jueves, 7 de junio de 2018

17 DE JUNIO: XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



“El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra.”

17 DE JUNIO

DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

1ª Lectura: Ezequiel 17,22-24

Elevaré los árboles pequeños.

Salmo 91

 Es bueno dar gracias al Señor.

2ª Lectura: 2ª Corintios 5,6-10

En el destierro o en la patria, nos esforzamos por agradar al Señor.

PALABRA DEL DÍA

Marcos: 4,26-34

“En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: -El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega. Dijo también: -¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas. Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:
sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,
pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.
No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.”

REFLEXIÓN

            El núcleo fundamental de la predicación de Jesús es el anuncio del Reino de Dios. Jesús solía hablar del Reino de Dios con parábolas porque, más que un concepto teórico, el Reino de Dios es una realidad en su propia persona. Jesús comenzó a hacerlo tangible en su tierra y entre los suyos. Una de las imágenes habituales que empleaba para referirse a ello es la del grano que se planta con ilusión en la tierra, que se espera desde lo profundo de ella a que crezca, porque tiene vida encerrada en su interior.

            El creyente, el que ha vivido la experiencia del encuentro con la Vida, es quien conoce bien la potencia de la semilla. Un pequeño grano, seco, contiene la posibilidad de reverdecer y generar lo imposible. Por eso la semilla se planta, con el cuidado del que sabe que se encuentra ante un misterio: roturando la tierra, abonando su suelo, sembrando con cariño el grano inerte y cubriéndolo en silencio. Y a esperar, a esperar que la vida que hay encerrada en esa semilla se vaya abriendo camino.

            Nosotros, en nuestras acciones diarias reproducimos, como Jesús hacía, estos gestos. Las frases y las acciones del cristiano no están nunca vacías, pero tampoco se busca conscientemente darles contenido o creer en ellas; ya tienen de por sí su sentido, desde el momento en que se plantan.

            Nuestra impaciencia es la señal de nuestro barro seco y duro, y de una tierra cansada de explotadores que persiguen beneficios. Todos quieren rendimientos fáciles, que las acciones tengan sus éxitos; también en las intervenciones generosas y altruistas. En la Iglesia adolecemos de esta misma falta autocomplaciente de paciencia en la construcción del Reino, que nos desasosiega y empuja a creer en nuestras propias fuerzas o a dar por imposible la empresa.

         Sin embargo, como dice la Palabra de hoy, el grano germina y crece sin que se sepa cómo. La espera creyente ha de volverse a lo profundo de nuestra tierra, a la potencia de la simiente, a la sorpresa que llega, abonada y regada cada día por el único Dueño de la mies.

            Hermanas y hermanos, únicamente una mirada profunda, interior a los acontecimientos en los que participamos nos los descubren como signos del Reino de Dios actualmente real y en formación progresiva en el mundo. Tenemos, como nos recomendó el Concilio Vaticano II en la Constitución Gaudium et Spes, saber leer los signos de los tiempos y saber dejarnos guiar por las mociones del Espíritu.

            A la Iglesia, por el contrario, corresponde interpretarlos desde la sorpresa y la maravilla de unos creyentes que observan el grano seco de trigo convertido en dorada espiga de primavera dispuesta para la siega, o la semilla insignificante de mostaza transformada en expresión exuberante de la vida. Desde el fondo de la tierra, cuando la semilla emerge en tallo de vida, emerge lo sorprendente: un mundo bueno y nuevo, donde el Dios de la Vida reina.

ENTRA EN TU INTERIOR

PEQUEÑAS SEMILLAS

Vivimos ahogados por las malas noticias. Emisoras de radio y televisión, noticiarios y reportajes descargan sobre nosotros una avalancha de noticias de odios, guerras, hambres y violencias, escándalos grandes y pequeños. Los «vendedores de sensacionalismo» no parecen encontrar otra cosa más notable en nuestro planeta.

La increíble velocidad con que se difunden las noticias nos deja aturdidos y desconcertados. ¿Qué puede hacer uno ante tanto sufrimiento? Cada vez estamos mejor informados del mal que asola a la humanidad entera, y cada vez nos sentimos más impotentes para afrontarlo.

La ciencia nos ha querido convencer de que los problemas se pueden resolver con más poder tecnológico, y nos ha lanzado a todos a una gigantesca organización y racionalización de la vida. Pero este poder organizado no está ya en manos de las personas sino en las estructuras. Se ha convertido en «un poder invisible» que se sitúa más allá del alcance de cada individuo.

Entonces, la tentación de inhibirnos es grande. ¿Qué puedo hacer yo para mejorar esta sociedad? ¿No son los dirigentes políticos y religiosos quienes han de promover los cambios que se necesitan para avanzar hacia una convivencia más digna, más humana y dichosa?

No es así. Hay en el evangelio una llamada dirigida a todos, y que consiste en sembrar pequeñas semillas de una nueva humanidad. Jesús no habla de cosas grandes. El reino de Dios es algo muy humilde y modesto en sus orígenes. Algo que puede pasar tan desapercibido como la semilla más pequeña, pero que está llamado a crecer y fructificar de manera insospechada.

Quizás necesitamos aprender de nuevo a valorar las cosas pequeñas y los pequeños gestos. No nos sentimos llamados a ser héroes ni mártires cada día, pero a todos se nos invita a vivir poniendo un poco de dignidad en cada rincón de nuestro pequeño mundo. Un gesto amistoso al que vive desconcertado, una sonrisa acogedora a quien está solo, una señal de cercanía a quien comienza a desesperar, un rayo de pequeña alegría en un corazón agobiado… no son cosas grandes. Son pequeñas semillas del reino de Dios que todos podemos sembrar en una sociedad complicada y triste, que ha olvidado el encanto de las cosas sencillas y buenas.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

            La verdad es, que las acciones de Dios no coinciden con nuestras ideas acerca de la divinidad. Según la concepción general de la historia de las religiones, los dioses son seres caprichosos y poderosos que gustan de manifestar su poder, imponiendo su voluntad ostentosa y terrible sobre los seres humanos. En las palabras de hoy, sin embargo, el Dios de Israel y Padre de Jesús se muestra como un amante de su creación, que desea vivificarla desde su interior, como hace un buen jardinero o labrador con sus plantas. Su reino no es el del miedo sino el de la vida en abundancia, que germina desde la insignificancia, la ternura, la paciencia y la serenidad constante del sincero amor.

ORACIÓN FINAL: (Salmo 91,23.13-16)

            Es bueno darte gracias, Señor.
Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad.

El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano;
plantado en los atrios de nuestro Dios.

En la vejez seguirá dando frutos
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes de Paxi Velasco FANO


Imagen para colorear.



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