqueza y el poder.
          LA LIMOSNA: Signo de la generosidad hacia los demás, especialmente a los más necesitados.
Sin olvidar el acento evangélico: lo que importa es el corazón abierto y sincero: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos…”, hemos escuchado en el evangelio.
            Toda la Cuaresma será la contemplación del camino de Jesús y el impulso para todos nosotros por hacerlo con él, como aprendizaje de la vida verdadera.
            La ceniza de este miércoles es ya ceniza de resurrección. Dios es capaz de sacar vida de la muerte y resurrección de las cenizas, como brota la espiga del grano que muere en la tierra.
Este tiempo de Cuaresma es una nueva oportunidad para aprovechar al máximo la gracia de Dios, y trabajar para que por fin, la Pascua de la justicia, del amor y de la paz,   llegue a todos. Para que por fin todas las armas se conviertan en rosas, todas las alambradas de espinas, en setos verdes y floridos, todas las cruces en luces de la aurora, todos los muros que dividen, en arcoíris, que hombres, mujeres y  niños puedan vivir sin sobresaltos.
Comencemos, hermanas y hermanos y vivámosla intensamente, vivámosla como rejuvenecimiento interior, que podamos renacer en espigas de primavera en la mañana santa de la Pascua.
ENTRA EN TU INTERIOR
            La gracia de Dios nos permite enternecer nuestros corazones y escuchar la Palabra de Dios. Precisamos, sin embargo, de una actitud humilde a fin de acoger los dones de Dios, tener aquella confianza en los hijos que esperan las caricias de sus padres. Nosotros también esperamos que nos llegue la ternura de Dios, sus caricias manifestadas en los sacramentos, en su Palabra, en las personas, en los hechos cotidianos, en los que sufren.
            Sé, Señor, que ahora es el momento de colaborar contigo para hacer posible mi cambio. La Cuaresma quiere recordarme que tengo que hacer algo, aunque sea poco.
ORA EN TU INTERIOR
                Dar limosna, o lo que es lo mismo, cambiar mi ideal de tener por el de compartir. Y esto será posible, Señor, si como me dice San Pablo, comienzo a considerar a los demás, sobre todo a los más pobres y necesitados, como superiores a mí.
            Quiero, Señor, poner amor en todas las exigencias cuaresmales, aunque sean difíciles, pero sé que si pongo amor, seguramente se transformarán en momentos de gozo.
ORACIÓN FINAL (Salmo 50)
                Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con agua: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.


                  “Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”
5 DE MARZO
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
1ª Lectura: Génesis 2,7-9; 3,1-7
Creación y pecado de los primeros padres.
Salmo 50: Misericordia, Señor, hemos pecado.
2ª Lectura: Romanos 5,12-19
Si creció el pecado, más abundante fue la gracia.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 4,1-11
“Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Pero él le contestó, diciendo: “Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Encargará a sus ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. Jesús le dijo: “También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Después, el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”. Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio.
Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre.
Y el tentador, acercándose, le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes".
Jesús le respondió: "Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".
Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo,
diciéndole: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".
Jesús le respondió: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".
El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor,
y le dijo: "Te daré todo esto, si te postras para adorarme".
Jesús le respondió: "Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".
Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo”.
REFLEXIÓN
            En este primer domingo nos adentramos en el camino que nos llevará a la Pascua. Es un camino íntimamente ligado con nuestro compromiso bautismal. Los catecúmenos se preparan en este tiempo para acercarse a las fuentes bautismales. Los cristianos acompañamos a Jesús al desierto, lugar de ayuno y tentación, para fortalecernos y renovar, la Noche de Pascua, las promesas de nuestro bautismo. Debemos tomar nuevo aliento, convertirnos, tenemos que volver al lado de Dios. Podemos decir que hoy, en este domingo, iniciamos el camino cuaresmal hacia la renovación de nuestra fe bautismal, con el deseo de la santa Pascua.
            La primera lectura, el relato de la creación al que volveremos en el inicio de la Vigilia Pascual, nos hace notar que la vida del hombre y de la mujer viene de Dios. Es Dios el protagonista de este relato, y el ser humano está llamado a compartir este protagonismo. El ser humano, sin embargo, por el pecado se encierra en sí mismo y olvida a Dios, no le deja espacio. La creación sufre las consecuencias. Sólo la obediencia de Cristo retornará el equilibrio roto y la criatura se podrá dirigir al creador como Padre.
            El salmo 50 que cantaremos nos acompañará durante todo este tiempo cuaresmal. La experiencia de pecado del salmista se convierte entonces en experiencia profunda de la misericordia de Dios. El pecado está presente en todas las generaciones, pero el amor del Señor, que dura por siempre, nos lleva de nuevo a abrir los labios y proclamar la alabanza del Dios que salva.
