"Todo lo ha hecho
bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos"
5 DE SEPTIEMBRE
DOMINGO XXIII DEL
TIEMPO ORDINARIO (B)
1ª Lectura: Isaías
35,4-7
Los oídos del sordo se
abrirán, la lengua del mudo cantará.
Salmo 145: “alaba, alma
mía, al Señor”
2ª Lectura: Santiago
2,1-5
¿Acaso no ha elegido
Dios a los pobres para hacerlos herederos del reino?
PALABRA DEL DÍA
Marcos 7,31-37
“Dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón,
camino del lago de galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo,
que, además, apenas podía hablar, y le piden que le imponga las manos. Él,
apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con saliva
le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: “Effetá” (esto es,
“ábrete”). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la
lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero,
cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el
colmo del asombro decían: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y
hablar a los mudos”.
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por
Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron
que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte,
le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le
dijo: "Efatá", que significa: "Abrete".
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la
lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a
nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban
y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo
ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
REFLEXIÓN
"Le presentaron un sordo, que, además, apenas podía
hablar; y le piden que le imponga las manos".
Las escenas de milagros en el Evangelio son extraordinariamente
simples, alejadas de todo espectáculo; comprendidas en su profundidad expresan
de modo entrañable, incluso emocionante, la extraordinaria aventura del hombre
y su relación con Dios.
El enfermo que se acerca a Jesús es siempre representante del
dolor y la esperanza de la humanidad entera, es la descripción simbólica de
nuestra indigencia. El gesto de Jesús es como un sacramento del amor de Dios
que significa la Plenitud que él da, es un signo de la vida que se suscita en
el corazón de todos los hombres. Hoy le llevan a Jesús un sordo y mudo. Y Jesús
le toca y le cura. Una mirada penetrante sobre la humanidad de todos los
tiempos, también la nuestra, descubre, bajo el griterío humano, un conjunto de
sordos y mudos; y Jesucristo cura, es decir, abre oídos y desata lenguas, el
oído y la lengua del corazón.
Jesús le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la
lengua... y le dijo Effetá (esto es, "ábrete"). Los hombres corremos
el peligro de estar cerrados a la verdad; cada uno de nosotros va recorriendo
su camino, guiado por sus categorías y no escucha o no atiende a la luz. En
medio de este mundo Jesús dice y es la Verdad. Su Palabra, su Vida, su Muerte,
hablan, anuncian la Verdad sobre Dios, sobre la Vida, sobre la esperanza, sobre
la pobreza, sobre el hombre auténtico. El gesto de Jesús que toca el oído con
el dedo es un pequeño signo de toda su persona que anuncia al Dios vivo y habla
de la vida humana plena; cuando Jesús toca realmente el oído es cuando dice:
"Dichosos los que trabajan por la paz", o "no sólo de pan vive
el hombre", o "reunid tesoros que no se echen a perder", o
"Dios es como un Padre que acoge al hijo que vuelve". Esta es la
verdad sobre Dios y sobre el hombre, que abre el oído y penetra en el corazón
hasta suscitar el asentimiento y la entrega.
Cuando el hombre ha experimentado que se le abren los oídos
interiores por la experiencia interior de la luz, inmediatamente se le desata
la lengua. Deja de hablar de superficialidades, de tonterías, deja de dar
importancia a cosas que no la tienen y habla de la Verdad, de la Justicia, de
la Paz; habla de la clase de hombre que hay que ser y de Dios que ama; toda su
persona anuncia otro mundo. El mismo Jesús dice: "de la abundancia del
corazón habla la boca" (Mt. 12,34); cuando el corazón ha comprendido las
bienaventuranzas, la cruz o la resurrección, la lengua habla de la alegría del
servicio, de la esperanza de la vida.
-"Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la
traba de la lengua y hablaba sin dificultad".
El sordo-mudo es signo, además, de otra realidad: los hombres
acostumbramos a vivir encerrados los unos para con los otros, ignorándonos,
pasándonos mutuamente de largo; no nos sabemos escuchar y no nos sabemos
hablar. En la familia, en el trabajo, entre amigos; con frecuencia damos la
sensación de que las palabras, más que comunicarnos, llenan vacíos. La obra de
Dios consiste en hacer posible que los hombres salgamos del recinto cerrado de
nuestro castillo y nos comuniquemos. Este es el lenguaje del amor entre
personas.
En la segunda lectura
el apóstol Santiago nos urge a no hacer diferencia entre los hombres por el
hecho de ser pobres o ricos; es un pequeño paso de apertura a cada persona, que
no vale precisamente por sus riquezas. Hay que seguir dando pasos en la línea
del Espíritu de Jesús; debemos acercarnos a cada uno en lo que tiene de tú
personal, en su misterio, en su grandeza y sus esperanzas, sus decepciones, sus
quejas, su mediocridad; se trata de saber escuchar a todos. Saber lo que el
otro dice con la palabra, con el gesto, con el silencio, incluso con un grito o
con una ofensa. Abrir el oído del corazón al otro para llegar a comprenderle,
ésta es una delicada manifestación del amor evangélico.
