“Rema mar adentro…”
10 DE
FEBRERO
V DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
1ª
Lectura: Isaías 6,1-2.3-8
Aquí
estoy, Señor, envíame.
Salmo
137: Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.
2ª
Lectura: 1 Corintios 15,1-11
Esto es
lo que hemos predicado y lo que ustedes han creído.
PALABRA
DEL DÍA
Lucas: 5,1-11
“La gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra
de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que
estaban junto a la orilla: los pescadores habían desembarcado y estaban lavando
las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara
un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó
de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro y echad las redes para pescar”.
Simón contestó: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos pescado
nada: pero, por tu palabra, echaré las redes”. Y, puestos a la obra, hicieron
una redada de peces tan grande, que reventaba la red. Hicieron señas a los
socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron
ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro
se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un
pecador”. Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con
él, al ver la redada de peces que habían pescado; y lo mismo les pasaba a
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a
Simón: “No temas: desde ahora, serás pescador de hombres. Ellos sacaron las
barcas a tierra y dejándolo todo, lo siguieron”.
Versión
para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de
Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago
de Genesaret.
Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los
pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.
Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió
que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la
multitud desde la barca.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar
adentro, y echen las redes".
Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche
entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes".
Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las
redes estaban a punto de romperse.
Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca
para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas,
que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le
dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador".
El temor se había apoderado de él y de los que lo
acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido;
y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo,
compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en
adelante serás pescador de hombres".
Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo,
lo siguieron”.
REFLEXIÓN
Hoy cada una de las
lecturas nos presenta una escena de vocación. Es lógico. En el comienzo del
evangelio que estamos leyendo está la llamada a los primeros discípulos y la
respuesta de éstos. Esto hace que la primera lectura recoja también una
vocación profética. La segunda lectura nos transmite la llamada que de parte de
Dios han recibido los corintios por boca de san Pablo.
Isaías explica su
vocación. Ha sido una visión majestuosa del Señor en el templo, rodeado por los
serafines: “¡Santo, Santo, Santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está
llena de su gloria!”. Isaías ha contemplado a Dios, y, claro está, ha quedado
sin palabras. ¿Cómo se puede explicar lo inefable? Ante la santidad de Dios, ha
sentido como nunca su impureza y de ésta sólo Dios puede curarlo. ¡Y lo hace!
Es entonces cuando
puede “escuchar la voz del Señor” de verdad, y no antes. Entonces puede
comprender que el Señor le necesita a él, que ha sido purificado, para recibir
la misión de ser portador de la palabra que ha escuchado: “¿A quién mandaré?
¿Quién irá por mí?. Sólo entonces puede responder a la llamada (vocación) que
Dios le hace: “aquí estoy, mándame”. Ha nacido un profeta.
También Simón Pedro se ha encontrado con que
la experiencia del inefable se le ha hecho presente en su vida. “Nos hemos
pasado la noche bregando y no hemos cogido nada”, dirá explicando su vida hasta
entonces de manera muy gráfica. Pero está dispuesto a hacer caso de la palabra
que ha escuchado pues Jesús “desde la barca, sentado, enseñaba a la gente”.
Cuando esta palabra se concreta en él, “rema mar adentro, y echad las redes
para pescar”, sencillamente obedece y se encuentra con la maravilla de la
acción de Dios que todo lo transforma.
También Pedro siente su
indignidad, como antes Isaías y todos los profetas, en contrate y en contacto
con la santidad de Dios que se le ha hecho evidente en Jesús. No es extraña su
reacción: “apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Es entonces cuando está
a punto para recibir la misión: “No temas; desde ahora serás pescador de
hombres”. Ha nacido un apóstol, listo para acompañar y seguir a Jesús.
ENTRA EN
TU INTERIOR
¿Seremos capaces de
darnos cuenta de la necesidad de conversión?
El relato de “la pesca
milagrosa” en el lago de Galilea fue muy popular entre los primeros cristianos.
Varios evangelistas recogen el episodio, pero sólo Lucas culmina la narración
con una escena conmovedora que tiene por protagonista a Simón Pedro, discípulo
creyente y pecador al mismo tiempo.