            La segunda lectura nos ha presentado un fragmento de la carta de Pablo a los cristianos de Roma. Pablo, con una exposición de gran contenido teológico hace ver la relación entre el don de la gracia y la pena del pecado. Para Pablo, el don no tiene comparación con la caída. Adán, en quien todos hemos caído, tiene como contrapeso al Cristo a quien estamos unidos indisolublemente por el bautismo. Con Adán nos une el pecado connatural a nuestra condición humana. Con Cristo, por el bautismo, compartiremos su muerte y resurrección.
            El evangelio de Mateo nos sitúa hoy en la escena de las tentaciones de Jesús en el desierto. Jesús cumple un ayuno de cuarenta días después de recibir el bautismo en el Jordán y después de la manifestación de su filiación divina, justo antes de empezar su predicación y misión en Galilea. Cumple los cuarenta días como imagen de los cuarenta días que Moisés estuvo en la montaña rezando a Dios; como imagen de los cuarenta días de camino que realizó Elías por llegar al monte Horeb; como los cuarenta años que el pueblo pasó en el desierto, donde sufrió tentación y las mordeduras de serpientes hasta llegar a la Tierra Prometida. Jesús lleva a cumplimiento estos actos proféticos y sufre las tentaciones del hambre, del afán de poder, y del afán de poseer riqueza. El tentador le propone, como a Adán, que se ponga en lugar de Dios y sacie el hambre y el afán de dominio que caracterizan al hombre y a la mujer de todos los tiempos, utilizando erróneamente el poder y adorando al tentador. Jesús le responde con la Palabra de Dios y declara la primacía de Dios sobre todas las cosas: “Al Señor, tú Dios, adorarás y a él solo darás culto”.
            Jesús pone en el centro la voluntad de Dios. Allí donde Adán puso su propia voluntad, Jesús, el Hijo, sitúa la voluntad del Padre. Jesús cambia radicalmente la respuesta a la tentación y da una dimensión a la relación entre la criatura y el creador. Jesús pone en el centro la voluntad de Dios, y el tiempo de tentación, de desierto, de dificultad, de desánimo, de soledad, se coinvierte en tiempo de gracia y de evangelio.
            Nosotros, en esta Cuaresma, con la Iglesia, queremos poner, de nuevo, en el centro de nuestra vida la voluntad de Dios. Por el bautismo hemos sido identificados con Cristo. Con él penetramos en el desierto y con él hacemos frente a las muchas formas con las que el tentador intenta dividir nuestro corazón; afanes, ansias, envidias. Con Cristo queremos responder que sólo Dios es el centro de nuestra vida. Ya no somos más del pecado ni de la muerte. El evangelio de Cristo nos lo hace contemplar todo, incluso en los momentos de prueba, como momentos de Pascua. Porque en esta Cuaresma, con la meditación de la Palabra, compartiendo la eucaristía, en el ayuno y en la caridad queremos aprender a contemplar y a esperar con júbilo la Pascua de Cristo que salva a todo ser humano y renueva toda la creación
ENTRA EN TU INTERIOR
TENTADO, PERO NO VENCIDO
No le resultó nada fácil a Jesús mantenerse fiel a la misión recibida de su Padre, sin desviarse de su voluntad. Los evangelios recuerdan su lucha interior y las pruebas que tuvo que superar, junto a sus discípulos, a lo largo de su vida. Los maestros de la ley lo acosaban con preguntas capciosas para someterlo al orden establecido, olvidando al Espíritu que lo impulsaba a curar incluso en sábado. Los fariseos le pedían que dejara de aliviar el sufrimiento de la gente y realizara algo más espectacular, "un signo del cielo", de proporciones cósmicas, con el que Dios lo confirmara ante todos.
Las tentaciones le venían incluso de sus discípulos más queridos. Santiago y Juan le pedían que se olvidara de los últimos, y pensara más en reservarles a ellos los puestos de más honor y poder. Pedro le reprende porque pone en riesgo su vida y puede terminar ejecutado.
            Sufría Jesús y sufrían también sus discípulos. Nada era fácil ni claro. Todos tenían que buscar la voluntad del Padre superando pruebas y tentaciones de diverso género. Pocas horas antes de ser detenido por las fuerzas de seguridad del templo Jesús les dice así: "Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas" (Lucas 22,28).
El episodio conocido como "las tentaciones de Jesús" es un relato en el que se reagrupan y resumen las tentaciones que hubo de superar Jesús a lo largo de toda su vida. Aunque vive movido por el Espíritu recibido en el Jordán, nada le dispensa de sentirse atraído hacia formas falsas de mesianismo.
