“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.”
22 DE
ENERO
III
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª
Lectura: Isaías 8,23-9,3
Los que
andaban en tinieblas vieron una gran luz.
Salmo 26
El Señor
es mi luz y mi salvación
2ª
Lectura: 1 Corintios 1,10-13.17
Que no
haya divisiones entre ustedes.
PALABRA
DEL DÍA
Mateo
4,12-23
“Al enterarse de que habían detenido a Juan, Jesús se retiró
a Galilea. Dejó Nazaret y se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en territorio
de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías:
¡País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro
lado del Jordán, Galilea de los paganos! El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombra de muerte una luz
les brilló (Is 8,2-9,1).
Desde entonces empezó Jesús a proclamar:
- Convertíos porque está cerca el Reino de Dios.
Caminando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos: a
Simón, el llamado Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando una red de
mano en el mar, pues eran pescadores. Les dijo:
- Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Pasando
adelante vio a otros dos hermanos: a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que
estaban en la barca poniendo a punto las redes, con Zebedeo, su padre. Jesús
los llamó. Inmediatamente dejaron la
barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús fue recorriendo Galilea entera, enseñando en las
sinagogas de ellos, proclamando la buena noticia del reino y curando todo
achaque y enfermedad del pueblo.”
Versión
para américa Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se
retiró a Galilea.
Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del
lago, en los confines de Zabulón y Neftalí,
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el
profeta Isaías:
¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país
de la Transjordania, Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre
los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar:
"Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a
dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las
redes al mar porque eran pescadores.
Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de
hombres".
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago,
hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su
padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo
siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas,
proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y
dolencias de la gente.”
REFLEXIÓN
Jesús, que va a recoger el testigo de Juan, deja el Jordán, donde se dejó
bautizar por el Bautista, y se va a Galilea. Mateo quiere subrayar que Jesús
vuelve solo a la “Galilea de los paganos”, porque sencillamente, ése es el plan
de Dios.
Jesús, dejando Nazaret, que no era más que una aldea, se establece en
Cafarnaún, ciudad fronteriza entre los territorios de Herodes Antipas y de
Filipo. Debía tener una guarnición romana, ya que se habla de un centurión.
“Empezó Jesús a predicar diciendo: Arrepentíos, porque está llegando el
reino de los cielos”. Aquí coincide Jesús con la predicación de Juan Bautista,
que en el Jordán, llamaba a la conversión con estas mismas palabras. El reino
de los cielos es para Mateo una realidad futura que se manifestará en el juicio
de Dios. Es como si dijera: Salid al encuentro. Dios en persona se os acerca.
Él es un gran regalo para todos, porque viene cargado de vida. ¿No es ésta la
mejor noticia? Cambiad de mente y de corazón.
En cuanto a los textos del llamamiento, nos podemos imaginar que la
realidad no sería así. Sería un proceso un tanto prolongado. Le escucharían por
primera vez. Quedarían impresionados. Se sentirían atraídos a escucharle más
veces. Comentarían entre ellos el impacto producido por Jesús y su enseñanza.
Luego, por fin, tendrían ocasión de hablar con el Maestro, que viendo su
disposición, les haría el llamamiento.
A diferencia de Marcos (3,16), Mateo menciona ya de entrada a Simón como
Pedro. Y Jesús le llama a él y a su hermano a dejar su trabajo y a ser
pescadores de hombres.
Estas llamadas de Jesús son un recordatorio para nosotros de que la vida
cristiana es un seguimiento, cosa que parecemos olvidar frecuentemente.
Necesitamos proclamarlo alto: la vida cristiana es seguir a Jesucristo. Es
parecernos a Jesús en lo que creía, hablaba y hacía. Es dejarnos conmover
nuestras entrañas en contacto con la realidad doliente. Es esforzarnos por
tener la pasión de Jesús por el Padre y el hombre.
Junto con la enseñanza, está la acción sanadora de Jesús. De igual modo,
la vida de todo seguidor de Jesús deberá contar con estas dos grandes
realidades: la enseñanza, dejándonos impregnar por la Palabra de Dios y
anunciándola, y la acción sanadora, haciendo a todos el mayor bien que podamos.
Los dos aspectos son inseparables.
