domingo, 27 de febrero de 2022

2 Y 6 DE MARZO: MIÉRCOLES DE CENIZA Y PRIMER DOMINGO DE CUARESMA.

 


“Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre que ve en lo escondido, te recompensará”.

2 DE MARZO

MIÉRCOLES DE CENIZA

(Ayuno y Abstinencia)

1ª Lectura: Joel 2,12-18

Enluten su corazón y no sus vestidos.

Salmo 50: Misericordia, Señor: hemos pecado.

2ª Lectura: 2 Corintios 5,20-6,2

Aprovechen este tiempo favorable para reconciliarse con Dios.

PALABRA DEL DÍA

Mt 6,1-6.16-18

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan: Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre que ve en lo escondido, te recompensará”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,

para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,

para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.

REFLEXIÓN

COMENZAMOS LA CUARESMA

Con el Miércoles de Ceniza empezamos, un año más, la celebración de la Cuaresma. Toda la Iglesia está invitada a ponerse en camino hacia la Pascua con un corazón nuevo, con un corazón renovado. Los textos litúrgicos serán nuestra guía, nuestra compañía, en este tiempo santo. Tenemos que dejarlos hablar, para poder recoger su mensaje salvífico. Tenemos que estar abiertos a este “tiempo favorable”. Si de verdad nos implicamos en esta propuesta de conversión, en esta aventura de gracia, si de verdad nos reconciliamos con Dios, será un camino de liberación y de vida renovada.

LOS GRITOS DE LA CUARESMA

Los textos bíblicos que la liturgia nos ofrece en este primer día de la Cuaresma, nos invitan a la conversión, a centrarnos en lo esencial, a preguntarnos por qué, tan a menudo, cosas sin importancia, pasan a ser importantes en nuestra vida hasta el punto de distraernos de las relaciones con Dios, con los hermanos, y de descentrarnos a nosotros mismos.

El profeta Joel llama al pueblo a la conversión interior y sincera, a huir de la ritualidad puramente externa, con frases como éstas: “Convertíos a mí de todo corazón…”  “Rasgad los corazones, no las vestiduras”.

En el salmo, en sintonía con las lecturas, cantamos: “…por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado…, crea en mí un corazón puro…, renuévame por dentro con espíritu firme, no me arrojes lejos de tu rostro…”, “no me quites tu Santo Espíritu”, “devuélveme la alegría de tu salvación…”

Pablo describe la salvación como gracia, como don gratuito que hemos de acoger, y nos invita: “os pedimos que os reconciliéis con Dios”.

TRES PUNTOS IMPORTANTES A TENER EN CUENTA

Piedad auténtica: limosna, oración, ayuno. Esto nos remarca el texto evangélico de hoy, en la sección central del Sermón de la Montaña de San Mateo. Aquí Jesús exhorta a una espiritualidad auténtica.

Cuaresma, tiempo de gracia y de reconciliación. El protagonismo de este tiempo no lo tienen nuestras obras, por muy buenas que sean, sino la gracia de Dios. En el centro de la reconciliación de Dios con el hombre y del hombre con Dios está la obra de Cristo: “Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios”. Cada uno de nosotros ha de sentirse acogido por Dios, tal como lo expresa Pablo en este texto, cuando cita a Isaías 49,8: “en tiempo favorable te escuché, en día de salvación viene en tu ayuda”. La conclusión que saca el apóstol conviene que tenga eco a lo largo de toda nuestra vida: “Ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”.

Al final, dominando todo el horizonte, la Pascua. En ningún momento de estos cuarenta días, debemos olvidar la meta a la que nos conduce: la Pascua. Las oraciones litúrgicas de estos días, van a incidir en ello: “Que, fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar, con el corazón limpio, a la celebración del misterio pascual de tu Hijo…”, “…concédenos, por medio de las prácticas cuaresmales, el perdón de los pecados; así podremos alcanzar, a imagen de tu Hijo resucitado, la vida nueva de tu reino…”.

