domingo, 11 de septiembre de 2016

18 DE SEPTIEMBRE: XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO,.


“Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.”

18 DE SEPTIEMBRE

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Amós 8,4-7

Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.

Salmo 112

Que alaben al Señor todos sus siervos.

2ª Lectura: 1ª Timoteo 2,1-8

Pidan al Señor por todos los hombres, porque él quiere que todos se salven.

PALABRA DEL DÍA

Lucas: 16,1-13

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: [Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: - ¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido. El administrador se puso a echar sus cálculos: - ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quién me reciba en su casa. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amor, y dijo al primero: - ¿Cuánto debes a mi amo? Este respondió: -Cien barriles de aceite. Él le dijo: -Aquí está tu recibo: aprisa, siéntate y escribe “cincuenta”. Luego dijo a otro: -Y tú, ¿cuánto debes? Él contestó: -Cien fanegas de trigo. Le dijo: -Aquí está tu recibo: escribe “ochenta”. Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.] El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Jesús decía a sus discípulos:
"Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.
Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'.
El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.
¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'.
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'.
'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'.
Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'.
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz."
Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho.
Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien?
Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?
Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero"
REFLEXIÓN
El evangelista Lucas no parece cansarse cuando una y otra vez vuelve al tema de  las riquezas, ese obstáculo que el creyente debe saber sortear si pretende entrar en el Reino de Dios.
            Pero hoy nos sorprende con una parábola cuyo injusto y astuto protagonista es presentado por Jesús como modelo digno de imitarse para los asuntos del Reino.
            Hoy, es conveniente que comencemos por la frase final, verdadera clave de todos los textos relacionados con el Reino y las riquezas: “No podéis servir a Dios y al dinero”.
            Si nadie puede tener dos amos al mismo tiempo porque terminará por cumplir con uno solo o no cumplir con ninguno, solo queda, por tanto, elegir entre uno y otro: o el Reino de Dios y su justicia, o el reino del dinero y sus injusticias.
            Jesús, que penetra lo más íntimo del corazón del hombre, sabe que su corazón está llamado a amar y entregarse; y siempre amará algo o a alguien, siempre buscará en el encuentro con las cosas o las personas esa corriente de dar y recibir, de vaciarse y de llenarse.
            Mirad, hermanas y hermanos, la vida del cristiano se mueve entre el esfuerzo y la esperanza. Por eso la liturgia de estos domingos ordinarios nos va dando una de cal y otra de arena.
            Si el pasado domingo nos habló del corazón grande de Dios con las tres parábolas de la misericordia. Éste vuelve a ponernos alerta contra el peligro de las riquezas.
            ¿Por qué esta insistencia? Durante mucho tiempo, parece que el único pecado que ha interesado ha sido el relacionado con el sexto mandamiento. La experiencia de muchos años de confesionario así me lo ha hecho ver, el pecado contra el sexto mandamiento siempre está presente, sin embargo, nadie se confiesa de su actitud ante el dinero, nadie se confiesa por tener una empleada de hogar inmigrante y no pagarle lo justo.
            Jesús trató los pecados contra el sexto mandamiento con tacto y con clemencia. Pensemos, por ejemplo, en el caso de la mujer pecadora. Nadie se atrevió a tirarle la primera piedra.
            En cambio, el gran pecado para Jesús era el apego a las riquezas, que corrompen y envilece.
            Las riquezas, sin ser malas en sí, constituyen un serio peligro para vivir el ideal evangélico cuando se pone el corazón en ellas y exclusivamente en ellas sin pensar en el mal que puede generar. ¿Piensan los que trafican con drogas en el mal que hacen? ¿En las familias y las vidas que destrozan? No, solo en la cantidad de dinero que ganan a costa de la tragedia de muchos.
