“Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”.
15 DE MAYO
QUINTO DOMINGO DE
PASCUA
1ª Lectura: Hechos
14,21-27
Contaron a la Iglesia
lo que Dios había hecho por medio de ellos.
Salmo 144: Bendeciré tu
nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey.
2ª Lectura: Apocalipsis
21,1-5
Dios enjugará las
lágrimas de sus ojos.
PALABRA DEL DÍA
Juan 13,31-35
“Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: “Ahora
es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado
en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos
míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os
améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal
por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a
otros”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
"Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora
el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo
glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes.
Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A
donde yo voy, ustedes no pueden venir'.
Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los
otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.
En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros".
REFLEXIÓN
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva”
Es un sueño y una esperanza que viene de muy lejos. Todos los
profetas y hombres inspirados, todos los misioneros y testigos, todos los
creadores y revolucionarios han buscado ese cielo nuevo y esa tierra nueva.
No nos gusta el pasado. ¡Cuánta corrupción y cuánta barbarie
y cuánta maldad! No nos gusta el presente. ¡Cuánta corrupción y cuánto egoísmo!
Ayer y hoy, ¡cuánta vejez y cuánta suciedad! Queremos un mundo nuevo, en el que
se destierre la violencia; en el que habite la justicia; en el que habrá gozo y
alegría por siempre, ya no habrá muerte ni luto ni llanto ni dolor. Un mundo
nuevo en el que se restaure el verdadero paraíso, rotos los yugos de los
tiranos y las botas estrepitosas, quemados los mantos manchados de sangre y las
leyes de la exclusión, corriendo con abundancia los ríos de la paz y de la
ciencia, respirando todos un aire de libertad. Un mundo nuevo en el que se
defienda al pobre y al desvalido, en el que haya sitio para todos, en el que se
impongan las normas y costumbres del respeto, la tolerancia y la solidaridad.
Un mundo nuevo en el que el cielo se acerque a la tierra y Dios mismo sea
nuestro príncipe y pastor. Entonces este mundo será “la morada de Dios con los
hombres”. Dios mismo “acampará entre nosotros” y “enjugará las lágrimas” de
todos los rostros.
El mundo nuevo, el Reino o la morada de Dios, ya está aquí.
Está en la persona que se renueva, dócil al Espíritu de Jesús, y está en los
grupos que se comprometen a favor de los pobres, y está en la sociedad que se
esfuerza por ser más justa y solidaria. El mundo nuevo está en todos los que
siguen deseándolo y esperándolo activamente, en todos los que lo cantan y lo
comunican, en todos los que estudian las leyes y los medios que conducen a su
progresiva realización. Y está en todos los que lo rezan y lo sufren, en todos
los que creen y los que aman.
ENTRA EN TU INTERIOR
NO PERDER LA IDENTIDAD
Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy
poco, ya no lo tendrán con ellos. Jesús les habla con ternura especial:
«Hijitos míos, me queda poco de estar con vosotros». La comunidad es pequeña y
frágil. Acaba de nacer. Los discípulos son como niños pequeños. ¿Qué será de
ellos si se quedan sin el Maestro?
Jesús les hace un regalo: «Os doy un mandato nuevo: que os
améis unos a otros como yo os he amado». Si se quieren mutuamente con el amor
con que Jesús los ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos. El
amor que han recibido de Jesús seguirá difundiéndose entre los suyos.
Por eso, Jesús añade: «La señal por la que conocerán todos
que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros». Lo que permitirá
descubrir que una comunidad que se dice cristiana es realmente de Jesús, no
será la confesión de una doctrina, ni la observancia de unos ritos, ni el
cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús.
En ese amor está su identidad.
Vivimos en una sociedad donde se ha ido imponiendo la
"cultura del intercambio". Las personas se intercambian objetos,
servicios y prestaciones. Con frecuencia, se intercambian además sentimientos,
cuerpos y hasta amistad. Eric Fromm llegó a decir que "el amor es un
fenómeno marginal en la sociedad contemporánea". La gente capaz de amar es
una excepción.
Probablemente sea un análisis excesivamente pesimista, pero
lo cierto es que, para vivir hoy el amor cristiano, es necesario resistirse a
la atmósfera que envuelve a la sociedad actual. No es posible vivir un amor
inspirado por Jesús sin distanciarse del estilo de relaciones e intercambios
interesados que predomina con frecuencia entre nosotros.
Si la Iglesia "se está diluyendo" en medio de la
sociedad contemporánea no es sólo por la crisis profunda de las instituciones
religiosas. En el caso del cristianismo es, también, porque muchas veces no es
fácil ver en nuestras comunidades discípulos y discípulas de Jesús que se
distingan por su capacidad de amar como amaba él. Nos falta el distintivo
cristiano.
Los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo, no
siempre hemos acertado o nos hemos atrevido a darle su verdadero contenido a
partir del espíritu y de las actitudes concretas de Jesús. Nos falta aprender
que él vivió el amor como un comportamiento activo y creador que lo llevaba a
una actitud de servicio y de lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir
el ser humano.
José Antonio Pagola
ORA EN
TU INTERIOR
Es el amor lo que engendra a la comunidad y lo que la
alimenta. El amor manifiesta día a día la presencia de Dios en el mundo; por
eso, una comunidad servicial es el templo viviente de Dios; es su casa y su
morada.
Y desde ese amor, tan divino como humano, tan espiritual como
concreto, tan interior como sensible, deben leerse los demás signos cristianos.
Ni la cruz ni la eucaristía tienen sentido si no son expresión de amor. Y una
Iglesia sin amor es el anti-Cristo, el anti-signo de Jesús. Es, simplemente, un
cuerpo muerto.
El domingo pasado hablábamos de interiorizar nuestra relación
con Jesucristo. Hoy podemos ver que sólo el amor produce esa interiorización.
El amor constituye la verdadera ideología del cristianismo, el punto de vista
desde donde todo puede tener valor o puede no servir para nada.
Siendo así el pensamiento de Jesús, no tenemos más
alternativa que revisar nuestras actitudes, gestos, actos, instituciones y todo
nuestro aparato legal para ver en qué medida son expresión y signo de amor o
son, más bien, una forma elegante de evadirlo.
Esta es la verdadera novedad, el amor de Cristo. Si se nos
pide un amor como el suyo, estamos ante una realidad distinta. Si se nos manda
que nos amemos como Cristo, se trata, desde luego, de un mandamiento nuevo.
El amor de Jesucristo es auténtico, limpio, gratuito,
respetuoso, paciente, entrañable, compasivo, oblativo, ilimitado,
incondicional, universal, definitivo.
Este amor, no es un amor que se cultive en la tierra. Es más
bien un amor propio de Dios.
No sabríamos qué admirar más. Damos alguna pincelada de los
aspectos más novedosos.
Ama misericordiosamente, compasivo y enternecido ante
cualquier miseria humana.
Ama con preferencia a los más pobres y pequeños, los que
menos seducen, los que no pueden pagar, los que más necesitan.
Ama a todos, superando exclusivismo o privilegio, haciendo
del más lejano un hermano, un próximo.
Ama gratuitamente, desinteresadamente, sin pedir nada a
cambio.
Ama incondicionalmente, para siempre, pase lo que pase y
suceda lo que suceda.
Ama en comunidad, forjando comunión.
Ama hasta el fin, hasta darlo todo, hasta darse del todo,
amando más que a sí mismo, hasta la muerte.
Esto es lo que distingue a los cristianos, vivir un amor como
el de Jesucristo. No por las cruces o los ritos se conoce a los cristianos,
sino por el amor.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco FANO
Imagen para colorear.
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