domingo, 25 de septiembre de 2016

2 DE OCTUBRE: XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



“Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera. “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería.”
2 DE OCTUBRE
XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: Habacuc 1,2-3: 2.2-4
¿Hasta cuándo clamaré, ¿Señor, sin que me escuches?
Salmo 94
Señor, que no seamos sordos a tu voz.
2ª Lectura: Timoteo 1,6-8.13-14
Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos.
PALABRA DEL DÍA
Lucas: 17,5-10
“En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor: -Auméntanos la fe. El Señor contestó: -Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera. “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “¿En seguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú”? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe".
El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería."
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'?
¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'?
¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'.”
REFLEXIÓN
Hoy Jesús, nos recuerda que nos basta una fe pequeñita, siempre y cuando sea auténtica fe, es decir, una manera digna de mirar la vida desde la perspectiva del Evangelio. Frente a lo mucho que tenemos que hacer o resolver, el hombre de la fe parece algo pequeño e insignificante. Sin embargo, ha sido ese hombre pequeño el que ha generado este formidable proceso de humanización de la vida.
La fe se nos presenta como un poder interior por medio del cual somos capaces de afrontar la vida, particularmente las circunstancias adversas, sabiendo que, al fin y al cabo, todo lo que existe tiene un sentido y todo está bajo cierta óptica o mirada de Dios.
La fe en Cristo no es un recetario de fórmulas mágicas ni un libro de horóscopos más o menos halagüeños. Es, en cambio, una manera de afrontar la vida, de mirarla de frente para asumir las dificultades y para encontrar respuesta a sus interrogantes, tanto a nivel teórico como práctico.
Arrancar de raíz la morera y plantarla en el mar es una utopía. Pero esa utopía es el signo de la vida humana: hacer de un niño endeble un adulto responsable; transformar un corazón duro y egoísta en un alma generosa abnegada, sacar vida de donde hay muerte, salud de donde hay enfermedad, libertad de donde existe esclavitud.
La fe es capaz de resolver las contradicciones de la vida, el absurdo de plantar un árbol en el mar. Porque si miramos serenamente la vida humana, la encontramos llena de absurdos, de callejones sin salida, de guerra y violencias que no tienen ninguna justificación lógica, de actitudes que sólo el enajenamiento mental puede ser capaz de sostener.
Y, sin embargo, la fe, esa fe difícil, lejos de aislarnos de esta existencia un tanto absurda, nos obliga a mirarla de frente, a criticarla, a ver sus aristas, sus posibles porqués. Jesús dice que basta un poco de fe para ponernos en esta actitud, porque es la poquita fe que el hombre necesita para enfrentarse a su propia existencia.
A veces pedimos demasiada fe, una fe “grande” que nos aligere el peso de pensar, de buscar, de equivocarnos, de luchar, de desalentarnos, de caer y volver a levantarnos. Es esa fe grande que se busca en novenarios infalibles, en santuarios famosos, en devociones mágicas; una fe grande como una montaña pero que no es capaz de mover ni siquiera un granito de arena.
La segunda parte del texto evangélico de hoy presenta otra faceta de esta fe fácil y difícil.
La parábola del siervo campesino es bastante clara en su significado global: el siervo que hace lo que le ha estipulado su contrato de trabajo, no tiene por qué pedir ni exigir un trato especial u otro tipo de privilegios. Simplemente, ha cumplido con su deber.
Así sucede con el hombre de fe: su deber de hombre creyente es encontrarle un sentido a la vida y ser fiel a ese sentido. Ya es suficiente premio el vivir de esa manera.
La fe fácil busca a Dios, no por él mismo, sino por los posibles beneficios que le pueda reponer.
La fe difícil busca a Dios como un punto de referencia para mirar de frente la propia vida, allí donde está el trabajo del hombre caminante.
La fe fácil se preocupa por el premio que Dios debe darle por el buen cumplimiento de sus preceptos y mandamientos. Es una fe para que el hombre gane sin arriesgarse.
La fe difícil trata de ganar la batalla de la vida; arriesga todo con tal de darle un valor a las cosas diarias. No hace bien las cosas porque están mandadas ni evita el mal porque está prohibido. Simplemente, es su conciencia de hombre recto que lo impulsa en esta o en la otra dirección.
La fe fácil trata de atar a Dios para que él cumpla lo que el hombre propone y desea. Es la fe que fabrica una religión desde los intereses y criterios del hombre.
La fe difícil cuestiona al hombre desde sí mismo, teniendo como punto de partida la Palabra de Dios tal como la reveló Jesucristo. Elabora una teología desde el Evangelio y como camino para vivir mejor el Evangelio en cada circunstancia.
Podríamos seguir enumerando características de una y otra fe, pero estos ejemplos son suficientes como para que asumamos el seguimiento de Cristo con humildad y sencillez, porque al fin y al cabo “el justo vive por la fe”. Quien no vive no puede decir que tiene fe, por más práctica religiosas que haga. Pero, a la inversa, tener fe es aprender a vivir con total intensidad, con gozo sereno, con la experiencia humilde de sentirse hombre.
Por eso el hombre de fe no se ufana y envanece por su fe; porque simplemente está haciendo lo que es suyo: vivir como hombre aquí y ahora. Con esta fe pequeña como un grano de mostaza tenemos suficiente y de sobra para sentirnos plenamente satisfechos.
ENTRA EN TU INTERIOR
AUMÉNTANOS LA FE
De manera abrupta, los discípulos le hacen a Jesús una petición vital:  «Auméntanos la fe». En otra ocasión le habían pedido: «Enséñanos a orar». A medida que Jesús les descubre el proyecto de Dios y la tarea que les quiere encomendar, los discípulos sienten que no les basta la fe que viven desde niños para responder a su llamada. Necesitan una fe más robusta y vigorosa.
Han pasado más de veinte siglos. A lo largo de la historia, los seguidores de Jesús han vivido años de fidelidad al Evangelio y horas oscuras de deslealtad. Tiempos de fe recia y también de crisis e incertidumbre. ¿No necesitamos pedir de nuevo al Señor que aumente nuestra fe?
Señor, auméntanos la fe. Enséñanos que la fe no consiste en creer algo sino en creer en ti, Hijo encarnado de Dios, para abrirnos a tu Espíritu, dejarnos alcanzar por tu Palabra, aprender a vivir con tu estilo de vida y seguir de cerca tus pasos. Sólo tú eres quien "inicia y consuma nuestra fe".