Pedro es un hombre de
fe, seducido por Jesús. Sus palabras tienen para él más fuerza que su propia
experiencia. Pedro sabe que nadie se pone a pescar al mediodía en el lago,
sobre todo si no ha capturado nada por la noche. Pero se lo ha dicho Jesús y
Pedro confía totalmente en él: “Apoyado en tu palabra, echaré las redes“.
Pedro es, al mismo
tiempo, un hombre de corazón sincero. Sorprendido por la enorme pesca obtenida,
“se arroja a los pies de Jesús” y con una espontaneidad admirable le dice:
“Apártate de mí, que soy pecador”. Pedro reconoce ante todos su pecado y su
absoluta indignidad para convivir de cerca con Jesús.
Jesús no se asusta de
tener junto a sí a un discípulo pecador. Al contrario, si se siente pecador,
Pedro podrá comprender mejor su mensaje de perdón para todos y su acogida a
pecadores e indeseables. “No temas. Desde ahora, serás pescador de hombres”.
Jesús le quita el miedo a ser un discípulo pecador y lo asocia a su misión de
reunir y convocar a hombres y mujeres de toda condición a entrar en el proyecto
salvador de Dios.
¿Por qué la Iglesia se
resiste tanto a reconocer sus pecados y confesar su necesidad de conversión? La
Iglesia es de Jesucristo, pero ella no es Jesucristo. A nadie puede extrañar
que en ella haya pecado. La Iglesia es “santa” porque vive animada por el
Espíritu Santo de Jesús, pero es “pecadora” porque no pocas veces se resiste a
ese Espíritu y se aleja del evangelio. El pecado está en los creyentes y en las
instituciones; en la jerarquía y en el pueblo de Dios; en los pastores y en las
comunidades cristianas. Todos necesitamos conversión.
Es muy grave
habituarnos a ocultar la verdad pues nos impide comprometernos en una dinámica
de conversión y renovación. Por otra parte, ¿no es más evangélica una Iglesia
frágil y vulnerable que tiene el coraje de reconocer su pecado, que una
institución empeñada inútilmente en ocultar al mundo sus miserias? ¿No son más
creíbles nuestras comunidades cuando colaboran con Cristo en la tarea
evangelizadora, reconociendo humildemente sus pecados y comprometiéndose a una
vida cada vez más evangélica?¿No tenemos mucho que aprender también hoy del
gran apóstol Pedro reconociendo su pecado a los pies Jesús?
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Más allá del proceso de
su propia vocación, es ahora Pablo, el apóstol, quien nos hace ver cómo la
misión que Dios le ha confiado consiste en anunciar fielmente la Buena Nueva.
Él es el instrumento de la llamada que Dios hace a todos “y que os está
salvando”, porque todo el mundo puede hacer experiencia de la santidad de Dios,
chocar con la propia debilidad y ser curado, para vivir en la vida nueva a la
que Dios nos llama.
Si ya lo hacemos
habitualmente, hoy las lecturas nos invitan a rezar por las vocaciones. Y esto
quiere decir rezar para que a todo el mundo pueda llegarle nítida la Buena
Nueva de la salvación en su vida, y así todo el mundo pueda hacer esta experiencia
de la santidad de Dios que le lleva a sentir la propia debilidad de la que Dios
lo puede curar. Entonces cada uno podrá escuchar y comprender lo que Dios le
pide en la vida.
El proceso de esta
vocación, como refleja Pablo, llega por obra de la misión apostólica. Es
preciso que roguemos a Dios para que no falten respuestas a esta llamada
específica en el ministerio.
Cada Eucaristía tiene
que poder ser un nuevo encuentro con la santidad de Dios que habla y actúa en
nuestra vida.
ORACIÓN
FINAL
Dios, que has querido
hacernos partícipes de un mismo pan y un mismo cáliz, concédenos vivir tan
unidos a Cristo que fructifiquemos con gozo para la salvación del mundo. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Expliquemos
el evangelio a los niños
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