domingo, 14 de junio de 2020

21 DE JUNIO: XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO A


“No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue
a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.”

21 DE JUNIO

XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Jeremías 20,10-13

El Señor ha salvado la vida de su pobre de la mano de los malvados.

Salmo 68

Escúchame, Señor, porque eres bueno

2ª Lectura: Romanos 5,12-15

El don de Dios supera con mucho al delito.

EVANGELIO DEL DÍA

Mateo 10,26-33

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.
Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.
Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.
Ustedes tienen contados todos sus cabellos.
No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.
Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres."

REFLEXIÓN

El “no tengáis miedo”, que hoy escucharemos una y otra vez en el evangelio, está encuadrado en el contexto de la misión. Jesús acaba de decir a sus seguidores que les perseguirán y les encarcelarán.

Sin embargo, está claro que la advertencia podemos aplicarla a todas las situaciones de miedo paralizante que podemos encontrar en la vida. No sólo porque Jesús dice lo mismo en otros contextos, sino porque así lo insinúan las bellísimas imágenes de los gorriones y los cabellos.

El miedo es un sentimiento que surge en el hombre ante un estímulo que interpreta como peligroso para su subsistencia. Es un logro de la evolución y por lo tanto bueno. Su objeto primero es defendernos; sea huyendo, sea dando energía para enfrentarse a la amenaza.

Pero el ser humano puede ser presa de un miedo aprendido racionalmente, que le impide desplegar su humanidad. Este miedo artificial, en lugar de defender, aniquila. Este miedo es lo más contrario que podamos imaginar a la fe-confianza.

¿Por qué tenemos miedo? Anhelamos lo que no podemos conseguir y surge en nosotros el miedo de no alcanzarlo. No estamos seguros de poder conservar lo bueno que creemos tener y surge el temor. El miedo racional es la consecuencia de nuestros apegos.

Creemos ser lo que no somos y quedamos enganchados a ese falso “yo”. No hemos descubierto lo que realmente somos y por eso nos apegamos a una quimera inconsistente.

Jesús dijo: “La verdad os hará libres”. Todos los miedos son causa de la ignorancia. Si conociéramos nuestro verdadero ser, no habría lugar para el miedo que nos impide ser nosotros mismos. Si no experimentamos por nosotros mismos la realidad que nos fundamenta, estaremos siempre intranquilos y surgirán los miedos.

Si Jesús nos invita a no tener miedo, no es porque nos prometa un camino de rosas. No se trata de confiar en que no me pasará nada desagradable, o de que si algo malo sucede, alguien me sacará del apuro.

Se trata de una seguridad que permanece intacta en medio de las dificultades, sabiendo que los contratiempos no pueden anular tu ser. Dios no es la garantía de que todo va a ir bien, sino la seguridad de que Él estará ahí en todo caso.

La confianza no surge de un voluntarismo a toda prueba, sino de un conocimiento cabal de lo que Dios es para nosotros. Aceptar nuestras limitaciones y descubrir nuestras verdaderas posibilidades, es el único camino para llegar a la total confianza.

La confianza es la primera consecuencia de salir de uno mismo y descubrir que mi fundamento no depende de mí. El hecho de que mi ser no dependa de mí, no es una pérdida, sino una ganancia, porque depende de lo que es mucho más seguro que yo mismo. Mi pasado es Dios mismo, mi futuro es también Dios; mi presente está en manos de Dios y no tengo nada que temer.

Hablar de una verdadera confianza en Dios es meternos en un terreno muy peligroso, porque nos obliga a salir de las falsas imágenes que tenemos de Dios.

Confiar en Dios es confiar en nuestro propio ser, en la vida, en lo que somos de verdad. No se trata de confiar en un ser que está fuera de nosotros y que puede darnos, desde fuera, aquello que nosotros anhelamos. Se trata de descubrir que Dios es el fundamento de mi propio ser y que puedo estar tan seguro de mí mismo como Dios está seguro de sí.

Por grande que sea el motivo para temer, siempre será mayor el motivo para confiar. Confiar en Dios es aceptar la realidad que Él quiso, tal como la quiso. Confiar en Dios no es esperar su intervención desde fuera para que rectifique la creación. Es entrar en la dinámica de la creación y no violentarla.

Es dejarse llevar por la energía de la vida que sabe perfectamente a donde tiene que llevarme. Es dejar que la vida fluya por los cauces que le ha preparado su creador, y no por los que una criatura, que se cree la reina de la creación, quiere llevarle.

Hay que tener mucho cuidado, porque a veces los hombres están en contra nuestra, no porque seguimos a Jesús, sino por habernos apartado del evangelio.

