“¡Bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”
15 DE AGOSTO
XX DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO
SOLEMNIDAD DE LA
ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Primera Lectura:
apocalipsis 11,19; 12,1-6.10
Una mujer envuelta por
el sol, con la luna bajo sus pies
Salmo 44
De pie, a tu derecha,
está la reina
Segunda lectura: 1
Corintios 15,20-27
Resucitó primero
Cristo, como primicia; después los que son de Cristo
EVANGELIO DEL DÍA
Lucas: 1, 39-56
"María partió y fue sin demora a un pueblo de la
montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de
alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a
visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi
seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te
fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza
del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi
Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán
feliz".
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en
generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los
soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los
humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para
siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego
regresó a su casa."
Versión para América
Latina extraída de la Biblia del pueblo de Dios
“María partió y fue sin demora a un pueblo de la
montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de
alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a
visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi
seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te
fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza
del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi
Salvador,
porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán
feliz".
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en
generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los
soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los
humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para
siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego
regresó a su casa.”
REFLEXIÓN
La Asunción de nuestra Madre en cuerpo y alma a los cielos,
el mismo día de su dormición, es el broche de oro que le puso Dios, a toda una
vida de entrega y generosidad. ¿Acaso Dios hubiera permitido la corrupción del
sepulcro, a la que había elegido desde el principio de los tiempos para Madre
de su Hijo, y había preservado de todo pecado?
Dios recompensó así a quien había sido por su fe su madre y
por su obediencia su sierva. María prestó a Dios su vida y Dios la recuperó
para sí, y para siempre, nada más perderla, tras la muerte.
Quien ha dado algo a Dios, no se verá defraudado. Y María,
que había puesto a su disposición no ya cuanto tenía sino, sobre todo y en
especial, lo que era, su virginidad, y lo que pretendía ser, su vida familiar,
se encontró con la sorpresa de despertarse en su presencia el mismo día de su
muerte. Dios, que había sido para María la razón de su vida, Dios, a quien María
dedicó toda su existencia, Dios, que se hizo hombre en su vientre, no se dejó
ganar en generosidad: la tiene junto a sí, en cuerpo y alma. Y gracias a Dios,
la tenemos nosotros ya en el cielo, auxiliándonos en cuerpo y alma.
ENTRA EN TU INTERIOR
RASGOS DE MARÍA
La visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas
poner en contacto al Bautista y a Jesús antes incluso de haber nacido. La
escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres.
Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones.
Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres
ocupan toda la escena.
María que ha llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la
figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con
unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos
posteriormente a partir de advocaciones y títulos más alejados del clima de los
evangelios.
María, “la madre del mi Señor”. Así lo proclama Isabel a
gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús,
María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Éste es el punto de
partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de
Jesús. Son inseparables. “Bendecida por Dios entre todas las mujeres”, ella nos
ofrece a Jesús, “fruto bendito de su vientre”.
María, la creyente. Isabel la declara dichosa porque “ha
creído”. María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por
haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del salvador. Ha sabido
escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado;
la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre
creyente.
María, la evangelizadora. María ofrece a todos la salvación de
Dios que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio.
Según el relato, María evangeliza no sólo con sus gestos y palabras, sino
porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es
lo esencial del acto evangelizador.
María, portadora de alegría. El saludo de María contagia la
alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la
invitación de Dios: “Alégrate…el Señor está contigo”. Ahora, desde una actitud
de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia
de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el
mejor modelo de una evangelización gozosa.
José Antonio Pagola
ORACIÓN
Con el gozo de los sencillos, como Isabel y María, queremos
alabarte, señor, cada día con júbilo nuevo. El ejemplo de fe de María nos
impulsa a decirte con los apóstoles: Señor, auméntanos la fe. Necesitamos
también compartir esa fe, como ella, pues todo gozo compartido es felicidad
doblada.
Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos. Visítanos con
tu salvación, “oh sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de
justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y sombra de
muerte”.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imagen de Patxi Velasco
FANO
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