            Y este pecado no era algo nuevo para Jesús, recordemos la primera lectura tomada hoy de la profecía de Amós situada ochocientos años antes del nacimiento de Jesús:
            “Escuchad esto los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: ¿Cuándo pasará la luna nueva para vender el trigo, y el sábado para ofrecer el grano? Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo”.
            La primera parte de este texto de Amós es la acusación dura contra estos avaros. La segunda, el último versículo, es un juramento de Dios contra ellos: “Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará vuestras acciones.
            ¿Por qué será que parece que este texto se escribiera ayer?
            Para entender la parábola que hoy Jesús nos propone, hay que saber que, en aquellos tiempos, los administradores no necesariamente cobraban su salario directamente del amo, sino de los deudores. Una parte del importe de la deuda pasaba al administrador en concepto de sueldo por su gestión. Aquel administrador ha recibido una orden de despido y se ve en la calle. La única forma de asegurar su futuro es renunciando a lo que los deudores tenían que pagarle. Se gana amigos renunciando a sus ingresos. Esta es la lección de la parábola. Del administrador se alaba y resalta su capacidad previsora de ganarse amigos con el dinero propio.
            Y, a continuación, Jesús nos dice: “Ganaos amigos con el dinero injusto”. El dinero injusto es todo el dinero. Si el mundo es de Dios y ha puesto riquezas en él para todos sus hijos, toda abundancia a costa de la pobreza de tantos hace injusto todo dinero. No dice Jesús que renunciemos al dinero, sino que demos prioridad a Dios sobre el dinero, porque el amigo que tenemos que ganar es Dios.
            Lo mismo que el administrador astuto de la parábola devolvió a los deudores parte de los intereses abusivos perdonándoles lo suyo, así también se debe devolver a las víctimas de una injusta situación social, que hace radicalmente injusto el dinero, parte de lo que se ha acaparado.
            Hermanas y hermanos, no hay culto válido sin solidaridad con el necesitado, lo mismo que no hay eucaristía sin caridad.
            Los cristianos debemos ponernos junto a las esperanzas y angustias de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, particularmente de los pobres. Nada de lo auténticamente humano debe dejarnos indiferentes.
            Todos tenemos a nuestro lado o encontramos a nuestro paso alguien que es más pobre que nosotros: familias humildes que pasan apuros, gente sin trabajo, enfermos y ancianos abandonados, marginados que necesitan una mano amiga.
            El cristiano, hermanas y hermanos, es el que siente como suyas las alegrías, las tristezas, los sufrimientos, los dolores de los demás.
            El cristiano es el que sabe llorar con el que llora, reír con el que ríe, sufrir con el que sufre.
            Por eso, poner el corazón en Dios y no en el dinero, es compartir con los demás, y eso no sólo como un gesto solidario, sino también como expresión del amor fraterno que, como gracia y favor de Dios, se ha recibido. Es una forma de manifestar la gratitud a Dios, que nos ha dado los bienes de este mundo y la gracia de tener el corazón abierto al amor de los demás.
            El amor fraterno, en sentir más alegría en dar que en recibir, es la señal luminosa del amor de Dios. Si con Dios se vive, con su amor se ama, se sirve y se comparte con los demás.
ENTRA EN TU INTERIOR
DINERO
La sociedad que conoció Jesús era muy diferente a la nuestra. Sólo las familias poderosas de Jerusalén y los grandes terratenientes de Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. Los campesinos apenas podían hacerse con alguna moneda de bronce o cobre, de escaso valor. Muchos vivían sin dinero, intercambiándose productos en un régimen de pura subsistencia.
En esta sociedad, Jesús habla del dinero con una frecuencia sorprendente. Sin tierras ni trabajo fijo, su vida itinerante de Profeta dedicado a la causa de Dios le permite hablar con total libertad. Por otra parte, su amor a los pobres y su pasión por la justicia de Dios lo urgen a defender siempre a los más excluidos.
Habla del dinero con un lenguaje muy personal. Lo llama espontáneamente  «dinero injusto» o «riquezas injustas». Al parecer, no conoce "dinero limpio". La riqueza de aquellos poderosos es injusta porque ha sido amasada de manera injusta y porque la disfrutan sin compartirla con los pobres y hambrientos.
