viernes, 25 de diciembre de 2020

DOMINGO 27 DE DICIEMBRE Y VIERNES 1 DE ENERO: SOLEMNIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA Y SANTA MARÍA MADRE DE DIOS.

 


"El niño crecía y se robustecía, llenándose de saber,

y el favor de Dios descansaba sobre él."

DOMINGO 27 DE DICIEMBRE

LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

Primera Lectura: Génesis 15,1-6; 21.1-3

Tu heredero saldrá de tus entrañas.

Salmo 104

El Señor nunca olvida sus promesas.

Segunda Lectura: Hebreos 11,8.11-12.17-19

La fe de Abraham, de Sara y de Isaac.

EVANGELIO DEL DÍA

Lucas 2,22-40

“Cuando llegó el tiempo de que se purificasen conforme a la Ley de Moisés, llevaron al niño a la ciudad de Jerusalén para presentarlo al Señor  (tal como está prescrito en la Ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor”)   y ofrecer un sacrificio (conforme a lo mandado en la Ley del Señor: “Un par de tórtolas o dos pichones”).

Había por cierto en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel, y el Espíritu Santo descansaba sobre él. El Espíritu Santo le había avisado que no moriría sin ver al Mesías del Señor.

Impulsado por el Espíritu fue al templo y, en el momento en que entraban los padres con el niño Jesús para cumplir con él lo que era costumbre según la Ley, él lo cogió en brazos y bendijo a Dios diciendo:

 - Ahora, mi Dueño, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto la salvación que has puesto a disposición de todos los pueblos: una luz que es revelación para las naciones y gloria para tu pueblo, Israel.

Su padre y su madre estaban sorprendidos por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María su madre:

- Mira, éste está puesto para que en Israel unos caigan y otros se levanten, y como bandera discutida -y a ti, tus anhelos te los truncará una espada-; así quedarán al descubierto las ideas de muchos.

Había también, una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ésta era de edad muy avanzada: de casada había vivido siete años con su marido  y luego, de viuda, hasta los ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día.

Presentándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Cuando dieron término a todo lo que prescribía la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su pueblo de Nazaret.

El niño, por su parte, crecía y se robustecía, llenándose de saber, y el favor de Dios descansaba sobre él.”

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,

como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.

También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él

y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.

Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,

Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,

porque mis ojos han visto la salvación

que preparaste delante de todos los pueblos:

luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.

Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,

y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".

Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.

Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.

Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.

El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.”

REFLEXIÓN

Podemos hablar muchísimo de la familia, pero no queremos hacer un tratado ni un profundo estudio. Defendemos el valor de la familia, pero nos interesa otro tipo de razones. Nos interesa contemplar a la familia en sí misma, en su naturaleza, en sus raíces, que llegan hasta Dios, en su misión, en su misterio. No es cuestión de hacer un tratado sobre el tema, pero sí de que nos asombremos y recemos y agradezcamos esta importante y hermosa realidad. Importante y hermosa por naturaleza y por gracia. Un admirable misterio de vida, amor y comunión.

Hoy nos interesa contemplar a la familia en sí misma, en su naturaleza, en sus raíces,  que llegan hasta Dios, en su misión, en su misterio.

Comunidad de vida y amor: Tres sustantivos esenciales, creadores, definitivos. Estas tres grandes dimensiones de la familia son las que realmente definen lo humano y las que más nos acercan a Dios. Con estas tres columnas se puede construir, un mundo nuevo.

Comunidad, el único lugar en el que el hombre se salva y se realiza. No puede llegar el hombre a ser libre y auténtico, a ser persona, si no es a través de la apertura y la integración con el otro. La comunidad es la que nos salva de la soledad, de la marginación, del individualismo, de la autosuficiencia y la autocomplacencia, actitudes todas que conducen a la tristeza y la esterilidad del corazón.

La comunidad a la vez nos poda y enriquece. Nos poda el instinto egoísta y narcisista, que se repliega en sí mismo. Nos enriquece, haciéndonos crecer en acogida, en comunión, en responsabilidad y compromiso, en fecundidad y creatividad.

