“La gente entonces, al ver el signo que había hecho,
decía:
-Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.”
28 DE JULIO
DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)
1ªLectura: Segundo Libro de los Reyes 4,42-44
Comerán y sobrará.
Salmo 144: “Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
2ªLectura: Efesios 4,1-6
Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
PALABRA DEL DÍA
Juan 6,1-15
“En aquel tiempo, Jesús se
marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha
gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús
entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la
Pascua, la fiesta de los judíos, Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que
acudía mucha gente, dice a Felipe: -¿Con qué compraremos panes para que coman
estos? Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le
contestó: -Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un
pedazo. – Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de simón Pedro, le dice:
-Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero,
¿qué es eso para tantos? Jesús dijo: -Decid a la gente que se siente en el
suelo. Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eras
unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió
a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: -Recoger los pedazos que han
sobrado; que nada se desperdicie. Los recogieron y llenaron doce canastas con
los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: -Este sí que es el
Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús entonces, sabiendo que iban a
llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del
Pueblo de Dios.
“Jesús atravesó el mar de
Galilea, llamado Tiberíades.
Lo seguía una gran
multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos.
Jesús subió a la montaña y
se sentó allí con sus discípulos.
Se acercaba la Pascua, la
fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús
vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos
pan para darles de comer?".
El decía esto para ponerlo
a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió:
"Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un
pedazo de pan".
Uno de sus discípulos,
Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
"Aquí hay un niño que
tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta
gente?".
Jesús le respondió:
"Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron
y eran uno cinco mil hombres.
Jesús tomó los panes, dio
gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los
pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron
satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran,
para que no se pierda nada".
Los recogieron y llenaron
doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús
acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que
debe venir al mundo".
Jesús, sabiendo que querían
apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.”
REFLEXIÓN
Nuestro mundo está hambriento
de muchas cosas. Hay muchas carencias de todo tipo: materiales, psicológicas,
educativas, morales, afectivas… Los que han tenido en sus manos el bienestar de
la mayoría, solo se han preocupado de ellos mismos, dilapidando inconscientemente,
sabiendo que el sistema acudiría en su ayuda. Es el mundo al revés. Las
personas, además, se definen por lo que les falta o por lo que todavía no son,
y así es como proyectan llegar a ser algo siempre diferente y presumiblemente
mejor. Estamos marcados a fuego por la insatisfacción; ella es la que nos anima
a cambiar continuamente, a transformarnos y querer alcanzar cada vez metas
mayores.
Jesús, debido a que conocía a
fondo esta condición humana, sabía detectar las necesidades de los hombres y
mujeres de su tiempo. Es el Hijo del Dios que se preocupa por sus criaturas,
que las convierte en hijos por los que develarse, y hace como todo buen padre:
no puede dormir sabiendo que su hijo no se encuentra bien del todo. Jesús
conoce también hoy nuestra hambre que, como entonces, no busca meramente ser
saciada, porque no se trata solo de hambre del pan de trigo sino del hambre
constante de un pan que no se puede comprar en la panadería.
El pan de nuestra hambre no se
compra sino que se comparte; no es el resultado de un intercambio comercial,
sino de una relación de amor y amistad. Cuando en el relato evangélico Jesús no
da de comer sino que anima a dar de comer, aunque se tenga tan poco como cinco
panes de cebada y dos peces para compartir, enseña que lo importante no es
comer sino cómo haber comido. La mejor forma de hacerlo pasa por valorar lo que
cada uno pueda aportar, reconociendo así el significado de cada persona,
descubriendo cómo todos estamos llamados, tal y como decía san Pablo a los
efesios, a estar unidos en el amor.
ENTRA
EN TU INTERIOR
NUESTRO
GRAN PECADO
El episodio de la
multiplicación de los panes gozó de gran popularidad entre los seguidores de
Jesús. Todos los evangelistas lo recuerdan. Seguramente, les conmovía pensar
que aquel hombre de Dios se había preocupado de alimentar a una muchedumbre que
se había quedado sin lo necesario para comer .
Según la versión de Juan, el
primero que piensa en el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo es
Jesús. Esta gente necesita comer; hay que hacer algo por ellos. Así era Jesús.
Vivía pensando en las necesidades básicas del ser humano.
Felipe le hace ver que no
tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan
para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el
problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero.
Jesús les va a ayudar a
vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare
lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que
aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque sólo
sean «cinco panes de cebada y un par de peces».
La actitud de Jesús es la más
sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros
a compartir, si solo sabemos comprar? ¿quién nos va a liberar de nuestra
indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿hay algo que nos pueda hacer más
humanos? ¿se producirá algún día ese "milagro" de la solidaridad real
entre todos.
Jesús piensa en Dios. No es
posible creer en él como Padre de todos, y vivir dejando que sus hijos e hijas
mueran de hambre. Por eso, toma los alimentos que han recogido en el grupo,
«levanta los ojos al cielo y dice la acción de gracias». La Tierra y todo lo
que nos alimenta lo hemos recibido de Dios. Es regalo del Padre destinado a
todos sus hijos e hijas. Si vivimos privando a otros de lo que necesitan para
vivir es que lo hemos olvidado. Es nuestro gran pecado aunque casi nunca lo
confesemos.
Al compartir el pan de la
eucaristía, los primeros cristianos se sentían alimentados por Cristo
resucitado, pero, al mismo tiempo, recordaban el gesto de Jesús y compartían
sus bienes con los más necesitados. Se sentían hermanos. No habían olvidado
todavía el Espíritu de Jesús
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Este pan compartido entre
todos y engrandecido por el amor divino deja realmente satisfechos a los que lo
comen. Pero la satisfacción no es porque las tripas hayan dejado de rugir, sino
porque los corazones han quedado ensanchados. Por eso este pan, que simboliza
el amor fraterno, el de los hijos dignificados de Dios, sobra, sobreabunda y
puede dar de comer a muchos más, a todos, a nosotros también, dos mil años
después. Ciertamente no nos hace falta un Dios panadero que cubra nuestras
necesidades como si de una función se tratara; descubrimos al Padre de
Jesucristo que nos da más de lo que necesitamos, cuyo amor no solo nos llena
sino que ante todo nos desborda.
ORACIÓN
FINAL
Oh Dios, protector de los que
en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo; multiplica sobre nosotros los
signos de tu misericordia, para que, bajo tu guía providente, de tal modo nos
sirvamos de los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los eternos. Por
nuestro señor Jesucristo. Amén.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi Velasco FANO
Imagen para colorear.
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