Esto es lo que hemos dicho a nuestro Padre Dios este Miércoles de Ceniza, ahora es una nueva oportunidad, tal como nos ha recordado Pablo. Cuando se trata de avanzar en la conversión del corazón partimos del protagonismo del Padre que nos ha regalado su gracia. Es la gracia, derramada en nuestro corazones con el Espíritu que se nos ha dado, la que nos capacita para amar tal como Jesús amó, para actuar con misericordia, para dar ternura, para orar con confianza, para ser sencillos, para perdonar a quien nos ha ofendido, para reconocer la propia pequeñez, para ayudar con más desprendimiento, para ser más compasivos con nuestros hermanos más necesitados, los más pobres, los enfermos, los ancianos, los niños… y tantas y tantas maravillas, que la gracia de Dios nos permite realizar.

Por tanto una llamada al arrepentimiento, a convertirnos al Dios del amor y el perdón, que  ha hecho su obra en Jesucristo. Es un tiempo favorable para la reconciliación, como nos ha recordado Pablo en la segunda lectura.

La Iglesia nos propone los tres gestos tradicionales: la oración, el ayuno y la limosna. Son  los signos de la conversión en los tres ámbitos de nuestra vida.

LA ORACIÓN: Momento tranquilo de nuestra comunión con Dios, para escuchar su Palabra y para depositar nuestra confianza en Él, en un mundo que ignora la oración y se olvida de Dios.

EL AYUNO: Esfuerzo de austeridad personal en la comida, en los gastos, en la ostentación exterior, en un clima social tan inclinado a valorar la riqueza y el poder.

LA LIMOSNA: Signo de la generosidad hacia los demás, especialmente a los más necesitados.

Sin olvidar el acento evangélico: lo que importa es el corazón abierto y sincero: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos…”, hemos escuchado en el evangelio.

Toda la Cuaresma será la contemplación del camino de Jesús y el impulso para todos nosotros por hacerlo con él, como aprendizaje de la vida verdadera.

La ceniza de este miércoles es ya ceniza de resurrección. Dios es capaz de sacar vida de la muerte y resurrección de las cenizas, como brota la espiga del grano que muere en la tierra.

Este tiempo de Cuaresma es una nueva oportunidad para aprovechar al máximo la gracia de Dios, y trabajar para que por fin, la Pascua de la justicia, del amor y de la paz,   llegue a todos. Para que por fin todas las armas se conviertan en rosas, todas las alambradas de espinas, en setos verdes y floridos, todas las cruces en luces de la aurora, todos los muros que dividen, en arcoíris, que hombres, mujeres y  niños puedan vivir sin sobresaltos.

Comencemos, hermanas y hermanos y vivámosla intensamente, vivámosla como rejuvenecimiento interior, que podamos renacer en espigas de primavera en la mañana santa de la Pascua.

ENTRA EN TU INTERIOR

La gracia de Dios nos permite enternecer nuestros corazones y escuchar la Palabra de Dios. Precisamos, sin embargo, de una actitud humilde a fin de acoger los dones de Dios, tener aquella confianza en los hijos que esperan las caricias de sus padres. Nosotros también esperamos que nos llegue la ternura de Dios, sus caricias manifestadas en los sacramentos, en su Palabra, en las personas, en los hechos cotidianos, en los que sufren.

Sé, Señor, que ahora es el momento de colaborar contigo para hacer posible mi cambio. La Cuaresma quiere recordarme que tengo que hacer algo, aunque sea poco.

ORA EN TU INTERIOR

Dar limosna, o lo que es lo mismo, cambiar mi ideal de tener por el de compartir. Y esto será posible, Señor, si como me dice San Pablo, comienzo a considerar a los demás, sobre todo a los más pobres y necesitados, como superiores a mí.

Quiero, Señor, poner amor en todas las exigencias cuaresmales, aunque sean difíciles, pero sé que si pongo amor, seguramente se transformarán en momentos de gozo.

ORACIÓN FINAL (Salmo 50)

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con agua: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.

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“Está mandado: No tentarás al Señor tu Dios”.

6 DE MARZO

DOMINGO 1º DE CUARESMA

1ª Lectura: Deuteronómio 26,4-10

Profesión DE Fe del pueblo escogido.

