“Si
alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a
sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede
ser discípulo mío.”
4 DE SEPTIEMBRE
XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: Sabiduría
9,13-18
¿Qué hombre conoce el
designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere?
Salmo 89
Señor, tú has sido nuestro
refugio de generación en generación.
2ª Lectura: Filemón
9-10.12-17
Recíbelo no como esclavo,
sino como hijo querido.
PALABRA DEL DÍA
Lucas 14,25-33
“En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús;
él se volvió y les dijo: “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y
a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e
incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás
de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir
una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para
terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se `pongan a
burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha
sido capaz de acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se
sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que
le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía
legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros; el que no renuncia a
todos sus bienes no puede ser discípulo mío”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Junto con Jesús iba un gran gentío, y él,
dándose vuelta, les dijo:
"Cualquiera que venga a mí y no me ame más
que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y
hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede
ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre,
no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué
terminarla?
No sea que una vez puestos los cimientos, no
pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo:
'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro,
no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que
viene contra él con veinte mil?
Por el contrario, mientras el otro rey está
todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no
renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo."
REFLEXIÓN
Seguimos,
como en los domingos anteriores, viendo en la Palabra de Dios cuáles son las
virtudes que han de adornar a un cristiano.
Normalmente se suele decir que los
domingos del Tiempo Ordinario son unas catequesis sencillas de vida cristiana,
mientras que en los tiempos de Adviento - Navidad y de Cuaresma -
Pascua-Resurrección son catequesis fuertes.
Eso es verdad, siempre que no
entendamos lo de catequesis sencillas por catequesis poco comprometidas. La
Palabra de Dios siempre compromete con fuerza, como hemos visto en las lecturas
de hoy.
La reflexión del Evangelio de hoy,
puede ser original si, teniendo en cuenta también el texto del libro de la
Sabiduría que hemos visto en la primera lectura, nos animamos a plantearnos
todo lo que implica en la vida hacer una opción o elección, siendo una de
ellas, desde luego, la elección de Jesucristo como perspectiva fundamental de
la vida.
Jesús compara el seguimiento del
discípulo tras él con una empresa muy seria, tal como construir una torre o
librar una batalla. Antes de decidirse, es mejor medir bien todas las
consecuencias, calcular las propias posibilidades, costos, riesgos, etc., y
finalmente elegir, consciente de aquello en lo que uno se mete.
Efectivamente, dice Jesús, seguirlo
a él tiene sus riesgos y el costo que se debe pagar es bastante alto:
posponerlo todo, aun los seres más queridos, por él, y renunciar a todos los
bienes materiales. Más simplemente: “todo o nada”. Ese es el pacto.
“Si alguno se viene conmigo y no
pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y
a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí,
no puede ser discípulo mío”.
“No puede ser mi discípulo”.
Es la frase que se destaca en una
primera lectura del Evangelio. Tres veces se repite la frase. ¿Quién no puede
ser su discípulo?
Dice Lucas que mucha gente
acompañaba a Jesús. Nos resultará fácil imaginarnos la escena. Jesús sigue
subiendo a Jerusalén, a la cruz, y la gente le sigue sin saber a dónde va.
No faltan de vez en cuando los
milagros y signos.
Jesús que penetra el corazón del
hombre los conocía, y sabía que los mismos que le seguían entusiasmados, le
iban a entregar en Jerusalén. Por eso se detiene y les va a hablar, con un
lenguaje duro y chocante, de renuncia, como condición indispensable para su
seguimiento.
La traducción del evangelio que nos
propone la liturgia de hoy no es muy exacta.
La traducción correcta es odiar, no
posponer. Lo que pasa es que suena demasiado dura y la liturgia la ha
suavizado. De todas formas, usemos la traducción que queramos, lo que Jesús nos
quiere decir es que seguirle es una cosa seria.
Y si nos atenemos al sentido de las
parábolas de la torre y el rey, entiendo que lo que Jesús nos dice es que, si
no estamos dispuestos a llegar hasta el final, mejor no empezar.
El cristianismo, lo hemos dicho
otras veces, no es un tranquilizante de conciencia, sino algo mucho más serio.
Aunque tenemos que reconocer que lo hemos utilizado más como tranquilizante que
como revulsivo que nos lleva a la acción y a la renuncia de todo lo que se
interpone entre Jesús y nosotros.
A mí me gusta la traducción de
“odiar”. Incluso en ese caso, el sentido evidente no es el odio como rechazo a
las personas, sino el odio como rechazo a los planteamientos que los nuestros
quieren hacer de nuestras vidas, guiados por el cariño humano que nos tienen.
Por ejemplo, cuando yo me fui,
recién terminada mi carrera, a las misiones en República Dominicana, mi padre
me decía: ¿Por qué te vas a ir a pasar calamidades?, también aquí hay muchas
cosas que hacer.
Ese planteamiento paterno, esa forma
lógica y paternal de pensar, es la que tienen que odiar los que se sientan
llamados. Por eso no está tampoco mal la traducción que la liturgia nos
propone.
Primero la llamada de Jesús, luego
el deseo de nuestros padres que tanto nos quieren. Hay que posponer a todos,
incluso a uno mismo, si queremos ser discípulos de Jesús. Este es el sentido del
evangelio de hoy, duro en su forma y duro en su fondo.
