domingo, 8 de agosto de 2021

15 DE AGOSTO: XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.

 


“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

15 DE AGOSTO

XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Primera Lectura: apocalipsis 11,19; 12,1-6.10

Una mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies

Salmo 44

De pie, a tu derecha, está la reina

Segunda lectura: 1 Corintios 15,20-27

Resucitó primero Cristo, como primicia; después los que son de Cristo

EVANGELIO DEL DÍA

Lucas: 1, 39-56

"María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,

exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.

Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".

María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa."

Versión para América Latina extraída de la Biblia del pueblo de Dios

“María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,

exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.

Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".

María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.”

REFLEXIÓN

La Asunción de nuestra Madre en cuerpo y alma a los cielos, el mismo día de su dormición, es el broche de oro que le puso Dios, a toda una vida de entrega y generosidad. ¿Acaso Dios hubiera permitido la corrupción del sepulcro, a la que había elegido desde el principio de los tiempos para Madre de su Hijo, y había preservado de todo pecado?

Dios recompensó así a quien había sido por su fe su madre y por su obediencia su sierva. María prestó a Dios su vida y Dios la recuperó para sí, y para siempre, nada más perderla, tras la muerte.

Quien ha dado algo a Dios, no se verá defraudado. Y María, que había puesto a su disposición no ya cuanto tenía sino, sobre todo y en especial, lo que era, su virginidad, y lo que pretendía ser, su vida familiar, se encontró con la sorpresa de despertarse en su presencia el mismo día de su muerte. Dios, que había sido para María la razón de su vida, Dios, a quien María dedicó toda su existencia, Dios, que se hizo hombre en su vientre, no se dejó ganar en generosidad: la tiene junto a sí, en cuerpo y alma. Y gracias a Dios, la tenemos nosotros ya en el cielo, auxiliándonos en cuerpo y alma.



ENTRA EN TU INTERIOR

RASGOS DE MARÍA

La visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.

María que ha llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos posteriormente a partir de advocaciones y títulos más alejados del clima de los evangelios.

María, “la madre del mi Señor”. Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Éste es el punto de partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. “Bendecida por Dios entre todas las mujeres”, ella nos ofrece a Jesús, “fruto bendito de su vientre”.

María, la creyente. Isabel la declara dichosa porque “ha creído”. María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.

María, la evangelizadora. María ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no sólo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.

María, portadora de alegría. El saludo de María contagia la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: “Alégrate…el Señor está contigo”. Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.

José Antonio Pagola

ORACIÓN

Con el gozo de los sencillos, como Isabel y María, queremos alabarte, señor, cada día con júbilo nuevo. El ejemplo de fe de María nos impulsa a decirte con los apóstoles: Señor, auméntanos la fe. Necesitamos también compartir esa fe, como ella, pues todo gozo compartido es felicidad doblada.

Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos. Visítanos con tu salvación, “oh sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y sombra de muerte”.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imagen de Patxi Velasco FANO




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