Salmo 90: Estás conmigo, Señor, en la tribulación.

2ª Lectura: Romanos 10,8-13

Profesión de fe del que cree en Jesucristo.

PALABRA DEL DÍA

Lucas: 4,1-13

“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús le contestó: “Está escrito: No solo de pan vive el hombre”. Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo, y le dijo: “Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo”. Jesús le contestó: “Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto”. Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, y también: “Te sostendrá en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. Jesús le contestó: “Está mandado: No tentasrás al Señor tu Dios”. Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto,

donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.

El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan".

Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan".

Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra

y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero.

Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá".

Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".

Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,

porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.

Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".

Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".

Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno”.

REFLEXIÓN

El miércoles pasado comenzamos el tiempo de Cuaresma. Tanto a nivel personal como comunitario los cristianos vamos a centrar nuestro esfuerzo, a lo largo de estas semanas, en un trato más frecuente y confiado con Dios, en una atención más afectuosa y amable con nuestros hermanos y en una sensata sobriedad personal ante cualquier apetencia o inclinación. La finalidad es muy clara: afinar paulatinamente  nuestro cuerpo y nuestro espíritu para acoger en fe y en esperanza la resurrección de Jesús el día de Pascua y vivir después, con mayor empuje, la presencia del Resucitado en nuestras vidas. Todos nos hacemos espaldas con nuestra oración, nuestra limosna y nuestro ayuno para ir aumentando esa libertad de hermanos del Resucitado.

En las lecturas de hoy se nos propone un medio insustituible para avanzar en ese camino de “desposesión” interior. Es la fe, una fe que engloba toda la persona. En la primera lectura, Moisés hace una profesión de fe en Dios que ha acompañado al pueblo desde sus inicios humildes, que ha estado a su lado en los momentos de aparente desastre y que acaba introduciéndolo en la tierra prometida. Una fe que se traduce en agradecimiento humilde y en adoración sincera.

Nuestro itinerario cuaresmal ha de estar impregnado de una fe incondicional en la presencia cierta de Dios en todas nuestras circunstancias. Nuestra tierra prometida es Cristo resucitado. Cualquier contratiempo o dificultad durante el trayecto no es sino una oportunidad para depurar un poco más nuestra adhesión a Dios. La fe no solamente aligera nuestro espíritu sino que también fortalece nuestro compromiso diario.

San Pablo abunda en la misma afirmación de una manera original. Nuestros labios pueden pronunciar la mejor oración dirigida a Dios si las palabras son una auténtica confesión de que Jesús es nuestro único Señor. Nada ni nadie debe ocupar nuestra mente ni nuestro corazón por encima de Él. Ningún otro señor de esta tierra puede satisfacer nuestras ansias de plenitud. Más bien, nos deja más sedientos e insatisfechos.

Pero san Pablo añade que la fe la llevamos en el corazón si creemos que Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos. Y esta fe del corazón nos hace justos. Creer que Dios le ha resucitado a él y que también nos resucitará a nosotros significa ya ahora, en nuestro quehacer diario, que Dios desea sacarnos de nuestras angustias, de nuestras tumbas, de nuestras muertes. Así nos hacemos más justos con Dios, con nosotros mismos y con los demás.

El mejor ejemplo para vivir de esta manera lo encontramos en Jesús tal como hemos escuchado en el evangelio. El desierto de Jesús es para nosotros, hoy día, el entorno familiar, eclesial y social que nos toca vivir. En lo cotidiano de la vida emerge la tentación de insensibilidad a lo invisible, de apego desorbitado a lo material, de dominio y abuso de los demás. Todos pasamos por estas pruebas que pueden marcar positivamente nuestro crecimiento espiritual si tenemos la misma perspectiva de Jesús para no dejarnos engañar por lo más fácil y cómodo a primera vista.

Jesús no se deja seducir ni por el pan, ni por la fama, ni por el poder. Su comunión íntima con el Padre le lleva a mantener su propia integridad y libertad. Su fe y su intimidad con el Padre le llevan a mantener su propia integridad y libertad. Su fe y su intimidad con el Padre le hacen descubrir razones poderosas para superar los engaños a que se ve sometido. Ve más allá de lo inmediato, lo trasciende, lo interpreta desde Dios. Ésta es la sabiduría de la fe que penetra más allá de la fragilidad o de la dureza de nuestro entorno inmediato.