Jesús se llevó toda su vida pública
predicando el amor y por tanto no va a predicar hoy el odio. Lo que Jesús pide
no es romper con la familia, lo que pide es una disponibilidad total y
absoluta. Para ello es indispensable renunciar a muchas cosas:
• A los afectos, si estos se interponen
entre Jesús y nosotros.
• Al deseo de evadirnos de nuestra
realidad: tenemos que cargar con la cruz de cada día, es decir, la situación en
que nos encontramos, y sabemos que algunas situaciones son muy duras, son
auténticas cruces.
• A la riqueza, a no confiar en las
cosas, a poner el corazón en Dios. Porque donde está nuestro tesoro allí está
también nuestro corazón.
Odiar esos
afectos es estar disponibles a todo y para todos. Recordemos lo que nos han
dicho las dos parábolas que Jesús nos ha propuesto en toda su sencillez, pero
también en toda su verdad.
En ambos
casos se trata de empresas muy difíciles y problemáticas y, por ello mismo, hay
que afrontarlas con seriedad y no a la ligera. Así tenemos que afrontar el
hecho de ser cristiano.
Jesús es
verdaderamente muy exigente. ¿Por qué? Porque sólo el que está libre,
descargado de todo lastre de afectos que le ate aquí abajo, podrá volar alto,
ponerse en camino y conocer los designios de Dios, su voluntad, de la que nos
habla la primera lectura:
“¿Qué
hombre conoce el designio de Dios? Los pensamientos de los mortales son
mezquinos y nuestros razonamientos son falibles... ¿Quién conocerá tu designio,
si tú no le das sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? Sólo así
serán rectos los caminos de los terrestres y se salvarán con la sabiduría los
que te agradan, Señor, desde el principio”.
ENTRA
EN TU INTERIOR
REALISMO
RESPONSABLE
Los ejemplos que emplea Jesús son muy diferentes,
pero su enseñanza es la misma: el que emprende un proyecto importante de manera
temeraria, sin examinar antes si tiene medios y fuerzas para lograr lo que
pretende, corre el riesgo de terminar fracasando.
Ningún labrador se pone a construir una torre
para proteger sus viñas, sin tomarse antes un tiempo para calcular si podrá
concluirla con éxito, no sea que la obra quede inacabada, provocando las burlas
de los vecinos. Ningún rey se decide a entrar en combate con un adversario
poderoso, sin antes analizar si aquella batalla puede terminar en victoria o
será un suicidio.
A primera vista, puede parecer que Jesús está
invitando a un comportamiento prudente y precavido, muy alejado de la audacia
con que habla de ordinario a los suyos. Nada más lejos de la realidad. La
misión que quiere encomendar a los suyos es tan importante que nadie ha de
comprometerse en ella de forma inconsciente, temeraria o presuntuosa.
Su advertencia cobra gran actualidad en estos
momentos críticos y decisivos para el futuro de nuestra fe. Jesús llama, antes
que nada, a la reflexión madura: los dos protagonistas de las parábolas «se
sientan» a reflexionar. Sería una grave irresponsabilidad vivir hoy como
discípulos de Jesús, que no saben lo que quieren, ni a dónde pretenden llegar,
ni con qué medios han de trabajar
¿Cuándo nos vamos a sentar para aunar fuerzas,
reflexionar juntos y buscar entre todos los caminos que hemos de seguir? ¿No necesitamos
dedicar más tiempo, más escucha del evangelio y más meditación para descubrir
llamadas, despertar carismas y cultivar un estilo renovado de seguimiento a
Jesús?
Jesús llama también al realismo. Estamos viviendo
un cambio sociocultural sin precedentes. ¿Es posible contagiar la fe en este
mundo nuevo que está naciendo, sin conocerlo bien y sin comprenderlo desde
dentro? ¿Es posible facilitar el acceso al Evangelio ignorando el pensamiento,
los sentimientos y el lenguaje de los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿No
es un error responder a los retos de hoy con estrategias de ayer?
Sería una temeridad en estos momentos actuar de
manera inconsciente y ciega. Nos expondríamos al fracaso, la frustración y
hasta el ridículo. Según la parábola, la “torre inacabada" no hace sino
provocar las burlas de la gente hacia su constructor. No hemos de olvidar el
lenguaje realista y humilde de Jesús que invita a sus discípulos a ser
"fermento" en medio del pueblo o puñado de "sal" que pone
sabor nuevo a la vida de las gentes.
José Antonio Pagola
ORA
EN TU INTERIOR
“Sí alguno
quiere venirse conmigo...”
Jesús no
impone nada, simplemente propone.
Las
condiciones no las impone él: son exigencia de la misma naturaleza humana.
Elegir lo
que es mejor para mí por convicción personal, nunca puede ser renuncia o
sacrificio.
Sólo si me
muevo por programación externa renunciaré a aquello que sigo creyendo que es
mejor.
Sólo el
verdadero conocimiento, la iluminación, la sabiduría puede llevarme a una
búsqueda de los bienes definitivos.
Mientras no
alcance esa luz, andaré dando tumbos.
Descubierto
el tesoro, todo lo demás pierde valor.
ORACIÓN
Señor, ya que es difícil conocer con claridad el
camino que debemos elegir, envía a nuestros corazones tu Santo Espíritu, a fin
de que, siendo fieles a nosotros mismos, te sirvamos al mismo tiempo con
alegría y amor.
Expliquemos el Evangelio a
los niños.
Imágenes de Fano.
Imagen para colorear.
No hay comentarios:
Publicar un comentario