Auméntanos la fe. Danos una fe centrada en lo esencial, purificada de adherencias y añadidos postizos, que nos alejan del núcleo de tu Evangelio. Enséñanos a vivir en estos tiempos una fe, no fundada en apoyos externos, sino en tu presencia viva en nuestros corazones y en nuestras comunidades creyentes.
Auméntanos la fe. Haznos vivir una relación más vital contigo, sabiendo que tú, nuestro Maestro y Señor, eres lo primero, lo mejor, lo más valioso y atractivo que tenemos en la Iglesia. Danos una fe contagiosa que nos oriente hacia una fase nueva de cristianismo, más fiel a tu Espíritu y tu trayectoria.
          Auméntanos la fe. Haznos vivir identificados con tu proyecto del reino de Dios, colaborando con realismo y convicción en hacer la vida más humana, como quiere el Padre. Ayúdanos a vivir humildemente nuestra fe con pasión por Dios y compasión por el ser humano.
Auméntanos la fe. Enséñanos a vivir convirtiéndonos a una vida más evangélica, sin resignarnos a un cristianismo rebajado donde la sal se va volviendo sosa y donde la Iglesia va perdiendo extrañamente su cualidad de fermento. Despierta entre nosotros la fe de los testigos y los profetas.
           Auméntanos la fe. No nos dejes caer en un cristianismo sin cruz. Enséñanos a descubrir que la fe no consiste en creer en el Dios que nos conviene sino en aquel que fortalece nuestra responsabilidad y desarrolla nuestra capacidad de amar. Enséñanos a seguirte tomando nuestra cruz cada día.
          Auméntanos la fe. Que te experimentemos resucitado en medio de nosotros renovando nuestras vidas y alentando nuestras comunidades.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Si nos reunimos en nombre de Jesucristo, es porque la fe en él nos ha llamado, porque sabemos que cuando nos reunimos en su nombre, él se hace presente como un vínculo de unidad, para decirnos que somos Iglesia, pueblo de Dios y miembros de su cuerpo.
            La fe es en nuestra vida, su aire y su agua. La fe es la luz que orienta nuestros pasos por los inciertos rumbos del desierto.
            Una fe pequeña, como un granito de mostaza, pero fiel, confiada y robustecida con la oración y con la vida.
ORACIÓN
            Señor, aviva en nosotros el fuego de tu gracia para que con espíritu de energía, amor y buen juicio, no tengamos miedo de dar la cara por Jesucristo, asumiendo nuestra existencia con plena conciencia y responsabilidad.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.

Imagen para colorear.


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