Por eso mismo, tenemos que confiar totalmente en él, porque nada puede cambiar de su amor y compromiso con los hombres. La causa de Dios es la causa del hombre.

No nos engañemos, ponerse de parte de Jesús es ponerse de parte del hombre, sobre todo del marginado. Dios no está desde fuera manejando a capricho su creación. Está implicado en ella. Su voluntad es eterna e inmutable, pero no es algo añadido a la creación, sino la misma creación.

Jesús nos invita a no tener miedo de nada ni de nadie. Ni de las cosas, ni de Dios, ni siquiera de ti mismo. El miedo a no ser suficientemente bueno, es la tortura de los más religiosos.

Todos los miedos se resumen en el miedo a la muerte. Si fuésemos capaces de perder el miedo a la muerte, seríamos capaces de vivir en plenitud. Todo lo que tememos perder con la muerte, es lo que teníamos que aprender a abandonar durante la vida.

La muerte sólo nos arrebata lo que hay en nosotros de contingente, de individual, de terreno, de egoísmo. Temer la muerte es temer perder todo eso. Es un contrasentido intentar alcanzar la plenitud y seguir temiendo la muerte.

En el evangelio está hoy muy claro. Aunque te quiten la vida, ¿qué te quitan en realidad? Lo que te arrebatan es lo que no eres.

ENTRA EN TU INTERIOR

SIN MIEDO

El recuerdo de la ejecución de Jesús estaba todavía muy reciente. Por las comunidades cristianas circulaban diversas versiones de su Pasión. Todos sabían que era peligroso seguir a alguien que había terminado tan mal. Se recordaba una frase de Jesús: «El discípulo no está por encima de su maestro». Si a él le han llamado Belcebú, ¿qué no dirán de sus seguidores?
Jesús no quería que sus discípulos se hicieran falsas ilusiones. Nadie puede pretender seguirle de verdad, sin compartir de alguna manera su suerte. En algún momento, alguien lo rechazará, maltratará, insultará o condenará. ¿Qué hay que hacer?

La respuesta le sale a Jesús desde dentro: «No les tengáis miedo». El miedo es malo. No ha de paralizar nunca a sus discípulos. No han de callarse. No han de cesar de propagar el mensaje de Jesús por ningún motivo.

Jesús les va a explicar cómo han de situarse ante la persecución. Con él ha comenzado ya la revelación de la Buena Noticia de Dios. Deben confiar. Lo que todavía está «encubierto» y «escondido» a muchos, un día quedará patente: se conocerá el Misterio de Dios, su amor al ser humano y su proyecto de una vida más feliz para todos.

Los seguidores de Jesús están llamados a tomar parte activa desde ahora en ese proceso de revelación: «Lo que yo os digo de noche, decidlo en pleno día». Lo que les explica al anochecer, antes de retirarse a descansar, lo tienen que comunicar sin miedo «en pleno día». «Lo que yo os digo al oído, pregonadlo desde los tejados». Lo que les susurra al oído para que penetre bien en su corazón, lo tienen que hacer público.

Jesús insiste en que no tengan miedo. «Quien se pone de mi parte», nada ha de temer. El último juicio será para él una sorpresa gozosa. El juez será «mi Padre del cielo», el que os ama sin fin. El defensor seré yo mismo, que «me pondré de su parte». ¿Quién puede infundirnos más esperanza en medio de las pruebas?

Jesús imaginaba a sus seguidores como un grupo de creyentes que saben «ponerse de su parte» sin miedo. ¿Por qué somos tan poco libres para abrir nuevos caminos más fieles a Jesús? ¿Por qué no nos atrevemos a plantear de manera sencilla, clara y concreta lo esencial del evangelio?

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

¡No tengas miedo!

Si analizas detenidamente tus miedos, descubrirás dos cosas: que no has hecho tuya la salvación que Jesús te ofrece y que sigues buscando la salvación donde no está.

Si has conseguido no temer a los hombres, pero sigues temiendo a Dios, en vez de avanzar en tu liberación, te has metido por un callejón oscuro y sin salida.

Jesús deja muy claro en el evangelio que no debes temer a nada ni a nadie. Esto último es lo más difícil, porque supone desapego total.

No sigas pensando que tienes que ser bueno para alcanzar la salvación.

Tienes que sentirte ya salvado para ser mejor.  



ORACIÓN
Renovados, Señor, por el alimento del sagrado Cuerpo y la preciosa Sangre de tu Hijo, concédenos que lo que realizamos con asidua devoción, lo recibamos convertido en certeza de redención.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Patxi Velasco (FANO)


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