domingo, 6 de diciembre de 2020

13 DE DICIEMBRE: TERCER DOMINGO DE ADVIENTO.

 

“Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.”

13 DE DICIEMBRE

TRERCER DOMINGO DE ADVIENTO

DOMINGO GAUDETE

Primera Lectura: Isaías: 61,1-2.10-11

Me alegro en el Señor con toda el alma

Salmo: Lucas 1

Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador

Segunda Lectura: Primera de Pablo a los Tesalonicenses: 5,16-24

Conservémonos irreprochables en cuerpo y alma

Hasta la venida del Señor

EVANGELIO DEL DÍA

Juan: 1,6-8.19-28

“Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe.

No era él la luz, sino testigo de la luz.

Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:

-“¿Tú quién eres?”

Él confesó sin reservas:

-“Yo no soy el Mesías”

Le preguntaron:

-“¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?

Él dijo:

-“No lo soy”

-“¿Eres tú el profeta?

Respondió:

-“No”

Y le dijeron:

-“¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?”

Él contestó:

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: - ¿Entonces por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?”

Juan les respondió:

-“Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.”

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

El no era la luz, sino el testigo de la luz.

Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?".

El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo no soy el Mesías".

"¿Quién eres, entonces?", le preguntaron: "¿Eres Elías?". Juan dijo: "No". "¿Eres el Profeta?". "Tampoco", respondió.

Ellos insistieron: "¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?".

Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías".

Algunos de los enviados eran fariseos,

y volvieron a preguntarle: "¿Por qué bautizas, entonces, si tu no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?".

Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen:

él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia".

Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.”

REFLEXIÓN

En el prólogo del evangelio de S. Juan se presenta la figura del Bautista como el puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. La diferencia está entre el ser testigo de la Luz y ser Luz, entre ser “Voz” y ser “Palabra”, entre bautizar con agua y bautizar con Espíritu Santo y fuego, entre “no soy” y “Yo soy”Juan fue todo un testigo, todo un signo.

Fue una voz poderosa que  despertó las conciencias. ¿Quién era este hombre? ¿De dónde venía? No pertenecía a ninguna escuela ni casta. ¿Con qué autoridad hablaba?

Juan dio testimonio de la Luz. No era la Luz, pero estaba iluminado por ella. No era el Ungido, pero contagiaba su perfume. No era el Profeta, pero su voz poderosa era profética.

Y su voz se refería a la Palabra. Yo no soy el que esperáis, pero estoy aquí para anunciaros que Él está aquí, que está en medio de vosotros. Y que yo sólo quiero allanar su camino.

Por eso la misión de Juan fue decisiva, como la de un nuevo Elías, el que preparó los corazones para que se abrieran al Mesías, el que allanó caminos del Señor, el que supo leer los signos mesiánicos, el que primero captó la llegada del Esperado, el amigo del Novio, el que preparó las bodas del Cordero, el que dio entrada al enviado. El que viene como profeta del consuelo y de la libertad “para dar la buena noticia a los que sufren…para proclamar la amnistía a los cautivos”.



ENTRA N TU INTERIOR

ALLANAR EL CAMINO HACIA JESÚS

«Entre vosotros hay uno que no conocéis». Estas palabras las pronuncia el Bautista refiriéndose a Jesús, que se mueve ya entre quienes se acercan al Jordán a bautizarse, aunque todavía no se ha manifestado.

Precisamente toda su preocupación es «allanar el camino» para que aquella gente pueda creer en él. Así presentaban las primeras generaciones cristianas la figura del Bautista.

Pero las palabras del Bautista están redactadas de tal forma que, leídas hoy por los que nos decimos cristianos, no dejan de provocar en nosotros preguntas inquietantes. Jesús está en medio de nosotros, pero ¿lo conocemos de verdad?, ¿comulgamos con él?, ¿le seguimos de cerca?

Es cierto que en la Iglesia estamos siempre hablando de Jesús. En teoría nada hay más importante para nosotros. Pero luego se nos ve girar tanto sobre nuestras ideas, proyectos y actividades que, no pocas veces, Jesús queda en un segundo plano. Somos nosotros mismos quienes, sin darnos cuenta, lo «ocultamos» con nuestro protagonismo.

Tal vez, la mayor desgracia del cristianismo es que haya tantos hombres y mujeres que se dicen «cristianos», en cuyo corazón Jesús está ausente. No lo conocen. No vibran con él. No los atrae ni seduce. Jesús es una figura inerte y apagada. Está mudo. No les dice nada especial que aliente sus vidas. Su existencia no está marcada por Jesús.

Esta Iglesia necesita urgentemente «testigos» de Jesús, creyentes que se parezcan más a él, cristianos que, con su manera de ser y de vivir, faciliten el camino para creer en Cristo. Necesitamos testigos que hablen de Dios como hablaba él, que comuniquen su mensaje de compasión como lo hacía él, que contagien confianza en el Padre como él.

¿De qué sirven nuestras catequesis y predicaciones si no conducen a conocer, amar y seguir con más fe y más gozo a Jesucristo? ¿En qué quedan nuestras eucaristías si no ayudan a comulgar de manera más viva con Jesús, con su proyecto y con su entrega crucificada a todos.

En la Iglesia nadie es «la Luz», pero todos podemos irradiarla con nuestra vida. Nadie es «la Palabra de Dios», pero todos podemos ser una voz que invita y alienta a centrar el cristianismo en Jesucristo.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

“No era él la luz, sino testigo de la luz”.

Trata de retener esta imagen y profundiza en ella.

La luz de la que habla no es la física.

Se trata de la misma divinidad que hace posible lo real.

………………..

La luz física no puede ser percibida directamente.

El ojo ve los objetos que reflejan la luz que los alcanza.

Los espacios intersiderales son una inmensa oscuridad.

Sólo cuando la luz encuentra un objeto material, se puede descubrir.

…………….

El ser humano Jesús tampoco era la Luz,

pero a través de su físico,

dejaba ver con toda claridad la Luz que es Dios.

La Luz te está alcanzando siempre.

¿Eres capaz de reflejarla?

Expliquemos el Evangelio a los niños

Imágenes de Patxi Velasco FANO

Imagen para colorear.



 

 


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