¿Qué pueden hacer quienes poseen estas riquezas injustas? Lucas ha conservado unas palabras curiosas de Jesús. Aunque la frase puede resultar algo oscura por su concisión, su contenido no ha de caer en el olvido. «Yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas».
Jesús viene a decir así a los ricos: "Emplead vuestra riqueza injusta en ayudar a los pobres; ganaos su amistad compartiendo con ellos vuestros bienes. Ellos serán vuestros amigos y, cuando en la hora de la muerte el dinero no os sirva ya de nada, ellos os acogerán en la casa del Padre". Dicho con otras palabras: la mejor forma de "blanquear" el dinero injusto ante Dios es compartirlo con sus hijos más pobres.
Sus palabras no fueron bien acogidas. Lucas nos dice que «estaban oyendo estas cosas unos fariseos, amantes de las riquezas, y se burlaban de él». No entienden el mensaje de Jesús. No les interesa oírle hablar de dinero. A ellos sólo les preocupa conocer y cumplir fielmente la ley. La riqueza la consideran como un signo de que Dios bendice su vida.
Aunque venga reforzada por una larga tradición bíblica, esta visión de la riqueza como signo de bendición no es evangélica. Hay que decirlo en voz alta porque hay personas ricas que de manera casi espontánea piensan que su éxito económico y su prosperidad es el mejor signo de que Dios aprueba su vida.
Un seguidor de Jesús no puede hacer cualquier cosa con el dinero: hay un modo de ganar dinero, de gastarlo y de disfrutarlo que es injusto pues olvida a los más pobres.
 José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Si somos sinceros, descubriremos que, en nuestra vida, confiamos demasiado en las cosas externas, y demasiado poco en lo que realmente somos. Con frecuencia, servimos al dinero y nos servimos de Dios. Le llamamos Señor, pero el que manda de verdad es el dinero. Justo lo contrario de lo que nos pide Jesús.
Cada uno en sus circunstancias concretas tiene que tomar una postura coherente con sus creencias. En este tema, es inútil actuar por programación, es decir, echar el carro por delante de los bueyes.
Encontramos en los evangelios una diferencia notable con la tradición bíblica. Tanto en todo el AT como en tiempo de Jesús, las riquezas eran consideradas como un don de Dios. Sólo los profetas arremeten contra la riqueza que se ha conseguido con injusticia. Este matiz desaparece en los evangelios y se considera la riqueza, sin más, contraria al Reino.
Para comprender el evangelio de hoy, hay que tener en cuenta que, en las parábolas, no se ha de tomar al pie de la letra cada uno de los detalles que se narran; hay que entrar en la intención del que la narra. Al contrario que en la alegoría, en la parábola se trata de una sola enseñanza que hay que sacar del conjunto del relato. El relato nos obliga a sacar una moraleja que nos haga cambiar de actitud vital. Esta en concreto, no está invitándome a ser injusto, sino a sentarme y echar cálculos, para elegir lo que de verdad sea mejor para mis auténticos intereses.
El administrador calculador, trataba de conseguir ventajas materiales. A nosotros se nos invita a ser sagaces para sacar ventajas espirituales, aunque sea a costa de las seguridades materiales. El evangelio nos invita a ser sabios para sacar provecho de todo, incluso de las riquezas, para alcanzar lo que vale de veras.
No hacen falta muchas cavilaciones para darse cuenta de que ponemos mucho más interés en los asuntos materiales que en los espirituales, no sólo por el tiempo que les dedicamos, sino sobre todo por la intensidad de nuestra dedicación. Es lamentable que personas muy inteligentes y con varias carreras, tengan un nivel de conocimientos religiosos propios de un niño de primera comunión. En religión, lo único exigido es “creer”.
ORACIÓN
            Señor, que nos has hecho administradores de los bienes materiales como una manera de servir a todos los hermanos, haz que este pequeño negocio sea camino para conseguir el gran negocio de tu Reino.
            El pan eucarístico no es propiedad exclusiva de nadie: es el patrimonio de quienes se sienten unidos en la gran mesa de la humanidad. Comulgar es comprender que administrar el don de Dios, patrimonio de todos y garantía de justicia y paz universales.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.

Imagen para colorear.




 


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