Comunicacion/cerrazon: Y luego saberle hablar. Hablar
significa abrir también el propio interior, colocarse al lado como de igual a
igual, hacerle partícipe de las propias ilusiones, las propias decepciones, las
propias esperanzas, los propios sufrimientos. Esto es hacerse "todo a
todos" (1Cor. 9,22). Jesús viene a liberarnos del infierno de la mutua
cerrazón, viene a abrirnos unos a otros, a hacer posible un amor humano; que
llegue hasta la comunicación, siempre tan difícil, pero el único camino de las
relaciones humanas. Saber escuchar cuando hay que escuchar; saber callar cuando
hay que callar; saber hablar cuando, como y lo que hay que hablar. Esta nueva
humanidad merece las descripciones ilusionadas y poéticas de Isaías: "Han
brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un
estanque, lo reseco un manantial; los oídos del sordo se abrirán, la lengua del
mudo cantará". En la base está la primera apertura; la apertura del
corazón a la Palabra de la Verdad y de la boca al canto, la alabanza y a la
acción de gracias.
ENTRA EN TU INTERIOR
CURAR NUESTRA SORDERA
Los profetas de Israel usaban con frecuencia la «sordera»
como una metáfora provocativa para hablar de la cerrazón y la resistencia del
pueblo a su Dios. Israel «tiene oídos pero no oye» lo que Dios le está
diciendo. Por eso, un profeta llama a todos a la conversión con estas palabras:
«Sordos, escuchad y oíd».
En este marco, las curaciones de sordos, narradas por los
evangelistas, pueden ser leídas como "relatos de conversión" que nos
invitan a dejarnos curar por Jesús de sorderas y resistencias que nos impiden
escuchar su llamada al seguimiento. En concreto, Marcos ofrece en su relato
matices muy sugerentes para trabajar esta conversión en las comunidades
cristianas.
El sordo vive ajeno a todos. No parece ser consciente de su
estado. No hace nada por acercarse a quien lo puede curar. Por suerte para él,
unos amigos se interesan por él y lo llevan hasta Jesús. Así ha de ser la
comunidad cristiana: un grupo de hermanos y hermanas que se ayudan mutuamente
para vivir en torno a Jesús dejándose curar por él.
La curación de la sordera no es fácil. Jesús toma consigo al
enfermo, se retira a un lado y se concentra en él. Es necesario el recogimiento
y la relación personal. Necesitamos en nuestros grupos cristianos un clima que
permita un contacto más íntimo y vital de los creyentes con Jesús. La fe en
Jesucristo nace y crece en esa relación con él.
Jesús trabaja intensamente los oídos y la lengua del enfermo,
pero no basta. Es necesario que el sordo colabore. Por eso, Jesús, después de
levantar los ojos al cielo, buscando que el Padre se asocie a su trabajo
curador, le grita al enfermo la primera palabra que ha de escuchar quien vive
sordo a Jesús y a su Evangelio: «Ábrete».
Es urgente que los cristianos escuchemos también hoy esta
llamada de Jesús. No son momentos fáciles para su Iglesia. Se nos pide actuar
con lucidez y responsabilidad. Sería funesto vivir hoy sordos a su llamada,
desoír sus palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia, no captar los signos
de los tiempos, vivir encerrados en nuestra sordera. La fuerza sanadora de
Jesús nos puede curar.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
El sordomudo que fue curado de manera admirable por el Señor
simboliza a todos aquellos hombres que, por gracia divina, merecen ser
liberados del pecado provocado por el engaño del diablo, el “príncipe de la
mentira”. En efecto, el hombre se volvió sordo a la escucha de la Palabra de
vida después de que, hinchado de soberbia, escuchó las palabras mortales de la
serpiente dirigidas contra Dios; se volvió mudo para el canto de las alabanzas
del Creador desde que se preció de hablar con el seductor.
Dado que el sordomudo no podía ni reconocer ni orar al
salvador, sus amigos le condujeron al Señor y le suplicaron por su salvación.
Así debemos conducirnos en la curación espiritual; si alguien no puede ser
convertido por la obra de los hombres para la escucha y la profesión de la
verdad, que sea llevado ante la presencia de la piedad divina y se pida la
ayuda de la mano divina para salvarle. No se retrasa la misericordia del médico
celestial si no vacila ni disminuye la intensa súplica de los que oran.
ORACIÓN
Gloria a ti, Señor, que haces todas las cosas buenas y
hermosas. Gloria a ti, que cuidas de todo lo que has creado y das a cada ser la
posibilidad de conocer tu belleza y tu bondad.
Haz que nos sacudamos el sopor de la mediocridad y,
prolongando los límites de nuestros deseos, exclusivamente terrenos y
materiales, nos atrevamos a probar tu don: la salvación, que es tu misma
presencia vivificante.
Haz que descubramos cómo los bienes que nos das se
multiplican al compartirlos, sobre todo con quienes se encuentran en
condiciones de indigencia, que son muchos.
Enséñanos que la gratuidad es la verdadera liberación, la
verdadera curación de nuestros males. Concédenos el coraje de pasar por esta
experiencia. Tal vez entonces comprenderemos mejor que tú eres el salvador y
que nosotros, los bautizados, vivimos la nueva vida que nos has dado.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi Velasco FANO
Imagen para colorear.