"Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”.
8 DE AGOSTO
DOMINGO XIX DEL TIEMPO
ORDINARIO (CICLO B)
1ª Lectura: 1 Reyes
19,4-8
Con la fuerza de aquel
alimento, caminó hasta el monte del Señor.
Salmo 33: “Gustad y ved
qué bueno es el Señor”
2ª Lectura: Efesios
4,30-5,2
Vivan amando como
Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros.
PALABRA DEL DÍA
Juan 6,41-51
“Los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “yo
soy el pan bajado del cielo”, y decían: “¿No es éste Jesús, el hijo de José?
¿No conocemos a su padre y a su madre?, ¿cómo dice ahora que ha bajado del
cielo?”. Jesús tomó la palabra y les dijo: ”No critiquéis. Nadie puede venir a
mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado. Y yo le resucitaré el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que
escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí. No es que nadie haya visto
al Padre, a no ser el que viene de Dios: éste ha visto al Padre. Os lo aseguro:
el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron
en el desierto el maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que
el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el
que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne,
para la vida del mundo”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
"Los judíos murmuraban de él, porque había dicho:
"Yo soy el pan bajado del cielo".
Y decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de
José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo
he bajado del cielo'?"
Jesús tomó la palabra y les dijo: "No murmuren entre
ustedes.
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me
envió; y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán
instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a
mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de
Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y
murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que
aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de
este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del
mundo".
REFLEXIÓN
Ante las dudas que suscita en sus paisanos las palabras de
Jesús, conocen a su padre y a su madre, por tanto conocen de sobra su origen
humano, pasar de este conocimiento a aceptar: “Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es
mi carne, para la vida del mundo”, les resulta escandaloso. Es difícil y es
demasiado duro superar el obstáculo del origen humano de Jesús y reconocerle
como Dios. Jesús evita una discusión inútil y les ayuda a reflexionar sobre su
dureza de corazón, enunciando las condiciones necesarias para creer en él:
1ª.- Ser atraídos por el Padre (v. 44) “Nadie puede venir a
mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado”.
2ª.- Docilidad a Dios (v. 45) “Está escrito en los profetas:
Serán todos discípulos de Dios”.
3ª.- Escuchar al Padre (v.45) “Todo el que escucha lo que
dice el Padre y aprende, viene a mí”.
No es raro, y en estos tiempos menos, oír la expresión:
“¡Basta, no puedo más!”. La vida, en determinados momentos, es verdaderamente
dura. ¿Y quién la siente y la resiste difícil, desagradable, insoportable,
durante años y años? La experiencia de Elías está presente como nunca en la
condición humana, especialmente, en los que se toman en serio la tarea a favor
o en apoyo de los otros que les ha sido confiada: “¡Basta, Señor! Quítame la
vida, que yo no valgo más que mis padres”.
Esta experiencia, típica de la condición humana, marcada por
el cansancio, por la precariedad, por la vulnerabilidad y por la fragilidad,
puede ser el comienzo de una invocación que se abre al misterio de Dios. Dios
quiere que sus hijos tomen conciencia de que él está presente en sus vidas. A
Elías le mandó un ángel con un pan; a nosotros nos envía a su Hijo, que se hace
pan de vida, pan para nuestra vida, pan para sostenernos en el camino, pan para
no dejarnos solos en las misiones y en los momentos difíciles.
ENTRA EN TU INTERIOR
ATRACCIÓN POR JESÚS
El evangelista Juan repite una y otra vez expresiones e
imágenes de gran fuerza para grabar bien en las comunidades cristianas que han
de acercarse a Jesús para descubrir en él una fuente de vida nueva. Un
principio vital que no es comparable con nada que hayan podido conocer con
anterioridad.
Jesús es «pan bajado del cielo». No ha de ser confundido con
cualquier fuente de vida. En Jesucristo podemos alimentarnos de una fuerza, una
luz, una esperanza, un aliento vital... que vienen del misterio mismo de Dios,
el Creador de la vida. Jesús es «el pan de la vida».
Por eso, precisamente, no es posible encontrarse con él de
cualquier manera. Hemos de ir a lo más hondo de nosotros mismos, abrirnos a
Dios y «escuchar lo que nos dice el Padre». Nadie puede sentir verdadera
atracción por Jesús, «si no lo atrae el Padre que lo ha enviado».