Vida, el don más grande, el milagro permanente, el río que no cesa de fluir. En la familia la vida se recibe, se crea y se cultiva. La vida puede tener nombre de hijo, y es lo que más llena y gratifica. No hay nada comparable en la vida como la experiencia de dar nueva vida. Ya no morirás del todo. La vida puede tener también nombre de colaboración, de servicio, de superación, de comunión. La vida puede estar en la ayuda mutua, en el compromiso mutuo, en poner en común las penas y las alegrías cotidianas, los fracasos y los logros permanentes, las preocupaciones y esperanzas de cada día.

 

Amor, la energía más grande, la canción más hermosa, el hijo que une todo el tejido familiar. Lo más delicado y lo más fuerte, lo más sencillo y lo más importante, lo más exigente y lo más gratificante. El amor es el perfume invisible del hogar, su fuerza secreta.

El amor es lo que realmente une y da vida, el secreto de la libertad y de la dicha. El amor en la familia lleva a poner al otro por encima de sí, a dar con generosidad y darse en gratuidad, a vivir en colaboración y en comunión. En la familia es donde se ama sin buscar ser amado.

Es el lugar donde el amor se aprende por contagio, donde lo extraordinario resulta normal.

ENTRA EN TU INTERIOR

Señor, sé, que la gracia le viene a la familia de su relación contigo y de su apertura a la redención de Cristo, tu Hijo. Esta fiesta de la familia, que se celebra dentro del misterio que es la encarnación de tu Hijo Jesucristo. Si hace unos días miraba a Belén como capital de la paz y fuente de salvación, hoy tengo que mirar a Nazaret como la patria de la familia. Nazaret es punto de referencia obligado para cuantos, como yo, quieren vivir en comunidad de vida y amor.

Hoy, Señor, recuerdo a la Sagrada Familia, pero tengo que decir que toda familia es sagrada. Hay en todas las familias algo de ti, algo de tu misterio. Toda familia humana hunde sus raíces en ti. De ti recibe la gracia. Tú, Señor, bendices constantemente a la familia, la fortaleces en las dificultades, la ayudas a estar más unida, le das crecimiento y fecundidad.

ORA EN TU INTERIOR

Quiero orar por la Iglesia, esposa de Cristo, santa e inmaculada, para que sea la gran familia de los hijos de Dios.

Quiero orar por todos los pueblos de la tierra para que, superando diferencias y rivalidades, se unan más con lazos de solidaridad y fraternidad.

Quiero orar por todas las familias, para que, creciendo en el amor, estén abiertas a la vida.

Quiero orar, Señor, especialmente, por las familias que sufren a causa de la pobreza, el paro, la enfermedad de algunos de sus miembros, para que encuentren la ayuda solidaria que necesitan.

Quiero orar por las familias que viven en crisis por falta de entendimiento, de diálogo y de amor, para que, guardándose fidelidad, prevalezca en ellos lo que les une.

Finalmente, Señor, quiero orar por todos los hombres y mujeres del mundo y por todas nuestras familias para que seamos testigos de tu amor en el mundo.

Expliquemos el Evangelio a los niños

Imagen de Patxi Velasco (FANO)




 



VIERNES 1 DE ENERO

SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

JORNADA DE ORACIÓN POR LA PAZ

1ª Lectura: Números 6,22-27

Invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.

Salmo 66: “El Señor tenga piedad y nos bendiga”

2ª Lectura: Gálatas 4,4-7

Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer.

PALABRA DEL DÍA

Lucas 2,16-21

“En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón.

Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.

Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de su concepción”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.

Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño,

y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.

Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.

Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.

Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción.”