ENTRA EN
TU INTERIOR
SEGUIDORES
Cuando Jesús se entera de que el Bautista ha sido encarcelado, abandona
su aldea de Nazaret y marcha a la ribera del lago de Galilea para comenzar su
misión. Su primera intervención no tiene nada de espectacular. No realiza un
prodigio. Sencillamente, llama a unos pescadores que responden inmediatamente a
su voz: "Seguidme".
Así comienza el movimiento de seguidores de Jesús. Aquí está el germen
humilde de lo que un día será su Iglesia. Aquí se nos manifiesta por vez
primera la relación que ha de mantenerse siempre viva entre Jesús y quienes
creen en él. El cristianismo es, antes que nada, seguimiento a Jesucristo.
Esto significa que la fe cristiana no es sólo adhesión doctrinal, sino
conducta y vida marcada por nuestra vinculación a Jesús. Creer en Jesucristo es
vivir su estilo de vida, animados por su Espíritu, colaborando en su proyecto
del reino de Dios y cargando con su cruz para compartir su resurrección.
Nuestra tentación es siempre querer ser cristianos sin seguir a Jesús,
reduciendo nuestra fe a una afirmación dogmática o a un culto a Jesús como Señor
e Hijo de Dios. Sin embargo, el criterio para verificar si creemos en Jesús
como Hijo encarnado de Dios es comprobar si le seguimos sólo a él.
La adhesión a Jesús no consiste sólo en admirarlo como hombre ni en
adorarlo como Dios. Quien lo admira o lo adora, quedándose personalmente fuera,
sin descubrir en él la exigencia a seguirle de cerca, no vive la fe cristiana
de manera integral. Sólo el que sigue a Jesús se coloca en la verdadera
perspectiva para entender y vivir la experiencia cristiana de forma auténtica.
En el cristianismo actual vivimos una situación paradójica. A la Iglesia
no sólo pertenecen los que siguen o intentan seguir a Jesús, sino, además, los
que no se preocupan en absoluto de caminar tras sus pasos. Basta estar
bautizado y no romper la comunión con la institución, para pertenecer
oficialmente a la Iglesia de Jesús, aunque jamás se haya propuesto seguirle.
Lo primero que hemos de escuchar de Jesús en esta Iglesia es su llamada a
seguirle sin reservas, liberándonos de ataduras, cobardías y desviaciones que
nos impiden caminar tras él. Estos tiempos de crisis pueden ser la mejor
oportunidad para corregir el cristianismo y mover a la Iglesia en dirección
hacia Jesús.
Hemos de aprender a vivir en nuestras comunidades y grupos cristianos de
manera dinámica, con los ojos fijos en él, siguiendo sus pasos y colaborando
con él en humanizar la vida. Disfrutaremos de nuestra fe de manera nueva.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Como creyentes, como discípulos de Jesús, necesitamos vivir en un perenne
estado de conversión; porque ésta es una tarea siempre inacabada, de todo
tiempo y para todos. Nunca estaremos suficientemente convertidos a los valores
del Reino. Son demasiados los intereses que nos tientan constantemente a
desvirtuar e incluso invalidar nuestra respuesta a la consigna del Señor:
"Convertíos y creed en la buena noticia". Este imperativo es buena
noticia de liberación, esperanza luminosa y transformante, empeño gozoso, don y
tarea que hemos de asumir responsable y alegremente con un estilo nuevo de
comportamiento personal y comunitario con Dios y los hermanos.
La radicalidad de la conversión continua al Reino de Dios nos pide
sensibilidad y una clara opción por los valores del evangelio y los criterios
der las bienaventuranzas. Éstos se oponen necesariamente a las prioridades del
"hombre viejo" que llevamos dentro, en lucha con el "hombre
nuevo". Liberado por Cristo. Optemos por el amor en vez del egoísmo, la
pobreza compartida en vez de la riqueza acaparadora, la solidaridad en vez de
la explotación, el perdón en vez del odio el compromiso y la colaboración en
vez de pasar de todo.
ORACIÓN
Concédenos, Dios todopoderoso, que al experimentar el efecto vivificante
de tu gracia, nos sintamos siempre dichosos por este don tuyo.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes
de Fano.
Imagen
para colorear,
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