“Sean misericordiosos,
como su Padre es misericordioso”
20 DE FEBRERO
VII DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO ©
Primera Lectura: 1
Samuel 26,2,7-9.12-13,22-23
David no quiso atentar
contra el ungido del Señor.
Salmo 102: El Señor es
compasivo y misericordioso.
Segunda Lectura: 1
Corintios 15,45-49
Fuimos semejantes al
hombre terreno
y seremos semejantes al
hombre celestial.
EVANGELIO DEL DÍA
Lucas 6,27-38
“Ahora bien, a vosotros los que me escucháis os digo:
Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que
os maldicen, rezad por los que os maltratan.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la
otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica; a todo el que te pide,
dale, y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
O sea, tratad a los demás como queréis que ellos os
traten.
Pues si queréis a los que os quieren, ¡vaya
generosidad! También los descreídos quieren a quien los quiere.
Y si hacéis el bien a los que os hacen el bien ¡vaya
generosidad! También los descreídos lo hacen.
Y si prestáis
sólo cuando pensáis recibir, ¡vaya generosidad! También los descreídos se
prestan unos a otros con intención de recobrar lo prestado.
¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad
sin esperar nada; así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo,
porque él es bondadoso con los desagradecidos y malvados. Sed compasivos como
vuestro Padre es compasivo.
No juzguéis y no os juzgarán, no condenéis y no os
condenarán, perdonad y os perdonarán, dad y os darán: os verterán una medida
generosa, colmada, remecida, rebosante; pues la medida que uséis la usarán con
vosotros”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus
enemigos, hagan el bien a los que los odian.
Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que
los difaman.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la
otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica.
Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no
se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres
hagan por ustedes.
Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen?
Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman.
Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes,
¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores.
Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir,
¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir
de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin
esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán
hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es
misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán
condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una
buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que
ustedes midan también se usará para ustedes».
REFLEXIÓN
El pasaje de hoy es la segunda parte del Sermón del Llano y
Jesús se dirige a todos los que le escuchan, que se supone son también
discípulos suyos. Nos expone valores contrarios a nuestros sentimientos
espontáneos, como amar a los enemigos, hacerles el bien, prestar a quienes no
nos pueden devolver ni agradecer, etc. Y habla con sentencias paradójicas, de
las que hemos de tomar el espíritu.
Jesús está en el polo opuesto de la ley del talión (ojo por
ojo y diente por diente). Además, nos invita a tener compasión de nuestros
hermanos, la misma que tiene el Padre con todos nosotros. Algo muy profundo se
encierra en este pasaje para nosotros y para la sociedad. Algo que Jesús vivió
personalmente con toda intensidad.
Jesús nos pide a sus discípulos que salgamos del círculo de nuestros amigos. Jesús nos invita a la compasión.
Como conclusión, Jesús nos da la regla de oro: “tratad a los
demás como queréis que ellos os traten”.
Cuando hacemos el bien, siempre esperamos algún
reconocimiento. Jesús no dice eso.
No juzguemos. Jesús no nos prohíbe ver; tampoco, tener
criterios. Lo que nos prohíbe es juzgar la conciencia de otros. Sólo Dios puede
saber si ha pecado o no. No juzgar, no condenar, perdonar.
ENTRA EN TU INTERIOR
SIN PERDER LA DIRECCIÓN
"A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros
enemigos, haced el bien a los que os odian". ¿Qué podemos hacer los
creyentes de hoy ante estas palabras de Jesús? ¿Suprimirlas del evangelio?
¿Borrarlas del fondo de nuestra conciencia? ¿Dejarlas para tiempos mejores? No
cambia mucho en las diferentes culturas la postura básica de los hombres ante
el «enemigo», es decir, ante alguien de quien sólo se pueden esperar daños y
peligros.
El ateniense Lisias (s. v antes de Cristo) expresa la
concepción vigente en la antigüedad griega con una fórmula que sería bien
acogida en nuestros tiempos: «Considero como norma establecida que uno tiene
que procurar hacer daño a sus enemigos y ponerse al servicio de sus amigos.»
Por eso hemos de destacar todavía más la importancia
revolucionaria que se encierra en el mandato evangélico del amor al enemigo,
considerado por los exégetas como el exponente más diáfano del mensaje
cristiano.
Cuando Jesús habla del amor al enemigo no está pensando en un
sentimiento de afecto y cariño hacia él (philia), menos todavía en una entrega
apasionada (eros), sino en una apertura radicalmente humana, de interés
positivo por la persona del enemigo (agape). Este es el pensamiento de Jesús.
El hombre es humano cuando el amor está en la base de toda su actuación. Y ni
siquiera la relación con los enemigos debe ser una excepción. Quien es humano
hasta el final, descubre y respeta la dignidad humana del enemigo por muy
desfigurada que se nos pueda presentar. Y no adopta ante él una postura
excluyente de maldición, sino una actitud positiva de interés real por su bien.
Quien quiera ser cristiano y actuar como tal en el contexto
de violencia generado entre nosotros ha de vivir todo este conflicto sin
renunciar a amar, cualquiera que sea su posición política o ideológica.
Y es precisamente este amor universal, que alcanza a todos y
busca realmente el bien de todos sin exclusiones, la aportación más positiva y
humana que puede introducir el ciudadano o el político cuya actuación quiera
inspirarse en la fe cristiana.
Este amor cristiano al enemigo parece casi imposible en el
clima de indignada crispación que provoca la violencia terrorista. Sólo
recordar las palabras evangélicas puede resultar irritante para algunos. Y, sin
embargo, es necesario hacerlo si queremos vernos libres de la deshumanización
que generan el odio y la venganza.
Hay dos cosas que los cristianos podemos y debemos recordar
hoy en medio de esta sociedad, aun a precio de ser rechazados. Amar al
delincuente injusto y violento no significa en absoluto dar por buena su
actuación injusta y violenta. Por otra parte, condenar de manera tajante la
injusticia y crueldad de la violencia terrorista no debe llevar necesariamente
al odio hacia quienes la instigan o llevan a cabo.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Nuestra compasión, la que nos llevará hasta la felicidad de
la que el Señor nos llenará, encuentra su ejemplo más claro en Dios mismo, a
quien el salmo nos hace bendecir porque, más allá del comportamiento que
hayamos tenido hacia él, él es “compasivo y misericordioso” con nosotros:
perdona todas nuestras culpas, rescata nuestra vida de la fosa, no nos trata
como merecen nuestros pecados, aleja de nosotros nuestros delitos… Bendito sea
Dios por su compasión hacia nosotros y bendito sea Dios porque nos llama a ser
compasivos, cada día y a todas horas, los unos con los otros.
ORACIÓN
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de
tus misterios nos impulse a decir y hacer siempre lo que sea de tu agrado.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco FANO
Imagen para colorea.
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