“Os lo aseguro, me buscáis no porque habéis visto signos,
sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que
perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna, el que os dará el
Hijo del hombre;
pues a este lo ha sellado el Padre, Dios."
4 DE AGOSTO
DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)
1ª Lectura: Éxodo 16,2-4.12-15
Voy a hacer que llueva pan del cielo.
Salmo 77: “El Señor le dio un trigo celeste”
2ª Lectura: Efesios 4,17.20-24
Revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios.
PALABRA DEL DÍA
Juan 6,24-35
“Cuando la gente vio que ni
Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm en
busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
“Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”. Jesús les contestó: “Os lo aseguro, me
buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta
saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que
perdura, dando vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo
ha sellado el Padre, Dios. Ellos le preguntaron: “¿Cómo podremos ocuparnos en
los trabajos que Dios quiere?”. Respondió Jesús: “Este es el trabajo que Dios
quiere: que creáis en el que él ha enviado”. Ellos le replicaron: “¿Y qué signo
vemos que haces tú, para que creamos en ti? Nuestros padres comieron el maná en
el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”. Jesús les
replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es
mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el
que baja del cielo y da vida al mundo”. Entonces le dijeron: “Señor, danos
siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a
mí no pasará hambre, y el que cree en mi no pasará sed”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del
Pueblo de Dios
"Cuando la multitud se
dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas
y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra
orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?".
Jesús les respondió:
"Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque
han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el
alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les
dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su
sello".
Ellos le preguntaron:
"¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?".
Jesús les respondió:
"La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado".
Y volvieron a preguntarle:
"¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el
maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del
cielo".
Jesús respondió: "Les
aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el
verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios es el
que desciende del cielo y da Vida al mundo".
Ellos le dijeron:
"Señor, danos siempre de ese pan".
Jesús les respondió:
"Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree
en mí jamás tendrá sed."
REFLEXIÓN
Ante la pregunta que le hace a
Jesús la muchedumbre, cuando lo encuentran junto a Cafarnaúm: “Maestro, ¿cuándo
has llegado aquí?”. Jesús no responde a los que le preguntan, pero revela las
verdaderas intenciones que han impulsado a la gente a buscarle, desenmascara
una mentalidad demasiado material. Todos siguen a Jesús por el pan material,
sin comprender la señal hecha por el profeta. Buscan más las ventajas
materiales y pasajeras que las ocasiones de adhesión y de amor. Ante esta
ceguera espiritual, Jesús proclama la diversidad que existe entre el pan
material y corruptible y ese otro “que da la vida eterna”. Invita a la gente a
superar ese estrecho horizonte en que viven, para pasar a la fe. Ante la
pregunta: “¿Qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?”, Jesús exige una
sola cosa: la adhesión al plan de Dios, es decir, “lo que Dios espera de
vosotros es que creáis en aquel que él ha enviado”.
Pero para esto el milagro de
los panes no es suficiente. Sus padres, en el desierto, vivieron un milagro
mayor: “Dios les dio a comer pan del cielo”, Dios les dio el maná. Jesús, en realidad, da verdaderamente el nuevo
maná, porque su alimento es muy superior al que comieron los padres en el
desierto: él da a todos la vida eterna. Pero solo el que tiene fe puede recibir
ese don. El verdadero alimento no está en el don de Moisés y en la ley, sino en
el don del Hijo, que el Padre ofrece a
los hombres, porque él es “el verdadero pan del cielo” y “el surtidor de agua
que salta hasta la vida eterna”.
Es el don amoroso hecho por el
Padre a cada hombre, Él es la Palabra
que han de creer: quien se adhiere a él da un sentido a su propia vida y
consigue su propia felicidad.
ENTRA EN TU INTERIOR
EL
CORAZÓN DEL CRISTIANISMO
La gente necesita a Jesús y lo
busca. Hay algo en él que les atrae, pero todavía no saben exactamente por qué
lo buscan ni para qué. Según el evangelista, muchos lo hacen porque el día
anterior les ha distribuido pan para saciar su hambre.