¿Ha de pensar en su propio interés, o escuchar la voluntad del Padre? ¿Ha de imponer su poder de Mesías, o ponerse al servicio de quienes lo necesitan? ¿Ha de buscar su propia gloria, o manifestar la compasión de Dios hacia los que sufren? ¿Ha de evitar riesgos y eludir la crucifixión, o entregarse a su misión confiando en el Padre?
El relato de las tentaciones de Jesús fue recogido en los evangelios para alertar a sus seguidores. Hemos de ser lúcidos. El Espíritu de Jesús está vivo en su Iglesia, pero los cristianos no estamos libres de falsear una y otra vez nuestra identidad cayendo en múltiples tentaciones.
Identificar hoy las tentaciones de la Iglesia y de la jerarquía, de los cristianos y de sus comunidades; hacernos conscientes de ellas como Jesús; y afrontarlas como lo hizo él, es lo primero para seguirle con fidelidad. Una Iglesia que no es consciente de sus tentaciones, pronto falseará su identidad y su misión. ¿No nos está sucediendo algo de esto? ¿No necesitamos más lucidez y vigilancia para no caer en la infidelidad?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Si Israel fue infiel en el desierto Jesús muestra su firmeza en seguir la voluntad divina y su proyecto de Salvación. En el evangelio de Mateo es el diablo quien hace el mismo papel que la serpiente del relato del Génesis, que incita al pecado del cual hablaba Pablo en la carta a los romanos. El tentador es astuto y cita la misma Escritura para incitar a Jesús a desviarse de su misión salvadora, presentando el mal en forma de bien.
            El diablo tienta a Jesús incitando a un mesianismo de tipo materialista: “Di que estas piedras se conviertan en panes”, pero Jesús supera la tentación siendo consciente de la necesidad espiritual del ser humano como su hambre y sed de cumplir la voluntad de Dios: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
            La segunda insinuación es la de un mesianismo espectacular, es decir, de seguir las expectativas mesiánicas de su tiempo. Invita a Jesús, además, a seguir un providencialismo literal e irresponsable. Jesús desenmascara las ideas del diablo como una tentación.
            La última tentación es la del mesianismo a través del poder y de la gloria del mundo. Pero Jesús ha venido a ser servidor de todos, no a someter a los demás. No se puede servir a Dios y al poder.
ORACIÓN
            Señor, quisiste someterte a las tentaciones del demonio para enseñarme que las tentaciones no son malas; nada malo hubo en tu vida. Sirven para fortalecer mi unión contigo. ¿Cómo hacer frente al tentador? Tu ejemplo me dice que no debo entablar conversación ni entretenerme con él, como Eva, sino rechazarlo de plano con la sabiduría de la Palabra y la fuerza de la Gracia. Contra las insidias del demonio, yo acepto, la historia, la realidad y el futuro que tú quieres para mí; todo lo has hecho bien.
Expliquemos el Evangelio a los niños

Imagen para colorear

PRIMERA SEMANA DE CUARESMA
CAMINA HACIA UN MUNDO NUEVO
            Esta primera semana la liturgia nos invita a caminar, a ponernos en camino. ¿Hacia dónde? Hacia un mundo nuevo.
            El creyente debe tener alma de nómada. El nómada nunca llega a donde tiene que llegar, porque lo suyo es ser caminante, no tener ningún lugar en propiedad. Todos los lugares son de paso. Ningún lugar es su lugar. Lo esencial está siempre más allá.
           Todos los días es tiempo de empezar, de comenzar de nuevo. Cada mañana es tiempo de arrancar de nuevo hacia la meta. El punto donde quedamos al terminar el día no es nunca un punto final. Sólo es punto y seguido. No hemos llegado nunca donde Dios nos espera, aunque estemos siempre con Dios, Dios, como un padre que enseña a andar a su hijo, siempre se pone un poco más allá y nos deja solos para que caminemos hacia él.
            Caminar, en clave de fe, significa dejar la tierra donde nos sentimos bien, seguros, esclavos de nuestros antojos y de nuestros planes, sordos para escuchar la voz de Dios.
            Caminar tiene sus riesgos: uno se cansa, hay momentos de desierto, se encuentran compañeros de ruta que se hacen insoportables y vienen las peleas y las discusiones… O llega la niebla que no nos deja ver, que te desorienta y te preguntas: ¿Dónde voy? ¿Para qué seguir caminando siempre si no se llega nunca.
            Caminar, ¿hacia dónde? Hacia lo esencial: “Sed santos como vuestro Padre celestial es santo”, y, además, “al final de la vida se os va a medir por lo que hicisteis con los hermanos, no por las fatigas que os tomasteis” En palabras de San Juan de la Cruz: “Al amanecer de la vida, se os juzgará en el amor”.
            Esta primera semana nos centra en lo esencial, santidad y la vida como servicio a los hermanos. Sin esto no hay vida cristiana.

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