“Señor, déjala todavía
este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol,
a ver si da fruto. Si no, el año que viene la
cortarás”.
20 de Marzo
DOMINGO TERCERO DE
CUARESMA
(Puede elegirse las
lecturas del Ciclo A, sobre todo
si hay catecúmenos que
van a recibir
el Bautismo)
1ª Lectura: Éxodo
3,1-8.11-15
“Yo soy” me envía a
ustedes
Salmo 102: El Señor es
compasivo y misericordioso.
2ª Lectura: 1 Corintios
10,1-6.10-12
La vida del pueblo
escogido, con Moisés en el desierto,
es una advertencia para
nosotros
PALABRA DEL DÍA
Lucas: 13,1-9
“Se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los
galileos, cuya sangre vertió Pilatos con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los
demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no, y si no os convertís,
todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la
torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de
Jerusalén? Pues os digo que no. Y si no
os convertís, todos pereceréis de la misma manera. Y les dijo esta parábola:
·Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no
lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a
buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar
terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo
cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que
viene la cortarás”.
Versión para América
Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“En ese momento se presentaron unas personas que
comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con
la de las víctimas de sus sacrificios.
El les respondió: "¿Creen ustedes que esos
galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten,
todos acabarán de la misma manera.
¿O creen que las dieciocho personas que murieron
cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás
habitantes de Jerusalén?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten,
todos acabarán de la misma manera".
Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía
una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.
Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a
buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar
la tierra?'.
Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo
removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré.
Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la
cortarás'".
REFLEXIÓN
Dios es paciente. Moisés, que algo conocía sobre el nombre y
la naturaleza de Dios, no se cansa de reconocerlo y de invocarle con este
título: “Lento a la cólera y rico en amor y fidelidad”. Dios es paciente y
misericordioso. La paciencia es hija del amor misericordioso y de la esperanza.
¡Qué paciencia la de Dios con su pueblo! ¡Qué paciencia la de
Dios con nosotros! Una paciencia infinita, porque infinita es su misericordia.
La paciencia es una de las joyas más brillantes de la corona divina. Por eso
perdona una y mil veces. Perdona siempre. Espera un día y otro. Espera siempre.
Jesús nos enseñó hermosamente este misterio de la paciencia y
del perdón de Dios. Nos lo enseñó con parábolas, como la cizaña, el hijo
pródigo, y con su ejemplo: con el pueblo, con sus discípulos, con sus enemigos.
Es el Siervo de Yahvé que “no quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo
vacilante”.
Jesús, ante la creencia de que las desgracias de aquellos
galileos que Pilatos había ejecutado o las diecinueve personas que habían
fallecido en Jerusalén al derrumbarse la torre de Siloé, eran consecuencia de
su propio, pecado, les asegura que no. No eran ni mejores ni peores que los
demás. La rectitud de las personas es fundamentalmente un trabajo interior. Es
lo que comúnmente llamamos conversión. Se basa en la fe y en la esperanza y se
manifiesta, como frutos en sazón, en la oración confiada y amorosa, en la
entrega desinteresada y cordial, en la
sobriedad y libertad persona.
De una manera particular, este tiempo de Cuaresma es el tiempo oportuno para seguir cavando, a nivel personal y comunitario, nuestra propia tierra, abonarla con sentimientos, palabras y obras de misericordia y de paz, y convertirnos así en mensajeros de resurrección a nuestro alrededor.
ENTRA EN TU INTERIOR
NO BASTA CRITICAR
Si no os convertís, todos pereceréis.
No basta criticar. No basta indignarse y deplorar los males,
atribuyendo siempre y exclusivamente a otros su responsabilidad.
Nadie puede situarse en una «zona neutral» de inocencia. De
muchas maneras, todos somos culpables. Y es necesario que todos sepamos
reconocer nuestra propia responsabilidad en los conflictos y la injusticia que
afecta a nuestra sociedad.
Sin duda, la crítica es necesaria si queremos construir una
convivencia más humana. Pero la crítica se convierte en verdadero engaño cuando
termina siendo un tranquilizante cómodo que nos impide descubrir nuestra propia
implicación en las injusticias y nuestra despreocupación por los problemas de
los demás.
Jesús nos invita a no pasarnos la vida denunciando
culpabilidades ajenas. Una actitud de conversión exige además la valentía de
reconocer con sinceridad el propio pecado y comprometerse en la renovación de
la propia vida.
Hemos de convencernos de que necesitamos reconstruir entre
todos una civilización que se asiente en cimientos nuevos. Se hace urgente un
cambio de dirección.
Hay que abandonar presupuestos que hemos estado considerando
válidos e intangibles y dar a nuestra convivencia una nueva orientación.
Tenemos que aprender a vivir una vida diferente, no de
acuerdo a las reglas de juego que hemos impuesto en nuestra sociedad egoísta,
sino de acuerdo a valores nuevos y escuchando las aspiraciones más profundas
del ser humano.
Desde el «impasse» a que ha llegado nuestra sociedad del
bienestar, hemos de escuchar el grito de alerta de Jesús: «Si no os convertís,
todos pereceréis».
Nos salvaremos, si llegamos a ser no más poderosos sino más
solidarios. Creceremos, no siendo cada vez más grandes sino estando cada vez
más cerca de los pequeños. Seremos felices, no teniendo cada vez más, sino
compartiendo cada vez mejor.
No nos salvaremos si continuamos gritando cada uno nuestras
propias reivindicaciones y olvidando las necesidades de los demás. No seremos
más cuerdos si no aprendemos a vivir más en desacuerdo con el sistema de vida
utilitarista, hedonista e insolidario que nos hemos organizado.
Nos salvaremos si desoímos más el ruido de los «slogans» y
nos atrevemos a escuchar con más fidelidad el susurro del evangelio de Jesús.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Señor, tu solicitud por mi salvación, por mi felicidad, no
tiene medida. Tampoco la tiene mi despreocupación. Si otros hubieran recibido
de ti tantos beneficios, te serían fieles. ¡Conviérteme, Señor, y me convertiré
a ti! No quiero parecer y estar lejos de ti, sin vida, sin fe.
Expliquemos el
Evangelio a los niños
Imagen de Patxi Velasco
FANO
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