“Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras
almas”
13 DE
NOVIEMBRE
XXXIII
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ©
1ª
Lectura: Malaquías 3,19.20a
“Os
iluminará un sol de justicia”
Salmo 97
El Señor
llega para regir los pueblos con rectitud.
2ª
Lectura: Segunda Tesalonicenses 3,7-12
“Si
alguno no quiere trabajar, que no coma”
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
21,5-19
“En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo,
por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: -Esto que
contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será
destruido. Ellos le preguntaron: -Maestro, ¿cuándo va a ser esto?, ¿y cuál será
la señal de que todo eso está para suceder? El contestó: -Cuidado con que nadie
os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: “Yo soy” o bien “el
momento está cerca”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y
de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero
el final no vendrá en seguida. Luego les dijo: -Se alzará pueblo contra pueblo
y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias
y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de
todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la
cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre:
así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra
defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente
ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes,
y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos
os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza
perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba
adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo:
"De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra
sobre piedra: todo será destruido".
Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar
esto, y cuál será la señal de que va a suceder?".
Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar,
porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El
tiempo está cerca'. No los sigan.
Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen;
es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin".
Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y
reino contra reino.
Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se
verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los
entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y
gobernadores a causa de mi Nombre,
y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa,
porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que
ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por
sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.
Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.
Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.
Gracias a la constancia salvarán sus vidas.”
REFLEXIÓN
En este domingo penúltimo del tiempo ordinario, que
acabará el próximo con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, la
liturgia de la misa nos habla de los obstáculos y los sufrimientos que
acompañan el testimonio del cristiano, y la Iglesia nos invita a reflexionar
sobre las realidades últimas del hombre. La Palabra de Dios nos presenta con
carácter apocalíptico el tiempo al cual todos debemos enfrentarnos. Pero
también nos habla de la recompensa que espera a los que perseveran en la fe
hasta el final. En definitiva, nos invita a ser fieles en la fe.
El profeta Malaquías nos presenta, en la primera lectura,
un cuadro que es muy vivo y actual para todos nosotros. El profeta escucha a su
alrededor que la gente de su época se queja de que los malos progresan cada
día, mientras que los justos no ven la recompensa. Así pues, se preguntan, ¿de
qué sirve cumplir los mandamientos? Con la visión de un mundo que se acaba
aquí, como es la visión de buena parte del Antiguo Testamento, es una pregunta
muy seria. Sin embargo, el profeta adopta una perspectiva de solución más allá
de este mundo. Recuerda la promesa hecha por Dios, que siempre ha sido fiel a
su pueblo.
¿Cuántas veces hemos tenido la misma duda y nos hemos
cuestionado ante tantas injusticias y males que nos rodean? Y, ¿cuántas veces
nuestra respuesta ha sido que no sacamos provecho de cumplir con la Ley del
Señor? A pesar de todo, Dios asegura que llegará un día en el que la justicia
brillará para todos los hombres. El fuego consumirá a los malvados y la luz
iluminará y protegerá a los justos que sean constantes y fieles.
En el evangelio hemos escuchado una página de un género
que pide una atención especial para poder captar su mensaje. Quizá no está
hablando sólo del fin de los tiempos, sino que a la vez se puede referir a la
inminente destrucción de Jerusalén. Una catástrofe que la ciudad sufrió por
segunda vez el año 70 después de Cristo. Pero por lo que se refiere a nosotros,
la Palabra de Jesús es una advertencia para ser fieles y constantes discípulos.
Jesús nos recuerda que llegará el día del juicio sobre su
pueblo y sobre todo el mundo, al cual nadie podrá permanecer indiferente. Jesús
nos anuncia algo muy serio, y a la vez misterioso. Un final que nos concierne a
todos.
Vamos hacia un fin del mundo y a un juicio universal,
pero este final y este juicio se juegan ya ahora y aquí para cada uno, en la
vida personal de todos nosotros. Todos estamos llamados a recibir al Señor en
nuestras vidas, o, al contrario, podemos rechazarlo. Nuestra decisión a favor o
contra el Reino ya debemos hacerla en nuestra vida presente. Es una opción que
debemos hacer a lo largo de toda nuestra vida.
Muchas personas se quedan con aspecto secundario de esta
llegada que se juega desde ahora, en el presente. Muchas dan pie a la
curiosidad de cómo sucederá y cuándo llegará este momento, como algo que no les
tocará, como de un futuro lejano. Sin embargo Jesús no quiere que dediquemos
nuestra vida a hacer de adivinos, quiere que abramos nuestro corazón a su
venida, con esperanza y con un profundo deseo de estar preparados, aunque no
sepamos ni el día ni la hora.
Jesús, lo que quiere, es que estemos atentos a su
presencia. Quiere que velemos y que estemos preparados para cuando llegue con
gloria. Quizá corremos el peligro de poner nuestra mirada, más que en él, en
falsos mesías que prometen la felicidad ya aquí, haciéndonos olvidar la vida
que nos espera junto a Jesús. Jesús quiere cambiar nuestras conciencias para que
nos convirtamos a su amor. No le interesa tanto el fin del mundo como el fin de
nuestra historia. Al final, el juicio que hará Dios de nuestra vida será por el
amor con que habremos obrado.
El Reino de Dios, tal como nos lo muestra Jesús, forma ya
parte de nuestro presente, de nuestra cotidianidad. El reino de Dios ya está
entre nosotros. Está en la medida en que lo vamos construyendo: “Anunciamos tu
muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús”! Cada día volvemos a
pedir la llegada de su reino. El reino empieza aquí y se manifiesta en la
Iglesia, pero sólo llegará a su plenitud cuando Cristo esté en todos. Cada
domingo alimentamos esta esperanza con la celebración de la eucaristía.
ENTRA EN
TU INTERIOR
PARA
TIEMPOS DIFÍCILES
Los profundos cambios socioculturales que se están produciendo en
nuestros días y la crisis religiosa que sacude las raíces del cristianismo en
occidente, nos han de urgir más que nunca a buscar en Jesús la luz y la fuerza
que necesitamos para leer y vivir estos tiempos de manera lúcida y responsable.
Llamada al realismo. En ningún momento augura Jesús a sus seguidores un
camino fácil de éxito y gloria. Al contrario, les da a entender que su larga
historia estará llena de dificultades y luchas. Es contrario al espíritu de Jesús
cultivar el triunfalismo o alimentar la nostalgia de grandezas. Este camino que
a nosotros nos parece extrañamente duro es el más acorde a una Iglesia fiel a
su Señor.
No a la ingenuidad. En momentos
de crisis, desconcierto y confusión no es extraño que se escuchen mensajes y
revelaciones proponiendo caminos nuevos de salvación. Éstas son las consignas
de Jesús. En primer lugar, «que nadie os engañe»: no caer en la ingenuidad de
dar crédito a mensajes ajenos al evangelio, ni fuera ni dentro de la Iglesia.
Por tanto, «no vayáis tras ellos»: No seguir a quienes nos separan de
Jesucristo, único fundamento y origen de nuestra fe.
Centrarnos en lo esencial. Cada
generación cristiana tiene sus propios problemas, dificultades y búsquedas. No
hemos de perder la calma, sino asumir nuestra propia responsabilidad. No se nos
pide nada que esté por encima de nuestras fuerzas. Contamos con la ayuda del
mismo Jesús: «Yo os daré palabras y sabiduría» … Incluso en un ambiente hostil
de rechazo o desafecto, podemos practicar el evangelio y vivir con sensatez
cristiana.
La hora del testimonio. Los
tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos, la nostalgia o el
desaliento. No es la hora de la resignación, la pasividad o la dimisión. La
idea de Jesús es otra: en tiempos difíciles «tendréis ocasión de dar
testimonio». Es ahora precisamente cuando hemos de reavivar entre nosotros la
llamada a ser testigos humildes pero convincentes de Jesús, de su mensaje y de
su proyecto.
Paciencia. Ésta es la exhortación de Jesús para momentos duros: «Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». El término original puede ser
traducido indistintamente como "paciencia" o
"perseverancia". Entre los cristianos hablamos poco de la paciencia,
pero la necesitamos más que nunca. Es el momento de cultivar un estilo de vida
cristiana, paciente y tenaz, que nos ayude a responder a nuevas situaciones y
retos sin perder la paz ni la lucidez.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Ojalá que el evangelio de hoy sea para todos una fuerte
llamada de atención. Si vivimos en tensión por la angustia y el miedo en un
momento ciertamente difícil de la historia del mundo, será bueno que prestemos
atención a las palabras de Jesús: “Pero ni un solo cabello de vuestra cabeza
perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.”
Este es el mensaje final de un año litúrgico que
finaliza: perseverar en la fe de Jesucristo y en la praxis del evangelio es
nuestra mejor garantía de que podremos caminar aun en medio de tantas
dificultades con esperanza y con alegría.
Perseverar en la fe y recuperar el evangelio perdido es
lo que necesita un cristiano que a menudo se pregunta por el sentido de su
existencia en el mundo. La perseverancia en esa fe, la fe de Jesucristo, es
nuestro aporte a la construcción de un orden más justo y de una paz más
duradera.
ORACIÓN
“Cuidado con que nadie
os engañe”.
Con frecuencia nos
convence lo que halaga el oído.
Cuando la verdad es
dura de aceptar,
buscamos escapatorias
menos exigentes y más fáciles de asimilar.
....................
Los predicadores de
todos los tiempos lo saben,
y tratan de aprovechar
esa debilidad para engañarnos.
Profundizar en la
realidad de nuestro propio ser,
es el único camino para
escapar de las voces de sirena.
.....................
Todas las promesas de
futuro que se hacen en nombre de Dios son falsas, porque Dios no tiene futuro.
Dios no promete, da. Y
se da desde siempre y para siempre.
En esa eternidad del
don tenemos que entrar nosotros.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes
de Fano.
Imagen
para colorear.
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