“No tengáis miedo a los
hombres, porque nada hay cubierto que no llegue
a descubrirse; nada hay
escondido que no llegue a saberse.”
21 DE JUNIO
XII DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO
1ª Lectura: Jeremías
20,10-13
El Señor ha salvado la
vida de su pobre de la mano de los malvados.
Salmo 68
Escúchame, Señor,
porque eres bueno
2ª Lectura: Romanos
5,12-15
El don de Dios supera
con mucho al delito.
EVANGELIO DEL DÍA
Mateo 10,26-33
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No
tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a
descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.
Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que
escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan
el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el
fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin
embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues
vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis
miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo
también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante
los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».”
Versión para América
Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“No les teman. No hay nada oculto que no deba ser
revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.
Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno
día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a
la Gehena.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas?
Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del
Padre que está en el cielo.
Ustedes tienen contados todos sus cabellos.
No teman entonces, porque valen más que muchos
pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo
lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.
Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de
aquel que reniegue de mí ante los hombres."
REFLEXIÓN
El “no tengáis miedo”, que hoy escucharemos una y otra vez en
el evangelio, está encuadrado en el contexto de la misión. Jesús acaba de decir
a sus seguidores que les perseguirán y les encarcelarán.
Sin embargo, está claro que la advertencia podemos aplicarla
a todas las situaciones de miedo paralizante que podemos encontrar en la vida.
No sólo porque Jesús dice lo mismo en otros contextos, sino porque así lo
insinúan las bellísimas imágenes de los gorriones y los cabellos.
El miedo es un sentimiento que surge en el hombre ante un
estímulo que interpreta como peligroso para su subsistencia. Es un logro de la
evolución y por lo tanto bueno. Su objeto primero es defendernos; sea huyendo,
sea dando energía para enfrentarse a la amenaza.
Pero el ser humano puede ser presa de un miedo aprendido
racionalmente, que le impide desplegar su humanidad. Este miedo artificial, en
lugar de defender, aniquila. Este miedo es lo más contrario que podamos
imaginar a la fe-confianza.
¿Por qué tenemos miedo? Anhelamos lo que no podemos conseguir
y surge en nosotros el miedo de no alcanzarlo. No estamos seguros de poder
conservar lo bueno que creemos tener y surge el temor. El miedo racional es la
consecuencia de nuestros apegos.
Creemos ser lo que no somos y quedamos enganchados a ese
falso “yo”. No hemos descubierto lo que realmente somos y por eso nos apegamos
a una quimera inconsistente.
Jesús dijo: “La verdad os hará libres”. Todos los miedos son
causa de la ignorancia. Si conociéramos nuestro verdadero ser, no habría lugar
para el miedo que nos impide ser nosotros mismos. Si no experimentamos por
nosotros mismos la realidad que nos fundamenta, estaremos siempre intranquilos
y surgirán los miedos.
Si Jesús nos invita a no tener miedo, no es porque nos
prometa un camino de rosas. No se trata de confiar en que no me pasará nada
desagradable, o de que si algo malo sucede, alguien me sacará del apuro.
Se trata de una seguridad que permanece intacta en medio de
las dificultades, sabiendo que los contratiempos no pueden anular tu ser. Dios
no es la garantía de que todo va a ir bien, sino la seguridad de que Él estará
ahí en todo caso.
La confianza no surge de un voluntarismo a toda prueba, sino
de un conocimiento cabal de lo que Dios es para nosotros. Aceptar nuestras
limitaciones y descubrir nuestras verdaderas posibilidades, es el único camino
para llegar a la total confianza.
La confianza es la primera consecuencia de salir de uno mismo
y descubrir que mi fundamento no depende de mí. El hecho de que mi ser no
dependa de mí, no es una pérdida, sino una ganancia, porque depende de lo que
es mucho más seguro que yo mismo. Mi pasado es Dios mismo, mi futuro es también
Dios; mi presente está en manos de Dios y no tengo nada que temer.
Hablar de una verdadera confianza en Dios es meternos en un
terreno muy peligroso, porque nos obliga a salir de las falsas imágenes que
tenemos de Dios.
Confiar en Dios es confiar en nuestro propio ser, en la vida,
en lo que somos de verdad. No se trata de confiar en un ser que está fuera de
nosotros y que puede darnos, desde fuera, aquello que nosotros anhelamos. Se
trata de descubrir que Dios es el fundamento de mi propio ser y que puedo estar
tan seguro de mí mismo como Dios está seguro de sí.
Por grande que sea el motivo para temer, siempre será mayor
el motivo para confiar. Confiar en Dios es aceptar la realidad que Él quiso, tal
como la quiso. Confiar en Dios no es esperar su intervención desde fuera para
que rectifique la creación. Es entrar en la dinámica de la creación y no
violentarla.
Es dejarse llevar por la energía de la vida que sabe
perfectamente a donde tiene que llevarme. Es dejar que la vida fluya por los
cauces que le ha preparado su creador, y no por los que una criatura, que se
cree la reina de la creación, quiere llevarle.