A los seguidores de Jesús nos toca recorrer su mismo camino pero reproduciendo –y esto es lo más importante- sus mismas actitudes en contra de todo aquello que nos aleja de Dios, de los demás y de lo más noble y digno de nosotros mismos.

 Avancemos, pues, en este camino hacia la resurrección, de la mano de una fe cada día más confiada y transparente. Nuestras victorias son ya primicia de resurrección.



ENTRA EN TU INTERIOR

NO DESVIARNOS DE JESÚS

El relato de las tentaciones de Jesús no es un episodio cerrado, que acontece en un momento y en un lugar determinado. Lucas nos advierte que, al terminar estas tentaciones, “el demonio se marchó hasta otra ocasión”. Las tentaciones volverán en la vida de Jesús y en la de sus seguidores.

Por eso, los evangelistas colocan el relato antes de narrar la actividad profética de Jesús. Sus seguidores han de conocer bien estas tentaciones desde el comienzo, pues son las mismas que ellos tendrán que superar a lo largo de los siglos, si no quieren desviarse de él.

En la primera tentación se habla de pan. Jesús se resiste a utilizar a Dios para saciar su propia hambre: “no solo de pan vive el hombre”. Lo primero para Jesús es buscar el reino de Dios y su justicia: que haya pan para todos. Por eso acudirá un día a Dios, pero será para alimentar a una muchedumbre hambrienta.

También hoy nuestra tentación es pensar solo en nuestro pan y preocuparnos exclusivamente de nuestra crisis. Nos desviamos de Jesús cuando nos creemos con derecho a tenerlo, y olvidamos el drama, los miedos y sufrimientos de quienes carecen de casi todo.

En la segunda tentación se habla de poder y de gloria. Jesús renuncia a todo eso. No se postrará ante el diablo que le ofrece el imperio sobre todos los reinos del mundo: “Al Señor, tu Dios, adorarás”. Jesús no buscará nunca ser servido sino servir.

También hoy se despierta en algunos cristianos la tentación de mantener, como sea, el poder que ha tenido la Iglesia en tiempos pasados. Nos desviamos de Jesús cuando presionamos las conciencias tratando de imponer a la fuerza nuestras creencias. Al reino de Dios le abrimos caminos cuando trabajamos por un mundo más compasivo y solidario.

En la tercera tentación se le propone a Jesús que descienda de manera grandiosa ante el pueblo, sostenido por los ángeles de Dios. Jesús no se dejará engañar:”No tentarás al Señor, tu Dios”. Aunque se lo pidan, no hará nunca un signo espectacular del cielo. Solo hará signos de bondad para aliviar el sufrimiento y las dolencias de la gente.

Nos desviamos de Jesús cuando confundimos nuestra propia ostentación con la gloria de Dios. Nuestra exhibición no revela la grandeza de Dios. Solo una vida de servicio humilde a los necesitados manifiesta su Amor a todos sus hijos.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

Señor, tu actitud tajante frente al diablo en sus tentaciones es lección para mí, que, como Eva, no lo rechazo tajantemente con la palabra de Dios. Como tú, no quiero buscar milagros ni poder, ni ostentación. Quiero vivir con la grandeza y la sencillez de la fe.

Desde mi debilidad y mis necesidades te pido, Padre:

Para que los pueblos y sus responsables superen las tentaciones del poder y de la violencia y trabajen por el verdadero desarrollo.

Para que el pueblo de dios escuche mejor la Palabra y sepan transmitirla a los demás.

Para que los que se preparan a recibir los sacramentos de la iniciación cristiana maduren en la fe.

Para que en este tiempo seamos todos más generosos y solidarios y sepamos acercarnos a los pobres.

Para que seamos dóciles al Espíritu Santo y confiemos en su fuerza para vencer la tentación.

Expliquemos el Evangelio a los niños

Imagen de Patxi Velasco FANO




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