“Y tú, Belén de Judea, no eres ni mucho menos
la última de las ciudades de Judea, pues de ti
saldrá un jefe que será el
pastor de mi pueblo Israel”
DOMINGO 6
DE ENERO
SOLEMNIDAD
DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Primera
Lectura: Isaías 60,1-6.
La gloria
del Señor amanece sobre ti.
Salmo 71:
Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Segunda
Lectura: Efesios 3,2-3ª.5-6.
Ahora ha
sido revelado que también los gentiles son coherederos de la promesa.
PALABRA
DEL DÍA
Mateo
2,1-12
“Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
preguntando:
-“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque
hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén
con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les
preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
-“En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén de Judea, no eres ni mucho menos la última de
las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi
pueblo Israel”
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le
precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén,
diciéndoles:
-“Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo
encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo”
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de
pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a
pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron
en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo
adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y
mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no
volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes,
unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que
acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a
adorarlo".
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él
toda Jerusalén.
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas
del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
"En Belén de Judea, le respondieron, porque así está
escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será
el Pastor de mi pueblo, Israel".
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de
averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,
los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense
cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que
yo también vaya a rendirle homenaje".
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que
habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde
estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,
y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su
madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le
ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al
palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.”
REFLEXIÓN
La fiesta de la
Epifanía es la primera que empezó a celebrarse, después de la Pascua. Una
fiesta que conserva toda su fuerza, especialmente en la Iglesia Oriental. Es
más que la Navidad. Es la manifestación de Dios en el nacimiento, en la
estrella a los Magos, en el bautismo y en las bodas de Caná, los primeros
signos de la presencia de Dios entre nosotros.
Los evangelios de la
infancia, tanto en Mateo como en Lucas, tienen claras aperturas a la
universalidad. Lucas las pone en labios de Simeón: Cristo es “salvación para
todas las naciones, luz para todas las gentes”. Mateo lo plasma en el relato de
la estrella –aparece en el lejano Oriente- y los Magos la siguen.
Dios es para todos. El
cielo, a la altura en que se fijan las estrellas, todavía no es propiedad de
nadie. Todos pueden ver la estrella y nadie puede apropiársela. Todos pueden
gozar con la luz de la estrella, sin que nadie le estorbe. Todos pueden
levantar sus ojos y sus pensamientos a la luz de la estrella, sin que nadie lo
prohíba. Todos pueden embriagarse de belleza, llenarse de esperanza y
encenderse en amor a la luz de la estrella, sin tener que pagar por ello.
Nos viene bien esta
fiesta con aires ecuménicos y con colores brillantes. A pesar de que el mundo
se nos ha abierto en todos los sentidos, a pesar de que aún los pueblos más
lejanos hoy, en cierto sentido, están cerca, a pesar de que las Iglesias y
religiones han progresado en comprensión y apertura, seguimos moviéndonos en un
mundo pequeño. Nuestro corazón sigue siendo pequeño, muy pequeño.
Hoy, día de la
Epifanía, de la manifestación amorosa de Dios a todas las gentes, le pedimos al
Niño dinamismo ensanchador, la gracia de abrirnos a los límites del mundo.
ENTRA EN
TU INTERIOR.
¿A QUIÉN
ADORAMOS?
Cayendo de rodillas, lo
adoraron.
Los magos vienen del
«Oriente», un lugar que evoca en los judíos la patria de la astrología y de
otras ciencias extrañas. Son paganos. No conocen las Escrituras Sagradas de
Israel, pero sí el lenguaje de las estrellas. Buscan la verdad y se ponen en
marcha para descubrirla. Se dejan guiar por el misterio, sienten necesidad de
«adorar».
Su presencia provoca un
sobresalto en todo Jerusalén. Los magos han visto brillar una estrella nueva
que les hace pensar que ya ha nacido «el rey de los judíos» y vienen a
«adorarlo». Este rey no es Augusto. Tampoco Herodes. ¿Dónde está? Ésta es su
pregunta.
Herodes se
«sobresalta». La noticia no le produce alegría alguna. Él es quien ha sido
designado por Roma «rey de los judíos». Hay que acabar con el recién nacido:
¿dónde está ese rival extraño? Los «sumos sacerdotes y letrados» conocen las
Escrituras y saben que ha de nacer en Belén, pero no se interesan por el niño
ni se ponen en marcha para adorarlo.
Esto es lo que
encontrará Jesús a lo largo de su vida: hostilidad y rechazo en los
representantes del poder político; indiferencia y resistencia en los dirigentes
religiosos. Sólo quienes buscan el reino de Dios y su justicia lo acogerán.
Los magos prosiguen su
larga búsqueda. A veces, la estrella que los guía desaparece dejándolos en la
incertidumbre. Otras veces, brilla de nuevo llenándolos de «inmensa alegría».
Por fin se encuentran con el Niño, y «cayendo de rodillas, lo adoran». Después,
ponen a su servicio las riquezas que tienen y los tesoros más valiosos que
poseen. Este Niño puede contar con ellos pues lo reconocen como su Rey y Señor.
En su aparente ingenuidad,
este relato nos plantea preguntas decisivas: ¿ante quién nos arrodillamos
nosotros?, ¿cómo se llama el «dios» que adoramos en el fondo de nuestro ser?
Nos decimos cristianos, pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén?, ¿ponemos a
sus pies nuestras riquezas y nuestro bienestar?, ¿estamos dispuestos a escuchar
su llamada a entrar en el reino de Dios y su justicia? En nuestras vidas
siempre hay alguna estrella que nos guía hacia Belén.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Hemos visto salir su estrella. Es la primera
fase: el encuentro, la llamada, el chispazo, la seducción. Los magos debieron
conmoverse al ver salir la estrella. Es la conmoción que sintieron los primeros
discípulos que fueron llamados por Jesús. Quiero recordar la expresión de Pedro:
“Apártate de mí, que soy un pecador” Es el tiempo de los primeros fervores y
los primeros amores. Es la primavera de la vida espiritual.
Sé, Señor, que la
estrella puede ser la familia, la parroquia, la clase, una palabra escuchada y
grabada en mi alma. Un testimonio, un pobre, un acontecimiento favorable, un
sufrimiento o fracaso, una lectura, una visita… Dios puede manifestarse
directamente o puede valerse de muchos signos. Pero si se manifiesta, algo muy
grande se enciende en mi alma.
Una inmensa alegría,
que es el fruto de la fidelidad. En cualquier momento vuelve a lucir la
estrella, la buena estrella, la fiel estrella. Puede bastar una palabra, como
la de Jesús resucitado a la Magdalena. Puede ser un cariñoso reproche. Puede
ser una presencia de Dios. Puede ser una bendición o una respuesta a mi
llamada. Puede ser una especial providencia o el cumplimiento de mis deseos.
Puede ser la palabra de un hermano.
ORACIÓN
FINAL
“Los gentiles son
coherederos, miembros del mismo cuerpo
y participes de la promesa.”
Todos somos exactamente
iguales ante Dios.
Esta es la “buena noticia” sobre Dios, que nos
trajo Jesús.
Si no la he asimilado, estoy fuera del
evangelio.
…………………….
El camino para llegar a
esa verdad, es desconcertante.
No será conociendo mejor a los demás como la
alcanzarás,
sino conociéndote a ti mismo y descubriendo lo
que hay en ti de Dios.
Descubriendo que eres uno con Dios,
encontrarás al otro identificado con Dios.
…………………
Si los fallos, que ves en el otro, impidieran
esa unidad,
tus fallos la habrían impedido también.
La grandeza de Dios está en que
su amor no depende de lo que nosotros somos.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario