martes, 1 de noviembre de 2016

2 DE NOVIEMBRE: CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS.



“Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino que yo tenía preparado para vosotros desde el principio del mundo…”
2 DE NOVIEMBRE
CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
(3 formularios a libre elección del celebrante:  Las tres lecturas deben escogerse, de los formularios propuestos o del leccionario de Difuntos: Esta es mi propuesta)
1ª Lectura: Job 19,1.23-27
Yo sé que está vivo mi Redentor.
Salmo 22
El Señor es mi pastor, nada me falta.
2ª Lectura: Romanos 14,7-9.10-12
En la vida y en la muerte somos del Señor.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 25,31-46
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá al rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.” Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos  con hambre y te alimentamos, o con sed y de dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” y el rey les dirá. “”Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.” Y entonces dirá a los de su izquierda: “apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.” Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús dijo a sus discípulos:
"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,
y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,
porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;
desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.
Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,
porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;
estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.
Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.
Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
REFLEXIÓN
"Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá” (Juan 11,21).
En este pequeño reproche de la hermana de Lázaro a Jesús, se expresan los dos sentimientos que nos embargan, ante el misterio de la muerte: dolor por la separación de un ser querido y, a la vez, como cristianos, esperanza firme de que se trata efectivamente de una separación, pero no de una pérdida. La vida humana, y de esto somos conscientes cuando se trata de la muerte de alguien a quien amamos, es demasiado valiosa para desaparecer sin rastro. Los cristianos creemos que la muerte no es término, sino tránsito; no es ruptura, sino transformación. Creemos además que, cuando nuestra existencia temporal llega al límite de sus posibilidades, en ese límite se encuentra no con el vacío de la nada, sino con las manos del Dios vivo, que acoge esa realidad entregada y convierte esa muerte en semilla de resurrección, sea de la forma que sea.
La muerte es ciertamente la crisis radical del hombre; alguien ha dicho irónicamente que ella es la expropiación forzosa de todo el ser y todo el haber de los humanos. Es además una crisis irrefutable, a la que el hombre no puede responder; quitándole el ser, la muerte le quita también la palabra; es muda y hace mudos.
Sólo Dios puede responder a esa interpelación, que también le toca a él; si realmente es el Dios fiel y veraz, el Padre misericordioso, el amigo y aliado del hombre, no puede contemplar indiferente lo que le ha ocurrido a su hijo. Dios está ahí para responder por él; y su respuesta es el cumplimiento de la promesa de vida y de resurrección.
Pablo decía a sus fieles de Tesalónica, en un trance parecido al que sufrimos con la pérdida de un ser querido: “No os aflijáis como los hombres sin esperanza”. El apóstol no prohíbe a sus cristianos la tristeza, pero les advierte que la suya no tiene que ser una tristeza desesperada. A la separación sucederá el reencuentro, en un plazo más o menos próximo, pero en todo caso seguro y ya a salvo de toda contingencia. El cristiano, como Cristo, no muere para permanecer en la muerte, sino para resucitar; no entrega la vida a fondo perdido; la devuelve a su Creador y en él alcanza vida eterna. Porque, notémoslo bien, no hay dos vidas, ésta y la otra; lo que se suele designar como “la otra vida” no es, en realidad, sino ésta plenificada, la que había comenzado con el bautismo y la fe: “Quién cree posee la vida eterna” (Jn. 5,24) y que ahora se consuma en la comunión inmediata con el ser mismo de Dios.
Por otra parte, estamos reunidos aquí también para rezar por nuestros hermanos difuntos. La separación que la muerte representa no significa que el que muere queda fuera del alcance de nuestro amor.
Nuestro amor le llega, en la medida en que lo necesite, en forma de oración y recuerdo. Y es toda la Iglesia la que ahora se une a nosotros, avalando, con su intercesión a estos hijos suyos en el momento de su encuentro con Dios. No se encuentran con Dios en solitario; nosotros estamos con ellos, la Iglesia estera está con ellos y evoca para ellos las palabras consoladoras del evangelio: “Ven, bendito de mi Padre, hereda el Reino que yo tenía preparado para ti desde el comienzo del mundo…”
Para Dios, ningún dolor, ningún sufrimiento se pierde, todos son asumidos en su cruz salvadora y redentora, la única que no juzga ni condena sino que perdona y acoge.
           Con estos sentimientos de dolor esperanzado, de amor solidario, participemos en la eucaristía que ofrecemos ahora por el descanso de sus almas, pero a decir verdad, más de las nuestras, llenas de perjuicios y de falsas esperanzas; una Eucaristía que es, a la vez, celebración del encuentro con Cristo y expresión de nuestra fe en la resurrección.
San Agustín, escribía a su madre este poema, ya mucho lo conocéis, pero yo quiero volver a recordarlo, porque nos hace bien a todos:
No Llores Si Me Amas de San Agustín
“ No llores si me amas,
 si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo!
 si pudieras oír el cántico de los ángeles
 y verme en medio de ellos!
 Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos; los horizontes, los campos
 y los nuevos senderos que atravieso!
 Si por un instante pudieras contemplar como yo,
 la belleza ante la cual las bellezas palidecen!
 Cómo!...¿Tú me has visto,
 me has amado en el país de las sombras
 y no te resignas a verme y
 amarme en el país de las inmutables realidades?
 Créeme.
 Cuando la muerte venga a romper las ligaduras
 como ha roto las que a mí me encadenaban,
 cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce,
 y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía,
 ese día volverás a verme,
 sentirás que te sigo amando,
 que te amé, y encontrarás mi corazón
 con todas sus ternuras purificadas.
 Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz!
 ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo,
 que te llevaré de la mano por
 senderos nuevos de Luz...y de Vida...
 Enjuga tu llanto y no llores si me amas!”
ENTRA EN TU INTERIOR
EN LAS MANOS DE DIOS 
Los hombres de hoy no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios y volver de nuevo a nuestra vida cotidiana.
Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Que hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas?
La muerte es una puerta que traspasa cada persona en solitario. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de él. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de Dios. ¿Cómo relacionarnos con él
Los seguidores de Jesús no nos limitamos a asistir pasivamente al hecho de la muerte. Confiando en Cristo resucitado, lo acompañamos con amor y con nuestra plegaria en ese misterioso encuentro con Dios. En la liturgia cristiana por los difuntos no hay desolación, rebelión o desesperanza. En su centro solo una oración de confianza: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida de nuestro ser querido”
¿Qué sentido pueden tener hoy entre nosotros esos funerales en los que nos reunimos personas de diferente sensibilidad ante el misterio de la muerte? ¿Qué podemos hacer juntos: creyentes, menos creyentes, poco creyentes y también increyentes?
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también más frágiles y vulnerables; somos más incrédulos, pero también más inseguros. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. Vivimos llenos de dudas e incertidumbres, pero no sabemos encontrar una esperanza.
A veces, suelo invitar a quienes asisten a un funeral a hacer algo que todos podemos hacer, cada uno desde su pequeña fe. Decirle desde dentro a nuestro ser querido unas palabras que expresen nuestro amor a él y nuestra invocación humilde a Dios:
“Te seguimos queriendo, pero ya no sabemos cómo encontrarnos contigo ni qué hacer por ti. Nuestra fe es débil y no sabemos rezar bien. Pero te confiamos al amor de Dios, te dejamos en sus manos. Ese amor de Dios es hoy para ti un lugar más seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Disfruta de la vida plena. Dios te quiere como nosotros no te hemos sabido querer. Un día nos volveremos a ver”.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Seremos juzgados según la aceptación o el rechazo de Cristo a quien no vemos en carne y hueso, pero que se identifica con cuantos sufren en la tierra de los hombres. El prójimo es así la pantalla de nuestra vida, el video para leer nuestra conducta, el espejo para recomponer nuestra figura cristiana, porque “quién no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4,20).
            La sensibilidad y solidaridad efectivas ante el dolor ajeno son, el termómetro de nuestro cristianismo.
            No basta una acción caritativa que por sistema se limitará tan solo a la limosna, que por otra parte solo sirve para tranquilizar nuestra conciencia la mayoría de las veces. La acción caritativa asistencial sirve para situaciones límite e inaplazables. Pero para dar de comer al hambriento hoy, mañana y pasado, hay que dar trabajo al parado, hay que transformar las estructuras sociales injustas de modo que el necesitado se sienta liberado de su pobreza y promocionado como persona libre.
            El cristiano que se inhibe ante los problemas sociales y las múltiples necesidades de su entorno, pensando que ese no es asunto suyo, olvida que el hombre es un ser que vive en sociedad y por tanto cualquier acción humana, incluidas la abstención u omisión, tiene, necesariamente, repercusiones sociales.
ORACIÓN
            Oh Dios, Padre bueno y justo, inclinándonos humildemente ante el misterio de unos designios que no comprendemos, te pedimos que escuches nuestras plegarias, ilumines las tinieblas en que nos sume nuestro dolor y concedas a nuestros hermanos difuntos vivir eternamente contigo en la felicidad de tu reino.
            El culto eucarístico debe reflejar el culto de nuestra vida, y al revés; porque se necesitan mutuamente. El culto completo del discípulo de Cristo se expresa en la solidaridad con el pobre, el que sufre, el hermano menor de Jesús. Esta es la religión que acepta el Señor.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano

Imagen para colorear.
“Venid vosotros, benditos de mi Padre…”


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