Lo más atractivo de Jesús es su capacidad de dar vida. El que
cree en Jesucristo y sabe entrar en contacto con él, conoce una vida diferente,
de calidad nueva, una vida que, de alguna manera, pertenece ya al mundo de
Dios. Juan se atreve a decir que «el que coma de este pan, vivirá para
siempre».
Si, en nuestras comunidades cristianas, no nos alimentamos
del contacto con Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del
cristianismo. Por eso, nada hay pastoralmente más urgente que cuidar bien
nuestra relación con Jesús el Cristo.
Si, en la Iglesia, no nos sentimos atraídos por ese Dios
encarnado en un hombre tan humano, cercano y cordial, nadie nos sacará del
estado de mediocridad en que vivimos sumidos de ordinario. Nadie nos estimulará
para ir más lejos que lo establecido por nuestras instituciones. Nadie nos
alentará para ir más adelante que lo que nos marcan nuestras tradiciones.
Si Jesús no nos alimenta con su Espíritu de creatividad,
seguiremos atrapados en el pasado, viviendo nuestra religión desde formas,
concepciones y sensibilidades nacidas y desarrolladas en otras épocas y para
otros tiempos que no son los nuestros. Pero, entonces, Jesús no podrá contar
con nuestra cooperación para engendrar y alimentar la fe en el corazón de los
hombres y mujeres de hoy.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
La vida vivida eucarísticamente es siempre una vida de
misión. Vivimos en un mundo que gime bajo el peso de sus pérdidas, de sus
pecados: las guerras despiadadas que destruyen pueblos y países, el hambre y
las muertes que provocan, que diezman poblaciones enteras, el crimen y la
violencia de todo tipo que ponen en peligro la vida de millones de personas, las enfermedades
incurables, ¿incurables?. Este es el mundo al que hemos sido enviados a vivir
eucarísticamente, esto es, a vivir con el corazón ardiente y con los ojos y los
oídos abiertos. Parece una tarea imposible. El misterio del amor de Dios,
consiste en que nuestros corazones ardientes y nuestros oídos receptivos
estarán en condiciones de descubrir que aquel a quien habíamos encontrado en la
intimidad continúa revelándose a nosotros entre los pobres, los enfermos, los
hambrientos, los, prisioneros, los refugiados y entre todos los que viven en
medio del peligro y del miedo (H.J.M. Nouwen. La forza della sua presenza,
Brescia 2000, pp. 82ss).
El pan que nos ofrece, su Hijo amado, contiene las atenciones
que tiene con nosotros. Es el punto de llegada de la acción creadora del Padre,
de la obra de reconstrucción llevada a cabo por el Hijo; es pan siempre tierno
por la obra del Espíritu. Ese pan es memorial y proclamación de una historia
infinita de amor: con él también nos sostiene, nos alienta, nos invita a
reemprender el camino, con el mismo corazón y la misma audacia recordada y
encerrada en el pan de vida.
ORACIÓN
Ilumina, Señor, mi mente para que pueda comprender que la
eucaristía es “memorial y proclamación de la muerte del Señor”. En ese pan has
puesto “todo deleite”, porque en él has puesto toda tu historia de amor conmigo
y con el mundo. Con ese pan quieres recordarme todo el amor que sientes por mí,
un amor que ha llegado a su cumbre insuperable en la muerte y resurrección de
tu Hijo, de suerte que yo no pueda dudar ya nunca.
Refuerza, Señor, mi pequeño corazón, demasiado pequeño para
comprender; ilumínale sobre los costes del amor, para que no se desanime, para
que se reanime, reemprenda el camino, no se achique y esté seguro de que
contigo y por ti vale la pena caminar y sudar aún un poco, especialmente cuando
tenemos que desarrollar tareas delicadas. ¡Todavía un poco, que la meta no está
lejos!
Haz que pueda cumplir y hacer mías las palabras de Pablo a
los cristianos de Éfeso: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos suyos muy
queridos. Y haced del amor la norma de vuestra vida, a imitación de Cristo, que
nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de suave
olor a Dios”. AMEN.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco FANO
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