Hay que tener mucho cuidado, porque a veces los hombres están
en contra nuestra, no porque seguimos a Jesús, sino por habernos apartado del
evangelio.
Por eso mismo, tenemos que confiar totalmente en él, porque
nada puede cambiar de su amor y compromiso con los hombres. La causa de Dios es
la causa del hombre.
No nos engañemos, ponerse de parte de Jesús es ponerse de
parte del hombre, sobre todo del marginado. Dios no está desde fuera manejando
a capricho su creación. Está implicado en ella. Su voluntad es eterna e
inmutable, pero no es algo añadido a la creación, sino la misma creación.
Jesús nos invita a no tener miedo de nada ni de nadie. Ni de
las cosas, ni de Dios, ni siquiera de ti mismo. El miedo a no ser
suficientemente bueno, es la tortura de los más religiosos.
Todos los miedos se resumen en el miedo a la muerte. Si
fuésemos capaces de perder el miedo a la muerte, seríamos capaces de vivir en
plenitud. Todo lo que tememos perder con la muerte, es lo que teníamos que
aprender a abandonar durante la vida.
La muerte sólo nos arrebata lo que hay en nosotros de
contingente, de individual, de terreno, de egoísmo. Temer la muerte es temer
perder todo eso. Es un contrasentido intentar alcanzar la plenitud y seguir
temiendo la muerte.
En el evangelio está hoy muy claro. Aunque te quiten la vida,
¿qué te quitan en realidad? Lo que te arrebatan es lo que no eres.
ENTRA EN TU INTERIOR
SIN MIEDO
El recuerdo de la ejecución de Jesús estaba todavía muy
reciente. Por las comunidades cristianas circulaban diversas versiones de su
Pasión. Todos sabían que era peligroso seguir a alguien que había terminado tan
mal. Se recordaba una frase de Jesús: «El discípulo no está por encima de su
maestro». Si a él le han llamado Belcebú, ¿qué no dirán de sus seguidores?
Jesús no quería que sus discípulos se hicieran falsas
ilusiones. Nadie puede pretender seguirle de verdad, sin compartir de alguna
manera su suerte. En algún momento, alguien lo rechazará, maltratará, insultará
o condenará. ¿Qué hay que hacer?
La respuesta le sale a Jesús desde dentro: «No les tengáis
miedo». El miedo es malo. No ha de paralizar nunca a sus discípulos. No han de
callarse. No han de cesar de propagar el mensaje de Jesús por ningún motivo.
Jesús les va a explicar cómo han de situarse ante la
persecución. Con él ha comenzado ya la revelación de la Buena Noticia de Dios.
Deben confiar. Lo que todavía está «encubierto» y «escondido» a muchos, un día
quedará patente: se conocerá el Misterio de Dios, su amor al ser humano y su
proyecto de una vida más feliz para todos.
Los seguidores de Jesús están llamados a tomar parte activa
desde ahora en ese proceso de revelación: «Lo que yo os digo de noche, decidlo
en pleno día». Lo que les explica al anochecer, antes de retirarse a descansar,
lo tienen que comunicar sin miedo «en pleno día». «Lo que yo os digo al oído,
pregonadlo desde los tejados». Lo que les susurra al oído para que penetre bien
en su corazón, lo tienen que hacer público.
Jesús insiste en que no tengan miedo. «Quien se pone de mi
parte», nada ha de temer. El último juicio será para él una sorpresa gozosa. El
juez será «mi Padre del cielo», el que os ama sin fin. El defensor seré yo
mismo, que «me pondré de su parte». ¿Quién puede infundirnos más esperanza en
medio de las pruebas?
Jesús imaginaba a sus seguidores como un grupo de creyentes
que saben «ponerse de su parte» sin miedo. ¿Por qué somos tan poco libres para
abrir nuevos caminos más fieles a Jesús? ¿Por qué no nos atrevemos a plantear
de manera sencilla, clara y concreta lo esencial del evangelio?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
¡No tengas miedo!
Si analizas detenidamente tus miedos, descubrirás dos cosas:
que no has hecho tuya la salvación que Jesús te ofrece y que sigues buscando la
salvación donde no está.
Si has conseguido no temer a los hombres, pero sigues
temiendo a Dios, en vez de avanzar en tu liberación, te has metido por un
callejón oscuro y sin salida.
Jesús deja muy claro en el evangelio que no debes temer a
nada ni a nadie. Esto último es lo más difícil, porque supone desapego total.
No sigas pensando que tienes que ser bueno para alcanzar la
salvación.
Tienes que sentirte ya salvado para ser mejor.
ORACIÓN
Renovados, Señor, por el alimento del sagrado Cuerpo y la
preciosa Sangre de tu Hijo, concédenos que lo que realizamos con asidua
devoción, lo recibamos convertido en certeza de redención.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes de Patxi
Velasco (FANO)
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