REFLEXIÓN

Jesús fue el nombre escogido por el cielo para designar al Mesías. Sabemos toda la fuerza que tiene este nombre bendito. Decir Jesús puede ser para nosotros la mejor bendición. Con el nombre de Jesús nos protegemos. Con el nombre de Jesús confesamos nuestra fe, porque estamos confesando  que en Jesús, Yahvé nos salva. Con el nombre de Jesús rezamos, pero siempre que se haga desde el espíritu: “Porque nadie puede decir: ¡Jesús es Señor! Sino por influjo del Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). Con el nombre de Jesús evangelizamos, porque “no hay otro nombre por el cual el hombre pueda ser salvado” (Hch 4,12).

Sólo una mirada agradecida y suplicante a María. Toda la gracia y la bendición de Dios pasó por ella. Ella colaboró activamente con su docilidad y su entrega, con su acogida y disponibilidad, con la fuerza de su fe y de su amor. Fue siempre: “La mujer dócil a la voz del Espíritu… la que supo acoger como Abrahán la voluntad de Dios” “Esperando contra toda esperanza”.  La bendecida por el Señor.

“El Señor te bendiga y te proteja,

Ilumine su rostro sobre ti

Y te conceda su favor;

El Señor se fije en ti

Y te conceda la paz” (Núm 6,22ss)

Cada año, cada día, cada instante necesitamos la bendición de Dios: que ilumine su rostro sobre nosotros, que nos proteja y nos conceda su favor, que no aparte sus ojos de nosotros, esos ojos grandes que envuelven en amor y que penetran hondo, pacificando.

Dios bendice desde el principio: “Y los bendijo Dios”. Bendice Dios para que vivamos y para que seamos felices en nuestra tarea. Bendición es el deseo de Dios expresado en palabras buenas. Pero la palabra que dios dice, se cumple. Cada palabra suya es como un beso de amor creativo. Dice, por ejemplo: ¡vive!, y el hombre empezó a ser. Dice: ¡no temas!, y se acabaron los miedos. Dice: ¡paz!, y la alegría nadie nos la puede quitar. Dice: ¡Espíritu!, y empezamos a renacer. ¡Bendícenos hoy, Señor!

ENTRA EN TU INTERIOR

 

Y ahora, una vez que tú estás bendecido, dedícate a bendecir. Si Dios ha puesto su luz en ti, irradia. Si Dios te ha pacificado, siembra la paz. Así como Dios nos ama para que nos amemos, Dios nos bendice para que bendigamos, para que lleguemos a ser una bendición. Que cuando te acerques a otro, sienta que sale de ti una irradiación benéfica y pacificadora. Y cuando alguien se acerque a ti, que tú le acojas entrañablemente y le digas bien, le digas cosas buenas, bonitas, y pueda volver gozoso. Y si tú no te atreves a bendecir, dile eso: que Dios te bendiga, pero de verdad.

ORA EN TU INTERIOR CON EL PADRE NUESTRO DE LA PAZ

PADRE que miras por igual a todos tus hijos a quienes ves enfrentados.

NUESTRO: de todos, sea cual sea nuestra edad, color o lugar de nacimiento.   

QUE ESTÁS EN LOS CIELOS, y en la tierra, en cada hombre, en los humildes y en los que sufren.

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE pero no con el estruendo de las armas, sino con el susurro del corazón.

VENGA A NOSOTROS TU REINO, el de la paz, el del amor. Y aleja de nosotros los reinos de la tiranía y de la explotación.

HÁGASE TU VOLUNTAD siempre y en todas partes. En el cielo y en la tierra. Que tus deseos no sean obstaculizados por los hijos del poder.

DANOS EL PAN DE CADA DÍA que está amasado con paz, con justicia, con amor. Aleja de nosotros el pan de cizaña que siembra envidia y división.

DÁNOSLE HOY porque mañana puede ser tarde, la guerra amenaza y algún loco puede incendiarla.

PERDÓNANOS no como nosotros perdonamos, sino como Tú perdonas.

NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN de almacenar lo que no nos diste, de acumular lo que otros necesitan, de mirar con recelo al otro.

 La revolución de amor,

 comienza con una sonrisa.

 Sonríe a quién no quisieras sonreír.

Debes hacerlo por la paz.

 

 

 

 


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