Jesús comienza a conversar con
ellos. Hay cosas que conviene aclarar desde el principio. El pan material es
muy importante. Él mismo les ha enseñado a pedir a Dios «el pan de cada día»
para todos. Pero el ser humano necesita algo más. Jesús quiere ofrecerles un
alimento que puede saciar para siempre su hambre de vida.
La gente intuye que Jesús les
está abriendo un horizonte nuevo, pero no saben qué hacer, ni por dónde
empezar. El evangelista resume sus interrogantes con estas palabras: «y ¿qué
obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?». Hay en ellos un
deseo sincero de acertar. Quieren trabajar en lo que Dios quiere, pero,
acostumbrados a pensarlo todo desde la Ley, preguntan a Jesús qué obras,
prácticas y observancias nuevas tienen que tener en cuenta.
La respuesta de Jesús toca el
corazón del cristianismo: «la obra (¡en singular!) que Dios quiere es ésta: que
creáis en el que él ha enviado». Dios sólo quiere que crean en Jesucristo pues
es el gran regalo que él ha enviado al mundo. Ésta es la nueva exigencia. En
esto han de trabajar. Lo demás es secundario.
Después de veinte siglos de
cristianismo, ¿no necesitamos descubrir de nuevo que toda la fuerza y la
originalidad de la Iglesia está en creer en Jesucristo y seguirlo? ¿No
necesitamos pasar de la actitud de adeptos de una religión de "creencias"
y de "prácticas" a vivir como discípulos de Jesús?
La fe cristiana no consiste
primordialmente en ir cumpliendo correctamente un código de prácticas y
observancias nuevas, superiores a las del antiguo testamento. No. La identidad
cristiana está en aprender a vivir un estilo de vida que nace de la relación
viva y confiada en Jesús el Cristo. Nos vamos haciendo cristianos en la medida
en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús.
Ser cristiano exige hoy una
experiencia de Jesús y una identificación con su proyecto que no se requería
hace unos años para ser un buen practicante. Para subsistir en medio de la
sociedad laica, las comunidades cristianas necesitan cuidar más que nunca la adhesión y el contacto vital con
Jesús el Cristo.
José Antonio Pagola
ORA
EN TU INTERIOR
Nuestra sociedad nos ha
educado para prever, calcular, usar la razón. Los interlocutores de Jesús
tenían más de un motivo para mostrarse perplejos, dado que un hombre, aunque
fuera prestigioso, se autoproclama “el pan de, la vida”. ¿No es eso un poco presuntuoso?
¿No se está exaltando? ¿No está exagerando, visto el éxito del milagro? Es
cierto que es capaz de dar pan para comer; ahora bien, para llegar a
considerarse el “pan bajado del cielo”, el pan definitivo, queda todavía mucho
trecho. Es preciso reconocer que los que murmuraban o se mostraban perplejos
tenían sus buenas razones para hacerlo.
A veces pienso que también yo,
si me hubiera encontrado en las mismas circunstancias, habría tenido más o
menos las mismas reacciones, precisamente porque pienso normalmente que es
necesario ser concreto, mantenerse con los pies en el suelo, no dejarse fascinar
ni arrastrar por entusiasmos fáciles que, después, se revelan ilusorios.
ORACIÓN
Señor, te pido que me hagas
percibir este instinto vital superior al menos con la misma fuerza que el
natural, para que mis decisiones sean prudentes y sabías, no ligadas sólo al
sentido común, y tampoco estén dictadas por la facilidad para creer cualquier
propuesta milagrera.
Haz, oh Señor, que no desista
nunca de ser un hombre arraigado en la realidad y, al mismo tiempo, abierto
también a tu Realidad, a ti, que puedes
sorprenderme y venir a mi encuentro en cualquier momento; a ti, que puedes
dar la vuelta en un instante a la marcha normal de las cosas, para plantearme
la pregunta radical sobre en qué pongo mi confianza.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Dibujos de Patxi Velasco FANO
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